miércoles, 9 de septiembre de 2015

¿SE ACELERA LA RECONCILIACIÓN CON LA FSSPX?







"Fuentes muy autorizadas han afirmado en privado que Francisco estaría dispuesto a acordar una prelatura personal, beneficiando a la FSSPX de la exención episcopal".

FUENTE (extracto).

La Carta del Santo Padre acordando la indulgencia con ocasión del Jubileo extraordinario de la Misericordia del 1° de septiembre, ha sorprendido a varios observadores atentos a las relaciones que sostienen el Vaticano y la FSSPX. Este documento coloca el año de la Misericordia querido por el Papa Francisco bajo tres planteamientos: la misericordia para los prisioneros, el grave problema del aborto, y la reconciliación con los hijos de Mons. Lefebvre. Es obvio que estos tres “ejes” no se pueden poner en el mismo plano, pues el tercero fue verdaderamente inesperado. El Soberano Pontífice ha dado uno de sus golpes maestros mantenido en secreto y que tanto sus detractores como sus admiradores no se esperaban.

Por el contrario, los medios no han hablado del último párrafo, que no es el menos importante. En este texto, el papa alaba primero la buena fe y práctica sacramental de los sacerdotes de la FSSPX. Una observación interesante pues el leitmotiv era hasta entonces el recordar sistemáticamente que los sacramentos proveídos por la FSSPX eran por lo menos ilícitos, y a veces sospechosos de invalidez, de acuerdo a algunos (confesiones y matrimonio). Afirmando su deseo de encontrar en el futuro próximo[…] las soluciones para recuperar la plena comunión con los sacerdotes y los superiores de la Fraternidad, el Papa declara válidas y lícitas todas las absoluciones dadas por los sacerdotes de la FSSPX en el curso del Jubileo de la Misericordia: “por una disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución de sus pecados”.

Esta noticia es sorprendente. Detengámonos un momento sobre estas disposiciones jubilares respecto a los sacerdotes de la Fraternidad. Si nos atenemos al punto de vista oficial de Roma hasta Benedicto XVI, habría que deducir que la decisión del Papa que confiere a los sacerdotes que siguen aparentemente suspendidos, el derecho de conferir lícitamente un sacramento, excluyendo otros[1]. No se puede ser más contradictorio. Habría entonces que deducir que las absoluciones otorgadas por estos sacerdotes antes y después del año de la Misericordia no son o no serán válidas en ausencia de un acuerdo durante este tiempo. Esta manera de ver las cosas es evidentemente incoherente.


El Papa no es ni canonista ni teólogo. Por este acto, el Papa da testimonio del poco caso que hace al formalismo jurídico. Parece claro que, en su espíritu, si hay un problema por resolver, se trata menos de resolver un cisma que de lograr darle un estatus aceptable a la FSSPX en el seno de la Iglesia. En breve, como buen jesuita, Francisco arregla las cosas bajo un ángulo pastoral… por no decir político.

La iniciativa del Papa Francisco tiene por lo menos tres consecuencias:
·       asocia de una manera bastante inédita a la FSSPX con un acontecimiento importante de la Iglesia “conciliar” y manifiesta que el Papa considera a la Fraternidad como plenamente católica;
·  conforta en su posición a los que reciben regularmente los sacramentos de los sacerdotes y obispos de la FSSPX, abriendo una brecha en la argumentación de los que tienen a estos sacramentos como ilícitos o inválidos;
·    manifiesta claramente la voluntad del Santo Padre de finalizar el gran objetivo de reconciliación querido por Benedicto XVI.

Este es un nuevo signo de que el Papa estaría dispuesto a ir más lejos y más rápido que su predecesor. Benedicto XVI exigía realizar esta plena reunión de la FSSPX a la Iglesia sin economizar las discusiones y sin malbaratar el concilio Vaticano II. En cuanto a Francisco, él no desea molestarse con querellas teológicas porque le parecen pasadas de moda. A pesar de tener un perfil menos clásico, Francisco parece hacerle menos caso al Vaticano II que su predecesor.

Fuentes muy autorizadas han afirmado en privado que Francisco estaría dispuesto a acordar una prelatura personal, beneficiando a la FSSPX de la exención episcopal. Concretamente, la FSSPX, contrariamente a los otros institutos Ecclesia Dei, no tendría que pedir la autorización de un obispo para abrir una casa en su diócesis y proporcionar los sacramentos.

Esta concesión jamás fue contemplada por Benedicto XVI. Pero la contraparte para la FSSPX –entre la cual está la libertad de palabra, comprendido el Vaticano II, que no parece darle temor al Papa[2]-  sería aceptar entrar en el caos que reina en la Iglesia, cohabitar con un clero y unos fieles para quienes la referencia conciliar es central y cuyas posiciones son frecuentemente más heterodoxas que las de los sacerdotes y los fieles de la Fraternidad. El mismo Mons. Fellay afirmó que la FSSPX aceptaba el 95% de las enseñanzas del concilio Vaticano II[3]. Está claro que en muchos temas, como la liturgia, la práctica común de los sacerdotes diocesanos está en las antípodas de lo que pedía el concilio. ¿Qué decir de la clara fidelidad al magisterio de los sacerdotes y de los fieles de la FSSPX tratándose del aborto, la eutanasia, matrimonio de los homosexuales, ordenación de mujeres o de la moral sexual? Sobre todos estos temas, es fácil encontrar en el seno de la Iglesia considerada en comunión con Roma, sacerdotes y fieles en total contradicción con la enseñanza del Papa.

Esta situación difícil puede legítimamente hacer dudar a la FSSPX, de la oportunidad de amarrarse definitivamente a la barca de Pedro, en lugar de continuar siguiéndola a la distancia. Sin embargo, no está desechado que una reconciliación se produzca en el curso de este pontificado.




[1] Hay que subrayar que el derecho canónico permite a un sacerdote suspendido el conferir válida y lícitamente un sacramento en caso de peligro de muerte. Pero por supuesto que esta situación está muy alejada de nuestro caso.
[2] Ciertos progresistas, incluidos canónicamente en la Iglesia, no se privan de denunciar con toda tranquilidad el Magisterio.
[3][3] Es por lo menos lo que se lee en un artículo de Sandro Magister, comentando y citando a un teólogo australiano, John R.T. Lamont: “La FSSPX no rechaza el Vaticano II en su totalidad: muy por el contrario, el obispo Fellay afirmó que el 95% de las enseñanzas de éste son aceptadas por la Fraternidad. Lo que quiere decir que la FSSPX es más fiel a las enseñanzas del Vaticano II que una buena parte del clero y de la jerarquía de la Iglesia católica”.