miércoles, 31 de octubre de 2012

FSSPX: VOLVIENDO AL TEMA DE LA EXPULSION


El 24 De octubre, la dirección de la FSSPX, anunciaba en un comunicado la expulsión de Monseñor Williamson de la obra fundada por Monseñor Lefebvre. A los 72 años y medio, el que era el decano de los cuatro obispos de la FSSPX está en camino de ser expulsado del priorato de Wimbledon donde residió hasta cuando fue echado a la calle, sin cobertura social ni dinero. Desde hace años, las relaciones entre Monseñor Fellay y Monseñor Williamson eran execrables, entre el obispo más joven y el prelado más viejo de los cuatro ordenados el 30 de junio de 1988 por el fundador de Ecône. En 2003, el superior general retiró al prelado británico de  la dirección del seminario de Estados Unidos; y en el 2009, luego de sus declaraciones sobre las cámaras de gas y el número de judíos asesinados durante la guerra, la casa general de la FSSPX lo despojó de la dirección del seminario de la Reja en Argentina, lo confinó, según su expresión, en una “buhardilla” en Londres, prohibiéndole cualquier ministerio y el hablar públicamente, queriéndolo transformar en un muerto viviente.
El pasado 4 de octubre, en una última carta, Monseñor Fellay ordenaba a su cofrade cerrar definitivamente, dentro de “diez días hábiles”, su blog Dinoscopus, suprimir sus comentarios Eleison semanales, presentar excusas públicas al superior general por el mal que hizo a la Fraternidad y de reparar sus errores. En breve, Monseñor Fellay pedía una capitulación sin condiciones que evidentemente no obtuvo. En la carta que hicimos pública en nuestra última edición, Monseñor Williamson acusa al Superior General de traicionar la herencia de Monseñor Lefebvre abriéndose hacia una adhesión gradual a la Roma modernista. Y el prelado británico indicó que la política de la FSSPX ha cambiado desde el 2000 y con el comienzo de las discusiones con los ocupantes del Vaticano. Al final de su misiva, invita al superior general a presentar su dimisión por -escribe él- la mayor gloria de Dios, la salvación de las almas y su salvación eterna. Dicho de otro modo, si Monseñor Fellay continúa con sus intrigas actuales, se está atando a un camino de condenación para los que le sigan. Esto es lo que hay que comprender. Es decir que esta querella no es secundaria.
Se reprocha a Monseñor Williamson de haber desobedecido a la autoridad legítima, Monseñor Fellay. Pero el prelado británico para responder a su deber, tuvo que desobedecer, ya que la fe está en juego. Después de todo la Fraternidad ¿no es conocida por su desobediencia a una autoridad que ella juzgaba legítima pero estimaba que ponía la fe en peligro?

 EL carácter de la cuestión judía

Mas allá de las diferencias ciertamente esenciales sobre la oportunidad o no de tener un acuerdo con Roma modernista, es decir ponerse de hecho bajo su dependencia, la expulsión de Monseñor Williamson se explica en gran parte por sus declaraciones revisionistas que hizo en el 2009 y de las cuales jamás se retractó a pesar del gran disgusto de su superior el cual multiplicó las presiones para que él reconociera la realidad de la Shoah. Todo deja pensar que la expulsión del más agitado de los cuatro obispos de la Fraternidad ha sido una moneda de cambio entre el Vaticano y Monseñor Fellay, los treinta denarios de Judas de alguna manera. El Vaticano sometido al sionismo internacional no podía aceptar “normalizar canónicamente” una Fraternidad que contaba entre sus líderes a un revisionista notorio. En efecto, para los ocupantes del Vaticano es mejor un sacerdote pedófilo (que no faltan en la iglesia conciliar) que un prelado revisionista. Por otro lado, desde su expulsión, el Congreso judío mundial se ha “felicitado” por esta noticia, señalando solamente que ella llega “muy tarde” llamando a la Fraternidad a desembarazarse de toda traza de antisemitismo de su seno. Que el Congreso judío mundial esté seguro: Monseñor Fellay va a asegurarse personalmente. Como nos lo han asegurado sacerdotes de la neo-FSSPX: que no hay que alimentar simpatías revisionistas o “fascistas” en la neo-FSSPX. Es mejor tener inclinaciones modernistas. Por lo tanto, la cuestión del revisionismo histórico no es secundario, incluso desde un punto de vista teológico. Ya no es más el sacrificio y la muerte de Cristo en el Gólgota el elemento central y la cúspide de la historia, es el “Holocausto”. Los imbéciles y los cobardes no miden hasta qué punto la contra-religión de la Shoah es una máquina de guerra contra la religión católica, un arma de destrucción masiva de la fe cristiana de la cual imita los rituales.
Solamente tres días después del anuncio de la expulsión definitiva de Monseñor Williamson, la comisión pontifical Ecclesia Dei  hizo aparecer un comunicado, de un tono muy conciliador, diciendo que ella acordaba un plazo suplementario a la Fraternidad para responder a la declaración doctrinal del 13 de junio y a la proposición de regularización canónica. Tal como lo indica el cronista religioso de Le Figaro, Jean-Marie Guénois, “entonces está claro que este comunicado, inédito por su tono tranquilizador, es la respuesta del Vaticano a la expulsión de Monseñor Williamson”. El mismo día de la expulsión, el Vaticano hacía saber, según La Croix y Le Figaro, que la expulsión del obispo revisionista fue recibida en Roma como “una buena noticia”.
Este asunto muestra una vez más el carácter central de la cuestión judía y del revisionismo. Lo hemos visto en el Frente nacional donde Marine Le Pen para hacerse aceptar por los medios, excluyó a todo el que fuera más o menos revisionista o nacionalista del partido.
Lo vemos hoy en día en la Fraternidad donde Monseñor Fellay, que manifiestamente está dispuesto a todo para obtener su prelatura personal, persigue abiertamente a Monseñor Williamson. Hay que decir que los métodos del superior general de la FSSPX son sobre todo expeditos: En el 2003 expulsó por medio de un simple fax al padre Paul Aulagnier que fue durante 18 años el superior de distrito de Francia de la FSSPX y casi el cofundador de la Fraternidad, en el 2004, por medio del distrito de Francia, le envió los guardias y los perros al Padre Laguerie al priorato de Brujas, excluyéndolo del beneficio que le permitiría una cobertura social. Ya estamos a años luz del comportamiento tradicional de la Iglesia Católica. En una diócesis cuando un sacerdote se secularizaba, el obispo velaba que no se quedara en la calle dándole incluso discretamente un poco de dinero para que no se convirtiera en vagabundo. Debemos creer que la caridad se ha enfriado en nuestra época. Homo homini lupus; mulier mulieri lupior ; sacerdos sacerdoti lupissimus (El hombre es el lobo del hombre, la mujer es más lobo de la mujer, el sacerdote es el más grande lobo del sacerdote). Nunca este adagio ha sido tan verdadero como hoy en día.

Después del Frente Nacional, la Fraternidad San Pío X

Hoy en día pasa en la Fraternidad lo que hemos visto que sucedió hace algunos años en el Frente Nacional : los dirigentes sedientos de reconocimiento, de normalización, de honorabilidad, de respetabilidad, no soportando ser diabolizados y marginalizados, traicionan los «fundamentales» , se muestran afables y débiles con el enemigos pero despiadados con los que se rehúsan al aggiornamiento. Porque las declaraciones más que ambiguas de Moseñor Fellay sobre el Vaticano II, entusiastas acerca de Benedicto XVI, no han faltado estos últimos meses. El Padre Chazal, que fundó con otros cuatro sacerdotes en los Estados Unidos una FSSPX de estricta observancia para oponerse a este proceso de adhesión ha producido un texto, «Yo excuso al Concilio» en donde están compiladas las declaraciones más desconcertantes de Monseñor Fellay en estos últimos tiempos.
Sacerdotes de la Fraternidad, refractarios al actual proceso de adhesión, nos han confiado que el ambiente era execrable en numerosos prioratos a causa de los desacuerdos entre los “acuerdistas” y los “anti-acuerdistas”; sacerdotes que discretamente han movido su dirección electrónica del priorato por miedo de ser espiados por sus cofrades cercanos a Menzingen. Un sacerdote francés ha recibido recientemente una monición canónica por haber enviado confiadamente un texto anti-acuerdo a algunos cofrades, uno de los cuales lo denunció a Menzingen, sede de la casa general.

¡Fuego sobre el expuslsado!

Como en los procesos estalinianos, Monseñor Williamson no ha tenido el derecho de hacer valer su defensa, no tiene tampoco derecho de apelación y se le pide a los superiores de distrito decir todo lo mal que piensen del obispo expulsado. Sea por celo, por alzarse el cuello, ciertos superiores toman ellos mismos la iniciativa. Apenas se hizo oficial la expulsión, el superior del distrito de Italia, el padre Don Pierpaolo Maria Petrucci y, se nos asegura, « todos los sacerdotes del distrito de Italia de la FSSPX » (ninguno faltó al llamado) colocaron un comunicado en el cual se dice: « Con ocasión de la dolorosa expulsión de Monseñor Williamson de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, el distrito italiano confirma que esto se justifica por razones puramente disciplinarias que se han prolongado algunos años (¡sic! ¿Los inferiores deben confirmar lo bien fundamentadas que están las decisiones de su Superior?) “Querer enlazar este triste suceso con una voluntad de ruptura doctrinal de cara a la “Iglesia Conciliar” es puramente arbitrario, calumnioso e injustificado en relación a la última declaración del capítulo general y de los acontecimientos recientes, lo que el futuro mostrará inequívocamente”. Mala suerte: tres días más tarde, la comisión Ecclesia Dei publicó un comunicado muy confiada en la perspectiva de un acuerdo. ¿Habrán mentido? ¡No lo creo!
El superior de distrito de Alemania, el Padre Franz Schmidberger, gran amigo de Josef Ratzinger ante el Eterno, fue a escupir sobre Monseñor Williamson acusándolo de ser un rebelde. ¿Pero Monseñor Lefebvre no fue igualmente juzgado como rebelde por muchos? Notemos la anécdota de que la carta de expulsión de Monseñor Williamson fue enviada por Monseñor Fellay el 22 de octubre desde Platte City y no de Menzingen. Por lo tanto fue en el curso de un viaje que el superior general compuso este decreto como si fuera un hombre de negocios que despide desdeñosamente a un lacayo entre dos vuelos. Digámoslo claramente, a riesgo de hacernos enemigos (¡ya tenemos la costumbre!)  que esta inhumanidad, esta sequedad de corazón nos inspira repugnancia e indignación. No es suficiente hablar con los aires inspirados de espiritualidad y de santidad para ser estimable. Hay muchos más falsos devotos que auténticos místicos, hipócritas mitrados que reales servidores de Dios. Sin duda existen los celos en ésta decisión. Monseñor Williamson fue el profesor de teología en Ecône del joven Bernard Fellay, está diplomado en literatura en la universidad de Cambridge, es un brillante intelectual, divertido, de espíritu agudo. Esto no se perdona en ciertos medios eclesiásticos, como Monseñor Fellay que fue ecónomo de la Fraternidad durante doce años, que se expresa trabajosamente y que no brilla por su erudición ni por su fineza de espíritu, incluso si él es un manipulador fuera de serie al punto de haber metido a la Madre de Dios en su política de adhesión-apostasía a la Roma modernista. Desde el 2006, multiplicó las “cruzadas del Rosario” donde presentó como “milagros” de la Virgen Santísima el Motu Proprio de julio de 2007 que redujo a la misa Tridentina a una “forma extraordinaria del rito romano” y el levantamiento (no la declaración de nulidad del decreto del 1° de julio de 1988) de las excomuniones el 21 de enero del 2009, levantamiento que no se aplicó ni a Monseñor Lefebvre ni a Monseñor de Castro Mayer, los dos consagrantes todavía considerados como excomulgados.

La cerradura que faltaba de saltar

Luego de la entrevista del 13 de junio entre Monseñor Fellay y los dirigentes de la Congregación de la Doctrina de la Fe, la Fraternidad había hecho saber que el preámbulo doctrinal retocado por el Vaticano era « inaceptable » (circular Thouvenot del 25 de junio), Monseñor Fellay había dicho luego de las ordenaciones en Ecòne, que las relaciones entre Roma y la FSSPX estaban “en punto muerto” y al finalizar un retiro sacerdotal el 7 de septiembre volvió a decir que el texto no convenía, que se engañó y que lo habían engañado, en fin, que todo había terminado. Pero he aquí que nos enteramos por el comunicado del 27 de octubre de la Comisión Ecclesia Dei de que no solamente Monseñor Fellay no rechazó el Preámbulo Doctrinal, contrariamente a lo que dijo, sino que en una carta del 6 de septiembre el pedía un período de estudio y reflexión suplementario antes de responder. Todo nos hace pensar que la expulsión de Monseñor Williamson era el cerrojo que faltaba hacer saltar para conducir a su término la política de adhesión a la Roma modernista utilizando sin cesar un doble lenguaje, multiplicando las ambigüedades a la manera de los modernistas y los liberales, a fin de neutralizar toda oposición interna. Esto también permitió dividir a los tres obispos, que estaban unidos contra la política de adhesión del superior general, en su carta del 7 de abril. Efectivamente, después del capítulo general, Monseñor de Galarreta ha cambiado de bando y defiende ahora la política de Menzingen. En su discurso de clausura de la peregrinación anual a Lourdes, el 28 de octubre, no tuvo ni una palabra de compasión o de simpatía para su cofrade en el episcopado, diciendo solamente de manera alusiva que su “partida” (¡sic!) ¡no es una tragedia! En cuanto a Monseñor Tissier de Mallerais, después de haber denunciado en primavera toda forma de adhesión a Benedicto XVI, se encerró en el silencio desde el Capítulo. Sin embargo aconsejó al padre Chazal, que aunque está de acuerdo con su análisis, debe someterse a Monseñor Fellay y sabemos de una fuente muy segura que también exhortó a Monseñor Williamson a encontrar una solución amistosa con Menzingen. En algunos meses todo ha cambiado: de tres obispos contra Monseñor Fellay, no queda más que uno. El superior general ya no tiene más preocupaciones : él podrá llevar a término el acuerdo con Benedicto XVI.
Hoy en día sucede en la Fraternidad lo que pasó en la Iglesia después del Vaticano II: se muestra un autoritarismo sin piedad para disuadir a los recalcitrantes de expresarse o actuar. En nombre de la obediencia se pide a los sacerdotes que respalden la política de acercamiento con el modernismo. Pero esta política es suicida: cada vez que ha sido probada en el pasado, ha debilitado el campo de la resistencia tradicionalista al Vaticano II. Las discusiones entre Monseñor Lefebvre y el cardenal Ratzinger en 1987-1988 ciertamente fracasaron, pero ellas dieron lugar a la creación de la Fraternidad San Pedro, a la secesión de Le Barroux. Las discusiones entre la FSSPX y el cardenal Castrillón Hoyos han dado lugar a la adhesión de Campos y del Padre Aulagnier.
Hoy en día esas discusiones conducen a la expulsión del decano de los cuatro obispos, lo que no es poco, ya que la Fraternidad había afirmado frecuentemente que una de las pruebas de su carácter providencial era precisamente la unión sin falla entre los cuatro obispos. Un argumento ahora caduco.

¿Qué hará Mons. Williamson?

Falta saber lo que hará ahora Monseñor Williamson. En su último comentario Eleison titulado “Decisión trascendental”, el previene que “no piensa retirarse”. Sin embargo su situación no es fácil. Por ahora no dispone de ningún medio verdadero que le permita construir un seminario, capillas, prioratos, escuelas. Además, el tiene 72 años. Ciertamente Monseñor Lefebvre no era más joven al momento de la fundación de Econe. Pero en cuatro décadas las cosas han cambiado radicalmente. Cada vez hay menos católicos. En la época de los gloriosos treintas, había muchas familias de bien, lo que ahora no sucede. Además, el precio de los inmuebles se ha disparado y hacen falta sumas colosales para comprar cualquier local en las metrópolis occidentales. Además, incluso entre el campo de los católicos hostiles al acuerdo, ya sea por la personalidad o por ciertas opiniones del prelado británico, no hay unanimidad. Algunos le reprochan haber sido consagrado sin permiso, otros de ser lefebvrista, otros de creer en Garabandal y en María Valtorta, otros de reconocer la autoridad de Benedicto XVI oponiéndose a él, otros más (o los mismos) de haber aprobado el motu proprio y el levantamiento de las excomuniones. Es decir que su éxito se anuncia aleatorio. Mientras que se constata un gran cansancio entre los católicos de la tradición. Pocos tienen todavía el fuego sagrado de los que valientemente se opusieron a las reformas conciliares de 1970. El confort (pero también las preocupaciones) de la vida moderna, la pereza intelectual, la ausencia o falta de vida de oración, la descristianización general que, en diferentes grados, han alcanzado a los hombres de nuestro tiempo, los estragos del liberalismo y del relativismo bastan para explicar esta tibieza<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]-->.

La visibilidad de la Iglesia se reduce a ser doméstica

La expulsión brutal de Monseñor Williamson lo muestra de manera evidente, en estos días todas las resistencias, verdaderas o aparentes, ceden, traicionan, se apagan o se diluyen. Esto es verdadero en política, en religión y en todos los dominios. No podemos tener confianza en ninguna estructura, en ningún jefe. La visibilidad de la Iglesia se reduce hoy en día a lo doméstico. Más que nunca vivimos el Sábado Santo de la Iglesia militante. Y por lo tanto, en las tinieblas espesas que nos rodean, en este mundo satánico y apocalíptico, de alguna manera hay que sobrevivir. Guardando la fe y la esperanza. Conservando los pies sobre la tierra y los ojos levantados al Cielo.

Jérôme Bourbon, Rivarol. 
Visto en TRADINEWS y publicado por Non Possumus.


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<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]--> NOTA DEL BLOG: Quiero hacer notar que la visión del señor Bourbon nos parece un poco exagerada con respecto a las perspectivas futuras de Monseñor Williamson. Tenemos la convicción de que Dios está de su lado y que El proveerá lo necesario para que a los católicos remanentes no les falten Sacramentos. Dios no abandona cuando nosotros no lo abandonamos.

martes, 30 de octubre de 2012

MONSEÑOR LEFEBVRE DESOBEDECIDO


No tenemos la misma manera de concebir la reconciliación. El cardenal Ratzinger la ve en el sentido de reducirnos, de traernos al Vaticano II. Nosotros la vemos como un retorno de Roma a la Tradición. No nos entendemos. Es un diálogo de sordos. No puedo hablar mucho del futuro, ya que el mío está detrás de mí. Pero si vivo un poco aún y suponiendo que de aquí a un determinado tiempo Roma haga un llamado, que quiera volver a vernos, reanudar el diálogo, en ese momento sería yo quien impondría las condiciones. No aceptaré más estar en la situación en la que nos encontramos durante los coloquios. Esto se terminó.
Plantearía la cuestión a nivel doctrinal: “¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los papas que los precedieron? ¿Están de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están en plena comunión con estos papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptan aún el juramento antimodernista? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo?”
Si no aceptan la doctrina de sus antecesores, es inútil hablar. Mientras no hayan aceptado reformar el Concilio considerando la doctrina de estos papas que los precedieron, no hay diálogo posible. Es inútil.
Monseñor Lefebvre, entrevista concedida a Fideliter Nº 66, 1988.

MONSEÑOR WILLIAMSON, TRAS LOS PASOS DE MONSEÑOR LEFEBVRE




Monseñor Williamson piensa y habla con la verdad. Por esto es el digno heredero de Monseñor Lefebvre. Algunos dicen que Monseñor Lefebvre no avanzó como Monseñor Williamson en materias políticas e históricas “delicadas”… habiendo sido así un modelo de combatiente de la Fe.

Nuestro cofrade pone los péndulos a la hora…


Tanto Monseñor Lefebvre como Monseñor Williamson han conocido la persecución mediática. A uno le dieron el sobrenombre de “ el Obispo de hierro” o “el obispo rebelde” y al otro “el obispo dinosaurio” o “el obispo negacionista”. Gracias a Dios, hasta éste día nos hemos ahorrado la imagen mediática de Monseñor Fellay “el hombre del diálogo” (Dixit el periódico La Croix: “el que creció bajo la sombra de Ecône, condujo desde el 2000 a la FSSPX al diálogo con Roma”)

Monseñor Lefebvre y Monseñor Williamson por igual han conocido la persecución jurídica.
Sin embargo, algunos cofrades están persuadidos de que el caso de Monseñor Lefebvre y el de Monseñor Williamson no son comparables. Monseñor Lefebvre tuvo siempre respeto a la autoridad en la sociedad, el jamás hubiera hablado del superior como lo ha hecho Monseñor Williamson en su comentarios Eleison titulado los Gálatas de hoy en día. Además, Monseñor Lefebvre, incluso sin ser amigo de los judíos, tuvo la prudencia de no hablar públicamente ni de ser focalizado por los “judaizantes de Roma”. En breve, Monseñor Lefebvre no predicó más que la fe y no fue perseguido más que por ella.


Este discurso, ¿está fundado en la realidad?

1er punto : la actitud de Monseñor Lefebvre frente a la autoridad.

Primero hay que recordar el contexto del comentario Eleison (CCLVII) de Monseñor Williamson. Menzingen quería un imposible acuerdo puramente práctico sin un acuerdo doctrinal previo, esto en contra de la voluntad del Capítulo del 2006. En palabras del padre Pflugger el 13 de junio, “ el acuerdo” debía ser firmado, al menos en el espíritu de Menzingen.

“¡Oh insensatos Católicos de la Tradición! […]¿Eres tan tonto que después de haber experimentado los frutos de la tradición, ahora quieras renunciar a ella, poniéndote a ti mismo de nuevo bajo las autoridades conciliares? […]
Pero si nosotros o un Ángel del cielo tratara de convenceros de que el Concilio no es tan malo, ¡expulsadlo de entre vosotros y no lo escuchéis! […] ¿Crees que yo iba a ser tan perseguido si yo predicara para el mundo? ¡El que está corrompiendo a la tradición tiene el cuchillo para algo más que la circuncisión! (V, 7-12)
“Aquellos que quieran que la FSSPX pase por el Concilio Vaticano II simplemente están tratando de evitar ser perseguidos por la cruz de Cristo. Ellos quieren que usted sea del mundo, manteniendo sólo las apariencias de la tradición. Ellos quieren regresar a casa de los judaizantes en Roma, pero Dios no permita que yo quiera otra cosa más que la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo. (VI, 12-16). “ (Los Gálatas de Hoy)

Monseñor Williamson da a entender que se necesita “ expulsar” y “no escuchar” a aquellos que dan a entender que “el Concilio no era tan malo”. Pero es un hecho que muchos discursos ambiguos de Monseñor Fellay van en este sentido. En cuanto al “cuchillo” para “los que corrompen la Tradición…” a que hace referencia a Gal. V, 7-12, puede traducirse así: “Ah! Que mejor se hagan mutilar completamente los que os perturban!” San Pablo habla de los que querían judaizar.

La cuestión es entonces la siguiente : Monseñor Lefebvre ¿dio a entender tal cosa, a saber : « expulsar » y « no escuchar » a los que daban a entender que « el Concilio no era tan malo » ?

La respuesta es simple: no solamente no lo sugirió sino que lo afirmó sorprendiéndose del hecho que nadie pensó por si mismo. Se trata de “ esos monjes y monjas que entraron a Barroux o con los Benedictinos para huir de la influencia nefasta de la Iglesia conciliar, la Iglesia modernista”. Este es el pasaje:

“Ellos han expresamente elegido Barroux para permanecer en la Tradición, para conservar la fe de siempre. Y ahora, se les pone bajo la autoridad de la Iglesia conciliar. Estamos verdaderamente estupefactos de pensar que, a pesar de las constataciones que deben hacer y que tan bien lo saben… no…se quedan. Ellos no toman la iniciativa de irse a fundar otro monasterio, o de pedirle a Dom Gerard su dimisión para ser remplazado…no, nada … obedecen. […] Es lamentable ver con qué facilidad un monasterio que está en la Tradición se somete a la autoridad conciliar y modernista. Y todo el mundo se queda. Es una lástima y es verdaderamente triste constatarlo… […] Esta transferencia de autoridad es muy grave, es excesivamente grave. No es suficiente decir: no hemos cambiado nada en la práctica… Esta transferencia es muy grave porque la intención de estas autoridades es destruir la Tradición. Esto es lo que dijo el Cardenal Ratzinger muy claramente en una entrevista con el periódico de Frankfort”.

En cuanto al respecto a la autoridad en el orden político, he aquí una anécdota reportada por Monseñor Tissier de Mallerais :

« En aquella época, quince generales y oficiales superiores, autores del golpe de estado del 22 de abril de 1961 en Argelia, fueron encarcelados en la prisión de Tulle. Monseñor Lefebvre quiso visitarlos personalmente e hizo el pedimento a los ministerios de Justicia y del Interior. Desgraciadamente […] el gobierno rechazó todo encuentro entre los oficiales detenidos y el arzobispo que solicitaba tal visita. “Debería estar feliz, escribirá Monseñor Lefebvre, pero tres ministros me han negado la visita a estos héroes que veo en prisión desde el obispado”.

Tanto en lo religioso como en lo político, todo comentario es superfluo.

2do punto : Monseñor Lefebvre fue perseguido por la fe y no por sus ideas personales.

Algunos piensan que Monseñor Williamson ha sido imprudente confiando ante la televisión “ sueca” su juicio personal sobre la llamada “Shoah”:

“Creo que la evidencia histórica va fuerte y considerablemente en contra de seis millones de judíos asesinados deliberadamente en las cámaras de gas en el marco de una política deliberada de Adolfo Hitler”.

La cuestión es la siguiente: ¿Monseñor Lefebvre cayó en la trampa de la propaganda mediática dando opiniones personales que no tuvieran que ver con la fe directamente y que no derivan de su cargo episcopal?

¡La respuesta es irrefutablemente « sí » ! Fue a la televisión « francesa » :

« Son sus mujeres, sus hijas que serán secuestradas en las áreas reservadas como las de Casablanca y en otros lugares ; y ustedes no podrán ir a buscarlas porque habrán hecho medinas y mezquitas de tal suerte que ni siquiera la policía osará poner los pies en esos lugares. ¿Qué será de Francia en ese momento ? » [¿Qué hacer ?, pregunta el periodista] : « Que se queden en su lugar de origen. Si todos los años hay quinientos mil musulmanes mas en Francia, usted verá lo que harán con las mezquitas. Cuando un jefe diga: Maten a los cristianos… Cuando matan un cristiano ellos salvan su alma y salvan el alma de los que matan. ¿Por qué privarse ? » (Hotel Crillon, 14 de noviembre de 1989)

Monseñor Lefebvre, por lo tanto, se permitió decir públicamente su opinión sobre asuntos políticamente incorrectos pero cuyas consecuencias sociales eran importantes a sus ojos. ¿Qué superiores o priores se avergonzaron de recibirlo después de sus declaraciones? ¿Quiénes se negaron a recibirlo por una conferencia o una ceremonia? ¿Quiénes argumentaron que Monseñor había sobrepasado su rol? ¿Cuáles son los que pensaron que Monseñor Lefebvre era perseguido por sus ideas personales, o que había perjudicado la imagen de la Fraternidad en el mundo y que como consecuencia, por el bien común, deberíamos olvidarlo…?

Ni uno, ni uno, ni uno!

Cuando Monseñor Lefebvre fue ignominiosamente condenado por « difamación pública hacia un grupo de personas en razón de su pertenencia a una religión », de hecho por haber dicho verdades molestas sobre los musulmanes, el Superior General no lo metió en un clóset como un apestado, no dijo que la inmigración y la violencia de los musulmanes no eran verdades del Credo o que la Fraternidad no tenía ninguna competencia en ese dominio. Tampoco dijo que Monseñor Lefebvre era « de hecho infame » y que en razón de su « loca imprudencia », él « había perjudicado a la Fraternidad »… y que sería bueno que se haga olvidar un tiempo, lejos de la Francia multicolor, en uno de nuestros prioratos de Chicago o de Londres.

Ningún miembro de la Fraternidad se hubiera permitido llorar con los lobos ni aprobar la puesta en silencio de un obispo católico para agradar al Príncipe de este mundo y a los amos del momento, esperando así, vanamente, un reconocimiento social. Ninguno hubiera querido desviarse de la verdad por hipotéticas facilidades en el apostolado. Ninguno hubiera querido, en nombre de la verdad de las declaraciones de Monseñor Lefebvre y en nombre del honor, someterse a los alaridos de la prensa.

¿Algunos pensarían que los dos hechos no son comparables?

En efecto, Monseñor Lefebvre perdió el juicio mientras que Monseñor Williamson ganó la batalla jurídica. También es cierto que Monseñor Williamson no habló de los musulmanes y que los musulmanes no son los amos de los medios, de las finanzas y de la política mundial. También es cierto que la ley favorece más a la religión de la “Shoah” que a la del Islam. También es cierto que los musulmanes no han conseguido, bajo pena de prisión o de multa, imponer al difunto occidente cristiano la creencia de sus mitos y propaganda como verdad histórica.

Monseñor Lefebvre habló de los musulmanes.

Pero ¿acaso nunca abordó la cuestión judía bajo el turbio pretexto de que “ nuestro papel es el de predicar la doctrina de Cristo Rey” y que la cuestión judía es una “cuestión explosiva”?

Leemos en la vida de nuestro Fundador escrita por Monseñor Tissier de Mallerais que “Colaborando a la redacción del Compendio de la doctrina social del padre Marziac, (Monseñor Lefebvre) propuso algunas líneas suplementarias al capítulo consagrado al “misterio de Israel”. Estas son los objetivos mundialistas de los Judíos se realizan en nuestra época, desde la fundación de la masonería y de la Revolución que decapitó a la Iglesia e instauró la democracia socialista mundial”.
“Israel, habiendo rechazado al verdadero Mesías, se abocará a otro mesianismo, temporal y terrestre: la dominación del mundo por el dinero, por la masonería, por la Revolución, por la democracia socialista. No debemos olvidar sin embargo que son los Judíos, discípulos del verdadero Mesías, los que fundaron la verdadera Israel, Reino espiritual, preparando el Reinado celestial.

Además, estamos obligados a constatar que la Roma conciliar, judaizada a estas alturas, no solamente está obsesionada con la “santa Shoah” sino que también la hizo una verdad necesaria para la salvación. Para el Padre Lombardi: “Quien niega la Shoah, ignora el misterio de Dios en la Cruz de Cristo” (Roma, viernes 30 de enero del 2009 en Zenit). En cuanto a Benedicto XVI: “La Shoah, crimen contra Dios y contra la humanidad” no puede ser objeto de ninguna “negación o minimización”, eso sería “intolerable y totalmente inaceptable” (12 de febrero del 2009). Monseñor Lefebvre dijo con razón que los liberales y modernistas “nos traicionan. Le dan la mano a los que demuelen la Iglesia…”

En 1974, Monseñor Lefebvre nos leyó un extracto del libro de Albert Memmi « Retrato de un judío", publicado en 1962 :

« ¿Se dan cuenta los cristianos de lo que el nombre de Jesús, su Dios, puede significar para un Judío? […] Para todos los judíos, incluso los ateos, el nombre de Jesús es el símbolo de una amenaza, de esta gran amenaza que pesa sobre su cabeza desde hace siglos, […] yo diría que para los judíos, su Dios es el diablo, si el diablo, como ellos lo afirman, es el símbolo, el compendio de todo mal sobre la tierra”.

El no haber asistido a esta conferencia espiritual, ¿les da el derecho de hablar de los judíos como de nuestros “hermanos mayores en la fe”, de separar la FSSPX de Monseñor Williamson y de llamar a un financiero, Maximiliano Krah, convertido oficialmente, cierto, pero abiertamente ligado a una multitud de asociaciones sionista y a oficinas judías o judaizantes? ¿Hasta dónde llegarán en la negación, la hipocresía y las tonterías?

En 1976, la Iglesia conciliar trató de hacer callar a Monseñor Lefebvre, de 71 años, golpeándolo con una “suspens a divinis”. Nosotros supimos diferenciar entre el católico, amigo de la cruz y enemigo del mundo, y el felón que abusa de su poder haciéndole el juego a los enemigos de Cristo, de su Iglesia y de su Tradición. En el 2012, se trató de callar a Monseñor Williamson, de 72 años, excluyéndolo del Capítulo general contra todo derecho. Nosotros todavía sabremos hacer el mismo discernimiento.

Oremos para que en estos « tiempos malos” sepamos imitar la fuerza y la libertad de los primeros cristianos que no fueron “discípulos de Jesús en secreto por miedo a los Judíos” (Jn. 19, 38) en contraste con la multitud que “no se expresaba libremente por miedo de los judíos (Jn. 7, 13).


Un antiguo.

LA FE EN PELIGRO




“Debe saberse que donde hubiese un peligro inminente para la Fe, los prelados pueden ser reprendidos aun públicamente por sus súbditos Por eso San Pablo, que era inferior a San Pedro, lo reprendió públicamente a causa de un inminente peligro de escándalo acerca de la fe”.
Santo Tomás de Aquino. Suma Teológica, IIª IIª, q. 33, art. 4, ad. 2.
Cuando la fe corre el riesgo de ser pervertida, es necesario no descuidar nada para evitar esta perversión. Es un principio elemental de moral.
Mons. Lefebvre“Principios y directivas de la acción pastoral de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X en la situación actual de la Iglesia”, 1982.

El Padre Trincado cumplió valientemente con su deber, entregamos a continuación un texto ya conocido, pero no por ello menos digno de atención:

CARTA QUE EL PADRE RENE TRINCADO CVJETKOVIC ENTREGO A MONSEÑOR FELLAY

EL GRADO DE LIMPIEZA


“El grado de limpieza de una sociedad se mide por el grado de libertad que concede al hombre capaz de decir la verdad; es decir, dotado del poder de expresión y rectitud de miras. Cuando una sociedad amordaza al “profeta”, mala seña”.
Padre Castellani

LOS CATÓLICOS DE FIGURÓN

“Nada tan frecuente como que los católicos de figurón, los católicos de fiestas de caridad, de antesala de Obispos y de primera fila de Pontificales, traten de contener los ímpetus valerosos y justificados de la porción que quiere luchar… ¡El enemigo mayor no está fuera; está en casa vestido de hombre piadoso, de intelectual de gabinete, de filántropo!”
Anacleto González Flores, mártir cristero.

PRINCIPIOS DEL LIBERALISMO


Primeramente, definamos en pocas palabras el liberalismo, cuyo ejemplo histórico más típico es el protestantismo. El liberalismo pretende liberar al hombre de toda restricción no querida o aceptada por él mismo.

Primera liberación: la que libera a la inteligencia de toda verdad objetiva impuesta. La verdad debe ser aceptada diferentemente según los individuos o los grupos de individuos; por tanto, debe ser necesariamente repartida. La verdad se hace y se busca sin fin. Nadie puede pretender tenerla exclu­sivamente y en su totalidad. Es de imaginar cómo se opone eso a Nuestro Señor Jesucristo y a su Iglesia.

Segunda liberación: la de la Fe que nos impone dogmas, formulados de manera definitiva y a los cuales la inteligencia y la voluntad deben someterse. Los dogmas, según el liberal, deben ser pasados por la criba de la razón y de la ciencia, y eso de modo permanente, dados los progresos científicos. Resulta, pues, imposible admitir una verdad revelada definida de una vez para siempre. Se advertirá la oposición de este principio a la revelación de Nuestro Señor y a su autoridad divina.

Por último, tercera liberación: la de la ley. La ley, según el liberal, limita la libertad y le impone una coacción, primero, moral, y luego, física. La ley y sus restricciones salen al paso de la dignidad humana y de la conciencia. La conciencia es la ley suprema. El liberal confunde libertad con licen­cia. Nuestro Señor Jesucristo es la Ley viviente; vemos, pues, cuán honda es la oposición del liberal a Nuestro Señor.

Consecuencias del liberalismo

Los principios liberales tienen por consecuencia la destrucción de la filosofía del ser y el rechazo de toda definición de los seres para encerrarse en el nominalismo o en el existencialismo y el evolu­cionismo. Todo está sujeto a mutación, a cambio.
Una segunda consecuencia, igualmente grave —si no más— es la negación de lo sobrenatural; por lo tanto, del pecado original, de la justificación por la gracia, del verdadero motivo de la Encarnación, del Sacrificio de la Cruz, de la Iglesia, del sacerdocio.
Toda la obra realizada por Nuestro Señor se falsea y ello se traduce en una visión protestante de la Liturgia del Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos, que ya no tienen por objeto la aplicación de la Redención a las almas, a cada alma, con el fin de comunicarle la gracia de la vida divina y prepararla para la vida eterna por la pertenencia al cuerpo místico de Nuestro Señor, sino que en lo sucesi­vo tienen por centro y motivo la pertenencia a una comunidad humana de carácter religioso. Toda la reforma litúrgica se resiente de esa orientación.
Otra consecuencia: la negación de toda autoridad personal, participación en la autoridad de Dios. La dignidad humana exige que el hombre no esté sometido sino a lo que él consiente. Como una auto­ridad resulta indispensable para la vida de la sociedad, el hombre no admitirá más que la autoridad aceptada por una mayoría, porque representa la delegación de la autoridad de los individuos más numerosos en una persona o en un grupo determinado, dado que siempre la autoridad no es más que delegada.
Ahora bien: esos principios y sus consecuencias, que exigen la libertad de pensamiento, la libertad de enseñanza, la libertad de conciencia, la libertad de elegir su religión; esas falsas libertades que suponen la laicidad del Estado, la separación de Iglesia y Estado, han sido constantemente condena­das, a partir del Concilio de Trento, por los sucesores de Pedro y, en primer término, por el propio Concilio de Trento.

Condenación del liberalismo por al Magisterio de la Iglesia

La oposición de la Iglesia al liberalismo protestante provocó el Concilio de Trento, lo cual explica la notable importancia que tuvo ese Concilio dogmático en lo referente a la lucha contra los errores liberales, a la defensa de la verdad, de la Fe, y en particular a la codificación de la Liturgia del Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos mediante las definiciones relativas a la justificación por la gracia.
Enumeraremos algunos documentos entre los más importantes, que han completado y confirmado la doctrina del Concilio de Trento:

— La Bula “Auctorem fidei” de Pío VI contra el Concilio de Pistoia.
— La Encíclica “Mirari vos” de Gregorio XVI contra Lamennais.
— La Encíclica “Quanta cura” y el “Syllabus” de Pío IX.
— La Encíclica “Immortale Dei” de León XIII, que condena el derecho nuevo.
— Las Actas de San Pío X contra Le Sillon y el modernismo, en especial el decreto “Lamentabili” y el juramento antimodernista.
— La Encíclica “Divini Redemptoris” del Papa Pío XI contra el comunismo.
— La Encíclica “Humani generis” del Papa Pío XII.

Por lo tanto, el liberalismo y el catolicismo liberal siempre han sido condenados por los sucesores de Pedro en nombre del Evangelio y de la Tradición apostólica. Esa conclusión evidente tiene pri­mordial importancia para determinar nuestra actitud y manifestar nuestra unión indefectible al magis­terio de la Iglesia y a los sucesores de Pedro. Nadie más que nosotros tiene hoy mayor adhesión al sucesor de Pedro cuando se hace vocero de las tradiciones apostólicas y de las enseñanzas de todos sus predecesores.
Porque en la definición misma del sucesor de Pedro está guardar el depósito y transmitirlo fiel­mente. Sobre ese punto el Papa Pío IX proclama en Pastor AEternus: “En efecto, el Espíritu Santo no ha sido prometido a los sucesores de Pedro para permitirles publicar, según sus revelaciones, una doc­trina nueva, sino para custodiar estrictamente y exponer fielmente con su asistencia las revelaciones transmitidas por los Apóstoles, es decir, el depósito de la Fe”.

Influencia del liberalismo en el Concilio Vaticano II

Llegamos ahora a la cuestión que nos preocupa: ¿Cómo explicar que en nombre del Concilio Vaticano II se pueda presentar oposición a tradiciones seculares y apostólicas, poniendo de esa forma en tela de juicio al propio sacerdocio católico y su acción esencial, el santo Sacrificio de la Misa?
Un grave y trágico equívoco pesa sobre el Concilio Vaticano II, presentado por los Papas mismos en términos que favorecieron ese equívoco: Concilio del aggiornamento, de la “actualización” de la Iglesia, Concilio pastoral, no dogmático, como acaba de decir el Papa hace apenas un mes. Esa pre­sentación, en la situación de la Iglesia y del mundo en 1962, ofrecía enormes peligros a los cuales el Concilio no consiguió escapar. Resultó fácil traducir esas palabras de modo tal que los errores libera­les se infiltraran en gran medida en el Concilio. Una minoría liberal entre los Padres conciliares, y sobre todo entre los Cardenales, tuvo gran actividad, se organizó en alto grado y encontró gran apoyo en una pléyade de teólogos modernistas y en numerosos secretariados. Pensemos en la enorme producción de impresos del IDOC, subvencionada por las Conferencias Episcopales alemana y holandesa.
Tuvieron la astucia de pedir inmediatamente la adaptación al hombre moderno, es decir, el hombre que quiere liberarse de todo, de presentar a la Iglesia como inadaptada, impotente, de echarle la culpa a los predecesores. Se mostró a la Iglesia tan culpable de las desuniones de otrora como los protes­tantes y los ortodoxos. La Iglesia debía pedir perdón a los protestantes presentes. La Iglesia de la Tradición era culpable por sus riquezas, por su triunfalismo; los Padres del Concilio se sentían culpa­bles de estar fuera del mundo, de no ser del mundo; sus insignias episcopales, y muy pronto sus sota­nas, ya les causaban sonrojo.
Ese ambiente de liberación enseguida invadió todos los terrenos y se reflejó en el espíritu de cole-gialidad, que disimulaba la vergüenza que provoca ejercer una autoridad personal, tan contraria al espí­ritu del hombre moderno —léase el hombre liberal—. Los Papas y los Obispos ejercerán su autori­dad colegiadamente en los sínodos, en las conferencias episcopales, en los consejos presbiterales. En último término, la Iglesia debe abrirse a los principios del hombre moderno. También la Liturgia debía liberalizarse, adaptarse, someterse a las experimentaciones de las conferencias episcopales.
La libertad religiosa, el ecumenismo, la investigación teológica, la revisión del derecho canónico, atenuarán el triunfalismo de una Iglesia que se proclamaba única arca de salvación. La verdad se encuentra repartida en todas las religiones; una investigación común hará progresar a la comunidad religiosa universal en torno de la Iglesia. Los protestantes en Ginebra —Marsaudon en su libro “L’oecuménisme vu par un franc-maçon”—, los liberales como Fesquet, triunfan. ¡Por fin terminará la era de los estados católicos! ¡El derecho común para todas las religiones! ¡“La Iglesia libre en el Estado libre”, según la fórmula de Lamennais! ¡La Iglesia adaptada al mundo moderno! ¡El derecho público de la Iglesia y todos los documentos citados anteriormente se vuelven piezas de museo pro­pias de épocas perimidas! Leed al comienzo del esquema sobre “La Iglesia en el mundo” la descrip­ción de los tiempos modernos en transformación, leed las conclusiones: son del más puro liberalismo. Leed el esquema sobre “La libertad religiosa” y comparadlo con la encíclica “Mirari vos” de Gregorio XVI, con “Quanta cura” de Pío IX, y podréis comprobar la contradicción casi palabra por palabra. Decir que las ideas liberales no han influido sobre el Concilio Vaticano II equivale a negar la evidencia. La crítica interna y la crítica externa lo prueban con creces.

Influencias del liberalismo en las reformas y orientaciones conciliares

Si pasamos del “Concilio” a las “reformas” y a las “orientaciones”, las pruebas son contundentes. Ahora bien: observemos que en las cartas de Roma que nos piden un acto de pública sumisión, las tres cosas se presentan indisolublemente unidas. Se equivocan torpemente los que afirman que se trata de una mala interpretación del Concilio, como si el Concilio en sí mismo fuera perfecto y no pudiera ser interpretado a través de sus reformas y orientaciones. Las reformas y las orientaciones oficiales posconciliares manifiestan más palpablemente que cualquier otro escrito la interpretación oficial y deseada del Concilio.
No tenemos necesidad de extendernos: los hechos hablan por sí solos, y por desgracia, con triste elocuencia. ¿Qué queda en pie de la Iglesia preconciliar? ¿Dónde no ha operado la autodemolición? Catequesis, seminarios, congregaciones religiosas, Liturgia de la Misa y de los Sacramentos, consti­tución de la Iglesia, concepto del sacerdocio: las concepciones liberales lo han devastado todo y han llevado a la Iglesia más allá de las concepciones del protestantismo, para estupefacción de los protes­tantes y reprobación de los ortodoxos.
Una de las comprobaciones más espantosas de la aplicación de esos principios liberales es la aper­tura a todos los errores, y en particular al más monstruoso jamás surgido del espíritu de Satanás: el comunismo. El comunismo hizo su entrada oficial en el Vaticano, y su revolución mundial se ve sin­gularmente facilitada por la pasividad oficial de la Iglesia, más aún, por apoyos frecuentes a la revo­lución, a pesar de las desesperadas advertencias de los Cardenales que han sufrido los zarpazos comu­nistas.
La negación de este Concilio pastoral a condenar oficialmente el comunismo bastaría por sí sola para cubrirlo de vergüenza ante toda la historia, cuando se piensa en las decenas de millones de már­tires, en los individuos despersonalizados científicamente en los hospitales psiquiátricos para servir de cobayos a todos los experimentos. Y el Concilio pastoral, que reunió a 2.350 Obispos, ha guardado silencio, a pesar de las 450 firmas de Padres que pedían esa condena, firmas que yo mismo llevé a Monseñor Felici, secretario del Concilio acompañado por Monseñor Sigaud, Obispo de Diamantina.
¿Hay que seguir con el análisis para llegar a la conclusión? Me parece que bastan estas líneas para que podamos negarnos a seguir a este Concilio, sus reformas, sus orientaciones, en todo lo que tienen de liberalismo y de neomodernismo.
Querernos responder a la objeción —no faltará quien nos la haga— referente a la obediencia, a la jurisdicción de aquéllos que quieren imponernos esa orientación liberal. Respondemos: en la Iglesia, el derecho y la jurisdicción están al servicio de la Fe, finalidad primera de la Iglesia. No hay ningún derecho, ninguna jurisdicción que pueda imponernos una disminución de nuestra Fe.
Aceptamos esa jurisdicción y ese derecho cuando están al servicio de la Fe. Pero, ¿quién puede juzgarlo? La Tradición, la Fe enseñada desde hace dos mil años. Todo fiel puede y debe oponerse a quienquiera que en la Iglesia pretenda afectar su fe, la fe de la Iglesia de siempre, basada en el Catecismo de su infancia.
Defender su fe es el primer deber de todo cristiano, con mayor razón de todo sacerdote y de todo obispo. En el caso de todo orden que comporte un peligro de corrupción de la Fe y de las costumbres, la “desobediencia” es un deber grave. Como estimamos que nuestra fe se halla en peligro merced a las reformas y las orientaciones posconciliares, tenemos el deber de “desobedecer” y conservar la Tradición. El más grande servicio que podemos prestar a la Iglesia Católica, al sucesor de Pedro, a la salvación de todas las almas y de la nuestra, es rechazar la Iglesia reformada y liberal, porque cree­mos en Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, que no es liberal ni reformable.
Una última objeción: este Concilio es un Concilio como los otros. Por su ecumenicidad y su con­vocación, sí lo es; por su objeto —y eso es esencial— no lo es. Un Concilio no dogmático puede no ser infalible; lo es sólo cuando recoge verdades dogmáticas tradicionales.
¿Cómo justificáis vuestra actitud con respecto al Papa?
Somos los más ardientes defensores de su autoridad como sucesor de Pedro, pero regulamos nues­tra conducta de acuerdo con las palabras de Pío IX ya citadas. Aplaudimos al Papa vocero de la Tradición y fiel a la transmisión del depósito de la Fe. Aceptamos las innovaciones que están confor­mes con la Tradición y la Fe. No nos sentimos sujetos por obediencia a innovaciones que van en con­tra de la Tradición y amenazan nuestra Fe. En ese caso, nos colocamos a favor de los documentos pon­tificios citados anteriormente. No vemos, en conciencia, cómo un católico fiel, sacerdote u obispo, puede tener otra actitud frente a la dolorosa crisis por la que atraviesa la Iglesia. “Nihil innovetur nisi quod traditum est”, que no se innove nada sino que se transmita la Tradición. ¡Que Jesús y María nos ayudan a permanecer fieles a nuestros compromisos episcopales! “No digáis que es verdad lo que es falso, no digáis que es bueno lo que es malo”. Eso es lo que se nos dijo en nuestra consagración.
Contamos, pues, con el auxilio de vuestras oraciones y de vuestra generosidad para proseguir, a pesar de las pruebas, esta formación sacerdotal indispensable para la vida de la Iglesia. No es la Iglesia ni el sucesor de Pedro los que nos atacan, sino hombres de Iglesia imbuidos de errores libera­les, que ocupan cargos elevados dentro de la Iglesia y aprovechan su poder para hacer desaparecer el pasado de la Iglesia e instaurar una nueva Iglesia que no tiene nada de católica.
Así pues, es menester que salvemos a la verdadera Iglesia y al sucesor de Pedro de ese ataque satá­nico que hace pensar en las profecías del Apocalipsis. Oremos sin cesar a la Virgen María, a San José, a los Santos Angeles Custodios y a San Pío X, para que vengan en nuestro auxilio, a fin de que la Fe católica triunfe sobre los errores. Permanezcamos unidos en esa Fe, evitemos la polémica, amémonos los unos a los otros, reguemos por los que nos persiguen y devolvamos bien por mal.
Y que Dios os bendiga.

Mons. Marcel Lefebvre, Arzobispo. Carta a los Amigos y Benefactores N° 9, octubre de 1975, publicada en “Un Obispo Habla”. Visto en Stat Veritas Blog.