domingo, 6 de septiembre de 2015

ACERCA DEL REGALO ENVENENADO DE FRANCISCO A LA NEO-FSSPX




Ahora se acepta un regalo envenenado que deberá ser pagado con el silencio público (“la boca ungida no dice más nada”, reza el proverbio) sobre los problemas de la comunión a los divorciados que cohabitan, de los homosexuales, con la estratagema (para salvar las apariencias pero no el honor y -Dios no lo quiera- tampoco el alma) de discutir estas cuestiones entre los teólogos vaticanos y teólogos tradicionalistas (políticamente correctos) en privado, en Santa Marta.
“El mal pastor huye no sólo corriendo, sino también callando” (San Juan Crisóstomo)

FUENTE


MONSEÑOR DE CASTRO MAYER: ¿ACUERDO O RESISTENCIA? “SI VOSOTROS CALLAIS, GRITARÁN LAS PIEDRAS” – LA ENSEÑANZA DEL INSIGNE TEÓLOGO Y OBISPO DE CAMPOS.




El 29 de septiembre de 1989, un periódico brasileño entrevistó a Mons. Antonio de Castro Mayer y le preguntó: “¿Considera usted posible una reconciliación con Roma?”.

El Obispo de Campos respondió: “No hay ninguna oposición entre nosotros y la Roma de los Apóstoles. Bastaría con que las autoridades de la Iglesia se reconcilien con la Tradición infalible de Roma, que condenen las desviaciones del Concilio Vaticano II y las locuras del así llamado 'espíritu del Concilio', y la reconciliación será automática, ipso facto. […] Pedir perdón significaría ir contra el deber de conciencia, sería condenar todo lo que he hecho por el bien de la Iglesia y la salvación de las almas, sería abandonar la causa por la que he luchado, la causa de la Tradición apostólica. […] La excomunión que me golpeó en 1988, aunque no es válida, me entristece porque muestra el estado deplorable en que se encuentra el elemento humano de la Iglesia, la intensidad de la aversión que los miembros de la jerarquía tienen hacia lo que la Iglesia siempre ha hecho".
 “Es necesario profesar públicamente la Fe cuando ésta está en peligro” (Santo Tomás de Aquino)

El 30 de junio de 1988, Mons. De Castro Mayer expresó lo que significaba para él el “deber de conciencia” al que nos referimos arriba.

Él dijo: "Santo Tomás de Aquino enseña que cuando la fe está en peligro es obligatorio y urgente hacer profesión pública de la Fe, aún a riesgo de la propia vida. Ahora la situación en la que nos encontramos es la siguiente: estamos viviendo una crisis sin precedentes en la historia de la Iglesia, crisis que concierne lo que hay de esencial en Ley, el santo Sacrificio de la Misa y el Sacerdocio católico. […] Es doloroso constatar cuántos obispos no quieren ver la crisis actual y el estado de necesidad en que nos encontramos, mientras es necesario resistir al modernismo reinante para ser fieles a la misión que Dios nos ha conferido […] no hacerlo sería un pecado mortal” (ibídem, p. 47 e 48).

La situación actual

Contrariamente  a la enseñanza del gran Obispo y fino teólogo, muchos de los que intentan todavía resistir al neo-modernismo, (que ha moldeado la teología pastoral y la Misa del Concilio Vaticano II), buscan paradójicamente -justo hoy, bajo el pontificado ultra-modernista de Francisco I-  solucionar la cuestión a la luz del pragmatismo, la conveniencia jurídica del propio Instituto, la liberalización de la experiencia religiosa del rito tradicional y no con base en la objetiva correspondencia o discrepancia entre el Vaticano II/Misa del Vaticano II y Tradición apostólica/Misa de la Tradición apostólica (llamada de San Pio V), como ha hecho monseñor de Castro Mayer.


El peligro del pragmatismo

Ahora bien, el pragmatismo, más que una doctrina especulativa, es una tendencia o un "estado de espíritu", que considera todo desde el punto de vista práctico, es decir, a través de la conveniencia, la acción y la experiencia. Este es irreconciliable con la recta razón, la filosofía perenne y la doctrina católica. De hecho, fue condenada por el Magisterio de la Iglesia.

Según los pragmáticos, el criterio para discernir la verdad ya no es aquella realidad de Aristóteles y Santo Tomás de la adecuación del pensamiento a la realidad objetiva (“veritas est adaequatio rei et intellectus”), sino la subjetiva conveniencia de la acción a las mismas necesidades prácticas y jurídicas (“veritas est adaequatio vitaes et intellectus").

Se parte de la devaluación irenística de la polémica teológica para llegar

1°) a la sobrevaloración de la disposición jurídica respecto a la fe y a la moral, que asegure la propia legalidad jurídica aunque al costo de la ilicitud ética y dogmática frente a Dios, y

2°) a la sobrevaloración de la sensibilidad litúrgica tradicional o de la experiencia religiosa del rito tridentino, cosa buena en sí, pero que debe estar subordinada al intelecto o a la Verdad y a la voluntad o al Bien, como el cuerpo debe estar sometido al alma.

Por ejemplo, la situación canónicamente legal, la agenda de San Pio X, el birrete y el capelo romano son reputados más importantes que la discrepancia de los 16 Decretos del concilio Vaticano II con la Tradición apostólica.

El horror por la disputa teológica y la primacía concedida al acuerdo práctico sin ningún fundamento sobre el dogma

Por tanto, las disputas filosófico/teológicas sobre el Vaticano II, sobre el Novus Ordo Missae y sobre el post-concilio serían inútiles y dañinas y deberían ser dejadas a un lado; lo importante sería poder hacer libremente y con el imprimátur eclesiástico "la experiencia de la tradición." En efecto, según el pragmatismo, "las disputas filosófico/teológicas son inútiles y dañinas y deben ser dejadas a un lado como un legado de la edad media."

La ilusión sobre la gravedad de la situación actual en el ambiente eclesial, producto del Vaticano II

El problema principal y esencial sería, según los tradicionalistas/pragmatistas, el de la liberalización de la Liturgia tradicional y la normalización de su estatus jurídico, conseguido el cual, todo se arreglaría automáticamente, como si de 1958 hasta hoy no hubiera habido una revolución desatada (litúrgica, dogmática, moral, espiritual, filosófica, canónica, política, social y disciplinaria), que está ahora en lo alto del ambiente eclesial y que ha alcanzado un nivel paroxístico con Francisco I. El Vaticano II no ha sido "una crisis de desarrollo" sino una terrible tragedia “peor que la segunda guerra mundial" (monseñor Marcel Lefebvre).

Ahora bien,  la nueva misa de Paulo VI ha nacido de la teología del Concilio Vaticano II y está en ruptura con la Misa romana de Tradición apostólica, hecha obligatoria en la Iglesia universal por S. Pio V. Luego no se puede solucionar el problema litúrgico sin haber solucionado primero el problema doctrinal y teológico del Vaticano II, cuyos 16 Documentos están en ruptura objetiva con la Tradición apostólica, como lo ha demostrado el teólogo monseñor Brunero Gherardini.

¿Dónde están los Macabeos?

Cuando Antíoco Epífanes quiso corromper la Revelación y el Culto divinos en el Antiguo Testamento, los siete hermanos Macabeos tomaron las armas y lucharon por la Fe, no hicieron compromisos, sino que prefirieron el martirio a ceder.

Desafortunadamente hoy, pragmáticamente, de manera negligente y chapucera, según algunos tradicionalistas (que son de facto los anti-Macabeos), se puede aceptar una disposición jurídica o normalización canónica, que asegure la "tolerancia" de la Misa tradicional, sin tener que preocuparse demasiado de los problemas impuestos a la conciencia católica sobre los Decretos del Vaticano II, la enseñanza pastoral postconciliar (de Paulo VI hasta Francisco I), y de la Misa de Paulo VI.

Parvus error in principio fit magnus in fine

No hay que asombrarse, por lo tanto, de la teoría (afirmada pero no probada) por parte de algún jefe del Tradicionalismo católico que ha llegado a afirmar que “el 95% del concilio es aceptable”. Esto no es una extravagancia, sino un error, más bien un horror que está en conformidad con la teoría del pragmatismo y del experimentalismo tradicional. “Nemo repente fit pessimus / nadie se vuelve malo de repente”: se comienza cediendo un poco cada vez hasta llegar a la ruina final.

Un misterio de iniquidad: ¿Nunca como ahora?

El actual pontificado de Francisco I hace de veras difícil esperar, (excepto para quien quiera enceguecerse) que se deje realmente a la Tradición una verdadera libertad de experimentación; inicialmente ella podrá disfrutar de un gueto, de una tolerancia, de una reserva india y luego será objeto de una persecución, (por la ley de la inducción) como la que han sufrido (2012/2013) los Frailes Franciscanos de lo Inmaculada, los cuales se atrevieron sólo a cuestionar en términos exactos bajo la dirección de un conocido eclesiólogo del Lateranense, y, en el 2013/2014, los varios Institutos Ecclesia Dei (Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote, Instituto del Buen Pastor y Hermandad San Pedro).

Parafraseando a San Agustín, se debe concluir: “Quod isti et iste cur et non ego? / Lo que ha pasado a ellos, ¿por qué no a mí?”. Y San Pablo nos advierte: “Qui reputat se stare timeat ne cadat / Quien presume de estar de pie, cuide de no caer”. De hecho, como enseña el Evangelio: “Dios resiste al soberbio y da Su Gracia al humilde”. Caveamus! Timeo danaos et dona ferentes  [Cuidado! Temo a los griegos y sus regalos], dijo Laocoonte frente al “caballo de Troya”, pero ninguno quiso escucharlo…

Para poner algunos ejemplos tierra-tierra, una albóndiga envenenada que un ladrón ofrece a un perro parece ser buena, pero en realidad es veneno; un préstamo ofrecido por un usurero parece una amabilidad, pero en realidad es una usura que "ahoga" y de la que uno no se libra más; un beso dado en la mano de un "padrino" parece una oferta de protección, pero significa entrar en una sociedad de la que no se puede salir más. Una concesión ofrecida por un súper-modernista que querría también abrogar los 10 Mandamientos, es una trampa, todos los simples fieles de buena fe lo entienden, sólo algunos curas no quieren entenderlo y “no hay peor sordo que quien no quiere oír."

“No se discute con el diablo” (San Ignacio de Loyola)

Hacer pactos con Francisco I y pensar que la Tradición será salvaguardada me parece auto-lesionismo por su odio a la Tradición, a las dogmas, a la moral objetiva, que ha gritado desde los tejados desde el primer día de su pontificado y ha enseñado claramente con sus gestos que valen más que 1000 discursos, tal y como Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo II, aunque de manera menos explícita. El cordero no puede hacer pactos con el lobo esperando que serán respetados. Esta actitud contradice la naturaleza de las cosas. "No se pone la oveja en la boca del lobo" dice el refrán. "El que camina sobre brasas no puede no quemarse" enseña la Sagrada Escritura. Sin embargo, algunos sacerdotes tradicionalistas (¡hoy!) lo consideran factible, al contrario de lo que les enseña  el sentido común, la Sagrada Escritura, la historia, y también Monseñor de Castro Mayer. Si esto se hace de buena fe (por ignorancia invencible y por lo tanto no culpable) o de mala fe (por traición, en acuerdo tácito con el enemigo), sólo Dios lo sabe. Lo que se puede ver humanamente y objetivamente es lo absurdo y lo contradictorio de este comportamiento.

Lo verdadero, lo que es real, no es lo que nos gusta.

No es una cuestión de simpatía o antipatía ni un problema de personas más o menos carismáticas, sino que es una cuestión de verdad objetiva. Estos problemas no se pueden solucionar con argumentos de autoridad humana o con la idea que nosotros nos hacemos de ellos: tal obispo, superior general, teólogo, profesor o doctor piensa esto o aquello; "Yo" me he hecho tal idea de la Misa o del Vaticano II. Luego hace falta seguir lo que piensa el obispo Fulano, el superior Zutano, el teólogo Cajo o el profesor Sempronio o la idea que “yo” me he hecho de los problemas actuales.

Do ut des: si te hacen un favor debes retribuir

Siguiendo este camino se perpetúa el error de cuando se pidió a Juan Pablo II solo la “libertad de la experiencia de la Tradición” en 1978, y luego en 1984 la petición del indulto para la Misa tradicional a condición de aceptar, a cambio, el concilio Vaticano II y la nueva misa de Paulo VI de 1969. Ahora se acepta un regalo envenenado que deberá ser pagado con el silencio público (“la boca ungida no dice más nada”, reza el proverbio) sobre los problemas de la comunión a los divorciados que cohabitan, de los homosexuales, con la estratagema (para salvar las apariencias pero no el honor y -Dios no lo quiera- tampoco el alma) de discutir estas cuestiones entre los teólogos vaticanos y teólogos tradicionalistas (políticamente correctos) en privado, en Santa Marta.

«Veritas liberabit vos» et «veritas est conformitas rei et intellectus»

Desde la óptica -filosófica- realista de la verdad entendida como conformidad del intelecto a la realidad objetiva,  hace falta estudiar los Documentos y la misa del Vaticano II para ver si están en continuidad real y no solo verbal con la Tradición apostólica. Además -desde el punto de vista de la Fe- Jesús nos enseñó: “la Verdad os hará libres del pecado, del error y del servilismo", no el compromiso, no la adulación hipócrita.

Si los documentos conciliares son conformes con la Tradición, entonces hay que aceptarlos aunque no nos guste (no siempre la verdad es agradable y no todo lo que nos gusta es ipso facto verdadero); pero si se encuentra una discontinuidad objetiva con la Tradición, por el principio de no-contradicción, no podemos alejarnos de la integridad de la Fe para obtener la libertad o peor, la tolerancia de la experiencia de la Tradición y la normalización canónica legal pero ilícita, las cuales sin la Fe recta no sirven para nada: “Sin la Fe es imposible agradar a Dios) (Hebreos, XI, 6).

Conclusión

En una situación como la actual todo habría aconsejado prudencia, paciencia, saber esperar, analizar, examinar; en cambio se han guiado por la prisa que es una "pésima consejera."

Para todos llega un momento en que se debe tomar partido por el bien contra el mal, por la verdad contra el error, por la Tradición contra el modernismo. La neutralidad en este caso no está permitida; por el contrario, sería inmoral porque supondría de facto avalar el error. “El mal pastor huye no sólo corriendo, sino también callando” (San Juan Crisóstomo). La Sagrada Escritura enseña que “Hay un tiempo para hablar y otro para callar, uno para hacer la paz y uno para hacer la guerra”. Hoy, frente al dilema que se presentó a las conciencias de los católicos hace 50 años con relación al Vaticano II y a la nueva misa "estamos puestos en una trágica necesidad de elegir" (cardenales Ottaviani y Bacci).

Hay que tener cuidado de evitar dos extremos:
·                     1°) la Iglesia jerárquica terminó
·                     2°) obedecer las órdenes incluso ilícitas del Pastor.

En breve, en este momento hay que esperar sin ceder y sin romper como si la Iglesia ya no existiera más.

“Bastaría con que las autoridades de la Iglesia se reconcilien con la Tradición infalible de Roma, que condenen las desviaciones del Concilio Vaticano II y las locuras del así llamado 'espíritu del Concilio' y la reconciliación será automática, ipso facto.

Pedir perdón significaría ir contra el deber de conciencia, sería condenar todo lo que he hecho por el bien de la Iglesia y la salvación de las almas, sería abandonar la causa por la que he luchado, la causa de la Tradición apostólica.
Santo Tomás de Aquino enseña que cuando la fe está en peligro es obligatoria y urgente de hacer una profesión pública de la Fe, aún a riesgo de la propia vida.

Ahora la situación en la que nos encontramos es la siguiente: estamos viviendo una crisis sin precedentes en la historia de la Iglesia, crisis que concierne lo que hay de esencial en Ley, el santo Sacrificio de la Misa y el Sacerdocio católico.

Es doloroso constatar cuántos obispos no quieren ver la crisis actual y el estado de necesidad en que nos encontramos, mientras es necesario resistir al modernismo reinante para ser fieles a la misión que Dios nos ha conferido, no hacerlo sería un pecado mortal” (Mons. De Castro Mayer).

Que Dios nos ayude en esta hora del poder de las tinieblas...

P. Curzio Nitoglia
3/9/2015