domingo, 13 de septiembre de 2015

LOS AMIGOS DE FRANCISCO



Marcelito Figueroa y el acariciante Francisco.



EL APÓSTATA MARCELO FIGUEROA


Este sujeto cobró notoriedad por conducir un programa de televisión por el canal 21 de la Arquidócesis de Buenos Aires, intitulado “Biblia, diálogo vigente”, donde eran protagonistas el Cardenal Bergoglio y el Rabino Skorka, dos luminarias del diálogo interreligioso porteño. Sobre el programa, quizás pueda decirse que era algo así como una especie de  Polémica en el bar civilizado, sin improperios, ni peleas ni sifones de soda, pero con su correspondiente sanata y su correspondiente judío, condimentados con un poco de lunfardo y algún que otro chiste, generalmente por parte de Bergoglio. La Biblia era la excusa, el Macguffin para justificar el transcurrir de los interminables minutos, al final de los cuales quedaba claro que, a pesar de la religión “todos somos amigos”.

Tras muchos años de estudiar, Marcelito obtuvo el título de Contador público. Parece que tardó demasiado porque en sus ratos libres solía tocar la guitarra y escribir poemas. La indecisión lo turbaría un poco.

De familia radical, él también se afilió a la Unión Cívica Radical (como buen guitarrero). Este partido era (dicen que todavía respira) la Socialdemocracia que fracasó en cuanto gobierno ocupó merced al malparido sufragio universal. Antes de llegar al término de sus mandatos, crisis hiperinflacionarias o militares sublevados mandaban a sus casas a los prohombres radicales que hoy son considerados próceres en las marmolerías y en las efemérides políticas. No obstante, Figueroa asegura que su pensamiento es socialista, y se declara admirador de los socialistas Alfredo Bravo (además masón) y Estévez Boero. Esto parecería suficiente para justipreciar la catadura intelectual del muchacho. Pero esto no es lo más grave de su caso.


Este amigo de Francisco fue bautizado como católico cinco años antes del fatídico superconcilio Vaticano 2do. Llegó inclusive a tomar la primera comunión.  En esto no desdice de una mayoría de argentinos, que hasta ahí llegan y después se alejan de la práctica sacramental, por falta de verdaderos pastores de la grey y de progenitores que tengan verdadera fe. Además y para colmo, el papá de Marcelito era dirigente radical, y los radicales siempre se han tenido por hombres ejemplares, intachables, dechados de corrección. ¿Para qué iban a ir a arrodillarse a una iglesia si podían ir a sentarse al comité? Marcelito era lo que se dice “católico no practicante”, o sea, “buen protestante”. Así resultó que quizás sin proponerse completar el adagio, llegó a hacerlo. Porque atravesando alguna crisis –no sabemos si tenía puesta la boina blanca de los radicales cuando esto le sucedió, pero probablemente sería una mediocre crisis, seguramente una crisis radical, ¡oh, los radicales siempre con sus crisis tan pavotas!-, siendo ya más grandote, su hermana que era protestante le dio una Biblia protestante, y Marcelito empezó a protestantear, convirtiéndose en protestante (o “evangélico” como dicen algunos impropiamente). Para ser más exactos, pasó a pertenecer a la secta presbiteriana, fundada por el calvinista John Knox en Escocia en 1643. Pero la cosa ahí no paró, y, entusiasmado, el radical y socialista Figueroa llegó hasta ser presidente de la Sociedad Bíblica Argentina y miembro de la junta mundial de Sociedades Bíblicas. Luego, el libre interpretador bíblico tocó “el cielo con las manos” cuando llegó a compartir pantalla con quien iba a ser conocido mundialmente como “Francisco”, “un viento fresco de Dios”, según el sabio radicha.

Según sus sabias palabras, reproducidas por personas enteradas de lo que sucede en el Vaticano, el ecumenismo “es un viaje de ida. Es entender que Dios es mucho más grande que mi pertenencia de fe confesional. Es comprender que yo nunca puedo considerarme poseedor de una verdad.Y es aprender del otro la forma que vive y piensa la fe, diferente a la mía, porque me enriquece. Yo soy mejor protestante desde que estoy con los católicos, y soy mejor cristiano desde que me encuentro con hermanos judíos”. Por supuesto, Marcelito nunca en su vida (salvo quizás en su Bautismo, pero de eso no se acuerda) ha estado con católicos, sino que ha frecuentado a herejes modernistas, como el caso de Bergoglio. De ahí que mejorara su performance protestante tras cada “diálogo vigente”. Ni que decir que el mismo efecto le hacía el estar con sus “hermanos judíos”, como Skorka.

No resistimos reproducir fragmentos de una entrevista que el famoso diario de la cornetita le realizara a fines del año 2013:

-Hace diez años conociste a Bergoglio. ¿Dónde y cómo fue?

-En el arzobispado. Yo pedí una audiencia para acercarle protocolarmente  la tarea nuestra, que desde luego conocía. Estábamos en una sala, y él vino de otra y me saludó como si nos conociéramos de toda la vida. Después nos fuimos encontrando cada vez más en iglesias de algún culto ecuménico. Y así, de una relación protocolar distendida fuimos contruyemdo una relación de hermandad genuina, y después de amistad. Hasta el 2010, cuando me invita a trabajar con el canal.

-¿Alguna frase habitual en Bergoglio que te quedó titilando (sic)?

-Dos cosas. Una, que él siempre ponía un ejemplo de algo que le había pasado, y decía “Esto viene de Dios para que no me la crea”. Y otra es el tema del ecumenismo: “Mirá Marcelo, nosotros caminemos juntos, después dejá que los teólogos se las arreglen con los líos que hacemos”.

-Decís que su papado es una primavera espiritual (sic).

-Que Bergoglio sea Francisco papa es una caricia, un viento fresco de Dios. De unidad, de humildad, de estilo de liderazgo, de acercamiento, de diálogo. Debemos ser todos sabios de entender esta ventana, esta primavera que se está abriendo. Y aprovecharla. Los protestantes no tenemos Papa pero yo tengo que reconocer, humildemente, que el hombre elegido por Dios para esta época es Francisco.

El humilde biblista Marcelito Figueroa persiste en su fe protestante, enriquecida cada vez más por el aporte de las otras expresiones religiosas que no creen en Dios, sino en el hombre. Por eso cada aporte enriquece la “unidad en la diversidad” y como él mismo dice a los enterados vaticanistas, “el verdadero mal de las religiones que es la ideología o el dogma por encima por la fe”. El eminente teólogo presbiteriano-radical quizás haya tenido también un diálogo vigente con otro hombre de fe probada y enriquecedora como Ramón Palito Ortega. De él habrá aprendido quizás a sostener una fe con dogmas un tanto maleables. ¿Quizás sigue sumergido en la influencia de Giuseppe Ingegnieri?

Como él bien dice, los protestantes no tienen Papa. Pero tienen ahora un líder que se llama Francisco. Y aprovechan la ventana abierta para meterse donde esperan encontrar una acariciante primavera. ¡Oh, Marcelito, avivate! Francisco va a terminar rajando como Alfonsín, ¿te acordás?, en medio de un caos apoteósico. Apechugá, Marcelito, porque tu amigo te va a hacer caer también en la volteada. Y ni siquiera te van a hacer estatuas con que perpetuarte.