jueves, 10 de septiembre de 2015

AYER REPROBABAN A LA ROMA CONCILIAR, HOY CENSURAN A QUIENES LA REPRUEBAN



P. Bouchacourt. Como dice el tango:
 “Hoy un juramento, mañana una traición…”



P. Bouchacourt: “Las maniobras actuales nos recuerdan a las de Napoleón: por medio de algunas concesiones pura­mente políticas, nos quieren incitar a aceptar todo el paquete conciliar”
(Año 2003)


Acabamos de ver que el sitio del Distrito de Francia de la Neo-FSSPX, La Porte latine, quitó de su espacio un sermón del P. de la Rocque, donde éste criticaba duramente el concilio Vaticano II, cosa que hace unos años atrás era normal y cotidiano en la antigua FSSPX. Pues bien, el Superior del Distrito de Francia, y por lo tanto responsable de tal censura al P. de la Rocque –seguramente en cumplimiento de órdenes venidas desde la Casa General- es el P. Christian Bouchacourt. Veremos a continuación cómo ha cambiado el discurso y la actitud de tal sacerdote, pues años atrás brindaba a los lectores editoriales críticos hacia la Roma conciliar y sus tentativas de hacer aceptar a la FSSPX el veneno del concilio, y en cambio ahora censura a sus sacerdotes por decir cosas parecidas. ¿Es que Roma regresó a la Tradición y Francisco es un Papa católico como Dios manda, y no nos hemos percatado de ello? ¿O más bien corresponde hablar de traición en los rangos superiores de la Neo-FSSPX, con la complicidad de una gran mayoría que permite tales traiciones?

Debajo puede leerse el último editorial del P. Xavier Beauvais como Superior de Distrito de Sudamérica, donde cita entero un editorial del P. Bouchacourt, hasta entonces prior en Saint-Nicolas de Chardonnet, de junio de 2003. Nuestros comentarios van en rojo.

Iesus Christus N° 88, Julio/Agosto de 2003.
EDITORIAL


El editorial del próximo número de "lesus Christus" será el último que escriba como Superior del Distrito de América del Sur, pues les anuncio que el Superior General de la Fraternidad San Pío X, Mon­señor Bernard Fellay, me ha nombrado Prior de nuestra iglesia Saint Nicolás du Chardonnet, en París. El nuevo Superior del Distrito —que estará pronto entre nosotros— es el Padre Christian Bouchacourt, que era el Prior de Saint Nicolás, a quien iré a reemplazar.

Precisamente, y antes de transmitirles un adiós, queridos lectores, y dados los acontecimientos que hemos vivido en la Iglesia en estos últimos tiempos, me ha parecido bueno transcribirles el editorial que escribiera el Padre Bouchacourt el pasado mes de junio en el Boletín de Saint Nicolás du Chardonnet, con el título de "Napoleón vuelve", y que a mi pa­recer ilustra muy bien lo que estamos viviendo.

NAPOLEÓN VUELVE

La historia es la memoria de un pueblo, y puede sernos de una gran ayuda para entender el presen­te y precavernos de los escollos que nos reserva el futuro. (Buena idea. Seguimos su consejo con este artículo. Pero el P. Bouchacourt, ¿tiene memoria?)

Así, quisiera hacer una vuelta al pasado, de más de dos siglos (no necesitamos tanto para ver cómo han traicionado su pensamiento algunos hombres de la FSSPX, apenas 12 años): en plena Revolución Francesa el Terror hace correr la sangre a mares; La Vendée en ar­mas hace temblar a la República. Aparece entonces un pequeño cabo, pequeño de estatura pero con una ambición desmedida: ¡Bonaparte! Sabe que no podrá realizar sus proyectos en una Francia exan­güe, por lo cual irá a poner término a la locura san­guinaria, no acusando a los principios de la Revolu­ción, a los cuales está apegado, sino tranquilizando a la población.

Desarma así la operación "chouanne" que ponía el riesgo de aniquilar las "conquistas" revoluciona­rias (podríamos decir que Roma se propuso desarmar la “Operación supervivencia” iniciada por Mons. Lefebvre en 1988 con las consagraciones episcopales). Tratará entonces de dialogar con cada jefe en particular, queriendo así dividirlos y desanimar las tropas a su mando. Vean lo que escribía el general Hoche (revolucionario) (como un precursor del GREC) para poner de rodillas a los ejércitos "chouans":

"Apresurar el movimiento de la pacificación con los jefes «chouans», tratarlos con dulzura y firmeza, inspi­rarles la confianza que no parecen tener, actuar con ellos de buena fe. En cuanto a las ventajas que les serán otorgadas: poner en libertad a los sacerdotes refractarios, de­jarles decir misas y completas, sobornarlos, usarlos contra los jefes de partidos, comprando a unos y halagando él amor propio de los otros".

Este plan maquiavélico fue un maravilloso éxito. El futuro Napoleón, otorgando la libertad de culto y tratando con los jefes "chouans" arruinó el comba­te político de los monárquicos. (Idem Benedicto XVI otorgando la libertad de la misa tradicional y levantando las falsas excomuniones, arruinó la resistencia de la FSSPX, ahora Francisco termina la tarea).

La Revolución se transformaba en algo frecuentable, sus principios iban a ser digeridos por la so­ciedad y difundidos en Europa entera durante las invasiones napoleónicas.


Este largo preámbulo histórico me parece que ilustra bien el período posconciliar que atravesa­mos (Bien veía las cosas entonces el P. Bouchacourt). Las locuras de los años '70 y '80 parecen atem­peradas. Sin embargo, la Tradición católica, a pesar de todos los esfuerzos emprendidos contra ella, no cesa de fortalecerse y extenderse. Entonces, para intentar contenerla, e incluso para tratar de apagar totalmente este fuego, se pone en marcha una nue­va estrategia: en lugar de combatir, hay que seducir. La misa del 24 de mayo último forma parte de esta maniobra. Por supuesto que uno puede alegrarse de que tal celebración haya tenido lugar, empero, guardémonos de un optimismo beato: ¡una golon­drina no hace verano! Prueba de ello son los propó­sitos manifestados por el Cardenal Castrillón Ho­yos en su homilía: recuerda —es verdad— la venerabilidad del rito tridentino, pero no cesa de hacer referencia al Concilio Vaticano II. Para él, el apego al rito de San Pío V no es más que un asunto de sen­sibilidad, y si no, leamos lo que decía en su sermón:

"Ustedes mismos, queridos fieles, particularmente sensibles a este rito (...) El antiguo rito romano conser­va en la Iglesia su derecho de ciudadanía en el seno de la multiformidad de los ritos católicos, tanto latinos como orientales".

Es verdad: el Cardenal sacó de las mazmorras la Misa tridentina, pero quisiera hacerla cohabitar con la de Pablo VI, haciéndonos admitir que estos dos ritos son de igual valor. (¡Bueno, bueno, bueno!… ¿Qué haría después la Neo-FSSPX, y qué apoyaría el propio P. Bouchacourt? La cohabitación e igualación de estos dos ritos, a través del motu proprio de Benedicto. Y ahora: a cohabitar la Neo-FSSPX con los modernistas romanos).

¿Hay que recordarlo? Nuestro apego a la Misa de San Pío V no es sentimental sino doctrinal. Es inquietante que la política del Vaticano se reduce a querer realizar una sutil dosificación entre el ala tradicional y el ala progresista en la Iglesia. De esa manera, la doctrina pasa a segundo plano. (Exacto, como pasó a segundo plano en las tratativas y súplicas de Mons. Fellay al Vaticano para ser al fin “reconocido como católico”. ¿Y Ud. P. Bouchacourt? ¿Volvió a escribir editoriales como éste, o acató mansamente lo que antes deploraba, por una obediencia cobarde al Superior General?).
La ceremonia del 24 de mayo y la encíclica del Papa sobre la Eucaristía quisieran tranquilizar a los conservadores. En el documento pontifical hay referencias claras sobre la doctrina de la Misa, pero son incompatibles con el nuevo rito... Además, hay que subrayar que el carácter propiciatorio de la Misa está totalmente silenciado, y sin embargo es uno de los puntos esenciales que nos separan de los protestantes. La transubstanciación es felizmente recordada, pero entonces ¿por qué alentar la "hospi­talidad eucarística" hacia los protestantes y ortodo­xos que creerían en la doctrina católica? ¿Por qué no pedirles sencillamente que se conviertan a nues­tra religión, abjurando de sus errores? (Eso. ¿Por qué no pedirles lo mismo a los modernistas, en vez de acordar traidoramente con ellos?).

Aquí se emplea el sistema de la ducha escocesa: lo caliente y lo frío se alternan. Como bien lo decía San Pío X en su encíclica "Pascendi", un modernista puede escribir un texto perfectamente tradicional y contradecirse algunas páginas después. (Bueno, no solo los modernistas se contradicen, sino los tradicionalistas contaminados de liberalismo que empiezan a deslizarse hacia el modernismo).

Para tranquilizar al ala progresista, el Cardenal Kasper es enviado por el Vaticano para estudiar una nueva formulación de la primacía del Papa, y hacerla admisible a los ortodoxos. ¿Vamos hoy a li­quidar este dogma de nuestra fe, tal como ayer fue liquidada la Misa, para agradar a los protestantes? (Parece que esto finalmente va a ocurrir. ¿Va a denunciarlo el P. Bouchacourt que negó el deicidio del pueblo judío?)

Las beatificaciones de Pío IX y Juan XXIII se ins­piraron en esta política de tendencias en el seno de la Iglesia. Lo pastoral tomó el sitio de lo doctrinal.
Ya en 1965 Monseñor Marcel Lefebvre nos ponía en guardia contra esta derivación en la época en que se consideraba la modificación del rito de la Santa Misa: "¿No sería subestimar la liturgia el redu­cirla a un medio de apostolado, y no considerarla más ba­jo su aspecto de culto público y de alabanza a Dios?"

Queridos amigos; ¡hay que volver a los princi­pios, siempre a los principios! (Dígaselo a Mons. Fellay, a ver si lo escucha)  Sólo la teología tra­dicional podrá restaurar a la Iglesia. Ha sido su fuerza ayer, y será mañana el seguro de su victoria. (Por eso al haber abandonado la profesión pública de esos principios ante Roma, hoy son derrotados por los lobos modernistas).

Las maniobras actuales nos recuerdan a las de Napoleón: por medio de algunas concesiones pura­mente políticas, nos quieren incitar a aceptar todo el paquete conciliar (¡Bien visto! ¡Ahí lo tienen a Francisco!). La doctrina del Vaticano II ha sido la causa de la ruina de la Iglesia y un obstácu­lo a toda tentativa de restauración, así como los principios revolucionarios han destruido a Francia, conducido a Napoleón a su perdición, y envenena­do a la Restauración que siguió, porque ésta no qui­so romper totalmente con esos principios.

Hay que hacer resaltar que todas aquellas comu­nidades que han pactado con la Roma conciliar des­de el año 1988 no cesan de querer probamos que el Concilio Vaticano II es compatible con la Tradición multisecular de la Iglesia (Bueno, Mons. Fellay dijo que es bueno el 95% del concilio. Y que su libertad religiosa es muy, muy limitada. Y que muchos errores que se pensaban eran del concilio, son en realidad de su mala interpretación. Y recuérdese su declaración doctrinal ambigua acerca del concilio que permitía hacerlo compatible con la Tradición).

Es verdad: han obtenido una relativa libertad de culto, pero han abandonado el combate doctrinal (¡Bien visto!  ¿Y ahora qué hacemos con la Neo-FSSPX que ha caído en lo mismo? Ud. P. Bouchacourt demuestra haber abandonado el combate doctrinal, llegando  a censurar a uno de sus sacerdotes por decir las cosas que Ud. decía entonces). Así por ejemplo, ningún documento crítico sobre la nueva misa o sobre los textos conciliares ha sido emitido por estas comunidades (¿Y qué documentos críticos ha sacado la Neo-FSSPX contra los escándalos de Francisco, contra su última encíclica, por ejemplo? Por el contrario, se adhiere a su Año de la Misericordia Conciliar, viéndose ya los resultados favorables a la Neo-FSSPX).

En el período que estamos atravesando debemos permanecer prudentes: si bien deseamos con toda nuestra alma el fin de esta crisis, sabemos sin embargo que la unidad no podrá realizarse sino en la verdad más integra (...) (¿En qué quedaron estas declaraciones? Se han esfumado de las mentes de los neo-fraternitarios. Hoy es: unidad en la neo-iglesia del Nuevo Orden Mundial).