sábado, 9 de abril de 2016

SOBRE LA ORACIÓN - SANTA TERESA DE JESÚS (I)





1. El que persevere en la oración, por pecados y tentacio­nes y caídas de mil maneras que ponga el demonio, tengo por cierto le sacará el Señor a puerto de salvación (Vid. 8).

2. De lo que tengo experiencia puedo hablar: digo, pues, que por males que haga quien hace oración, no la deje: pues es el único medio por el que se podrá remediar, y sin ella será difí­cil (Ibíd.)

3. Quien no haya comenzado a tener oración, le ruego, por el amor de Dios, no carezca de tanto bien (Ibíd.)

4. Pues si a los que no le sirven, sino que le ofenden, les está tan bien la oración y les es tan necesaria, que no se pueden hacer a sí mismos daño mayor que dejar la oración; los que sirven a Dios y le quieren servir, ¿por qué la habrían de dejar? Por cierto, si no es para pasar con más trabajo los trabajos de la vida, yo no lo puedo entender... Cierto los tengo lástima, que a su costa sirven a Dios; porque a los que hacen oración, el mismo Señor les hace la costa, pues por un poco de trabajo da gusto para que con él se pasen los trabajos (Ibíd,.)

5. Sólo digo que, para estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí el Señor, es la puerta la oración; cerrada ésta, no sé cómo las hará (Ibíd.)

6. Para no hacer pecados..., es necesario que se aprovechen las armas de la oración (Vida, 15).

7. En este punto quisiera yo ser una persona de gran autori­dad para que se me creyera esto; al Señor suplico su Majestad la dé: Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado a tener oración, con decir: “Si vuelvo a ser malo será peor seguir con la oración”. Lo malo sería si por no enmendarse del mal dejara la oración; pero si no la deja, tenga por seguro que al fin la sacará el Señor a puerto de luz... (Vid. 19).

8. Yo la dejé año y medio, y no fuera más ni fue que meterme yo misma en el infierno sin necesidad de demonios que metieran en él. ¡Oh, válgame Dios, qué ceguedad tan grande! ¡Y qué bien acierta el demonio en cargar aquí la mano! Sabe el traidor que, alma que tenga con perseverancia oración, no puede ser suya, y que incluso, todas las caídas que la hace dar la ayudan, por la bon­dad de Dios, a dar después un mayor salto en su servicio. (Ibíd.)

9. No me parece es otra cosa perder el camino sino dejar la oración (Ibíd.)

10. Todo este cimiento de la oración va fundamentado en la humildad, y mientras más se abaja un alma en la oración, más la sube Dios (Vid. 22).

11. Habiendo comenzado a quitarme de las ocasiones de pecar y a darme más a la oración, comenzó el Señor a hacerme las mercedes como quien desea que yo las quisiese recibir (Vid. 23).

12. Mírese mucho que las que hubieren de recibir (para monjas) sean personas de oración (Cons. 21).

13. ¿Qué es oración mental? — Pensar y entender qué hablamos y con quién hablamos, y quiénes somos los que osamos hablar con tan gran Señor; pensar esto y otras cosas semejantes de lo poco que le hemos servido y lo mucho que estamos obligados a servirle, eso es oración mental, no penséis es otra algarabía, ni os espante el nombre (Vid. 40).

14. Como yo quería tanto a mi padre, y deseándole todo el bien que a mí me parecía había en tener oración —que me parecía que en esta vida no había un bien mayor que la oración—; comencé a procurar con él la tuviese... Como era tan virtuoso, asentóse tan bien en él este ejercicio que, en cinco o seis años..., estaba tan adelantado que yo alabo mucho al Señor y me daba grandísimo consuelo (Vid. 7).

15. La oración no siempre es fácil.—Muchas veces en varios años, tenía más cuenta con desear se acabase la hora que tenía por mí de estar en la oración, y escuchar cuando daba el reloj, que no en otras cosas buenas; y hartas veces no sé qué penitencia grave se me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que reco­germe a hacer oración.
Y es cierto que era tan insoportable la fuerza que el de­monio me hacía, o mi ruin costumbre, que no fuese a la ora­ción, y la tristeza que me daba entrando en el oratorio, que era menester ayudarme de todo mi ánimo..., para forzarme, y en fin, me ayudaba el Señor. Y después que me había hecho esta fuerza, me hallaba con más quietud y regalo que algunas veces cuando tenía deseos de rezar (Vid. 8, 6-7).

16. ¡Son tantas las cosas que el demonio pone delante los principios para que no comiencen este camino de hecho!... Como quien sabe el daño que le viene, no sólo en perder aquel alma, sino muchas. Porque si el que comienza se esfuerza, con el favor de Dios, a llegar a la cumbre de la perfección, creo que jamás va solo al cielo; siempre lleva mucha gente tras sí... Por eso les pone el demonio tantos peligros y dificultades delante, que no es menester poco ánimo para no volverse atrás, sino mucho, y mucho favor de Dios (Vid. 2).

17. Pero si ponéis cuidado, en un año, o quizás en medio, saldréis con ello (Cam. 29).

18. Lo que aviso mucho es que no se deje la oración... Y crea, crea que si de ésta se aparta, lleva a mi parecer peligro (Vid. 15).

19. Por males que haga quien la ha comenzado, jamás la deje, pues es el medio por donde puede volverse a remediar... No le tiente el demonio por la manera que a mí a dejarla por humildad... Y quien no la ha comenzado, por el amor del Señor le ruego yo no carezca de tanto bien.
No hay aquí qué temer, sino qué desear; porque..., a poco ganar irá entendiendo el camino para el cielo; y si persevera..., nadie le tomó por amigo que no se lo pagase; que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama... Viendo lo mucho que os va en tener su amistad y lo mucho que nos ama, pasáis por esta pena de estar mucho con quien es tan diferente de vos (Vid. 8).

20. ¡Cuán cierto es sufrir Vos a quien os sufre que estéis con él!... No veo, Criador mío, por qué todo el mundo no se pro­cure llegar a Vos por esta particular amistad; los malos —que no son de vuestra particular condición — , para que los hagáis bue­nos con que os sufran, que estéis con ellos siquiera dos horas cada día, aunque ellos no estén con Vos, sino con mil revueltas de cuidados y pensamientos de mundo, como yo hacía.
Por esta fuerza que se hacen a querer estar en tan buena compañía..., forzáis Vos a los demonios para que no los acome­tan y que cada día tengan menos fuerza contra ellos, y se la dais Vos a ellos para vencer.
Sí que no matáis a nadie, Vida de todas las vidas, de los que se fían de Vos y de los que os quieren por amigo, sino que les sustentáis la vida del cuerpo con más salud y se la dais también a sus almas.
No entiendo esto que temen los que temen comenzar ora­ción mental, ni sé de qué tienen miedo. Bien hace ponerlo el demonio para hacernos él de verdad mal (Vid. 8).

21. La oración mental es el principio para alcanzar todas las virtudes, y cosa en que nos va la vida en comenzarla a todos los cristianos, y ninguno, por perdido que sea..., la había de dejar (Cam. 24).

22. Se ha de notar mucho..., que el alma que en este camino de oración comienza a caminar con determinación y puede acabar consigo de no hacer mucho caso, ni consolarse ni desconsolarse mucho porque falten estos gustos y ternura o la dé el Señor, que tiene andado gran parte del camino: y no tenga miedo de volver atrás, aunque más tropiece, porque va comen­zando el edificio en firme fundamento. Sí que no está el amor de Dios en tener lágrimas ni estos gus­tos y ternura —que por la mayor parte los deseamos y consolamos con ellos—, sino en servir con justicia y fortaleza de ánimo y humildad... Esta determinación es la que (Dios) quiere (Vid. 11).

23. Allí (en la oración) son las promesas y determinaciones heroicas; la viveza de los deseos, el comenzar a aborrecer el mundo, el ver muy claro su vanidad... (Vid. 19).

24. Dios pone (en el alma) un gran deseo de ir adelante en la oración, y no dejarla por ninguna clase de trabajo que le pudiese suceder, que a todo se ofrece. Ve una seguridad con temor de que ha de salvarse..., y se le comienza un amor con Dios muy sin interés suyo; ansía tener más ratos de soledad para gozar más de aquel bien; en fin...: es el principio de todos los bienes (Vid. 6).

25. Por aquí (por la oración) se remediaron todos mis males... (Vid. 8).