sábado, 2 de abril de 2016

CONSAGRACIÓN EPISCOPAL DE DOM TOMÁS DE AQUINO OSB: MANDATUM APOSTOLICUM







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PAX

MANDATO APOSTÓLICO


– ¿Tenéis un mandato?

– Lo tenemos.

– Que sea leído.

Nosotros lo tenemos de la Iglesia Romana que, en su fidelidad a las santas tradiciones recibidas de los Apóstoles, nos ordena que transmitamos fielmente estas santas tradiciones -es decir, el depósito de la Fe- a todos los hombres en razón de su deber de salvar sus almas.

Ahora bien, por un lado las autoridades de la Iglesia Romana, desde el Concilio Vaticano Segundo hasta hoy, están movidas por un espíritu de modernismo que subvierte profundamente la Santa Tradición hasta el punto de pervertir la noción misma de Tradición: Porque vendrá el tiempo en que no soportarán más la sana doctrina, apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas, como dice San Pablo a Timoteo en su segunda Epístola (IV, 3,5). ¿De qué serviría pedir a tales autoridades un Mandato para consagrar un obispo que se opondrá profundamente a su gravísimo error?

Por otro lado, para tener tal obispo, los pocos católicos que comprenden su importancia podrían, incluso después del Vaticano II, esperar que viniese de la Fraternidad San Pío X de Mons. Marcel Lefebvre, así como éste les consagró cuatro por un primer Mandato de suplencia en 1988. Infelizmente, observando que las autoridades de la Fraternidad toman el mismo camino liberal, remitiéndose constantemente a las autoridades romanas, tal esperanza parece ser vana.

Y entonces, ¿de dónde esos católicos fieles obtendrán los Obispos necesarios para la supervivencia de su verdadera Fe? En un mundo cada día más opuesto a Nuestro Señor Jesucristo y a Su Iglesia, el peligro parece tan grande que, en tanto Pedro no se convierta (Luc. XXII, 32), es la misma Santa Iglesia la que nos pide venir en auxilio de las ovejas abandonadas, asegurándoles un número suficiente de verdaderos pastores (Jer. III, 15) en la medida en que tal necesidad se haga presente.

Ninguna presunción ni cesión de poder episcopal de jurisdicción acompaña a esta transmisión del poder episcopal del Orden y, tan pronto como Dios intervenga para salvar Su Iglesia, a la cual no le queda ninguna esperanza humana de salvación, los efectos de esta consagración y de este Mandato de suplencia serán puestos inmediatamente en las manos de un Papa que sea de nuevo inequívocamente católico.