domingo, 1 de septiembre de 2013

SERMÓN EN LA FIESTA DE LA DEGOLLACIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA - R.P. RENÉ TRINCADO





El jueves pasado celebramos la fiesta de la Degollación de San Juan Bautista.

Dice el Evangelio (Mc 6, 17-28) que Herodes había enviado a prender a Juan a causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe; porque la había tomado por mujer. Pues Juan decía a Herodes: no te es lícito tener a la mujer de tu hermano.

Se puede aplicar este Evangelio a nuestro tiempo, y decir que San Juan Bautista representa a la Iglesia, cuya misión es dar la luz de Cristo a los hombres para que, viviendo según la fe y a la moral verdaderas, salven sus almas. Pero la verdad que es predicada por la Iglesia es resistida por los que pertenecen al diablo. La Luz divina enfurece a los que quieren vivir en la oscuridad del pecado.

El rey Herodes representa a los prelados liberales, especialmente a los Papas desde Juan XXIII en adelante, porque viven en adulterio espiritual. Cristo llama adúlteros a los que abandonan a Dios, verdadero esposo del alma (Catena Áurea in Mc 8, 38). Toda herejía es, pues, un adulterio, porque por ella nos separamos de la Verdad que es Cristo. El modernismo -vertiente teológica del liberalismo- es la cloaca de todas las herejías, dijo San Pío X, y por ser la peor de las herejías, el modernismo o progresismo es el peor de los adulterios.

Y Herodías lo acechaba y deseaba matarlo pero no podía porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era justo y santo, y lo protegía, y oyéndolo, hacía muchas cosas, y lo escuchaba de buena gana.

Herodías la adúltera es, según los antiguos intérpretes, la religión judía. Mujer orgullosa, ambiciosa, altiva, arrogante, intrigante, manipuladora y cruel; quería matar a Juan porque le hacía ver que estaba en pecado. En lugar de arrepentirse, de quitar lo que separaba su alma de Dios (el pecado), buscó quitar al hombre santo que tendía a separarla de Herodes y del diablo.

Y llegó un día oportuno, cuando Herodes, celebrando su nacimiento, ofreció un banquete a sus nobles y comandantes y a los principales de Galilea. Y entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa.

Esta segunda mujer, hija de Herodías e hijastra de Herodes, se llamaba Salomé. Así como la Iglesia tiene una Madre santísima que es la Virgen María, Salomé es la mala hija de una madre igualmente malvada. Es la herejía actual, que proviene de Herodías, del judaísmo, porque los oscuros orígenes del modernismo parecen remontarse hasta la Cábala judaica. Salomé es, entonces, la iglesia conciliar, fruto envenenado de la sinagoga; la secta de los lobos con piel de oveja, cuyo corazón son los infiltrados del diablo: sodomitas, marxistas, masones, modernistas convencidos y militantes, etc. Salomé, instigada por su madre, logra que San Juan sea decapitado. De igual modo la iglesia conciliar intenta separar al cuerpo, a la masa de los católicos, de Cristo, Cabeza de la Iglesia. El nombre Salomé deriva de la palabra hebrea shalom: paz. El cobarde pacifismo -valga la redundancia- es uno de los elementos característicos del liberalismo. ¿Cuántas veces hemos oído de boca de Papas y Obispos liberales esa blasfema cantinela de que la Iglesia está al servicio de la paz? Paz según el mundo, mera ausencia de guerras, paz de muertos, paz satánica de los que quieren vivir tranquilos sin ser molestados por Dios. La funesta fiesta en la que Salomé ha bailado y agradado a los comensales, es el diabólico Vaticano II. En adelante la Jerarquía católica no querrá conquistar el mundo para Cristo, sino agradar al mundo, mostrarse simpática con los enemigos de Dios y ofrecerse a ellos como la mujerzuela Salomé.

Y el rey dijo a la muchacha: pídeme lo que quieras y te lo daré. Y le juró: te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino. Y saliendo, dijo ella a su madre: ¿qué pediré? La cabeza de Juan el Bautista, le respondió. Y se presentó apresuradamente ante el rey diciendo: quiero que me des ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. El rey se puso triste, pero a causa del juramento y de los que se sentaban con él a la mesa, no quiso desairarla.

Herodes pudo haber seguido las exhortaciones de San Juan, pero no tuvo el valor, no supo ejercer su autoridad y fue incapaz de contradecir a una mujer malvada y obstinada. Como dijimos, Herodes figura a todos los actuales prelados liberales porque viven en adúltero contubernio espiritual, porque quieren ser amigos del mundo y de los mundanos, porque son como ebrios que caminan sin rumbo claro, zigzagueando entre contradicciones sin fin, vacilando siempre, rehuyendo la cruz; cobardes llenos de miedos y de respetos humanos; traicioneros y desleales, hábiles para la diplomacia y el secretismo, afeminados de palabras ambiguas, cañas dobladas por cualquier viento.

Y el rey envió a un verdugo y le ordenó que trajera la cabeza de Juan. Y éste fue y lo decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en una bandeja, y la dio a la muchacha, y la muchacha la dio a su madre.

Estimados hermanos: todos los católicos tenemos a San Juan Bautista como un ejemplo brillante de fidelidad a Cristo, de esa santa intransigencia católica que surge de la auténtica caridad, del amor ardiente a la Verdad. Como él, hay que querer morir antes que ceder en los principios, antes que ablandar la defensa de la Verdad, antes que traicionar a Cristo. No olvidemos que esta intransigencia que Dios espera de nosotros tiene una recompensa eterna. Y también tiene la promesa de ser premiada ya en esta vida con la cruz bendita, pues nos dice San Pablo que todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecución (2 Tim 3, 12). Y Cristo dice: ánimo, Yo he vencido al mundo (Jn 16, 33).

¿Y si… a la manera del hombre actual, infectado de liberalismo, San Juan hubiera tratado de llegar a un acuerdo con Herodías o con Herodes? ¿Y si… para evitar el empeoramiento del conflicto, hubiera destacado más las cosas buenas que hacía Herodes que los pecados de éste? ¿Y si… hubiera formulado ciertas condiciones para la paz, siendo la primera de ellas, ser sacado de la cárcel y poder seguir hablando con libertad? Pues de haber hecho algo de esto, habría sido infiel a Cristo, habría sido un traidor y un cobarde, habría sido otro Herodes y otro Judas. San Juan Bautista no pidió nada a Herodes porque la verdad no pide nada al error, ni la luz a la oscuridad, ni Cristo a Belial. Lo único que habría hecho posible la paz con Herodes y Herodías, habría sido el cumplimiento de esta y sólo esta exigencia: que cese el adulterio, que termine el pecado. Esa, exactamente, era la condición que, fiel a la línea trazada por Mons. Lefebvre -nuevo Juan Bautista- había puesto a la Roma adúltera el capítulo de la Fraternidad del año 2006: ningún acuerdo sin previa conversión de Roma, sin el fin del adulterio liberal y modernista.

Por intransigente, San Juan murió encarcelado por Herodes y, por intransigente, Mons. Lefebvre murió “excomulgado” por los hijos de Herodes. ¿Y hoy día qué? Hoy vemos con pesar que los hijos de Mons. Lefebvre no se mantuvieron en el santo camino de su padre, sino que, arrastrados por una autoridad vacilante, confusa y ambigua como Herodes, han optado por la senda de los rastreros, apocados y pusilánimes.

Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas (Lc 22, 53): los muy lamentables hechos de los que hemos sido testigos durante el último tiempo, demuestran que la Fraternidad San Pío X va teniendo cada vez más de Herodes, de Herodías y de Salomé, y cada vez menos de Mons. Lefebvre, de San Juan Bautista y de Cristo.