sábado, 22 de agosto de 2020

EL COMUNISMO DESENMASCARADO Y UNA PROFECÍA DE MONS. LEFEBVRE







El igualitarismo degradante y compulsivo impuesto casi al mundo entero mediante las máscaras o barbijos, enmascara a la multitud mientras desenmascara a lo que ya se ha instalado entre nosotros: el comunismo.

El malhechor se enmascara para no ser reconocido. Sin embargo también, como decía Chesterton, “a algunos hombres los disfraces no los disfrazan, los revelan”.

Es lógico que las multitudes no alcancen a ver realmente lo que está pasando, detrás de esta dictadura sanitaria.

Pero hemos llegado al punto en que se están terminando de cumplir las profecías de Ntra. Sra. en Fátima: los errores de Rusia, llegados a Norteamérica hace casi cien años, están ahora desplegándose casi sin resistencias, bajo una máscara “sanitaria”.

La democracia liberal, sobre todo a través de la social-democracia, ha preparado el terreno, desarmando a la gente de sus resistencias espirituales e intelectuales y atemorizándolas con su abrumadora propaganda mediática. En definitiva, disminuyendo su inmunidad.

El Estado totalitario que vigila y controla a las personas; la suspensión de las libertades básicas; la prohibición pública del culto religioso; la destrucción de las clases medias y el campo; la pauperización del pueblo, cautivo de la asistencia del Estado; el genocidio de ancianos y niños por nacer; el Estado inmiscuido en todo y del cual todos dependen, con una burocracia infernal y una multiplicación infinita de leyes, decretos y disposiciones hasta para salir a la calle; la imposición indiscriminada de la señal de obediencia al Estado y la delación, la multa o la cárcel para los opositores; el odio estimulado desde los medios masivos, el odio y división en las familias, la pérdida de la convivencia, la demonización de los disidentes, etc.

El neofariseísmo sanitario provoca que, detrás de máscaras que aparentan otorgar impunidad, se descalifique a los “publicanos” que se contagian o se arriesgan a contagiarse y perder la “pureza” que conservan los “enmascarados” fariseos, puros e incontaminados, muy políticamente correctos.

Monseñor Lefebvre parece haber sido profético hace hoy exactamente cuarenta y un años, cuando estremecido decía en una conferencia:

“El socialismo hace progresos considerables: pero lo hace con todo el poder de la masonería actual que está en todas partes, en todas partes, en todas partes; que está en Roma, en todas partes. La masonería está por todas partes y dirige todo. Muy pronto nosotros seremos registrados con las computadoras, nosotros tendremos todos nuestros números y no podremos hacer más nada sin que todo sea señalado sobre la ficha que  tendremos, y todo por computadora. Estaremos en una situación peor que en un país soviético. […] Es espantoso, uno no se imagina hacia dónde se va actualmente, hacia una socialización que, aparentemente, no parece tan dura como la del comunismo, y que sin embargo, en definitiva, va a ser simplemente una imagen del comunismo, pero realizada por medios científicos en lugar de ser realizada por la fuerza, como lo hacen los comunistas: será lo mismo. Entonces se eliminará de la sociedad a todos aquellos que no quieren someterse a este orden, a este orden socialista. Se los eliminará. Habrá siempre un medio de eliminarlos […] Vamos verdaderamente hacia una sociedad terrible, que se dice libre y que no tendrá ninguna, pero ninguna libertad
(Mons. Marcel LEFEBVRE, Conferencia del 22 de agosto de 1979, en el priorato Saint-Pie X de Shawinigan-Sud, Provincia de Québec, Canada. Cit. en Le Sel de la terre n° 53)

Mons. Lefebvre lo vio venir. Lo dijo en un país que hoy está a la vanguardia de ese socialismo empuercado, depravado y tiránico, todo bajo las buenas maneras y la sonrisa falsa de un primer ministro afeminado.

El socialismo llegó de la mano de la “ciencia”, y no de la acostumbrada violencia. La astucia satánica ha encontrado la manera y los medios de hacer su revolución de octubre con mucho disimulo, y sin disparar un solo tiro.

Esto no pudo haber venido si la Iglesia oficialmente no hubiese depuesto las armas, a partir del Vaticano II. Y esto no tendrá otra salida que desde arriba y por obra del buen Dios. Antes que nada hay que decidirse a sostener la verdad, a resistir a la mentira, a prepararse a la heroicidad martirial con entera confianza en el poder omnipotente de Nuestro Señor. Hay que rezar incansablemente, hacer sacrificios, sostener el Rosario y pedir la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María. En esta guerra sobrenatural, el comunismo tecnocrático tiene todas las armas del mundo y la más sofisticada tecnología. Parece invencible. Pero no tiene la gracia de Dios, la cual es más poderosa que todos los ejércitos del mundo. Contamos con ella, con el poder del Santo Rosario y la promesa de la Virgen en Fátima de que “Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.

Queda menos tiempo para ello.

En palabras de Sor Lucía de Fátima:

“Padre, el demonio está librando una batalla decisiva contra la Virgen… Mi misión es indicarles a todos el inminente peligro en que estamos de perder para siempre nuestra alma si seguimos aferrados al pecado… Que cada uno de nosotros comience por sí mismo su reforma espiritual; porque tiene que salvar no sólo su alma, sino salvar a todas las almas que Dios ha puesto en su camino... Padre, la Santísima Virgen… me dio a entender (que estamos en los últimos tiempos)… porque me dijo que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo; el Santo Rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María…  Los medios para salvar al mundo son la oración y el sacrificio... y luego, el Santo Rosario y la devoción al Corazón Inmaculado de María, Madre Santísima; como sede de la clemencia, de la bondad y el perdón; y como puerta segura para entrar al cielo.(…)


La decadencia que existe en el mundo, es, sin ninguna duda, consecuencia de la falta de espíritu de oración. Que la gente rece el Rosario cada día -Nuestra Señora lo ha repetido en todas sus apariciones- para fortalecernos en estos tiempos de desorientación diabólica, para que no nos dejemos engañar por falsas doctrinas. Como el Rosario es, después de la (Misa), la oración más apta para preservar la fe en las almas, el diablo ha desencadenado su lucha contra él… El Rosario es el arma más poderosa  para defendernos en el campo de batalla.”


Ignacio Kilmot