martes, 15 de julio de 2014

LO QUE AHORA SE LLAMA “CATÓLICO”



14 julio, 2014 | Christopher Fleming

Algo va mal en la Iglesia, o como diría Shakespeare, algo huele a podrido en Dinamarca. Seguro que el calor sofocante del verano no ayuda a mantener la cordura, pero no se puede atribuir el desmadre eclesial sólo a factores externos y transitorios. Este fin de semana de julio he sido testigo involuntario del colapso de la fe católica, no sólo entre los “fieles” (ahora tristemente hay que usar esta palabra entre comillas), sino además en las instituciones llamadas “católicas” (aquí también son muy necesarias las comillas).



Empecemos por el sábado 12 de julio, cuando iba en el coche, camino al Monasterio de los Jerónimos en Murcia, para tocar en una boda. Puse la radio y logré sintonizar Radio María, una cadena de radio que se precia de ser verdaderamente “católica”. (Presiento que la tecla de las comillas en mi ordenador se va a desgastar mucho con este artículo). De la COPE casi no merece la pena ni hablar, porque, aunque siga siendo propiedad de la Conferencia Episcopal Española, ya ni finge ser una emisora católica; hay una presencia testimonial al mediodía, con el rezo del Angelus (muy abreviado, porque no hay que malgastar el tiempo en beaterías), pero nada más. En Radio María, sin embargo, están todo el día con el Santo Rosario, el Catecismo, la Santa Misa, etc.

Lo primero que escuché fue la noticia de una asamblea internacional de la Renovación Carismática que había tenido lugar en Madrid. Anunciaban que si quería los CD´s de las conferencias de un tal señor, sólo tenía que escribir a tal dirección postal. Pusieron extractos de dichas conferencias, y prometo que por un momento pensaba que la radio había saltado de frecuencia y estaba escuchando una radio protestante. El predicador, que naturalmente no era sacerdote, hablaba de manera idéntica a los predicadores protestantes evangélicos que desde hace unos años se han apoderado de las ondas; apelaba exclusivamente a los sentimientos, fingía una emoción desbordante, pero evitaba razonamientos teológicos, todo de una superficialidad y banalidad insoportables.

A las 16:00 tocaba el Compendio del Catecismo, con el Padre Íñigo Ugalde. Iban por el artículo 52, sobre la Creación:

52. ¿Quién ha creado el mundo?
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e indivisible del mundo, aunque la obra de la Creación se atribuye especialmente a Dios Padre.

Dado mi particular interés por este tema escuché con mucha atención. Empezó bien este sacerdote, diciendo que lo fundamental es que los católicos tengamos una visión bíblica de la Creación. Estoy absolutamente de acuerdo. El problema es que el P. Ugalde, a juzgar por sus palabras, tiene una visión que es todo menos bíblica, porque a renglón seguido empezó a hablar de “miles de millones de años”. Si tuviera la oportunidad de hablar con este sacerdote, que no conozco de nada, le haría la siguiente pregunta: Si, según usted, debemos tener una visión bíblica de la Creación, ¿de qué capítulo de la Biblia saca usted esos miles de millones de años? Evidentemente no los saca de ahí, porque no hay la más mínima referencia a periodos de tiempo tan abultados en las Sagradas Escrituras; más bien los días y los años están escrupulosamente contados, desde la Creación del Cielo y la Tierra, hasta el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, por lo que si nos ceñimos a lo que dice la Biblia, como nos aconseja el P. Ugalde, es imposible concluir que el mundo tenga a lo sumo más de 10.000 años. Tampoco saca esos miles de millones de años del Magisterio perenne de la Iglesia, ni de los escritos de los Padres o Doctores de la Iglesia. En flagrante contradicción con su anterior afirmación, los saca del evolucionismo, una falsa ciencia, una gran mentira del Demonio.




Al llegar a los Jerónimos, ahora sede de la UCAM (Universidad Católica de Murcia), sentía un gran pesar por el estado lamentable de la principal radio “católica” en España. Pero ahí no acabaron mis sufrimientos. En el precioso templo de San Pedro de la Ñora, completamente restaurado y dotado ahora con aire acondicionado, gracias a los fondos casi inagotables de la fundación que presidente el Sr. Mendoza, inmediatamente me llamaron la atención las sillas en la nave, donde en todas las iglesias de España hay bancos con reclinatorios. Estas sillas parecían muy cómodas, y no dudo que costaron un buen dinero. El problema es que al sustituir los bancos con reclinatorio tradicionales por sillas de lujo, el que asiste a Misa y quiere arrodillarse tiene la impresión de estar haciendo algo fuera de lugar. Esto casa perfectamente con el hecho de que el Sr. Mendoza es kiko, y es conocida la adversión de este movimiento a doblar la rodilla ante Dios.
Para colmo de males, no había tabernáculo en el templo, al menos yo no lo encontré; creo que en algún rincón escondido había una “capilla del Santísimo”. Esto debe ser muy útil para la UCAM, que puede organizar todo tipo de eventos en el templo, sin temor a cometer un sacrilegio. Han convertido una iglesia católica en una especie de salón multiusos. De esta manera el templo puede albergar conciertos, conferencias, entregas de diplomas, etc. ¡Es realmente maravilloso darse cuenta de lo que se puede lograr cuando uno quita a Dios de en medio! ¡Cuánta visión empresarial! ¡Cuánto pragmatismo! Al estar cómodamente sentados en sus sillas de lujo, con el frescor del aire acondicionado, estoy seguro de que todos los asistentes a la boda disfrutaron del espectáculo (sí, he escrito espectáculo); los chistes del cura eran bastante graciosos; las chicas que desfilaron por el altar haciendo las lecturas, vestidas de Nochevieja, estaban de muy buen ver, aunque sus trajes dejaban poco a la imaginación; todos aplaudieron con entusiasmo el beso de los novios; y la música con la que amenizamos la ceremonia era bonita (aunque quede feo que lo diga yo). Me pagaron por mi trabajo y me largué de ahí con un cabreo monumental.

El día siguiente, domingo, acudí a la iglesia donde se ofrece habitualmente la Misa Tradicional en Murcia, con tiempo para confesarme. Cuando llegué vi que con el cambio al horario veraniego, justo antes de la Misa Tradicional había una Misa “normal”. Otra vez uso las comillas, porque lo que para la mayoría de católicos se ha convertido en normal, a mí me resulta absolutamente insoportable. Para confesarme no valían los susurros a los que estoy acostumbrado. Casi tuve que gritar para hacerme oír por encima del jaleo de los católicos “normales”, en su Misa “normal”, haciendo lo que “normalmente” se suele hacer en la Casa de Dios: saludarse ruidosamente, gritar, cotillear, mientras los niños juegan al pillao. Se podía hacer de todo, menos lo que estaba intentando hacer: rezar. ¡Menuda ocurrencia! dirían los católicos “normales”. ¡Rezar en una iglesia antes de la Misa! No es ni el lugar ni el momento apropiado. A punto estuve de levantarme y echar a patadas a los católicos “normales”, y creo que si no lo hice fue por respeto al sacerdote que tenía que decir la Misa, al cual le hubiera puesto en un aprieto.

Esa misma tarde por el wasap me enteré de unas palabras del Papa Francisco que producirían zozobra, si no fuera porque ya estamos curados de espanto. Un amigo me mandó este enlace a un artículo de un “pastor” evangélico, hablando sobre un almuerzo que compartió con Francisco. Según este señor, entre otras lindezas, Francisco le comentó lo siguiente:

No estoy interesado en convertir a los Evangélicos al Catolicismo. Quiero que la gente encuentre a Jesús en su propia comunidad. Hay tantas doctrinas en las cuales nunca estaremos de acuerdo. No gastemos nuestro tiempo en ellas. Más bien, tratemos de mostrar el amor de Jesús.

Sería difícil de imaginar una traición más directa del divino mandato de Mateo 28:19, en que el Señor dijo a sus apóstoles: id y haced discípulos de todas las naciones. Antes de que los neo-católicos salten y aleguen que todo puede ser una fabricación malintencionada, debo aclarar que no tengo razón alguna para sospechar que los protestantes que estuvieron en ese almuerzo fatídico en el Vaticano estén mintiendo. Todo lo contrario; estas palabras cobardes e indignas de cualquier católico, no digamos ya de un Vicario de Cristo, son plenamente coherentes con otras muchas que ha pronunciado Francisco durante su pontificado. Por ejemplo, me viene a la mente la entrevista con el ateo, Eugenio Scalfari, a quien comentó que el proselitismo era una “solemne bobada”.


Francisco y el tele-evangelista, James Robinson, chocan esos cinco durante un almuerzo en el Vaticano.


Los medios de comunicación “católicos” oficialistas (me refiero sobre todo a los que ganan algo de dinero; no como Tradición Digital, que lejos de ser negocio, nos cuesta dinero) tendrán que adoptar una de dos posturas frente a este nuevo desaguisado de Francisco; o lo ignorarán por completo; o intentarán edulcorar lo que es efectivamente una declaración de apostasía. Los “expertos” de periódicos, plataformas digitales y cadenas de radio, nos explicarán “lo que Francisco realmente quería decir”. Es de admirar como esta gente, para quienes el Papa nunca puede equivocarse, ni en el color de su pijama, tiene la capacidad de leer la mente del Santo Padre. Pero como yo, pobre pecador que soy, aún no he desarrollado esa facultad sobrenatural, me tengo que limitar al sentido literal de las palabras. Si dice Francisco que no le interesa convertir a los protestantes, me tengo que creer que no le interesa convertir a los protestantes, y punto. Y es muy triste que un Papa diga algo así.

Realmente uno no debe sorprenderse de que la radio “católica”, la universidad “católica”, y los templos “católicos” hayan dejado de ser auténticamente católicos, si pensamos que, como advirtió la Virgen en Fátima, la apostasía viene de arriba. Leyendo las palabras de Francisco, sin vendas en los ojos, sin buscar excusas rocambolescas de porqué dijo lo que dijo, se entiende porqué la Iglesia está en plena descomposición. Desde hace más de 50 años, el que está al timón está desorientado y toda la barca va a la deriva.