domingo, 11 de agosto de 2013

UNA JERARQUÍA PARA DOS IGLESIAS.- DOMINICOS DE AVRILLÉ EN LE SEL DE LA TERRE.





Tomado de Le Sel de la Terre n°59, invierno de 2006-2007.
                                 
En una carta de fecha 25 de junio de 1976 enviada a Monseñor Lefebvre por parte del Papa, Monseñor Giovanni Benelli emplea por primera vez una expresión que se hizo famosa: “La Iglesia Conciliar”

“Si ellos (los seminaristas) son de buena voluntad y seriamente preparados para un ministerio presbiteral en la verdadera fidelidad a la Iglesia Conciliar, nos encargaremos de encontrar la mejor solución para ellos”

De esta Iglesia conciliar hemos hablado frecuentemente en Le Sel de la Terre, pero no es inútil volver a esta cuestión ya que es tan importante.

La cuestión que particularmente queremos abordar aquí es la siguiente: ¿La Iglesia católica y la Iglesia conciliar tienen una misma jerarquía?

ESTADO DE LA CUESTIÓN

Por principio, ¿de dónde partimos? Procuraremos definir las dos Iglesias en cuestión. Lo haremos según las cuatro causas que distingue generalmente la filosofía escolástica.

Una sociedad es un ser moral (en el caso de la Iglesia Católica, no hay solamente unión moral. También hay unión espiritual debido a la participación de bienes sobrenaturales -la fe por ejemplo): es una unión de personas que está unidas por el mismo fin (un mismo bien común). Se puede distinguir:

-La causa material, son las personas que están unidas en la sociedad.  Diremos que en el caso de la Iglesia Católica como en el de la Iglesia conciliar, son los bautizados (con un bautismo válido).

-La causa eficiente es el fundador de la sociedad: Nuestro Señor Jesucristo en el caso de la Iglesia Católica, los Papas del concilio, en el caso de la Iglesia conciliar. Después de la ascensión de su fundador, es la autoridad quien continúa haciendo el rol de causa eficiente y mantiene unida a la sociedad. Actualmente, es esa misma jerarquía que cumple el rol de causa eficiente para la Iglesia Católica y la Iglesia conciliar.

-La causa final, es el bien común buscado por los miembros de la sociedad: en el caso de la Iglesia Católica, el bien que se busca es la salvación; en el caso de la Iglesia conciliar el bien que se busca es –mas o menos conscientemente- la unidad del género humano (el ecumenismo en sentido amplio). “Lo que define mejor toda la crisis de la Iglesia es verdaderamente este espíritu ecuménico-liberal” (Monseñor Lefebvre conferencia del 4 de abril de 1978).

-La causa formal es la unión de los espíritus y voluntades de los miembros en la búsqueda del bien común. En la Iglesia Católica, hay unión de espíritus en  una misma profesión de fe y una unión de voluntades en la práctica de un mismo culto y en la obediencia a los mismos pastores (por lo tanto a las leyes que ellos establezcan, a saber, el Derecho canónico). En la Iglesia conciliar, se encuentra también una unión de espíritus en la aceptación de una misma enseñanza (el Concilio) y unión de voluntades en la práctica de la nueva liturgia y en la obediencia a las nuevas directivas de la jerarquía posconciliar (como el nuevo derecho canónico). (Esta unión de espíritus y de voluntades es mucho menos estricta en la Iglesia conciliar que en la Iglesia Católica. Basta “aceptar el concilio” y enseguida cada quien puede hacer lo que quiera.)

Podemos definir a la Iglesia católica como la sociedad de bautizados que buscan salvar sus almas profesando la fe católica, practicando el mismo culto católico y obedeciendo a los mismos pastores, sucesores de los Apóstoles.

En cuanto a la Iglesia Conciliar, ella es la sociedad de bautizados que se someten a las directivas del Papa y los obispos actuales en su voluntad de promover el ecumenismo conciliar y que, por consecuencia, admiten toda la enseñanza del concilio, practicando la liturgia nueva y sometiéndose al nuevo derecho canónico.

En estas condiciones, ¿es posible que una misma jerarquía pueda dirigir las dos sociedades?
(...)

ARGUMENTO DE LA AUTORIDAD

Nosotros no somos los primeros en afirmar que las dos Iglesias tienen la misma jerarquía. Se encuentra esta afirmación en la mayoría de los que han abordado la cuestión antes que nosotros:

“Que haya en el presente dos Iglesias, con un solo y mismo Papa Paulo VI a la cabeza de una y de otra, nosotros no lo decimos por nada, nosotros no lo inventamos, nosotros constatamos que es así”.

Gustave Corçaõ en la revista Itineraires de noviembre de 1974, luego el Padre Bruckberger en “L’Aurore” del 18 de marzo de 1976 lo han remarcado públicamente: la crisis religiosa no es como en el siglo XVI de tener para una sola Iglesia dos o tres Papas simultáneamente; ahora es de tener un solo Papa para dos Iglesias, la Católica y la post conciliar […]

El mundo moderno nos presenta un espectáculo opuesto al del gran cisma de occidente: dos Iglesias con un solo Papa.

El texto más interesante es el del Padre Julio Meinvielle. Data de 1970: es el primer texto que conocemos sobre esta materia. El sacerdote argentino escribió –y es la conclusión de su libro magistral “De la Cábala al progresismo”:

“Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable, sería la cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aún reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad.

La eclesiología no ha estudiado suficientemente la posibilidad de una hipótesis como la que aquí proponemos. Pero si se piensa bien, la Promesa de asistencia de la Iglesia se reduce a una asistencia que impida al error introducirse en la Cátedra Romana y en la misma Iglesia, y además que la Iglesia no desaparezca ni sea destruida por sus enemigos.

REFLEXION TEOLOGICA

Nuestro Señor ha prometido que las puertas del infierno –los poderes infernales- no prevalecerán jamás contra su Iglesia. Por lo tanto ella es indefectible: ella debe continuar hasta el fin de los tiempos a proponer a las almas de buena voluntad los medios de salvación, a saber: la sana doctrina, sacramentos válidos, el santo Sacrificio de la Misa, una auténtica vida espiritual. Todo esto supone que la jerarquía católica durará hasta el fin del mundo y podrá- al menos para los que verdaderamente lo desean, cumplir con su rol que consiste en conducir las almas al cielo.

Más aún, Nuestro Señor también ha anunciado que su segunda venida sería precedida de una “tribulación tal que no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, y no habrá otra.” (Mt. 24,21) Esta tribulación será acompañada de un descenso de la fe al punto que Nuestro Señor se pregunta si encontraría todavía fe sobre la tierra en el momento de su segunda Venida (Lc. 18.8) Esta apostasía está predicha por San Pablo (II Tes. 3,4) y Santo Tomás de Aquino explica comentando este versículo, que los pueblos cristianos se emanciparán de la fe de la Iglesia Romana. Esto parece indicar bien que una buena parte de la jerarquía será infiel a su misión.

En el tiempo que precede a la Venida de Nuestro Señor, el sol y la luna no iluminarán más (Mt 18,8), lo que, en el sentido simbólico, significa que la Iglesia y la sociedad cristiana perderán su influencia.
(...)

Hasta aquí Le Sel de la Terre. Ahora las citas del Padre Meinvielle y Gustavo Corçaõ más completas:

Padre Julio Meinvielle:

Cómo se hayan de cumplir, en esta edad cabalística, las promesas de asistencia del Divino Espíritu a la Iglesia y cómo se haya de verificar el portae inferni non prevalebunt, las puertas del infierno no han de prevalecer, no cabe en la mente humana. Pero así como la Iglesia comenzó siendo una semilla pequeñísima, y se hizo árbol y árbol frondoso, así puede reducirse en su frondosidad y tener una realidad mucho más modesta. Sabemos que el mysterium iniquitatis ya se está obrando; pero no sabemos los límites de su poder. Sin embargo, no hay dificultad en admitir que la iglesia de la publicidad pueda ser ganada por el enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber dos Iglesias, la una la de la publicidad, iglesia magnificada en la propaganda, con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados, y aún con un pontífice con actitudes ambiguas; y la otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo en su enseñanza y con algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos, esparcidos como “pusillus grex” por toda la tierra. Esta segunda sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina intachable, sería cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte, produciendo hechos equívocos y aún reprobables, aparecería como alentando la subversión y manteniendo la iglesia gnóstica de la Publicidad. La eclesiología no ha estudiado suficientemente la posibilidad de una hipótesis como la que aquí proponemos. Pero si se piensa bien, la Promesa de asistencia de la Iglesia se reduce a una asistencia que impida al error introducirse en la Cátedra Romana y en la misma Iglesia, y además que la Iglesia no desaparezca ni sea destruida por sus enemigos. De la Cábala al Progresismo, págs. 363 y 364.

Gustavo Corçaõ:

Este desorden que reina en el cristianismo, se amplía diariamente  nos deja en una situación única en la historia después de la natividad de Nuestro Señor: nosotros ya no sabemos dónde está nuestra Iglesia, es como una pesadilla: el mundo moderno nos presenta un espectáculo opuesto al del gran cisma de occidente: dos Iglesias con un solo Papa (Itinéraires 149, enero de 1971 págs 13-19).

Mi convicción firme y tenaz tantas veces sostenida aquí y en otras partes, es que entre la religión católica profesada hasta hace algunos años por todo el mundo católico y esta religión impuesta abiertamente como “nueva”, “progresista”, “evolucionada”, hay una diferencia de especie o diferencia de alteridad. Por lo tanto, tenemos actualmente dos iglesias gobernadas y servidas por una misma jerarquía: la Iglesia Católica de siempre y la otra.
(…)
Note bien, querido lector, que cuando nombro a esta otra como iglesia posconciliar, no es para insinuar de ningún modo en los espíritus la idea mala que después del Concilio la Iglesia de Jesucristo se transformó al punto de volverse irreconocible, ni que los fieles de buena doctrina católica deban sometérsele por pura disciplina a esta nueva forma visible de la Iglesia. (…) No, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana continúa existiendo en el mundo después del concilio, sometida a duras pruebas pero siempre y permanentemente fiel en la conservación del depósito sagrado.

(Itinéraires 223, mayo de 1978)