martes, 13 de agosto de 2013

LA CIENCIA INFLA





“Pero la ciencia infla, en tanto que la caridad edifica”.

San Pablo, I Cor. VIII, 1.


Explica el Padre Sardá y Salvany en su “El liberalismo es pecado” que el fariseo es aquel que suele tenerse por mejor que los demás hombres.

Y como suele tenerse por mejor que los demás –los que no son como él, los que no piensan como él ni están a su altura- deja bien en claro esta superioridad, porque de nada vale saberse superior y no demostrarlo. 

Y esa demostración ha de hacerla siempre comparándose con los demás, o, mejor dicho, despreciando a los demás, pues de ese modo quedará más claro para todo el mundo que él se diferencia de los demás, los que están equivocados.

Así, en sus obras, en sus escritos, en sus razonamientos, al final aparece siempre el orgullo (esa marca del diablo que nos asecha a todos y en la que nadie está exento de caer) para decir directa o indirectamente: “Ustedes no son como yo. Ustedes son…” con la correspondiente descalificación, no vaya a ser cosa que no haya quedado suficientemente claro que él es una cosa y los otros son otra –muy inferior, claro está.

Dice San Juan Crisóstomo: “Si ves alguno abatido, no digas: "Es un necio", sino que, sea gentil o judío, si necesita auxilio, no caviles; tiene derecho a tu favor, cualquiera que sea el daño que le haya sobrevenido”.        

¡Cuán diferente es la actitud del Padre Juan Carlos Ceriani, en su última diatriba!

Porque luego de argumentar contra Monseñor Williamson –cosa que ahora no discutiremos porque no todos los fundamentos o razones del P. Ceriani son equivocados, de hecho por si no se enteró no somos ni deseamos ser una Resistencia obsecuente y ciega-, al llegar al final de su “Respuesta a Mons. Williamson” en Radio Cristiandad, saca a relucir el orgullo que mira de arriba a los otros y desdeñosamente anuncia:

“Si así le fue con la Fraternidad…, dejando pasar el tiempo para juzgar…, podemos ir previendo lo que pasará con la Resistencia Fláccida”.

Antes de ello, el Padre Ceriani se quejó una y otra vez de que muchas veces no le contestaran sus cartas. ¡Por supuesto! ¿Puede sorprendernos? ¿Qué esperaba? Escribiendo con un desprecio petulante hacia los otros, en ese estilo pendenciero y desdeñoso ¿pretendía que los demás le contestasen? Llame a los valiosos sacerdotes de la Resistencia “fláccidos” y ¿usted creerá que le van a contestar sus cartas, Padre Ceriani? ¿Usted cree que lo verán con buenos ojos cuando insiste en menospreciarlos? ¿Se ganará su respeto? ¿A quién ayuda con esa soberbia, con esa arrogancia farisaica el Padre Ceriani? ¿Pretende ayudar a los que se han equivocado y no ven las cosas tan “claras” como él? ¿Los acerca o los aleja de Usted a los sacerdotes y fieles antiacuerdistas y antiliberales, llamándolos “fláccidos”? ¿O es que pretende alejarlos de Usted porque no están a su altura? ¿Son todos traidores y Usted el gran sabio? ¿Eso es lo que sugiere cuando dice “Los que han reaccionado a partir mayo de 2012 han aceptado, al igual que Monseñor Williamson, el Motu proprio, el levantamiento de la excomunión, la no identificación de la Iglesia Oficial con la Iglesia Conciliar, las vergonzosas discusiones doctrinales con la Roma anticristo, y un largo etcétera del repertorio anecdótico…”? Y cuando usted dice de Mons. Williamson que “Si así le fue con la Fraternidad…, dejando pasar el tiempo para juzgar”, ¿acaso puede decirse que Usted fue tan rápido, Padre Ceriani? En su escrito afirma que ya en el año 2000 se empezó a dar cuenta de que las cosas iban mal en la Fraternidad…¡pero no se salió de ella hasta el año 2009! ¡Nueve años! ¿Y ahora pretende que los que han entendido muchas cosas graves que ocurrían recién hace un año atrás, se vayan de inmediato de la Fraternidad, cuando no tienen las “luces” que tiene Usted, que tardó nueve años? Y si Usted quiere ayudarlos a ver más claro y que combatan mejor este combate, ¿pretende ayudarlos con su altivo desdén, con ese desprecio con que se refiere a ellos? ¿Tal vez podamos recordar a San Isidoro de Sevilla cuando escribía “Muchos hay que al enseñar no son humildes en la exposición, sino arrogantes y que aún lo bueno que predican no lo anuncian por deseo de corrección, sino por vicio de grandilocuencia  o también “Los doctores soberbios saben más de herir que de curar. Es Salomón quien (Prov. XIV, 9) atestigua: En la boca del insensato está la vara de su soberbia, porque reprendiendo con rigor hieren y desconocen el compadecer con humildad”? ¿O al Kempis cuando dice: “Si te parece que sabes mucho y entiendes muy bien, ten por cierto que es más lo que ignoras”?

Y para seguir con la Imitación:
Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te conozcan y que te estimen en nada.
Esta es altísima y utilísima lección, el verdadero conocimiento y desprecio de sí mismo.
Gran sabiduría y perfección es sentir siempre bien y grandes cosas de otros y tenerse y reputarse en nada.
Si vieres alguno pecar públicamente o cometer cosas graves, no te debes estimar por mejor, porque no sabes cuánto podrás perseverar en el bien.
Todos somos débiles; mas tú no tengas a alguno por más débil que a ti
(L. I, C.II).

“No te ensoberbezcas de tus obras –nos dice en el capítulo VII- porque de otra manera son los juicios de Dios que los de los hombres, al cual muchas veces desagrada lo que a ellos contenta.
Si tuvieres algún bien, piensa que son mejores los otros, y así conservarás la humildad. No te daña el sujetarte a todos, mas es muy peligroso si te antepones a solo uno. Continua paz tiene el humilde; mas en el corazón del soberbio hay saña y desdén muchas veces”.

Cuidado, porque como dice San Pablo, “Dios ha escogido a los necios según el mundo, para confundir a los sabios; y Dios ha escogido a los flacos del mundo, para confundir a los fuertes; y a las cosas viles y despreciables del mundo, y a aquellas que no valían nada, para destruir las que valen; a fin de que ninguna carne se jacte ante su acatamiento” (I Cor. I, 27-29).

El mismo Apóstol de los Gentiles dice de sí mismo con absoluta sencillez: “Yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no llegué anunciándoos el testimonio de Dios con superioridad de palabra o de sabiduría, porque me propuse no saber entre vosotros otra cosa sino a Jesucristo, y Éste crucificado. Y, efectivamente, llegué a vosotros con debilidad, con temor, y con mucho temblor. Y mi lenguaje y mi predicación no consistieron en discursos persuasivos de sabiduría (humana), sino en manifestación de Espíritu y de poder; para que vuestra fe no se funde en sabiduría de hombres, sino en una fuerza divina” (I Cor. II 1-5).

Se nos dirá que lo importante es decir la verdad, no cómo se dice. Concedemos que “hoy día todo aquel que afirma la verdad rotundamente es ‘polemista’” (al decir del Padre Castellani sobre Belloc). Pero lejos de llevar hacia ese punto la cuestión, nuevamente remitimos hacia la frase resaltada por nosotros que escribiera el Padre Ceriani, una frase insultante que si él es capaz de juzgarla “objetivamente” una verdad, su falta de caridad al vertirla desdeñosamente sobre los “acusados” simplemente vuelve esa “verdad” inútil y gratuita, como un simple adorno con que autocomplacerse su autor. De ese modo, además, el Padre Ceriani vuelve en enemigos a quienes podrían coincidir en muchos puntos con él, ya que no son liberales.

Si alguno se imagina que sabe algo, nada sabe todavía como se debe saber” dice San Pablo. Porque la ciencia no es Sabiduría si no hay en ella caridad. Pues “si uno ama a Dios, ése es de Él conocido” (I Cor VIII, 3) y no puede amarse a Dios sin el amor al prójimo. Entonces, todos nosotros debemos recordar que “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia (I Pe V, 5)”. Por lo tanto debemos tener cuidado porque el orgullo farisaico es la gran tentación de los tradicionalistas.

“Pero la ciencia infla, en tanto que la caridad edifica”.

¿Qué es lo que edifican el Padre Ceriani y su “Resistencia rígida o dura”, por oposición a la “Resistencia fláccida” por él bautizada? Lo único que vemos es hinchazón y protesta, diatribas y discusiones, contiendas e ira, las obras de la carne que denunciara San Pablo en su carta a los Gálatas;  y no la sincera actitud de tender la mano al que se juzga equivocado para atraerlo hacia la verdad. Por eso ¿puede decirse que el Padre Ceriani es confiable? Para nosotros, no lo es. Lo que no nos impide ofrecerle nuestras oraciones por él a la Reina del Cielo, porque sabemos que el Padre Ceriani ha sido un hombre muy valioso para la obra de Monseñor Lefebvre.



Fray Llaneza