martes, 21 de abril de 2020

LA BIBLIA Y EL CASTIGO DE DIOS







En lo que sigue presentamos algunos textos bíblicos sobre el castigo divino.
Hemos hecho una simple búsqueda en una concordancia bíblica de la raíz “castig”, y aquí ponemos algunos de los resultados, no solamente del Antiguo Testamento, sino también del Nuevo Testamento.  
Obviamente que muchos otros textos bíblicos hablan del castigo divino aunque no incluyan ninguna palabra con la raíz “castig”.
Por ejemplo:
Luc. 13, 28: Allí será el llanto y el crujir de dientes cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros echados fuera.
Rom. 3, 5 – 6: Y si nuestra injusticia hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Acaso es injusto el Dios que expresa su ira? (Hablo en términos humanos). ¡De ningún modo! Pues de otra manera, ¿cómo juzgaría Dios al mundo?…
También agregamos algunos de estos textos. En realidad hay muchos pasajes clásicos que no hemos citado, para no terminar copiando media Biblia.
Comenzamos con el Antiguo Testamento, teniendo presentes estas palabras de Nuestro Señor Jesucristo:
Mt 5, 17 – 18: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.”
Sin embargo, como veremos, la parte más extensa de este “post” corresponde al Nuevo Testamento. Es cierto que eso se puede deber en parte a nuestra selección, pero de todos modos…
Los resaltados en negrita son nuestros.
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Dios castiga los pecados de los hombres.
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Gen. 2, 15 - 17 Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto comerás; Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él comieres, morirás.
Gen. 3, 14 – 19: Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo comerás todos los días de tu vida: Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera tus dolores y tus preñeces; con dolor parirás los hijos; y a tu marido será tu deseo, y él se enseñoreará de ti. Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo, No comerás de él; maldita será la tierra por amor de ti; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida; Espinos y cardos te producirá, y comerás hierba del campo; En el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra; porque de ella fuiste tomado: pues polvo eres, y al polvo serás tornado.”
Gen. 3, 22 – 24: Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros sabiendo el bien y el mal: ahora, pues, porque no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y sacólo Jehová del huerto de Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía a todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida.
Gen. 4, 9 - 13: Y Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé; ¿soy yo guarda de mi hermano?  Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.  Ahora pues, maldito seas tú de la tierra que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano de tu mano:  cuando labrares la tierra, no te volverá a dar su fuerza: errante y extranjero serás en la tierra. Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado.
Gen. 4, 15: Y le respondió Jehová: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Jehová puso una señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara.
Gen. 4, 15: Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad.
Ex. 8, 2: Y si no lo quisieres dejar ir, he aquí yo castigaré con ranas todos tus territorios.
Deut. 11, 2: Y comprended hoy, porque no hablo con vuestros hijos que no han sabido ni visto el castigo de Jehová vuestro Dios, su grandeza, su mano poderosa, y su brazo extendido,
Sal. 39, 11: Con castigos por el pecado corriges al hombre, y deshaces como polilla lo más estimado de él; Ciertamente vanidad es todo hombre. Selah
Prov. 10,10: El que guiña el ojo acarrea tristeza; y el necio de labios será castigado.
Prov. 11, 21: Tarde o temprano, el malo será castigado; mas la descendencia de los justos será librada.
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Dios castiga a las naciones paganas. El castigo divino es una parte esencial de la historia de la humanidad según la Escritura.
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1 Sam. 15, 2: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Yo castigaré lo que hizo Amalec a Israel al oponérsele en el camino cuando subía de Egipto.
1 Cro. 16, 21: No permitió que nadie los oprimiese; antes por amor de ellos castigó a los reyes.
Sal. 59, 5: Y tú, Jehová Dios de los ejércitos, Dios de Israel, despierta para castigar a todas las naciones; no tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad. Selah
Sal. 94, 10: El que castiga a las naciones, ¿no reprenderá? ¿No sabrá el que enseña al hombre la
ciencia?
Sal. 105, 14: No consintió que nadie los agraviase, y por causa de ellos castigó a los reyes.
Sal. 149, 7: Para ejecutar venganza entre las naciones, y castigo entre los pueblos;
Is. 2, 19: Y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la  presencia temible de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando él se levante  para castigar la tierra.
Is. 10, 12: Pero acontecerá que después que el Señor haya acabado toda su obra en el monte de Sion y en Jerusalén, castigará el fruto de la soberbia del corazón del rey de Asiria, y la gloria de la altivez de sus ojos.
Is. 13, 11: Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes.
Is. 24, 21: Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra.
Is. 26, 21: Porque he aquí que Jehová sale de su lugar para castigar al morador de la tierra por su  maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada sobre ella, y no encubrirá ya más a sus muertos.
Jer. 25, 12: Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia y a aquella nación por su maldad, ha dicho Jehová, y a la tierra de los caldeos; y la convertiré en desiertos para siempre.
Jer. 27, 8: Y a la nación y al reino que no sirviere a Nabucodonosor rey de Babilonia, y que no pusiere su cuello debajo del yugo del rey de Babilonia, castigaré a tal nación con espada y con hambre y con pestilencia, dice Jehová, hasta que la acabe yo por su mano.
Jer. 48, 44: El que huyere del miedo caerá en el hoyo, y el que saliere del hoyo será preso en el lazo; porque yo traeré sobre él, sobre Moab, el año de su castigo, dice Jehová.
Jer. 49, 8: Huid, volveos atrás, habitad en lugares profundos, oh moradores de Dedán; porque el quebrantamiento de Esaú traeré sobre él en el tiempo en que lo castigue.
Jer. 50, 18: Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Yo castigo al rey de Babilonia y a su tierra, como castigué al rey de Asiria.
Jer. 50, 8 – 10: Huid de en medio de Babilonia, y salid de la tierra de los caldeos, y sed como los machos cabríos que van delante del rebaño. Porque yo levanto y hago subir contra Babilonia reunión de grandes pueblos de la tierra del norte; desde allí se prepararán contra ella, y será tomada; sus flechas son como de valiente diestro, que no volverá vacío. Y Caldea será para botín; todos los que la saquearen se saciarán, dice Jehová.
Ez. 30, 3: Porque cerca está el día, cerca está el día de Jehová; día de nublado, día de castigo de las naciones será.
Am. 1, 3: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque trillaron a Galaad con trillos de hierro.
Am. 1, 6: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Gaza, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque llevó cautivo a todo un pueblo para entregarlo a Edom.
Am. 1, 9: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Tiro, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque entregaron a todo un pueblo cautivo a Edom, y no se acordaron del pacto de hermanos.
Am. 1, 11: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Edom, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque persiguió a espada a su hermano, y violó todo afecto natural; y en su furor le ha robado siempre, y perpetuamente ha guardado el rencor.
Am. 1, 13: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de los hijos de Amón, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque para ensanchar sus tierras abrieron a las mujeres de Galaad que estaban encintas.
Am. 2, 1: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Moab, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos.
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Dios castiga como un Padre amoroso.
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Deut. 8, 5: Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga.
2 Sam. 7, 14: Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres;
Prov. 3, 11-12: No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, ni te fatigues de su corrección; Porque Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo a quien quiere.
Jer. 31, 18: Escuchando, he oído a Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Jehová mi Dios.
Jer. 30, 11: Porque yo estoy contigo para salvarte, dice Jehová, y destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo.
Jer. 46, 28: Tú, siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, porque yo estoy contigo; porque destruiré a todas las naciones entre las cuales te he dispersado; pero a ti no te destruiré del todo, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo.
Jer. 30, 20: Y serán sus hijos como antes, y su congregación delante de mí será confirmada; y castigaré a todos sus opresores.
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Dios castiga y perdona al que se arrepiente.
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2 Cro, 20, 9: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y delante de ti, (porque tu nombre está en esta casa,) y a causa de nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás.
Is. 26, 16: Jehová, en la tribulación te buscaron; derramaron oración cuando los castigaste.
Is. 60, 10: Y extranjeros edificarán tus muros, y sus reyes te servirán; porque en mi ira te castigué, mas en mi buena voluntad tendré de ti misericordia.
Joel 2, 13: Rasgad vuestro corazón, y no vuestros vestidos, y convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo.
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Dios no da siempre todo el castigo merecido.
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Esd. 9: 13: Mas después de todo lo que nos ha sobrevenido a causa de nuestras malas obras, y a causa de nuestro gran pecado, ya que tú, Dios nuestro, no nos has castigado de acuerdo con nuestras iniquidades, y nos diste un remanente como este,
Sal. 118, 18: Me castigó gravemente el Señor, mas no me entregó a la muerte.
Jer. 10, 24: Castígame, oh Jehová, mas con juicio; no con tu furor, para que no me aniquiles.
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Por todo ello, Dios castiga muy en particulaa su propio pueblo de Israel.
Ese castigo suele tener un carácter colectivo: todo el pueblo es castigado cuando han abundado en medio de él las infidelidades, los pecados, las idolatrías. En efecto, los dos grandes castigos que sufre Israel en el Antiguo Testamento, la invasión del Reino del Norte por los asirios y la invasión del Reino del Sur por los babilonios, con la posterior deportación a Babilonia, afectan a todo el pueblo de Israel.
Eso se compadece con la posible santidad individual de los que sufren estas penas junto con todo su pueblo, como el profeta Ezequiel, por ejemplo, deportado a Babilonia.  
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Ex. 32, 34: Ve, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel irá delante de ti; pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado.
Lev. 26, 18: Y si aun con estas cosas no me oyereis, yo volveré a castigaros siete veces más por vuestros pecados.
Lev. 26, 43: Pero la tierra será abandonada por ellos, y gozará sus días de reposo, estando desierta a causa de ellos; y entonces se someterán al castigo de sus iniquidades; por cuanto menospreciaron mis ordenanzas, y su alma tuvo fastidio de mis estatutos.
Num. 14, 34: Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo.
1 Cro. 27, 24: Joab hijo de Sarvia había comenzado a contar; pero no acabó, pues por esto vino el castigo sobre Israel, y así el número no fue puesto en el registro de las crónicas del rey David.
Job 31, 33: Porque temí el castigo de Dios, contra cuya majestad yo no tendría poder.
Sal. 6, 1: Jehová, no me reprendas en tu enojo, ni me castigues con tu ira.
Sal. 89, 32: Entonces castigaré con vara su rebelión, y con azotes sus iniquidades.
Is. 1, 5: ¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente.
Is. 9, 13: Pero el pueblo no se convirtió al que lo castigaba, ni buscó a Jehová de los ejércitos.
Is. 10, 3: ¿Y qué haréis en el día del castigo? ¿A quién os acogeréis para que os ayude, cuando venga de lejos el asolamiento? ¿En dónde dejaréis vuestra gloria?
Is. 57, 6: En las piedras lisas del valle está tu parte; ellas, ellas son tu suerte; y a ellas derramaste libación, y ofreciste presente. ¿No habré de castigar estas cosas?
Jer. 5, 9: ¿No había de castigar esto? dijo Jehová. De una nación como esta, ¿no se había de vengar mi alma?
Jer. 6, 6: Porque así dijo Jehová de los ejércitos: Cortad árboles, y levantad vallado contra Jerusalén; esta es la ciudad que ha de ser castigada; toda ella está llena de violencia.
Jer. 6, 15: ¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado, ni aun saben tener vergüenza; por tanto, caerán entre los que caigan; cuando los castigue caerán, dice Jehová.
Jer. 9, 25: He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo incircunciso;
Jer. 11, 15: ¿Qué derecho tiene mi amada en mi casa, habiendo hecho muchas abominaciones? ¿Crees que los sacrificios y las carnes santificadas de las víctimas pueden evitarte el castigo? ¿Puedes gloriarte de eso?
Jer. 14, 10: Así ha dicho Jehová acerca de este pueblo: Se deleitaron en vagar, y no dieron reposo a sus pies; por tanto, Jehová no se agrada de ellos; se acordará ahora de su maldad, y castigará sus pecados.
Jer. 15, 3: Y enviaré sobre ellos cuatro géneros de castigo, dice Jehová: espada para matar, y perros para despedazar, y aves del cielo y bestias de la tierra para devorar y destruir.
Jer. 21, 24: Yo os castigaré conforme al fruto de vuestras obras, dice Jehová, y haré encender fuego en su bosque, y consumirá todo lo que está alrededor de él.
Jer. 22, 3 – 9:  Así ha dicho Jehová: Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este lugar. Porque si efectivamente obedeciereis esta palabra, los reyes que en lugar de David se sientan sobre su trono, entrarán montados en carros y en caballos por las puertas de esta casa; ellos, y sus criados y su pueblo. Mas si no oyereis estas palabras, por mí mismo he jurado, dice Jehová, que esta casa será desierta. Porque así ha dicho Jehová acerca de la casa del rey de Judá: Como Galaad eres tú para mí, y como la cima del Líbano; sin embargo, te convertiré en soledad, y como ciudades deshabitadas. Prepararé contra ti destruidores, cada uno con sus armas, y cortarán tus cedros escogidos y los echarán en el fuego. Y muchas gentes pasarán junto a esta ciudad, y dirán cada uno a su compañero: ¿Por qué hizo así Jehová con esta gran ciudad? Y se les responderá: Porque dejaron el pacto de Jehová su Dios, y adoraron dioses ajenos y les sirvieron.”
Jer. 32, 18: Y castigaré su maldad en él, y en su descendencia y en sus siervos; y traeré sobre ellos, y sobre los moradores de Jerusalén y sobre los varones de Judá, todo el mal que les he anunciado y no escucharon.
Jer. 44, 13: Pues castigaré a los que moran en tierra de Egipto como castigué a Jerusalén, con espada, con hambre y con pestilencia.
Jer. 44, 29: Y esto tendréis por señal, dice Jehová, de que en este lugar os castigo, para que sepáis que de cierto permanecerán mis palabras para mal sobre vosotros.
Lam. 4, 22: Se ha cumplido tu castigo, oh hija de Sion; nunca más te hará llevar cautiva. Castigará tu iniquidad, oh hija de Edom; Descubrirá tus pecados.
Ez. 7, 9: Y mi ojo no perdonará, ni tendré misericordia; según tus caminos pondré sobre ti, y en medio de ti estarán tus abominaciones; y sabréis que yo Jehová soy el que castiga.
Ez. 16, 18: Sufre tú el castigo de tu lujuria y de tus abominaciones, dice Jehová.
Os. 1, 4: Y le dijo Jehová: Ponle por nombre Jezreel; porque de aquí a poco yo castigaré a la casa de Jehú por causa de la sangre de Jezreel, y haré cesar el reino de la casa de Israel.
Os. 2, 13: Y la castigaré por los días en que incensaba a los baales, y se adornaba de sus zarcillos y de sus joyeles, y se iba tras sus amantes y se olvidaba de mí, dice Jehová.
Os. 4, 14: No castigaré a vuestras hijas cuando forniquen, ni a vuestras nueras cuando adulteren; porque ellos mismos se van con rameras, y con malas mujeres sacrifican; por tanto, el pueblo sin entendimiento caerá.
Os. 5, 3 – 14:  Yo conozco a Efraín, e Israel no me es desconocido; porque ahora, oh Efraín, te has prostituido, y se ha contaminado Israel. No piensan en convertirse a su Dios, porque espíritu de fornicación está en medio de ellos, y no conocen a Jehová. La soberbia de Israel le desmentirá en su cara; Israel y Efraín tropezarán en su pecado, y Judá tropezará también con ellos. Con sus ovejas y con sus vacas andarán buscando a Jehová, y no le hallarán; se apartó de ellos. Contra Jehová prevaricaron, porque han engendrado hijos extraños; ahora en un solo mes serán consumidos ellos y sus heredades.  Tocad bocina en Gabaa, trompeta en Ramá: sonad alarma en Bet-avén; tiembla, oh Benjamín. Efraín será asolado en el día del castigo; en las tribus de Israel hice conocer la verdad. Los príncipes de Judá fueron como los que traspasan los linderos; derramaré sobre ellos como agua mi ira.  Efraín es vejado, quebrantado en juicio, porque quiso andar en pos de vanidades. Yo, pues, seré como polilla a Efraín, y como carcoma a la casa de Judá. Y verá Efraín su enfermedad, y Judá su llaga; irá entonces Efraín a Asiria, y enviará al rey Jareb; mas él no os podrá sanar, ni os curará la llaga. Porque yo seré como león a Efraín, y como cachorro de león a la casa de Judá; yo, yo arrebataré, y me iré; tomaré, y no habrá quien liberte.”
Os 6, 1 - 3a) Volvamos al Señor. Él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos hirió, nos vendará. En dos días nos sanará, y al tercero nos levantará, y viviremos en su presencia.”
Os. 7, 12: Cuando fueren, tenderé sobre ellos mi red; les haré caer como aves del cielo; les castigaré conforme a lo que se ha anunciado en sus congregaciones.
Os. 8 13: En los sacrificios de mis ofrendas sacrificaron carne, y comieron; no los quiso Jehová; ahora se acordará de su iniquidad, y castigará su pecado; ellos volverán a Egipto.
Os. 9, 7: Vinieron los días del castigo, vinieron los días de la retribución; e Israel lo conocerá. Necio es el profeta, insensato es el varón de espíritu, a causa de la multitud de tu maldad, y grande odio.
Os. 9, 9: Llegaron hasta lo más bajo en su corrupción, como en los días de Gabaa; ahora se acordará de su iniquidad, castigará su pecado.
Os. 10, 10: Y los castigaré cuando lo desee; y pueblos se juntarán sobre ellos cuando sean atados por su doble crimen.
Os. 12, 2: Pleito tiene Jehová con Judá para castigar a Jacob conforme a sus caminos; le pagará conforme a sus obras.
Am. 2, 1: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres.
Am. 2, 6: Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos.
Am. 3, 2: A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades.
Am. 3, 14: Que el día que castigue las rebeliones de Israel, castigaré también los altares de Bet-el; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra.
Miq 6, 9: La voz de Jehová clama a la ciudad; es sabio temer a tu nombre. Prestad atención al castigo, y a quien lo establece.
Miq. 7, 4: El mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de tu castigo viene, el que anunciaron tus atalayas; ahora será su confusión.
Sof. 1, 8: Y en el día del sacrificio de Jehová castigaré a los príncipes, y a los hijos del rey, y a todos los que visten vestido extranjero.
Sof. 1, 12: Acontecerá en aquel tiempo que yo escudriñaré a Jerusalén con linterna, y castigaré a los hombres que reposan tranquilos como el vino asentado, los cuales dicen en su corazón: Jehová ni hará bien ni hará mal.
Sof. 3, 7: Dije: Ciertamente me temerá; recibirá corrección, y no será destruida su morada según todo aquello por lo cual la castigué. Mas ellos se apresuraron a corromper todos sus hechos.
Zac. 10, 3: Contra los pastores se ha encendido mi enojo, y castigaré a los jefes; pero Jehová de los ejércitos visitará su rebaño, la casa de Judá, y los pondrá como su caballo de honor en la guerra.
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También envía Dios a veces castigos particulares por pecados particulares.
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Jer. 11, 22 - 23: así, pues, ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los castigaré; los jóvenes morirán a espada, sus hijos y sus hijas morirán de hambre, y no quedará remanente de ellos, pues yo traeré mal sobre los varones de Anatot, el año de su castigo.
Jer. 29, 32: por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí que yo castigaré a Semaías de Nehelam y a su descendencia; no tendrá varón que more entre este pueblo, ni verá el bien que haré yo a mi pueblo, dice Jehová; porque contra Jehová ha hablado rebelión.
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En particular la Biblia señala el castigo de Dios a los sacerdotes y profetas, cuando no son fieles a su misión:
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Jer. 23, 2: Por tanto, así ha dicho Jehová Dios de Israel a los pastores que apacientan mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Jehová.
Jer. 23, 34: Y al profeta, al sacerdote o al pueblo que dijere: Profecía de Jehová, yo enviaré castigo sobre tal hombre y sobre su casa.
Jer. 23, 12: 11-12:  Porque tanto el profeta como el sacerdote son impíos; aun en mi casa hallé su maldad, dice Jehová. Por tanto, su camino será como resbaladeros en oscuridad; serán empujados, y caerán en él; porque yo traeré mal sobre ellos en el año de su castigo, dice Jehová.
Os. 4, 9: Y será el pueblo como el sacerdote; le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus obras.
Os. 5, 1 - 2: Sacerdotes, oíd esto, y estad atentos, casa de Israel, y casa del rey, escuchad; porque para vosotros es el juicio, pues habéis sido lazo en Mizpa, y red tendida sobre Tabor.
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En el Nuevo Testamento, tenemos entre otros los siguientes pasajes:
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Mt 5, 21 -  26:  Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, será condenado por el tribunal. Y todo aquel que lo insulta, será castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, será condenado a la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
Mt. 5, 29 - 30: Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.  Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
Mt. 7, 18 – 20: Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.
Mt. 8, 11 – 12: Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes.
Mat. 10, 14 - 15: Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.
Mt. 10, 28: No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
Mt. 10, 32 – 33: Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres.
Mat. 11, 20 - 24: Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. “¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú.
Mt. 12, 36: Pero les aseguro que en el día del Juicio, los hombres rendirán cuenta de toda palabra vana que hayan pronunciado. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
Mt. 12, 41: El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás. El día del Juicio, la Reina del Sur se levantará contra esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón.
Mt. 13, 41 – 43: El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!
Mt. 13, 49 – 50: Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Mt. 15, 12 – 14: Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron: “¿Sabes que los fariseos se escandalizaron al oírte hablar así?” Él les respondió: “Toda planta que no haya plantado mi Padre celestial, será arrancada de raíz. Déjenlos: son ciegos que guían a otros ciegos. Pero si un ciego guía a otro, los dos caerán en un pozo".
Mt. 16, 26 – 27: ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
Mt. 18, 6 – 9: Pero si alguien escandaliza a uno de estos pequeños que creen en mí, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo hundieran en el fondo del mar. ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Es inevitable que existan, pero ¡ay de aquel que los causa!
Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti, porque más te vale entrar en la Vida manco o lisiado, que ser arrojado con tus dos manos o tus dos pies en el fuego eterno.  Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo y tíralo lejos, porque más te vale entrar con un solo ojo en la Vida, que ser arrojado con tus dos ojos en la Gehena del fuego.  
Mt. 18, 34 – 35: E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos.
Mt. 22, 11 - 14: Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. “Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?” El otro permaneció en silencio. Entonces el rey dijo a los guardias: “Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes“. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos”
Mt. 23, 29 – 36: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas” ! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres! ¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo podrán escapar a la condenación de la Gehena?  Por eso, yo voy a enviarles profetas, sabios y escribas; ustedes matarán y crucificarán a unos, azotarán a otros en las sinagogas, y los perseguirán de ciudad en ciudad. Así caerá sobre ustedes toda la sangre inocente derramada en la tierra, desde la sangre del justo Abel, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al que ustedes asesinaron entre el santuario y el altar. Les aseguro que todo esto sobrevendrá a la presente generación.
Mt. 23, 37 – 39: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste! Por eso, a ustedes la casa les quedará desierta. Les aseguro que ya no me verán más, hasta que digan: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
Mt. 24, 1 – 2: Jesús salió del Templo y, mientras iba caminando, sus discípulos se acercaron a él para hacerle notar las construcciones del Templo. Pero él les dijo: “¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará aquí piedra sobre piedra: todo será destruido“.
Mt. 24, 37 – 41: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Los mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Mat. 24, 48 - 51: Pero si es un mal servidor, que piensa: “Mi señor tardará", y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
Mt. 25, 26 – 30: Pero el señor le respondió: “Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes“.
Mat. 25, 41 - 46: Luego dirá a los de la izquierda: “Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron". Estos, a su vez, le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?” Y él les responderá: “Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo". Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna".
Mc. 6, 11: Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
Mc. 14: 21: 14:21 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!
Lc. 1, 19 - 20 El Ángel le respondió: “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".
Lc. 3, 7 – 9:  Juan decía a la multitud que venía a hacerse bautizar por él: “Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? Produzcan los frutos de una sincera conversión, y no piensen: “Tenemos por padre a Abraham". Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego“.
Lc. 3, 15 - 17 Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo a todos: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible“.
Lc. 6, 24 - 26 Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas! ¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!
Luc. 12, 46 - 48: vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.
Lc. 13, 1-5:  En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera“.
13, 6 – 9 Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?” Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás“".
Lc. 13, 22 – 27: Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” Él respondió: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo: “Señor, ábrenos". Y él les responderá: “No sé de dónde son ustedes". Entonces comenzarán a decir: “Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas". Pero él les dirá: “No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!”
Lc. 16, 22 - 25 El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan". “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.
Lc. 17, 26 – 30:  En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos. Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre.
Lc. 19, 41 – 44: Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: “¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios“.
Lc. 20, 13 – 16: El dueño de la viña pensó entonces: “¿Qué haré? Voy a enviar a mi hijo muy querido: quizá tengan consideración con él". Pero los viñadores, al verlo, se dijeron: “Este es el heredero, vamos a matarlo, y la herencia será nuestra". Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron. ¿Qué hará con ellos el dueño de la viña? Vendrá, acabará con esos viñadores y entregará la viña a otros“.
Lc. 20, 46 – 47: “Tengan cuidado de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y en los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Esos serán juzgados con más severidad“.
Lc. 21, 20 – 24: Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad, que se alejen; y los que estén en los campos, que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse. ¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.
Lc. 23, 27 – 31:  Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: “¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?
Lc. 23, 39 – 41: Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
Jn. 3, 36: El que cree en el Hijo tiene Vida eterna. El que se niega a creer en el Hijo no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él“.
Jn. 5, 14: Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: “Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía“.
Jn. 5, 28 – 29: No se asombren: se acerca la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán de ellas: los que hayan hecho el bien, resucitarán para la Vida; los que hayan hecho el mal, resucitarán para el juicio.
Jn. 5, 45: No piensen que soy yo el que los acusaré ante el Padre; el que los acusará será Moisés, en el que ustedes han puesto su esperanza.
Jn. 9, 39: Después Jesús agregó: “He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven
Jn. 15, 5: Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Jn. 17, 12: Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese.
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Bueno, recién terminamos con los Evangelios. Veamos ahora el resto del NT:
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Hech. 1, 24 – 26: Y oraron así: “Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a cuál de los dos elegiste para desempeñar el ministerio del apostolado, dejado por Judas al irse al lugar que le correspondía“. Echaron suertes, y la elección cayó sobre Matías, que fue agregado a los once Apóstoles.
Hech. 5, 1 – 11: Un hombre llamado Ananías, junto con su mujer, Safira, vendió una propiedad, y de acuerdo con ella, se guardó parte del dinero y puso el resto a disposición de los Apóstoles. Pedro le dijo: “Ananías, ¿por qué dejaste que Satanás se apoderara de ti hasta el punto de engañar al Espíritu Santo, guardándote una parte del dinero del campo? ¿Acaso no eras dueño de quedarte con él? Y después de venderlo, ¿no podías guardarte el dinero? ¿Cómo se te ocurrió hacer esto? No mentiste a los hombres sino a Dios". Al oír estas palabras, Ananías cayó muerto. Un gran temor se apoderó de todos los que se enteraron de lo sucedido. Vinieron unos jóvenes, envolvieron su cuerpo y lo llevaron a enterrar. Unas tres horas más tarde, llegó su mujer, completamente ajena a lo ocurrido. Pedro le preguntó: “¿Es verdad que han vendido el campo en tal suma?” Ella respondió: “Sí, en esa suma". Pedro le dijo: “¿Por qué se han puesto de acuerdo para tentar así al Espíritu del Señor? Mira junto a la puerta las pisadas de los que acaban de enterrar a tu marido; ellos también te van a llevar a ti". En ese mismo momento, ella cayó muerta a sus pies; los jóvenes, al entrar, la encontraron muerta, la llevaron y la enterraron junto a su marido.” Un gran temor se apoderó entonces de toda la Iglesia y de todos los que oyeron contar estas cosas.
8, 18 – 24:  Al ver que por la imposición de las manos de los Apóstoles se confería el Espíritu Santo, Simón les ofreció dinero, diciéndoles: “Les ruego que me den ese poder a mí también, para que aquel a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo". Pedro le contestó: “Maldito sea tu dinero y tú mismo, porque has creído que el don de Dios se compra con dinero. Tú no tendrás ninguna participación en ese poder, porque tu corazón no es recto a los ojos de Dios. Arrepiéntete de tu maldad y ora al Señor: quizá él te perdone este mal deseo de tu corazón, porque veo que estás sumido en la amargura de la hiel y envuelto en los lazos de la iniquidad". Simón respondió: “Rueguen más bien ustedes al Señor, para que no me suceda nada de lo que acabas de decir“.
Hech. 12, 20 – 23: Herodes estaba en grave conflicto con los habitantes de Tiro y Sidón. Estos se pusieron de acuerdo para ir a verlo, y después de haberse conquistado a Blasto, el camarero del rey, solicitaron la reconciliación, ya que importaban sus víveres del territorio del rey. El día fijado, Herodes se sentó en su trono con la vestidura real y les dirigió la palabra. El pueblo comenzó a gritar: “¡Es un dios el que habla, no un hombre!” Pero en ese mismo instante, el Ángel del Señor lo hirió, por no haber dado gloria a Dios, y Herodes murió carcomido por los gusanos.
Hech. 13, 8 – 11: Pero los discípulos chocaron con la oposición de Barjesús —llamado Elimas, que significa mago— el cual quería impedir que el procónsul abrazara la fe. Saulo, llamado también Pablo, lleno del Espíritu Santo, clavó los ojos en él, y le dijo: “Hombre falso y lleno de maldad, hijo del demonio, enemigo de la justicia, ¿cuándo dejarás de torcer los rectos caminos del Señor? Ahora la mano del Señor va a caer sobre ti: quedarás ciego y privado por un tiempo de la luz del sol“. En ese mismo momento, se vio envuelto en oscuridad y tinieblas, y andaba a tientas buscando a alguien que le tendiera la mano.Al ver lo que había sucedido, el procónsul, profundamente impresionado por la doctrina del Señor, abrazó la fe.
Hech. 18, 5 – 6: Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó por entero a la predicación de la Palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Mesías. Pero como ellos lo contradecían y lo injuriaban, sacudió su manto en señal de protesta, diciendo: “Que la sangre de ustedes caiga sobre sus cabezas. Yo soy inocente de eso; en adelante me dedicaré a los paganos".
Rom. 1, 18 – 32: En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad. Porque todo cuanto se puede conocer acerca de Dios está patente ante ellos: Dios mismo se lo dio a conocer, ya que sus atributos invisibles —su poder eterno y su divinidad— se hacen visibles a los ojos de la inteligencia, desde la creación del mundo, por medio de sus obras. Por lo tanto, aquellos no tienen ninguna excusa:  en efecto, habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. Haciendo alarde de sabios se convirtieron en necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles. Por eso, dejándolos abandonados a los deseos de su corazón, Dios los entregó a una impureza que deshonraba sus propios cuerpos, ya que han sustituido la verdad de Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del Creador, que es bendito eternamente. Amén. Por eso, Dios los entregó también a pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Del mismo modo, los hombres, dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución merecida por su extravío. Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. Están llenos de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad; colmados de envidia, crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones. Son detractores, enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Y a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen.
Rom. 2, 1 – 11:  Por eso, tú que pretendes ser juez de los demás —no importa quién seas— no tienes excusa, porque al juzgar a otros, te condenas a ti mismo, ya que haces lo mismo que condenas. Sabemos que Dios juzga de acuerdo con la verdad a los que se comportan así. Tú que juzgas a los que hacen esas cosas e incurres en lo mismo, ¿acaso piensas librarte del Juicio de Dios? ¿O desprecias la riqueza de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, sin reconocer que esa bondad te debe llevar a la conversión? Por tu obstinación en no querer arrepentirte, vas acumulando ira para el día de la ira, cuando se manifiesten los justos juicios de Dios, que retribuirá a cada uno según sus obras.  Él dará la Vida eterna a los que por su constancia en la práctica del bien, buscan la gloria, el honor y la inmortalidad. En cambio, castigará con la ira y la violencia a los rebeldes, a los que no se someten a la verdad y se dejan arrastrar por la injusticia. Es decir, habrá tribulación y angustia para todos los que hacen el mal: para los judíos, en primer lugar, y también para los que no lo son.  Y habrá gloria, honor y paz para todos los que obran el bien: para los judíos, en primer lugar, y también para los que no lo son, porque Dios no hace acepción de personas.
Rom. 5, 12: Por lo tanto, por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.
Rom. 6, 23: Porque el salario del pecado es la muerte, mientras que el don gratuito de Dios es la Vida eterna, en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Rom. 13, 1 - 4: Todos deben someterse a las autoridades constituidas, porque no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen han sido establecidas por él. En consecuencia, el que resiste a la autoridad se opone al orden establecido por Dios, atrayendo sobre sí la condenación. Los que hacen el bien no tienen nada que temer de los gobernantes, pero sí los que obran mal. Si no quieres sentir temor de la autoridad, obra bien y recibirás su elogio. Porque la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero teme si haces el mal, porque ella no ejerce en vano su poder, sino que está al servicio de Dios para hacer justicia y castigar al que obra mal.
1 Co. 3, 16 – 17: ¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo.
1 Co. 4, 5: Por eso, no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.
1 Co. 5, 1 – 5: Es cosa pública que se cometen entre ustedes actos deshonestos, como no se encuentran ni siquiera entre los paganos, ¡a tal extremo que uno convive con la mujer de su padre! ¡Y todavía se enorgullecen, en lugar de estar de duelo para que se expulse al que cometió esa acción! En lo que a mí respecta, estando ausente con el cuerpo pero presente con el espíritu, ya lo he juzgado, como si yo mismo estuviera allí. Es necesario que ustedes y yo nos reunamos espiritualmente, en el nombre y con el poder de nuestro Señor Jesús, para que este hombre sea entregado a Satanás: así se perderá su carne, pero se salvará su espíritu en el Día del Señor.
1 Co. 6, 9 - 10: ¿Ignoran que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No se hagan ilusiones: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los pervertidos, ni los ladrones, ni los avaros, ni los bebedores, ni los difamadores, ni los usurpadores heredarán el Reino de Dios.
1 Co. 10, 1-13: Porque no deben ignorar, hermanos, que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés.  También todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto. Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres. No adoren a falsos dioses, como hicieron algunos de ellos, según leemos en la Escritura: El pueblo se sentó a comer y a beber, y luego se levantó para divertirse. No forniquemos, como algunos de ellos, y por eso, en castigo, murieron veintitrés mil en un solo día. No provoquemos al Señor, como hicieron algunos de ellos, y perecieron víctimas de las serpientes. No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Ángel exterminador. Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer! Hasta ahora, ustedes no tuvieron tentaciones que superen sus fuerzas humanas. Dios es fiel, y él no permitirá que sean tentados más allá de sus fuerzas. Al contrario, en el momento de la tentación, les dará el medio de librarse de ella, y los ayudará a soportarla.
1 Co. 11, 32: 27 “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.”
2 Co. 5, 10: Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas, lo que mereció durante su vida mortal.
Gal. 5, 19 – 21: Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios.
Gal. 6, 7 – 8: No se engañen: nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra:
el que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el Espíritu, del Espíritu recogerá la Vida eterna.
Ef. 2, 1 – 3: Ustedes estaban muertos a causa de las faltas y pecados que cometían, cuando vivían conforme al criterio de este mundo, según el Príncipe que domina en el espacio, el mismo Espíritu que sigue actuando en aquellos que se rebelan. Todos nosotros también nos comportábamos así en otro tiempo, viviendo conforme a nuestros deseos carnales y satisfaciendo las apetencias de la carne y nuestras malas inclinaciones, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás.
Ef. 5, 5 – 7:  Y sépanlo bien: ni el hombre lujurioso, ni el impuro, ni el avaro —que es un idólatra— tendrán parte en la herencia del Reino de Cristo y de Dios. No se dejen engañar por falsas razones: todo eso atrae la ira de Dios sobre los que se resisten a obedecerle. ¡No se hagan cómplices de los que obran así!
Fil. 3, 18 – 19: Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que debería avergonzarlos, y sólo aprecian las cosas de la tierra.
Col. 3, 5 -6: Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría. Estas cosas provocan la ira de Dios sobre los rebeldes.
1 Tes. 1, 9 – 10: Ellos mismos cuentan cómo ustedes me han recibido y cómo se convirtieron a Dios, abandonando los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar a su Hijo, que vendrá desde el cielo: Jesús, a quien él resucitó y que nos libra de la ira venidera.
1 Tes. 2, 14 – 16: En efecto, ustedes, hermanos, siguieron el ejemplo de las Iglesias de Dios, unidas a Cristo Jesús, que están en Judea, porque han sufrido de parte de sus compatriotas el mismo trato que ellas sufrieron de parte de los judíos. Ellos mataron al Señor Jesús y a los profetas, y también nos persiguieron a nosotros; no agradan a Dios y son enemigos de todos los hombres, ya que nos impiden predicar a los paganos para que se salven. Así, constantemente están colmando la medida de sus pecados, pero la ira de Dios ha caído sobre ellos para siempre.
1 Tes. 4, 3 – 6: La voluntad de Dios es que sean santos, que se abstengan del pecado carnal, que cada uno sepa usar de su cuerpo con santidad y respeto, sin dejarse arrastrar por los malos deseos, como hacen los paganos que no conocen a Dios. Que nadie se atreva a perjudicar ni a dañar en esto a su hermano, porque el Señor hará justicia por todas estas cosas, como ya se lo hemos dicho y atestiguado.
1 Tes. 5, 1 – 3: Hermanos, en cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los dolores del parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar.
2 Tes. 1, 6 – 10: Es justo que Dios retribuya con sufrimientos a quienes los hacen sufrir a ustedes. En cambio, a ustedes, los que sufren, les dará el descanso junto con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús, que vendrá desde el cielo, con los ángeles de su poder, en medio de un fuego ardiente. Entonces él hará justicia con aquellos que no reconocen a Dios y no obedecen al Evangelio de nuestro Señor Jesús. Estos sufrirán como castigo la perdición eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando él venga aquel Día para ser glorificado en sus santos y admirado por todos los que hayan creído.
2 Tes. 2, 9 - 12: La venida del Impío será provocada por la acción de Satanás y estará acompañada de toda clase de demostraciones de poder, de signos y falsos milagros, y de toda clase de engaños perversos, destinados a los que se pierden por no haber amado la verdad que los podía salvar. Por eso, Dios les envía un poder engañoso que les hace creer en la mentira, a fin de que sean condenados todos los que se negaron a creer en la verdad y se complacieron en el mal.
1 Tim. 1, 18 – 20: Hijo mío, te hago esta recomendación, conforme a lo que se dijo de ti por inspiración de Dios, a fin de que luches valientemente, conservando la fe y la buena conciencia. Por no haber tenido una buena conciencia algunos fracasaron en la fe, entre otros, Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendieran a no blasfemar.
2 Tim. 2, 11 – 12: Esta doctrina es digna de fe: Si hemos muerto con él, viviremos con él. Si somos constantes, reinaremos con él. Si renegamos de él, él también renegará de nosotros.
2 Tim. 4, 14: Alejandro, el herrero, me ha hecho mucho daño: el Señor le pagará conforme a sus obras.
2 Tim 4, 16: Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta!
Heb. 2, 1 – 3: Por tanto, es preciso que prestemos mayor atención a lo que hemos oído, para que no nos extraviemos. Pues si la palabra promulgada por medio de los ángeles obtuvo tal firmeza que toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución¿cómo saldremos absueltos nosotros si descuidamos tan gran salvación?
Heb. 3, 12 – 19: Tengan cuidado, hermanos, que no se encuentre en alguno de ustedes un corazón malo e incrédulo que lo aleje del Dios vivo. Al contrario, exhórtense mutuamente cada día, mientras dura este hoy, para que ninguno de ustedes se endurezca por la seducción del pecado. Porque participamos de la suerte de Cristo, siempre y cuando mantengamos firme hasta el final la confianza del principio, como se nos dice: Si escuchan hoy su voz, no endurezcan sus corazones como sucedió en el lugar de la rebelión. ¿Quiénes fueron, en efecto, los que, después de oír su voz, se rebelaron? ¿No fueron todos los que habían salido de Egipto guiados por Moisés? Y, ¿contra quiénes estuvo Dios enojado durante cuarenta años? ¿No fue contra los que pecaron, cuyos cadáveres quedaron tendidos en el desierto? Y, ¿a quiénes juró que no entrarían en su descanso, sino a los rebeldes? Efectivamente, sabemos que no pudieron entrar en el descanso debido a su incredulidad.
Heb. 10, 28 – 31: El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!
Heb. 12, 4 – 13: No han resistido todavía hasta llegar a la sangre en su lucha contra el pecado. Han echado en olvido la exhortación que como a hijos se les dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge. Sufran para corrección de ustedes. Como a hijos los trata Dios, y, ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Mas si quedan sin corrección, cosa que todos reciben, señal de que son bastardos y no hijos.  Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir?  ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas él, para provecho nuestro, en orden a hacernos partícipes de su santidad. Cierto que ninguna corrección es de momento agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por tanto, levanten las manos caídas y las rodillas entumecidas y enderecen para sus pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure.
Heb. 12, 15 – 17: Pongan cuidado en que nadie se vea privado de la gracia de Dios; en que ninguna raíz amarga retoñe ni los turbe y por ella llegue a inficionarse la comunidad. Que no haya ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida vendió su primogenitura. Ya saben cómo luego quiso heredar la bendición; pero fue rechazado y no logró un cambio de parecer, aunque lo procuró con lágrimas.
Heb. 12, 25 – 26: Guárdense de rechazar al que les habla; pues si los que rechazaron al que promulgaba los oráculos desde la tierra no escaparon al castigo, mucho menos nosotros, si volvemos la espalda al que nos habla desde el cielo. Su voz conmovió entonces la tierra. Mas ahora hace esta promesa: Una vez más haré yo que se estremezca no sólo la tierra, sino también el cielo.
St. 2, 10 – 13: En efecto, aunque uno cumpla toda la Ley, si peca contra un solo precepto, quebranta toda la Ley. Porque el que ha dicho: No cometerás adulterio, dijo también: No matarás. Por lo tanto, si evitas el adulterio, pero cometes un homicidio, te haces transgresor de la Ley. Hablen y actúen como quienes deben ser juzgados por una Ley que nos hace libres. Porque el que no tiene misericordia será juzgado sin misericordia, pero la misericordia triunfa sobre el juicio.
St. 3, 1 – 2: Hermanos, que no haya muchos entre ustedes que pretendan ser maestros, sabiendo que los que enseñamos seremos juzgados más severamente, porque todos faltamos de muchas maneras.
St. 5, 1 – 6: Ustedes, los ricos, lloren y giman por las desgracias que les van a sobrevenir. Porque sus riquezas se han echado a perder y sus vestidos están roídos por la polilla. Su oro y su plata se han herrumbrado, y esa herrumbre dará testimonio contra ustedes y devorará sus cuerpos como un fuego. ¡Ustedes han amontonado riquezas, ahora que es el tiempo final! Sepan que el salario que han retenido a los que trabajaron en sus campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor del universo. Ustedes llevaron en este mundo una vida de lujo y de placer, y se han cebado a sí mismos para el día de la matanza. Han condenado y han matado al justo, sin que él les opusiera resistencia.
1 Pe. 4, 3 – 5: Ya han vivido bastante tiempo conforme al criterio de los paganos, entregándose a toda clase de desenfrenos, a los malos deseos, a las borracheras, a los excesos en la comida, a las orgías y al culto ilícito de los ídolos. Ahora los paganos se extrañan de que ustedes no se precipiten con ellos hacia ese desborde de libertinaje, y se deshacen en injurias contra ustedes. De esto, tendrán que rendir cuenta a aquel que juzgará a los vivos y a los muertos.
1 Pe. 4, 17 – 18: Porque ha llegado el tiempo en que comenzará el juicio, empezando por la casa de Dios. Ahora bien, si el juicio comienza por nosotros, ¿cuál será la suerte de los que se niegan a creer en la Buena Noticia de Dios? Si el justo apenas se salva, ¿qué pasará con el impío y el pecador?
2 Pe 2, 1 – 10: “En el pueblo de Israel hubo también falsos profetas. De la misma manera, habrá entre ustedes falsos maestros que introducirán solapadamente desviaciones perniciosas, y renegarán del Señor que los redimió, atrayendo sobre sí mismos una inminente perdición. Muchos imitarán su desenfreno, y por causa de ellos, el camino de la verdad será objeto de  blasfemias. Llevados por la ambición, y valiéndose de palabras engañosas, ellos se aprovecharán de ustedes. Pero hace mucho que el juicio los amenaza y la perdición los acecha. Porque Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los precipitó en el infierno y los sumergió en el abismo de las tinieblas, donde están reservados para el Juicio. Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que desencadenó el diluvio sobre una tierra poblada de impíos, preservando sólo a ocho personas, entre ellas a Noé, el heraldo de la justicia.  También condenó a la destrucción y redujo a cenizas a las ciudades de Sodoma y Gomorra, para que sirvieran de ejemplo a los impíos del futuro. En cambio, libró a Lot, el justo, que estaba afligido por la conducta licenciosa de esos hombres sin ley: porque teniendo que vivir en medio de ellos, su alma de justo se sentía constantemente torturada por las iniquidades que veía y escuchaba. El Señor, en efecto, sabe librar de la prueba a los hombres piadosos, y reserva a los culpables para que sean castigados en el día del Juicio, sobre todo, a los que, llevados por sus malos deseos, corren detrás de los placeres carnales y desprecian la Soberanía.”
2 Pe. 3, 5 – 7: Al afirmar esto, ellos no tienen en cuenta que hace mucho tiempo hubo un cielo, y también una tierra brotada del agua que tomó consistencia en medio de las aguas por la palabra de Dios. A causa de esas aguas, el mundo de entonces pereció sumergido por el diluvio. Esa misma palabra de Dios ha reservado el cielo y la tierra de ahora para purificarlos por el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los impíos.
Jud. 4, 7: Porque se han infiltrado entre ustedes ciertos hombres, cuya condenación estaba preanunciada desde hace mucho tiempo. Son impíos que hacen de la gracia de Dios un pretexto para su libertinaje y reniegan de nuestro único Dueño y Señor Jesucristo.  Quiero recordarles, aunque ustedes ya lo han aprendido de una vez por todas, que el Señor, después de haber salvado al pueblo, sacándolo de Egipto, hizo morir en seguida a los incrédulos. En cuanto a los ángeles que no supieron conservar su preeminencia y abandonaron su propia morada, el Señor los tiene encadenados eternamente en las tinieblas para el Juicio del gran Día. También Sodoma y Gomorra, y las ciudades vecinas, que se prostituyeron de un modo semejante a ellos, dejándose arrastrar por relaciones contrarias a la naturaleza, han quedado como ejemplo, sometidas a la pena de un fuego eterno.
Jud. 11, 15: ¡Ay de ellos! Porque siguieron el camino de Caín; por amor al dinero cayeron en el extravío de Balaam y perecieron en la rebelión de Coré. Ellos manchan las comidas fraternales, porque se dejan llevar de la glotonería sin ninguna vergüenza y sólo tratan de satisfacerse a sí mismos. Son nubes sin agua llevadas por el viento, árboles otoñales sin frutos, doblemente muertos y arrancados de raíz; olas bravías del mar, que arrojan la espuma de sus propias deshonras, estrellas errantes a las que está reservada para siempre la densidad de las tinieblas. A ellos se refería Henoc, el séptimo patriarca después de Adán, cuando profetizó: “Ya viene el Señor con sus millares de ángeles, para juzgar a todos y condenar a los impíos por las maldades que cometieron, y a los pecadores por las palabras insolentes que profirieron contra él".
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Y recién ahora llegamos a la culminación grandiosa del Apocalipsis:
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Ap. 2, 5: Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo. Fíjate bien desde dónde has caído, conviértete y observa tu conducta anterior. Si no te arrepientes, vendré hacia ti y sacaré tu candelabro de su lugar preeminente.
Ap. 2, 14 – 16: Sin embargo, debo reprocharte algo, y es que tienes adictos a la doctrina de Balaam, el que enseñó a Balac cómo debía seducir a los israelitas para que se prostituyeran, comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos. Tienes además partidarios de la doctrina de los nicolaítas. Arrepiéntete, o iré en seguida para combatirlos con la espada de mi boca.
Ap. 2, 20 – 23: Pero, debo reprocharte que toleras a Jezabel, esa mujer que pretende ser profetisa, la que engaña a todos mis servidores, y les enseña a prostituirse comiendo los alimentos sacrificados a los ídolos. Yo le he dado tiempo suficiente para arrepentirse, pero ella no quiere dejar de fornicar. Por eso, la arrojaré en un lecho de dolor, y someteré a sus compañeros de adulterio a una prueba terrible, si no se arrepienten de sus obras, y haré morir a sus hijos. Así sabrán todas las Iglesias que yo conozco íntimamente los sentimientos y las intenciones. Y retribuiré a cada uno según sus obras.
Ap. 3, 1 – 3: Escribe al Ángel de la Iglesia de Sardes: “El que posee los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, afirma: “Conozco tus obras: aparentemente vives, pero en realidad estás muerto. Permanece alerta y reanima lo que todavía puedes rescatar de la muerte, porque veo que tu conducta no es perfecta delante de mi Dios. Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra: consérvala fielmente y arrepiéntete. Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora te sorprenderé.
Ap. 3, 15 - 19: 3:15 “Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Por eso, te aconsejo: cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete!
Ap. 6, 1 – 17: Después vi que el Cordero abría el primero de los siete sellos, y oí al primero de los cuatro Seres Vivientes que decía con voz de trueno: “Ven". Y vi aparecer un caballo blanco. Su jinete tenía un arco, recibió una corona y salió triunfante, para seguir venciendo. Cuando el Cordero abrió el segundo sello, oí al segundo de los Seres Vivientes que decía: “Ven". Y vi aparecer otro caballo, rojo como el fuego. Su jinete recibió el poder de desterrar la paz de la tierra, para que los hombres se mataran entre sí; y se le dio una gran espada. Cuando el Cordero abrió el tercer sello, oí al tercero de los Seres Vivientes que decía: “Ven". Y vi aparecer un caballo negro. Su jinete tenía una balanza en la mano; y oí una voz en medio de los cuatro Seres Vivientes, que decía: “Se vende una ración de trigo por un denario y tres raciones de cebada por un denario. Y no eches a perder el aceite y el vino". Cuando el Cordero abrió el cuarto sello, oí al cuarto de los Seres Vivientes que decía: “Ven". Y vi aparecer un caballo amarillo. Su jinete se llamaba “Muerte", y el Abismo de la muerte lo seguía. Y recibió poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar por medio de la espada, del hambre, de la peste y de las fieras salvajes. Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido inmolados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que habían dado. Ellas clamaban a voz en cuello: “¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, tardarás en hacer justicia y en vengar nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra?” Entonces se le dio a cada uno una vestidura blanca y se les dijo que esperaran todavía un poco, hasta que se completara el número de sus compañeros de servicio y de sus hermanos, que iban a sufrir la misma muerte. Y cuando el Cordero abrió el sexto sello, vi que se produjo un violento terremoto. El sol se puso negro como ropa de luto y la luna quedó como ensangrentada; los astros del cielo cayeron sobre la tierra, como caen los higos verdes cuando la higuera es sacudida por un fuerte viento. El cielo se replegó como un pergamino que se enrolla, y todas las montañas y las islas fueron arrancadas de sus sitios. Los reyes y los grandes de la tierra, los jefes militares, los ricos y los poderosos, los esclavos y los hombres libres, todos se escondieron en las cavernas y entre las rocas de las montañas, y decían a las montañas y a las rocas: “Caigan sobre nosotros, y ocúltennos de la mirada de aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero". Porque ha llegado el gran Día de su ira, y ¿quién podrá resistir?
Ap. 7, 2 – 3: Luego vi a otro Ángel que subía del Oriente, llevando el sello del Dios vivo. Y comenzó a gritar con voz potente a los cuatro Ángeles que habían recibido el poder de dañar a la tierra y al mar: “No dañen a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los servidores de nuestro Dios
Ap. 8, 7 – 13: Cuando el primer Ángel tocó la trompeta, cayó sobre la tierra granizo y fuego mezclado con sangre: la tercera parte de la tierra fue consumida, junto con la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde.  Cuando el segundo Ángel tocó la trompeta, se precipitó sobre el mar una masa incandescente, grande como una montaña: la tercera parte del mar se convirtió en sangremurió la tercera parte de los seres vivientes que habitan en sus aguas, y fue destruida la tercera parte de las naves. Cuando el tercer Ángel tocó la trompeta, un astro enorme que ardía como una antorcha cayó del cielo sobre la tercera parte de los ríos y de los manantiales.  El astro se llamaba “Ajenjo". La tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y murieron muchos hombres que bebieron de esas aguas, porque se habían vuelto amargas.  Cuando el cuarto Ángel tocó la trompeta, se oscureció la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas. El día perdió la tercera parte de su luz, y lo mismo sucedió con la noche. Y después vi y oí a un águila que volaba en el cielo y decía con voz potente: “¡Ay de los habitantes de la tierra, cuando resuenen las trompetas que ya se disponen a tocar los otros tres Ángeles!”
Ap. 9, 1 – 6: Cuando el quinto Ángel tocó la trompeta, vi una estrella que había caído del cielo a la tierra. La estrella recibió la llave del pozo del Abismo, y cuando abrió el pozo, comenzó a subir un humo, como el de un gran horno, que oscureció el sol y el aire. Del humo salieron langostas que se expandieron por toda la tierra, y estas recibieron un poder como el que tienen los escorpiones de la tierra. Se les ordenó que no dañaran las praderas ni las plantas ni los árboles, sino solamente a los hombres que no llevaran la marca de Dios sobre la frente. Se les permitió, no que los mataran, sino que los atormentaran durante cinco meses, con un dolor parecido al que produce la picadura del escorpión. En aquellos días los hombres buscarán la muerte, y no la encontrarán; querrán morir, pero la muerte huirá de ellos.
Ap. 9, 13 – 15: Cuando el sexto Ángel tocó la trompeta, escuché una voz que provenía de los cuatro ángulos del altar de oro que está delante de Dios. Y esa voz dijo al sexto Ángel, al que tenía la trompeta: “Suelta a los cuatro Ángeles que están encadenados junto al gran río Éufrates". Y fueron soltados los cuatro Ángeles que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año en que debían exterminar a una tercera parte de los hombres.
Ap. 9, 20 – 21 Y el resto de los hombres que no habían sido dañados por las plagas, no se arrepintieron de sus obras ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra y de madera, que son incapaces de ver, de oír y de caminar. No, ellos no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus maleficios, ni de sus fornicaciones, ni de sus robos.
Ap. 11, 13: En ese momento se produjo un violento temblor de tierra que derrumbó la décima parte de la Ciudad, y el terremoto ocasionó la muerte de siete mil personas: los sobrevivientes quedaron atemorizados y alabaron al Dios del cielo.
Ap. 11, 17 – 18: “Te damos gracias, Señor, Dios todopoderoso —el que es y el que era— porque has ejercido tu inmenso poder y has establecido tu Reino. Los paganos se habían enfurecido, pero llegó el tiempo de tu ira, así como también el momento de juzgar a los muertos y de recompensar a tus servidores, los profetas, y a los santos y a todos aquellos que temen tu Nombre —pequeños y grandes— y el momento de exterminar a los que corrompían la tierra“.
Ap. 13, 1.8: Entonces vi que emergía del mar una Bestia con siete cabezas y diez cuernos. En cada cuerno tenía una diadema, y sobre sus cabezas había leyendas con nombres blasfemos. (…) Y la adoraron todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no figuran, desde la creación del mundo, en el Libro de la Vida del Cordero que ha sido inmolado.
Ap. 14, 6 – 11: Luego vi a otro Ángel que volaba en lo más alto del cielo, llevando una Buena Noticia, la eterna, la que él debía anunciar a los habitantes de la tierra, a toda nación, familia, lengua y pueblo. El proclamaba con voz potente: Teman a Dios y glorifíquenlo, porque ha llegado la hora de su Juicio: adoren a aquel que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales". Un segundo Ángel lo siguió, anunciando: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia, la que ha dado de beber a todas las naciones el vino embriagante de su prostitución". Un tercer Ángel lo siguió, diciendo con voz potente: “El que adore a la Bestia o a su imagen y reciba su marca sobre la frente o en la mano, tendrá que beber el vino de la indignación de Dios, que se ha derramado puro en la copa de su ira; y será atormentado con fuego y azufre, delante de los santos Ángeles y delante del Cordero. El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos, y aquellos que adoran a la Bestia y a su imagen, y reciben la marca de su nombre, no tendrán reposo ni de día ni de noche“.
Ap. 14, 17 – 20: Entonces otro Ángel salió del Templo que está en el cielo, llevando también una hoz afilada. Y salió del altar otro Ángel —el que tiene poder sobre el fuego— y gritó con voz potente al que tenía la hoz afilada: “Empuña tu hoz y cosecha los racimos de la viña de la tierra, porque han llegado a su madurez". El Ángel pasó la hoz afilada sobre la tierra, cosechó la viña y arrojó los racimos en la inmensa cuba de la ira de Dios. La cuba fue pisoteada en las afueras de la ciudad, y de la cuba salió tanta sangre, que llegó a la altura de los frenos de los caballos en una extensión de unos trescientos kilómetros.
Ap. 15, 1: Después vi en el cielo otro signo grande y admirable: siete Ángeles que llevaban las siete últimas plagas, con las cuales debía consumarse la ira de Dios.
Ap. 16, 1 - 11: Y oí una voz potente que provenía del Templo y ordenaba a los siete Ángeles: “Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios“. El primer Ángel fue y derramó su copa sobre la tierra, provocando una llaga maligna y dolorosa en todos los hombres que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen. El segundo derramó su copa sobre el mar: este se convirtió en sangre, como si se hubiera cometido un crimen, y perecieron todos los seres vivientes que había en el mar. El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre los manantiales, y estos se convirtieron en sangre.  Y oí al Ángel de las aguas que decía: “Tú, el que es y el que era, el Santo, obras con justicia al castigarlos así: se merecían que les dieras de beber la misma sangre de los santos y de los profetas que ellos han derramado“. Y escuché al altar, que decía: “Sí, Señor, Dios todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos". El cuarto Ángel derramó su copa sobre el sol, y se le permitió quemar a los hombres con fuego: los hombres fueron abrasados por un calor ardiente, pero en lugar de arrepentirse y dar gloria a Dios, blasfemaron contra su Nombre, que tiene poder sobre estas plagas. El quinto derramó su copa sobre el trono de la Bestia, y su reino quedó sumergido en tinieblas. Los hombres se mordían la lengua de dolor, pero en lugar de arrepentirse de sus obras, blasfemaron contra el Dios del cielo, a causa de sus dolores y de sus llagas.
Ap. 16, 15: ¡Cuidado! ¡Vengo como un ladrón! Feliz el que vigila y conserva su ropa para no tener que andar desnudo, mostrando su vergüenza.
Ap. 16, 17 - 21: El séptimo Ángel derramó su copa en el aire, y desde el Templo resonó una voz potente que venía del trono y decía: “Ya está".  Y hubo relámpagos, voces, truenos y un violento terremoto como nunca había sucedido desde que los hombres viven sobre la tierra. La gran Ciudad se partió en tres y las ciudades paganas se derrumbaron. Dios se acordó de la gran Babilonia y le dio de beber la copa donde fermenta el vino de su ira. Todas las islas desaparecieron y no se vieron más las montañas. Cayeron del cielo sobre los hombres piedras de granizo que pesaban unos cuarenta kilos, y ellos blasfemaron contra Dios por esa terrible plaga.
Ap. 17, 1 – 2: Después vino uno de los siete Ángeles que tenían las siete copas y me dijo: “Acompáñame, y te mostraré cómo va a ser castigada la famosa Prostituta que está sentada a la orilla de los grandes ríos. Los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los habitantes del mundo se han embriagado con el vino de su prostitución".
Ap. 17, 4 – 6:  La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en su mano una copa de oro colmada de la abominable impureza de su fornicación. Sobre su frente tenía escrito este nombre misterioso: “Babilonia la grande, la madre de las abominables prostitutas de la tierra". Y vi que la mujer se emborrachaba con la sangre de los santos y de los testigos de Jesús, y al verla, quedé profundamente asombrado.
Ap. 18: Después vi que otro Ángel descendía del cielo con gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor. Y gritó con voz potente: “¡Ha caído, ha caído Babilonia, la grande! Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes. Porque todos los pueblos han bebido el vino embriagante de su prostitución, los reyes de la tierra han fornicado con ella y los comerciantes del mundo se han enriquecido con su lujo desenfrenado". En seguida oí otra voz que venía del cielo y decía: “Ustedes, que son mi pueblo, huyan de esa ciudad, para no hacerse cómplices de sus pecados ni ser castigados con sus plagas. Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades. Páguenle con su propia moneda, retribúyanle el doble de lo que ha hecho, sírvanle una porción doble en la copa de sus brebajes.  Provóquenle tormentos y dolor en la medida de su fastuosidad y de su lujo. Porque ella se jacta, diciendo: Estoy sentada como una reina, no soy viuda y jamás conoceré el duelo. Por eso, en un solo día, caerán sobre ella las plagas que merece: peste, llanto y hambre. Y será consumida por el fuego, porque el Señor Dios que la ha condenado es poderoso“. Los reyes de la tierra, que fornicaron con ella y compartieron su vida lujosa, al ver la humareda del incendio, llorarán y se lamentarán por ella, manteniéndose a distancia ante el horror de sus tormentos: “¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad, Babilonia, la ciudad poderosa! Bastó una hora para que recibieras tu castigo“. También los comerciantes de la tierra lloran y están de duelo por ella, porque ya nadie les compra sus mercancías: objetos de oro y de plata; piedras preciosas, perlas, telas de lino y de púrpura, de seda y de escarlata; maderas aromáticas; objetos de marfil, de maderas finas, de bronce, de hierro y de mármol; canela, ungüento perfumado, perfumes, mirra e incienso; vino, aceite, harina y trigo; animales de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y seres humanos… “Ya no verás más los frutos que tanto deseabas: has perdido esos productos delicados y espléndidos, y nunca más se los encontrará". Los que traficaban con esos productos y se habían enriquecido a costa de ella, se mantendrán a distancia ante el horror de sus tormentos, llorando y lamentándose: “¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad! Estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata, resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas. ¡Y en una hora fue arrasada tanta riqueza!” Los capitanes, los que navegan por las costas, los marinos y todos los que viven del mar, se mantuvieron a distancia y contemplando la humareda del incendio, exclamaban: “¡Ninguna ciudad se podía comparar a la gran Ciudad!” Y echándose tierra sobre su cabeza, llorando y lamentándose, decían: “¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad! Con su opulencia se enriquecieron todos los que poseían barcos en el mar. ¡Y en una hora ha sido arrasada!” “Que se alegre el cielo a causa de su ruina, y alégrense ustedes, los santos, los apóstoles y los profetas, porque al condenarla, Dios les ha hecho justicia“. Y un Ángel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: “Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá". Ya no se escuchará dentro de ti el canto de los que tocan el arpa y de los músicos, de los flautistas y de los trompetistas; ya no se encontrarán artesanos de los diversos oficios, ni se escuchará el sonido de la rueda del molino. No volverá a brillar la luz de la lámpara, ni tampoco se escuchará la voz de los recién casados. Porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra, y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos. En ella fue derramada la sangre de los profetas y de los santos, y de todos aquellos que han sido inmolados en la tierra.
Ap. 19, 1 – 3:  Después oí algo parecido al clamor de una enorme multitud que estaba en el cielo, y exclamaba: “¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la famosa Prostituta que corrompía la tierra con su lujuria, y ha vengado en ella la sangre de sus servidores“. Y volvieron a decir: “¡Aleluya! La humareda de la Ciudad se eleva por los siglos de los siglos”.
Ap. 19, 11 – 21: Luego vi el cielo abierto y apareció un caballo blanco. Su Jinete se llama “Fiel” y “Veraz"; él juzga y combate con justicia. Sus ojos son como una llama ardiente y su cabeza está cubierta de numerosas diademas. Lleva escrito un nombre que solamente él conoce y está vestido con un manto teñido de sangre. Su nombre es: “La Palabra de Dios". Lo siguen los ejércitos celestiales, vestidos con lino fino de blancura inmaculada y montados en caballos blancos. De su boca sale una espada afilada, para herir a los pueblos paganos. Él los regirá con un cetro de hierro y pisará los racimos en la cuba de la ardiente ira del Dios todopoderoso. En su manto y en su muslo lleva escrito este nombre: Rey de los reyes y Señor de los señores. Después vi a un Ángel que estaba de pie sobre el sol y gritaba con gran fuerza a todas las aves que volaban en el cielo: “Vengan a reunirse para el gran festín de Dios, para devorar la carne de los reyes, de los grandes capitanes, de los poderosos, de los caballos y de sus jinetes; la carne de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes". En seguida vi a la Bestia y a los reyes de la tierra, con sus ejércitos preparados para combatir contra el Jinete y su ejército. Pero la Bestia fue capturada, junto con el falso profeta —aquel que realizaba prodigios delante de la otra Bestia, y así logró seducir a los que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen—y ambos fueron arrojados vivos al estanque de azufre ardiente. Todos los demás fueron exterminados por la espada que salía de la boca del Jinete, y las aves se saciaron con sus despojos.
Ap. 20, 7 – 10: Y cuando se cumplan esos mil años, Satanás será liberado de su prisión. Saldrá para seducir a los pueblos que están en los cuatro extremos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de reunirlos para la batalla. Su número será tan grande como las arenas del mar, y marcharán sobre toda la extensión de la tierra, para rodear el campamento de los santos, la Ciudad muy amada. Pero caerá fuego del cielo y los consumirá.  El Diablo, que los había seducido, será arrojado al estanque de azufre ardiente donde están también la Bestia y el falso profeta. Allí serán torturados día y noche por los siglos de los siglos.
Ap. 20, 11 – 15: Después vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él. Ante su presencia, el cielo y la tierra desaparecieron sin dejar rastros. Y vi a los que habían muerto, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Fueron abiertos los libros, y también fue abierto el Libro de la Vida; y los que habían muerto fueron juzgados de acuerdo con el contenido de los libros; cada uno según sus obras. El mar devolvió a los muertos que guardaba: la Muerte y el Abismo hicieron lo mismo, y cada uno fue juzgado según sus obras. Entonces la Muerte y el Abismo fueron arrojados al estanque de fuego, que es la segunda muerte. Y los que no estaban inscritos en el Libro de la Vida fueron arrojados al estanque de fuego.
Ap. 21, 1 – 8:  Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más.  Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: “Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó". Y el que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas". Y agregó: “Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. ¡Ya está! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo.  Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los falsos, tendrán su herencia en el estanque de azufre ardiente, que es la segunda muerte“.
Ap. 22, 10 – 15: Y agregó: “No mantengas ocultas las palabras proféticas de este Libro porque falta poco tiempo. Que el pecador siga pecando, y el que está manchado se manche más aún; que el hombre justo siga practicando la justicia, y el santo siga santificándose. Pronto regresaré trayendo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. ¡Felices los que lavan sus vestiduras para tener derecho a participar del árbol de la vida y a entrar por las puertas de la Ciudad!  Afuera quedarán los perros y los hechiceros, los lujuriosos, los asesinos, los idólatras y todos aquellos que aman y practican la falsedad“.
Ap. 22, 21:  Yo, Jesús, he enviado a mi mensajero para dar testimonio de estas cosas a las Iglesias. Yo soy el Retoño de David y su descendencia, la Estrella radiante de la mañana. El Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!", y el que escucha debe decir: “¡Ven!” Que venga el que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida. Yo advierto a todos los que escuchan las palabras proféticas de este Libro: “Si alguien pretende agregarles algo, Dios descargará sobre él las plagas descritas en este Libro. Y al que se atreva a quitar alguna palabra de este Libro profético, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la Ciudad santa, que se describen en este Libro“. El que garantiza estas cosas afirma: “¡Sí, volveré pronto!” ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! Que la gracia del Señor Jesús permanezca con todos. Amén.
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Por supuesto, esto es una selección de textos que hablan del castigo divino. No pretendemos exponer aquí el Evangelio en toda su plenitud. Simplemente queremos destacar un aspecto del mismo que ha venido siendo silenciado cada vez más desde hace décadas, hasta el punto de que hoy día hay gente en la Iglesia que de buena fe se considera católica y que sin embargo niega pura y simplemente que Dios castiga o pueda o quiera castigar.
Hasta hay un sacerdote que publica videos en Youtube y que dice que Dios NO ES JUSTO, porque claro, al menos es lógico y como niega que Dios castiga, tiene que negar también que Dios es justo.
No podemos siquiera intentar comentar la montaña de textos que hemos presentado aquí.  Son para leerlos despacio, meditarlos, descubrir detalles aquí y allí.
No da ni para argumentar, ni para ponerse a discutir con los que hablan de fundamentalismo, literalidad, versículos sueltos (!!!!!!), en fin.
Ahora nomás leemos que el P. Cantalamessa ha dicho  que  uno de los efectos que emanan del sacrificio de Jesús, es que su cruz “ha cambiado el sentido del dolor y del sufrimiento humano… de todo sufrimiento, físico y moral. Ya no es un castigo, ni una maldición. Ha sido redimida en raíz desde que el Hijo de Dios la ha tomado sobre sí”.
Entendemos que para hacer verdadera esa frase habría que borrar todos los textos del Nuevo Testamento que hemos citado.

¡¡ FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!!