jueves, 20 de junio de 2013

VERDADES OPORTUNAS QUE SE OPONEN A LOS ERRORES CONTEMPORÁNEOS


COMPENDIO DE VERDADES OPORTUNAS QUE SE
OPONEN A LOS ERRORES CONTEMPORÁNEOS

Mons. Antonio de Castro Mayer

Sobre métodos de apostolado


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FALSO               
En el trato con los infieles y pecadores, es preferible callar las verdades de la doctrina católica, con las cuales no están conformes, y la austeridad de los preceptos morales que quebrantan, para realzar principalmente las verdades que profesan y la suavidad de los preceptos evangélicos. Manteniéndose en el terreno común de ambos, el católico consigue atraer las simpatías del infiel o del pecador y convertirle.

VERDADERO
La doctrina y la moral de la Iglesia son perfectas y buenas para despertar la admiración de los hombres, ya en sus aspectos arduos, ya en sus principios consoladores. Para eso no falta el auxilio interior de la gracia a ningún hombre. En determinadas disposiciones de espíritu, es más oportuno hacer resaltar las verdades y los preceptos más fácilmente aceptables. Pero se trata de situaciones excepcionales. Ordinariamente es necesario insistir sobre todos los puntos de la doctrina católica. 



Explanación
La sentencia impugnada peca de naturalismo, ya que prescinde de la gracia divina, por la que se hace amable la cruz de Jesucristo. Fue predicando a Jesús crucificado como los apóstoles conquistaron al mundo. Y no fue por el empleo de la táctica del terreno común. Es ésta la doctrina del Bienaventurado Pío X, como se puede comprobar en la Encíclica "Jucunda sane", con motivo del centenario de San Gregorio Magno. El Papa elogia al Santo principalmente porque despreció los consejos de la prudencia de la carne, para presentarse con la austeridad de un predicador de Cristo crucificado, como lo habían hecho los Apóstoles en la culta, civilizada y brillante Roma, donde todo parecía exponer al fracaso una predicación en nombre de un condenado a muerte de cruz. Léanse también las proposiciones 93 y 94 (D. 1443, 1444) de Quesnell, condenadas por Inocencio XI. Son los elogios de la mansedumbre y caridad con desprestigio de la firmeza de la fe.