sábado, 17 de julio de 2021

EL PROPÓSITO ESENCIAL DE LA REVOLUCIÓN – PADRE DENIS FAHEY

 

El propósito esencial de la Revolución


 “La rebelión del organismo social como tal contra la Misa, 

el acto supremamente aceptable de culto a la Santísima Trinidad, y,

 si es posible, su eliminación completa, es el objetivo final de la revolución”.

  



Por Rev. Denis Fahey (1883-1954), C.S.S. p., D.D., D. Ph.

(Extracto de su libro El Cuerpo Místico de Cristo y la reorganización

de la Sociedad, original de 1939, edición en español en Argentina de 2009)

 

Lo mismo que los miembros del cuerpo humano están siempre destinados a funcionar de tal forma de promover el Bien Común, que la cabeza tiene la función de discernir, así los católicos, como miembros del vasto organismo del Cuerpo Místico, siempre deben esforzarse por promover el programa de Cristo su Cabeza e impregnar la sociedad con el espíritu de la pertenencia a Cristo.

La organización Cristiana de la sociedad sostiene al hombre común en la difícil tarea de vivir su vida diaria en armonía con el acto sobrenatural de sumisión a la Santísima Trinidad que realiza en la Misa. De hecho, esta organización de la sociedad bajo Cristo es indispensable para el hombre medio, primeramente debido a la tendencia de la vida natural de los hijos caídos del primer Adán a rebelarse contra su Vida Sobrenatural y a arriesgar su verdadera felicidad, y, en segundo lugar, porque hay fuerzas naturalistas organizadas existentes prontas a prostituirse, al egocentrismo de los seres humanos y hacer así lo posible por lanzarlos contra Cristo Rey y la Vida Sobrenatural. La estructura cristiana de la sociedad está destinada a servir de bastión contra estas fuerzas naturalistas o antisobrenaturales organizadas, dos de las cuales son visibles, en tanto que una es invisible. La hueste invisible es la de Satanás y sus compañeros los demonios; las fuerzas visibles son las de la nación judía y la masonería. Ellas apuntan, en primer lugar, a des-sobrenaturalizar la vida social, política y económica, de modo que, apenas deja la iglesia después de la Misa, el ser humano medio se encuentre impedido en sus esfuerzos para vivir su vida como miembro de Cristo.

Cuando ese proceso se ha prolongado lo suficiente como para agitar las semillas de la rebelión contra la Vida Sobrenatural en un amplio sector del organismo social, entonces comienza el ataque contra la Misa. La rebelión del organismo social como tal contra la Misa, el acto supremamente aceptable de culto a la Santísima Trinidad, y, si es posible, su eliminación completa, es el objetivo final de la revolución.

Las revoluciones contra la Iglesia Católica y contra la Misa no son levantamientos espontáneos de la gente. Son movimientos hábilmente preparados con mucha anticipación por las fuerzas naturalistas mencionadas más arriba y sus subordinados. “La revolución es un arte –escribe Oldstock Ryder en The Great Conspiracy (La Gran Conspiración)- pero los revolucionarios quisieran hacernos creer que es un cataclismo natural, tan inevitable como una erupción volcánica, una explosión espontánea de rebelión popular contra injusticias insufribles…

El arte de la revolución es aquél por el cual una minoría pequeña pero bien organizada constriñe a una mayoría renuente pero desorganizada a someterse al derrocamiento del Estado y a la dictadura de unos pocos agitadores profesionales que se apoderan del poder en nombre del Pueblo. El método sigue siendo el mismo que en 1789-1793, primero crear una atmósfera revolucionaria explotando los agravios existentes o las privaciones de cualquier sector de la población. En segundo lugar, allí donde no los hay se debe crear agravios populares…En tercer lugar, habiendo preparado así la escena, se debe organizar manifestaciones que darán al movimiento la apariencia de un levantamiento espontáneo de las masas. En cuarto lugar, el comercio y la industria deben ser trabados y finalmente paralizados por huelgas y amenazas revolucionarias, creando desempleo y descontento generalizado…

Por último, se debe reclutar y armar fuerzas de extranjeros, de criminales y de truhanes para dominar las fuerzas del Estado y para inducir, por medio del terror, a la mayoría que cumple con la ley, a someterse. Y esta trágica farsa debe ser puesta en escena en nombre de todo el pueblo, y es aplaudida como una noble rebelión contra la tiranía y la injusticia.

Los pobres actores engañados sobre la escena de la revolución son, quizás en la mayoría de los casos, inconscientes de que son los instrumentos de fuerzas superiores.


Los pasos señalados en la cita de Oldstock Ryder han sido expresados ahora más sucintamente, gracias al desarrollo del arte de la revolución en manos de los que controlan a Rusia [habla de la época en que ésta era comunista y se llamaba URSS, nota del blog]. El programa de Moscú fue expuesto muy cuidadosamente en The Times del 3 de mayo de 1938 como sigue: “Por ruidosamente que el gobierno de Barcelona pueda denunciar la agresión no provocada de los rebeldes del General Franco, sus mentores de Moscú ya han reivindicado la instigación a la Guerra Civil como un triunfo de su propia diplomacia subversiva. Pues es este uno de los grados esenciales de la revolución deseada que debe seguir, está dogmáticamente aseverado el mismo curso a todos los países.

Estos pasos hacia el milenio obligatorio son cuatro: el primero es el Frente Unido; el segundo, las huelgas y los desórdenes; el tercero, la guerra civil; y el cuarto el Gobierno Soviético”.

Los tres primeros de esos grados corresponden a los casos expuestos por Oldstock Ryder. El cuarto no es un grado en el avance hacia el poder. Es en realidad la toma del poder por los gobernantes de Rusia después de que hayan utilizado con buen éxito a los nativos del país en las fases preliminares. Tanto el enunciado de Oldstock Ryder como el de Moscú sobre los pasos exigidos para la preparación de la revolución tratan de las fases últimas o finales del avance hacia el poder por parte de los conspiradores e intrigantes.

Previamente, sin embargo, donde quiera que el pueblo de un país ha aceptado el Plan Divino para el Orden, se necesita generalmente un largo período de agitación para disminuir la adhesión del pueblo al mismo (a ese Plan). Como hemos visto, la estructura del Plan Divino comprende los siguientes puntos: Reconocimiento de la Verdad de la Iglesia Católica como el Cuerpo Místico de Cristo, Vida Nacional respetuosa de su debida subordinación al Cuerpo Místico, Matrimonio Cristiano, Educación Cristiana, posesión privada de la Propiedad con una organización en Corporaciones o Agrupaciones profesionales, y, finalmente, un medio de intercambio que funcione para el Bien Común como medida estable de las cosas vendibles, y, por lo tanto, no abandonado a las manipulaciones de los especuladores privados. La preparación desde lejos de la revolución consistirá pues en relajar la adhesión de las mentes a esos principios de orden inculcándoles el Naturalismo y debilitando las voluntades. Del mismo modo que Nuestro Señor siempre propende a un armonioso funcionamiento de lo sobrenatural y de lo natural, Satanás propende a la división y a la discordia, con miras al desorden y a la decadencia. Todos los medios que la manipulación del dinero permita serán empleados en esta obra: cine, prensa, radio, bolsa de valores, especulaciones, diferentes formas de asociación para la diversión, etc.

En el proceso de desorganización, se prestará una atención especial a la inculcación y a la propagación de la impureza. San Juan Crisóstomo señala que “es imposible para cualquiera que lleve una vida impura, no debilitarse en la fe”. Santo Tomás de Aquino a su vez, insiste en que las facultades más elevadas del hombre, a saber, la inteligencia y la voluntad, son perturbadas más que nada por los pecados de impureza. En su efecto sobre la inteligencia, este vicio es productor de ceguera así como de precipitación, falta de reflexión e inconstancia. Sobre la voluntad produce: por una parte amor de sí y odio a Dios, Quien es considerado como un obstáculo en el camino del placer; por otra parte, amor por las cosas de esta vida, junto con negligencia e indiferencia por la felicidad eterna.

Los demonios saben cuán difícil es para los seres humanos desembarazarse de las trampas de este vicio, por lo que bien podemos comprender por qué, con vistas a la preparación de una revolución, todos los medios serán empleados para propagar los pecados de la carne, como el cine, la prensa tanto en imágenes como en avisos, las nuevas formas del vestido y de la recreación para la juventud, etc. Las instrucciones de la masónica Alta Vendita italiana, tomadas de documentos capturados en 1846, son bien conocidas: “Difundamos el vicio por radio entre la multitud. Que lo respiren por sus cinco sentidos, que se abreven y que se saturen de él…Tornad los corazones de los hombres corrompidos y viciosos y no tendréis más católicos. Sacad a los sacerdotes de su trabajo, del altar y de la práctica de la virtud. Esforzaos hábilmente por llenar sus mentes y ocupar su tiempo con otros asuntos…Nuestro objetivo es la corrupción en gran escala, la corrupción del pueblo por el clero y del clero por nosotros, una corrupción tal que nos permita mandar a la Iglesia a la tumba. Recientemente, uno de nuestros amigos, riéndose de nuestros proyectos, nos decía: ‘Para vencer a la Iglesia Católica, debéis comenzar por suprimir el sexo femenino’. En cierto sentido esas palabras son acertadas; pero ya que no podemos suprimir a la mujer, corrompámosla junto con la Iglesia…El mejor puñal para herir mortalmente a la Iglesia es la corrupción”. Cuando los seres humanos hayan sido embrutecidos por la impureza, permitirán que se los esclavice sin hacer ninguna tentativa para reaccionar. La resistencia a la propagación de la debilidad y del egoísmo a través de la impureza debe estar firmemente asentada sobre la doctrina de nuestra pertenencia a Cristo y nuestra solidaridad en El. Cada pecado es una traición a la causa del Cuerpo Místico.