jueves, 13 de agosto de 2015

ALERTA AMARILLA: FRANCISCO CONFUNDE (¿A SABIENDAS?)








En la catequesis del miércoles 5 dijo Francisco:

“Hoy quisiera detener nuestra atención sobre otra realidad: cómo cuidar a aquellos que, después del irreversible fracaso de su vínculo matrimonial, han comenzado una nueva unión.

La Iglesia sabe bien que una situación tal contradice el Sacramento cristiano. De todos modos, su mirada de maestra viene siempre de un corazón de madre; un corazón que, animado por el Espíritu Santo, busca siempre el bien y la salvación de las personas. He aquí porqué siente el deber, “por amor a la verdad” de “discernir bien las situaciones”. Así se expresaba san Juan Pablo II, en la Exhortación apostólica Familiaris consortio (n. 84), dando como ejemplo la diferencia entre quien ha sufrido la separación y quien la ha provocado. Se debe hacer este discernimiento”.

Nota catapúltica

Discernir entre quiénes: ¿Quién ha sufrido la separación o quién la provocó? ¿Y con qué fin? ¿Y quién discernirá?

“En estas décadas, en verdad, la Iglesia no ha sido ni insensible ni perezosa. Gracias a la profundización realizada por los Pastores, guiada y confirmada por mis Predecesores, ha crecido mucho la conciencia de que es necesaria una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, a los bautizados que han establecido una nueva convivencia después del fracaso del matrimonio sacramental.

En efecto, estas personas no son de hecho excomulgadas, no están excomulgados, y no deben ser absolutamente tratadas como tales: ellas forman parte siempre de la Iglesia”.


Nota catapúltica

¿Por qué Francisco introduce el tema de la excomunión, sin relación alguna con las cuestiones familiares? Por otra parte que los divorciados no están excomulgados es una verdad de Perogrullo. ¿Tiene sentido traerla a colación? ¿Qué se esconde debajo de las alfombras verbales bergoglianas?)

Cercano ya el Sínodo sobre la familia, por el momento conviene estar en “alerta amarilla”. La presión del cangrejal es fuerte y Jorge Mario Bergoglio ha emitido, casi sin pausa, señales confusas desde aquel tristemente célebre ¿Quién soy para juzgar? y las nunca bien aclaradas llamadas telefónicas a parejas argentinas en “nueva unión”, a las que habría instado a comulgar.
A no dormirse, pues.