sábado, 2 de julio de 2016

“LA GRACIA DE LA PERSECUCIÓN”





“Ello sucedió allá por los años de 18**, cuando en cierta parte del mundo amenazaba a la Compañía una de esas crueles persecuciones que le dejó por heren­cia su santo Padre Ignacio; aquel varón insigne que si no hubiera subido a los altares por su santidad mara­villosa, hubiese alcanzado la gloria de las estatuas por su exquisita prudencia. Comprendía bien el ilustre guipuzcoano que nada enerva tanto las fuerzas morales como la prosperidad; que para levantarse el hombre a toda su pujanza requiere ser sepultado a tiempo bajo los rigores de lo adverso, y que presto pierde el sol­dado sus hábitos guerreros, si la paz llega a enmohe­cer las arrinconadas armas.
Por eso corre entre los jesuitas como tradición fidedigna, que un día encontró el Padre Ribadeneira a San Ignacio entregado a inusitado gozo; manifestóle su extrañeza con sencilla confianza, preguntándole el motivo de su particular contento.
—Regocijaos, conmigo, Pedro —respondió el san­to—, por hoy me ha prometido el Señor lo que con tantas lágrimas le he pedido... Que la gracia de la persecución jamás faltará a la Compañía”.


P. Luis Coloma, S.J., “Pinceladas del natural, “El Mensajero del Corazón de Jesús”, Bilbao, 1920.