sábado, 7 de mayo de 2016

PADRE PÍO, SU DEVOCIÓN A MARIA




El medio más potente y eficaz que usaba el Padre Pío para luchar contra Satanás era la Virgen María, quien bajo su pie virginal aplasta la cabeza del maldito.

El Padre afirmaba claramente que la “querida Mamá” siempre estaba a su lado cuando el Espíritu del mal le ponía trampas y lo hacía sufrir de mil maneras.

Narra el Padre Tarcisio de Cervinara:

“Era el 20 de septiembre de 1961. Antes de llegar a Nápoles fui a San Giovanni Rotondo para visitar al Padre Pío. El pobre sacerdote vivía el último y durísimo ataque de rabia furiosa de Satanás con las más infames y horri­pilantes trampas y difamaciones, que el espíritu humano jamás hubiera podido concebir.

Conociendo todo eso le dije:

“Padre, ¿cuándo se acabará este infierno?”. Y él me contestó: “Hijo mío, lo he puesto todo entre las manos de la Santísima Virgen, Ella ya me consiguió la gracia; solamente ignoro el momento exacto”.

El 11 de febrero de 1954, acompañé al Padre Pío a su celda. Sobre el velador, al lado de su cama, había una pequeña estatua luminosa de la Virgen de Lourdes, muy hermosa.

Le pregunté al Padre con sencillez y confianza: “Padre, se lo pido por caridad, dígame si la Virgen está presente en este momento aquí en su celda”. Antes de contestarme, se detuvo un momento, y con su rostro iluminado y sonrojado, me dijo: “Hijo mío, la pregunta deberías planteármela de otro modo: deberías más bien preguntarme si la Virgen dejó alguna vez mi habitación”.

La Virgen ha estado siempre en la celda del Padre. Es justamente ahí donde Satanás muy a menudo se lanzaba rabioso contra el elegido de Dios.

El Padre recordaba que María es la estrella que ilumina el camino que lleva al Padre celestial, es también el ancla a la que nosotros siempre debemos estar fuertemente unidos en el momento de la prueba. La Virgen María comunica a sus criaturas la fuerza y el coraje para llevar el buen com­bate, pues es en la lucha en donde se fragua nuestra voluntad y se acumulan méritos».

Era tan enamorado del Santo Rosario que había llegado a ser como un “rosario viviente”. Sus mensajes habituales eran: “Amen a la Virgen”; “la Virgen guíe su corazón”; “la Virgen reine en sus corazones”; “María sea la estrella que guíe su camino”; “recen siempre el Rosario”.

Dos días antes de su muerte, lo vino a ver una persona que le preguntó: “¿Qué me dice, Padre Pío?”. Le contestó: “Amen a la Virgen y hagan que la amen. Recen el Rosario y récenlo siempre. Récenlo cuantas veces puedan”.


(Padre Pío, el primer Sacerdote estigmatizado. P. Ramón Ricciardi)