martes, 14 de abril de 2015

¿QUÉ SON LOS ESTADOS UNIDOS?




Guillermo Gueydan de Roussel


INTRODUCCIÓN

En este estudio expondré el papel de las sociedades secretas en la formación de los Estados Unidos de Norteamérica. Estas investigaciones permitirán al lector atento comparar el origen, la historia e incluso el futuro de la gran República del Norte y de las naciones de América del Sur.
Siendo esta historia relativamente reciente en comparación con la historia de las naciones europeas, es posible conocer sus actores y sus gestas con toda objetividad, sin recurrir a leyendas.
Para conocer el papel de la francmasonería, es menester con­sultar sus archivos, pero ellos no están al alcance de los pro­fanos. Existen, sin embargo, diccionarios masónicos, el más im­portante de los cuales es el Internationales Freimaurer Lexikon, cuyo principal autor, Lennhoff, era dignatario de la Gran Logia de Viena y Gran Comendador del Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado. Estos diccionarios constituyen pa­ra el historiador la clave de todos los acontecimientos impor­tantes de estos dos últimos siglos, porque la identidad secreta de un hombre político tiene más influencia sobre su conducta, sus actos y sus discursos que su nacionalidad, su raza o su re­ligión: recibiendo la “Iniciación” y obligándose a guardar su secreto, el hombre se convierte en el instrumento de un demo­nio y sus menores actos toman una significación y un alcance cuyo origen escapa al público.

Noticia biográfica de Benjamín Franklin

Uno de los principales fundadores de los Estados Unidos fue Benjamín Franklin (1706-1790). Los historiadores acostumbran considerar su fulgurante carrera y sus éxitos inesperados como “providenciales”. De hecho, no tienen nada de providencial. Hijo de un fabricante de velas y de jabón y perteneciente a una familia de cuáqueros muy modesta, Franklin hizo en su juventud dos viajes para perfeccionarse en el arte de la imprenta. En 1776, firmó la Declaración de Independencia y, el mismo año, fue enviado a Francia en calidad de ministro plenipotenciario a fin de obtener el apoyo de Luis XVI contra Inglaterra. Dos años más tarde, retornó a Francia como embajador para firmar el Tratado de Paz con Inglaterra (1783). Terminó su carrera como Gobernador de Pensilvania. Tal es la biografía oficial de este “gran hombre”. Veamos la otra.

Historia secreta de Benjamín Franklin

Franklin fue “iniciado” a la edad de 25 años en la Logia “San Juan de Jerusalén”. En Inglaterra, entró en relación con los “Hermanos” y estudió los misterios de la secta. Leyó con admiración la obra secreta de las Constituciones de Anderson, carta fundamental de la franc-masonería, a la que se adjuntaba el Discurso preliminar de Ramsay, que fue Gran Orador de la Gran Logia de Inglaterra. Fue allí donde encontró el secreto de los colonos de América del Norte, separados por sus orígenes, sus lenguas, sus costumbres y sus creencias religiosas. De hecho, la Logia “Unión Americana”, a la que pertenecieron Washington y Lafayette, fue creada antes de la unión política conocida bajo el nombre de Estados Unidos. Ramsay decía: “Se creará un Pueblo nuevo que, estando compuesto por varias naciones (era justamente el caso de las colonias inglesas), de alguna manera las cimentará a todas por el lazo de la virtud y de la ciencia”. Y, entre las “Obligaciones de un Franc-masón”, encontró la solución a la diversidad de las religiones: “Dejando a los masones sus opiniones particulares, resulta más adecuado obligarlos solamente a seguir la Religión en la que todos los hombres están de acuerdo”.


Por otra parte, las Constituciones de Anderson, favorables a la “Paz” y opuestas a la rebelión, no condenan al Hermano “de ser rebelde al Estado... si no está convicto de ningún otro crimen”. Por tanto la independencia de las colonias podía eventualmente realizarse mediante la violencia.

Finalmente Franklin podía leer en las Constituciones de Anderson esta frase profética: “Es muy probable que si los Señores, los Gentilhombres y los Sabios de la Gran Bretaña siguen alentando y cultivando la buena masonería, esta isla llegará a ser la Dueña de la Tierra...” ¿Y por qué no las colonias inglesas “cimentadas” por la franc-masonería? habrá pensado Franklin.
En 1734, el aprendiz impresor trajo a América el precioso libro de Anderson: fue el primer ejemplar que llegó al Nuevo Mundo. El mismo año, fue nombrado Gran Maestre de la Gran Logia Provincial de Filadelfia, y, en 1735, la Gran Logia de Inglaterra lo confirmó en su calidad de Gran Maestre Provincial.

Franc-masonería y democracia

La Gran Logia de Londres estaba compuesta sobre todo de aristócratas. El Príncipe de Gales fue en ella recibido en 1737 y, desde entonces, contó siempre entre sus adeptos a miembros de la familia real. Este aspecto disgustaba al cuáquero Franklin, cuyos antepasados, que habían abandonado su patria bajo el reinado de los Estuardos, pertenecían a una secta enemiga de la religión y de los reyes (“ni cruz, ni rey”) y uno de cuyos fundadores, Guillermo Penn, había recibido hacia 1660 un territorio inmenso al cual dio su nombre, la Pensilvania. Pues bien, la franc-masonería, patrocinada por la nobleza y la familia real inglesa, proclamaba, fuera de Inglaterra, ideas democráticas. Uno de sus adversarios más perspicaces, el Padre Larudan, que había publicado, en 1747, un libro titulado Les franc-macons écrasés, mostraba el parentesco entre la sociedad de los “Niveladores” y los “Milenarios”, o miembros de la “Quinta Monarquía”, del tiempo de Cromwell, y la franc-masonería. Hablando de esta última constata que tiene “el designio de introducir una religión nueva y una nueva suerte de gobierno en la cual todos fuesen enteramente iguales, así como perfectamente libres”. La democracia. Ahora bien, gracias a esta nueva religión y a esta nueva suerte de gobierno, la Unión de los Estados americanos era posible. Asimismo, como dice también Larudan, “la Orden de los francmasones es una sociedad que, bajo el título especioso de la Fraternidad más estrecha, reúne simultáneamente y con las mismas miras a una infinidad de personas sin que la diversidad de caracteres, de inclinaciones o de religiones signifique el menor obstáculo para ello”.
Por otra parte, en Inglaterra se formó hacia mediados del siglo XVIII una nueva rama de la franc-masonería, la Gran Logia de los “Antiguos”, compuesta por la pequeña burguesía, por los Whigs, que se oponían a la invasión de la Gran Logia de Inglaterra por parte de los aristócratas. Desde 1761, esta Gran Logia se propagó en América donde fueron creadas numerosas logias militares de los “Antiguos”, compuestas de soldados y suboficiales, por oposición a las logias de los “Modernos”, fieles a la Gran Logia de Inglaterra, que reunían a los oficiales superiores y los gobernadores reales. Lennhoff estima que a estas logias corresponde la principal parte en la difusión de la franc-masonería en el Nuevo Mundo.

Los “Antiguos”, instigadores de la Independencia Americana

En 1760, Franklin fundó en Pensilvania una Gran Logia Provincial de los “Antiguos”. En Boston, la logia “San Andrés” dependía de esa Gran Logia. Se reunía en la Taberna del “Dragón Verde”, cuartel general de los partidarios de la Independencia. Entre sus adeptos se encontraban Jorge Washington, nombrado en 1775 por el Congreso comandante en jefe de los Coloniales, Alejandro Hamilton, el futuro autor de la Constitución americana, y el general José Warren, su Gran Maestre, amigo íntimo de Franklin. Un excelente diccionario histórico, el Bouillet, escribe discretamente de este último que “desde el año 1776 era uno de los miembros de la asociación secreta que tuvo una influencia tan grande en los asuntos del país”. Fue Boston, en efecto, quien dio la señal de la rebelión contra Inglaterra.
No corresponde acá hablar de los episodios de esta guerra entre las colonias americanas y la metrópoli, en la que se opusieron los Hermanos “Antiguos” y los “Modernos”. Tocqueville, el autor tan objetivo e imparcial de “La democracia en América” (París, 1835 y 1848), estima que “se ha exagerado mucho los esfuerzos que hicieron los Americanos para sustraerse al yugo de los Ingleses”. Los “Antiguos”, en efecto, tenían numerosos partidarios no solamente en Inglaterra, entre los Whigs, sino también entre las tropas de Jorge III. El general inglés Cornwallis, cuya capitulación en Yorktown (1781) puso fin a la guerra, era masón y favorable a la causa de los coloniales.

La ayuda de la Franc-masonería Francesa

En 1776, después de haber firmado la “Declaración de Independencia”, en la que 53 de los firmantes sobre 65 eran masones, Franklin fue enviado a Francia para obtener la ayuda de Luis XVI. Su tarea no era fácil: tenía poco dinero, pocas relaciones en el gran mundo, ningún saber-vivir y una facha voluntariamente muy descuidada. Sin embargo fue recibido fraternalmente en la logia más brillante, más sabia y más poderosa de París, la “logia de las Nueve Hermanas”. Allí, todo lo que parecía contrario al éxito de su misión se transformó enseguida en ventajas: su pobreza fue exaltada, sus actitudes de salvaje americano lo hicieron interesante, y la guerra que predicaba fue calificada de “santa”. Sacó tan buen partido de su popularidad que los miembros de la logia, sabios como Lalande y de Seze, abogados célebres como Elie de Beaumont y Lacépéde, filósofos como d’Alembert y Condorcet, pintores como Greuze y Vernet, un poeta como André Chénier, lo nombraron “Venerable” y lo encargaron de dirigir sus trabajos. Louis Sébastien Mercier, igualmente miembro de esta logia, celebró en “El año 2440” (1776) el gran futuro de Pensilvania, “ese rincón de la tierra en que la humanidad, la fe, la libertad, la concordia, la igualdad se han refugiado desde hace 800 años (es decir, desde el año 1640), cuando llegaron los Cuáqueros, cubierta de las ciudades más brillantes, más florecientes...” En 1778, Franklin recibió solemnemente a su amigo Voltaire en la “Logia de las Nueva Hermanas”.
No había más que obtener que el rey de Francia declarase la guerra a Inglaterra, lo que tuvo lugar en 1778, dos años después de la llegada de Franklin a París. El conde de Grasse-Tilly, masón, teniente general de los ejércitos navales, comenzó las hostilidades y tomó parte en todas las batallas de la guerra de Independencia en calidad de Jefe de Escuadra. El general Lafayette, Gran Maestre de la logia “Los Amigos de la Humanidad” y miembro de la logia “El Contrato Social”, se embarcó con un cuerpo de ejército para ayudar a sus hermanos de América. Llegó a ser el amigo íntimo de Washington, que lo recibió en una logia militar de Morristown, la “Unión Americana”, y no fue sino después de esta recepción, en 1781, que recibió un poder de mando, porque Washington no nombraba a la cabeza de sus tropas sino a masones probados. En 1784 recibió la nacionalidad americana en recompensa de sus servicios.
“Washington y Franklin son las dos columnas sin las cuales el templo de la libertad se hubiese inmediatamente desplomado”, constata Bernard Fay en La franc-magonnerie et la révolution intellectuelle du XVIII siécle.

Los Estados Unidos: creación de la Franc-masonería

Los historiadores no hablan nunca de la historia secreta de la formación de los Estados Unidos. El británico H. G. Wells se contenta con decir: “It was a western European civilization that had broken free from the last traces of Empire and Christendom” (Outline of History). G. Chinard dice que Francia favoreció la democracia en los Estados Unidos y que esto constituye “un indisoluble lazo de amistad y de colaboración” (La doctrine de L’Américanisme des Puritains au Président Wilson, 1919). Augustin Thierry: “Este país donde se encuentran juntas todas las razas humanas, todas las costumbres, todas las lenguas, todas las religiones y en la que todos los hombres no saben dirigir unos a otros sino miradas de fraternidad y de amor” (Sur l’antipathie de races qui divise la nation francaise, 1820). El mismo Tocqueville, tan minucioso en sus análisis sobre La democracia en América, se siente dominado por una especie de “terror religioso…a la vista de esta revolución irresistible que avanza desde hace tantos siglos a través de todos los obstáculos”. Pues bien, cuando hubiera podido hacernos conocer las causas secretas, por ejemplo a continuación de una conversación íntima con su amigo Edward Livingston, hermano de Robert Livingston (Gran Maestre de la Gran Logia de Nueva York), Tocqueville prefiere guardar silencio: “Cada una de estas confidencias, escribe, era registrada por mí apenas recibida, pero no saldrán jamás de mi portafolio”. Entonces concluye: “El desarrollo gradual de la igualdad de las condiciones es pues un hecho providencial”.


Sin embargo los archivos masónicos no dejan ninguna duda: los Estados Unidos no son solamente una realización política de los mitos filosóficos del siglo XVIII, son pura y simplemente una creación de la franc-masonería. Lennhoff dice que la franc-masonería ha sido el “germen” (Keimzelle) de los Estados Unidos. El espíritu masónico, ese espíritu de tinieblas, le ha dado sus grandes hombres, su unidad, su religión, sus victorias y su poder. La profecía de Anderson, “esta isla llegará a ser de la Dueña de la Tierra” ha encontrado su cumplimiento en este “pueblo elegido y mesiánico” de la gran isla del Norte. El ha cumplido las condiciones impuestas por el demonio y ha aceptado su ofrecimiento: “Tibi dabo potestatem hanc universam et gloriam illorum”. Y el Imperio le ha sido dado: “Et data est illi potestas in omnem tribum et populum et linguam et gentem”. El Apocalipsis precisa que ese poder ha sido dado por el Dragón (Lucifer) a la Bestia que ha subido del mar, Leviatán. Pues bien, cuando los Estados Unidos entraron en guerra contra Alemania, el 6 de abril de 1917, el primer paquebote que zarpó de América con 12.000 sammies a bordo se llamaba LEVIATAN.

Las sociedades secretas al servicio del imperialismo norteamericano

Los Estados Unidos se han convertido en el siglo XIX en el centro de irradiación de las sociedades secretas. En 1801, el coronel John Mitchell, Frederic Dalcho e Isaac da Costa fundaron en Charleston el “Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado”, en virtud de una patente del Gran Oriente de Francia. Los miembros de ese Supremo Consejo tenían por obligaciones: el trabajo,— la lucha por la libertad de conciencia, la defensa de los derechos del hombre,— el amor del prójimo,— la reconciliación de los pueblos,— el mantenimiento de la paz y la búsqueda de la verdad. Este Rito, contrariamente a la antigua franc-masonería, que no tenía sino tres grados, tenía treinta y tres.
En 1803, el hijo del Almirante de Grasse-Tilly, el Conde Francois-Auguste de Grasse-Tilly, recibió una patente del Supremo Consejo de Charleston autorizándolo a introducir este Rito en el Viejo Mundo y, en 1804, fundó, junto al Gran Oriente de Francia, un Supremo Consejo que no tardó en reunir las personalidades más destacadas del país, tales como Lafayette, Lacépéde, el Príncipe de Arenberg, conocido con el nombre de Conde de La Mark, los barones James y Anselmo de Rothschild. De Grasse-Tilly era su Gran Comendador y tuvo por sucesores a Cambacérés, Gran Canciller de Napoleón, Decaze, Ministro del Interior y Primer Ministro de Luis XVIII, el Duque de Choiseul, sobrino del Ministro de Luis XVI, y Crémieux, Ministro de Justicia en 1870 y fundador de la Alianza Israelita Universal.
Otros Supremos Consejos fueron fundados en Europa y en América del Sur, entre otros en Brasil (1830) y en Argentina (1859). En 1811, de Grasse-Tilly fundó en Madrid un Supremo Consejo cuyo jefe fue el Ministro de José Bonaparte, Azanza, Eugenio de Beauharnais, Virrey de Italia, fue Gran Comendador del Supremo Consejo para el reino de Italia, en 1805.
En 1860 el Supremo Consejo de Charleston fue transferido a Washington, donde erigió el más hermoso Templo masónico del mundo.
En 1875, todos los Supremos Consejos del mundo se reunieron en Lausanne en una “Confederación”, adoptaron un Rito Mundial Universal y completaron las Obligaciones en un sentido universalista.
En los Estados Unidos fue también fundada, en 1843, la orden independiente del B’nai B’rith, compuesto exclusivamente por judíos, y destinado a defender sus intereses. Esta orden, que no aceptaba mujeres, prosperó también, y fundó Grandes Logias en Alemania (1882), Rumania, Checoeslovaquia, Austria. Polonia, Egipto, Inglaterra y Francia. Fundada en Nueva York, su sede fue transferida a Chicago.
La “influencia providencial” de los Estados Unidos en el mundo no es únicamente un producto de la franc-masonería, de la cual tomó la dirección y el monopolio a partir de 1801. Una infinidad de sociedades, de clubs y de sectas, Mormones, o Santos de los Últimos Días, Club de Leones, Rotary Club, Testigos de Jehová, etc., esparcidos por todos los países del mundo, no tienen otro fin que extender el Imperialismo norteamericano. Como lo ha escrito Robert de Herte en un artículo de Nouvelle Ecole, “el sentimiento de su elección, el carácter mesiánico de su misión van a conducir así a América a una forma sutil de Imperialismo”. En efecto, todas esas sociedades sirven únicamente para reclutar, seleccionar y formar sujetos útiles al Príncipe de este mundo.
En cuanto a las naciones todavía independientes que los Estados Unidos se esfuerzan por someter a su dominio y destruir, utilizan con gran refuerzo de propaganda y de amenazas, el veneno masónico por excelencia: la democracia, “el mal hecho legión”, como decía Donoso Cortés, esta democracia que engendra el panteísmo en el orden religioso y que permitirá la constitución de un gobierno mundial en el orden político.
La estatua de la Libertad, obra del escultor masón Bartholdi y erigida por los cuidados de la Gran Logia de Nueva York en el puerto de esta ciudad, se vuelve hacia el Oriente y desafía la Cruz.


“El Verbo y el Anticristo”, Ediciones Gladius, Buenos Aires, 1993.