miércoles, 30 de marzo de 2016

COHERENCIA ABANDONADA





El P. Joseph Pfeiffer es uno de los sacerdotes que se han erigido fragorosamente en paladines de la Resistencia, campeones de la ortodoxia católica, custodios de la integridad doctrinal, vigías celosos que se encargan de mantener la pureza de la religión “cueste lo que cueste y caiga quien caiga”, denunciando las “herejías” que corroen la virtud por ellos salvaguardada. Cual doctores incoercibles, como nuevos Atanasios, Hilarios y Agustines, despliegan una incansable y ampulosa verborrea a lo largo de extensos y espontáneos discursos que apelan a los más caros sentimientos de los fieles. Lanzan sus dardos con voz tronante a quien esté dispuesto  a escucharles, para seguirlos en sus campañas libertadoras contra quienes han señalado como sus más encarnizados enemigos personales, a quienes han jurado abatir. El único problema es que estos Maestros de la verdad, estos Generales de la guerra santa, estos Líderes impetuosos de una nueva cruzada, lejos de ser fuentes de agua pura y cristalina, son por el contrario como “cisternas rotas que no pueden retener el agua” (como dice el profeta Jeremías), que sólo ofrecen un agua turbia y cenagosa. De sus aljibes sólo sale ahora ignorancia teológica, incoherencia, hipocresía y petulancia.

Como vemos en este caso del falso obispo Moran, cuelan el mosquito y se tragan el camello. También  puede aplicárseles la parábola de Lucas 6,41, pues señalan la paja que creen ver en el ojo del hermano, sin detenerse a ver la viga en el propio ojo. En este caso, haciendo causa común contra Mons. Williamson a raíz de una deficiente respuesta a una mujer birritualista (en una conferencia en EE.UU, en julio de 2015), y haciendo abstracción de toda su conducta y sus palabras de siempre. Leíamos recientemente en un artículo que lo mismo ocurrió cuando San Pablo, que predicó tantísimas veces contra la necesidad de circuncidarse para recibir la fe, sin embargo circuncidó a su discípulo Timoteo. Desde entonces los “vigías” de la fe de entonces –sin intentar comprender las razones del Apóstol-  comenzaron a atacar violentamente a San Pablo y tratarlo de hereje, a los cuales el gran Apóstol debió en un momento salir a reprender.

El P. Pfeiffer dijo en su momento que asistir a las misas de la FSSPX era incurrir en el pecado y delito canónico de communicatio in sacris (lo cual es falso y demuestra la grave ineptitud teológica de este sacerdote, pues no puede decirse que los sacerdotes de la FSSPX son acatólicos, por más liberalismo que los hayan invadido), pero luego llevó un falso obispo que ni siquiera es católico a su seminario y su capilla de Boston para que ejerciera allí sus “sacras” funciones, con lo que incurrió él sí en el pecado y delito de communicatio in sacris, llevando a sus fieles a participar activamente en un rito celebrado por un acatólico (Cfr. CIC 1917, Can. 1258).

El P. Pfeiffer acusó a Mons. Williamson de apañar a un sacerdote que hace unas décadas cometió ciertos pecados muy graves, pero luego el P. Pfeiffer llevó a su seminario y a sus capillas a un sacerdote pedófilo condenado (arrestado por tenencia de pornografía infantil), removido del estado clerical y vuelto al estado laical (ver acá). Así que sometió a sus seminaristas a tal escoria pese a las múltiples advertencias recibidas.

¿Después de todo esto, el P. Pfeiffer aún se atreve a hablar como un gran defensor de la fe y la verdad?

OTRA ADVERTENCIA A LOS FIELES ACERCA DEL P. PFEIFFER






Se dan a conocer estos hechos porque el P. Pfeiffer se dedica habitualmente a denigrar a Mons. Williamson, acusándolo, entre otras cosas, de proteger a un Sacerdote pedófilo. Desconocemos los detalles del caso, pero confiamos en que el Obispo cree en el arrepentimiento y enmienda de ese Sacerdote, y en que su actitud hacia éste se funda en la verdadera caridad.

“El que esté libre de pecado, lance la primera piedra”

¿El P. Pfeiffer tiene derecho a lanzar la primera piedra? ¿Qué pasa en este orden de cosas con el P. Pfeiffer,  feroz acusador y lapidador implacable de Mons. Williamson?

En un sermón dado el 13 de marzo de este año (llamado curiosamente “Malicia Eclesiástica”), el P. Pfeiffer afirma lo siguiente:

"En Filadelfia también han tomado nuestra capilla, por lo que la gente ahora va a la Misa del Padre N. Él es amigo de nosotros. Es un largo viaje en coche, pero él está tomando el cuidado de esas personas".

Pero sucede que el “Padre N” es un pedófilo condenado en proceso canónico y en proceso criminal deL fuero civil (¡¡¡!!!).

En efecto, la diócesis “X” emitió un comunicado diciendo:

Se informa a los fieles que “N”, antiguamente sacerdote de la Diócesis “X”, fue removido del estado clerical y regresado al estado laico por el Santo Padre, papa Francisco, (fecha). […] En (fecha), el Obispo “Y” retiró a “N” del ministerio público cuando la Diócesis de “X” se dio cuenta que había sido arrestado por posesión de pornografía infantil, por lo cual “N” fue sentenciado a dos años de libertad condicional. […] El señor “N” tiene prohibidas sus funciones como sacerdote en la Iglesia Católica y no debe presentarse como tal.

Otra diócesis: 

Las indicaciones más recientes son que "N” ha estado sirviendo en la Capilla “X”. Esta capilla no está afiliada de ningún modo a la Diócesis o a la Iglesia Católica. Ya que el Sr.“N” ha sido removido del estado clerical, tiene prohibidas sus funciones como sacerdote en la Iglesia Católica y no debe presentarse como sacerdote. Su celebración de los sacramentos sería gravemente ilícitay en el caso de matrimonio y absolución sacramental, normalmente inválido.

El testimonio de un fiel del P. Pfeiffer:

EL P. PFEIFFER Y EL FALSO OBISPO MORAN: ES UN DEBER PREVENIR A LOS FIELES Parte 2



El impostor William (Ambrose) Moran



"Está claro que los Padres querían forzar al Obispo [Williamson] a ordenar a sus seminaristas, pero sin cumplir con las demandas del Obispo. Esta fue la causa principal por la que empezó la oposición entre el P. Pfeiffer y Mons. Williamson. De allí la desesperación de los Padres para encontrar un “obispo” para ordenar a sus seminaristas a cualquier precio. Entonces llegó Moran"


Nota: hemos destacado en negrita ciertos pasajes.


LAS CAUSAS PROFUNDAS DEL “MORAN-GATE”

No podemos concluir este estudio, sin mencionar las CAUSAS PROFUNDAS que llevaron a los Padres a asociarse con Moran, porque este no es un caso aislado; es solamente la “punta del iceberg”. La impía asociación de los Padres con Moran es solamente una consecuencia de causas específicas, llevándolos a esa grave falta de juicio prudencial, especialmente en el P. Pfeiffer.

1)ACTIVISMO EN SU APOSTOLADO

Activismo en la vida espiritual es un defecto que conduce al apóstol a basar sus frutos apostólicos más en actividad externa que en cultivar la vida interior.

Nadie ha condenado mejor el activismo y ha expuesto sus peligros que el P. Jean Baptiste Chautard en su libro: “El alma de todo Apostolado”. Él cita al difunto Cardenal Mermillod, quien llamó al activismo “la herejía de las buenas obras”. El P. Chautard agrega este comentario: “Él usa esta expresión para estigmatizar al apóstol quien pasa por alto su papel secundario y subordinado, y mira solamente su propia actividad personal y talentos como las bases del éxito apostólico”. Y más adelante: “estos herejes activistas, por su parte, imaginan que dan más gloria a Dios apuntando sobre todo a los resultados externos”. Y concluye: “Rechazar la verdad, o ignorarla en las acciones de uno, siempre constituye un desorden intelectual en la doctrina o en la práctica”.

Como el seminario ha sido el centro del “Moran-gate”, aprovecharé para señalar los problemas de los Padres en su funcionamiento. Todos estamos de acuerdo que abrir un verdadero Seminario católico hoy en día es una absoluta necesitad, pero también es un gran desafío. Y hay elementos fundamentales que no pueden pasarse por alto, tanto a nivel práctico como en el plano de los principios.

El primer elemento práctico que los padres pasaron por alto en el funcionamiento de su Seminario, es que consume mucho tiempo. ¿Cómo los padres tratan de reconciliar esta tarea tan seria con un apostolado muy ocupado fuera del Seminario? Una de las “soluciones” de los Padres a este problema fue el confiar a los seminaristas a un laico no calificado, Pablo (sic), durante su ausencia…

A este problema, añadimos otro de carácter práctico, más importante, concerniente al programa de estudios. El P. Voigt, cuando dejó el seminario después de vivir allí algunos años, expuso públicamente los serios problemas con la organización del Seminario, con lo cual el P. Hewko estuvo de acuerdo.

Sin embargo, no se han tomado soluciones reales para resolver estos problemas.

martes, 29 de marzo de 2016

EL P. PFEIFFER Y EL FALSO OBISPO MORAN: ES UN DEBER PREVENIR A LOS FIELES Parte 1


El "Obispo" Moran con el P. Pfeiffer y Gregory Taylor, editor de "The Recusant"



"Desgraciadamente, es evidente la necesidad de denunciar estas acciones con los dos estudios del caso Moran. Si no lo hacemos, hay un grave peligro de comprometer los principios y unidad de la Resistencia Católica. Nosotros, como Católicos, no podemos tolerar que aquellos que afirman combatir por la Fe católica se asocien con un comprobado cismático e impostor." 

P. Juan Carlos Ortiz 


Los Padres Pfieffer y Hewko se asociaron el año pasado con un falso obispo católico, lo que ocasionó un grave escándalo en los fieles y en los sacerdotes que tenían lazos con ellos, debido a que a este falso obispo se le permitió celebrar la misa en el altar de la capilla del Seminario de la FSSPX-MC y confesar a los fieles. 

El R.P. Juan Carlos Ortiz escribió en diciembre de 2015, un amplio estudio canónico y teológico con numerosas pruebas, en el cual demostró de manera fehaciente que William (Ambrose) Moran es un falso Obispo católico. 


Ese estudio completo puede ser leído acá

Así se expresa el P. Ortiz:

En el año 2015, un hombre llamado William (conocido como Ambrose) Moran-Dolgorouky entró en contacto con dos sacerdotes del seminario Nuestra Señora del Monte Carmelo en Boston, KY, Padres Joseph Pfeiffer y David Hewko, afirmando ser un “Arzobispo Católico” en buena relación con la Iglesia Católica y aseverando haber recibido la “misión” para ayudar al movimiento Tradicional Católico Latino, por pedido del difunto Cardenal Joseph Slypyj (1892-1984), el antiguo Arzobispo Mayor de la Iglesia Católica Ucraniana.

Hemos descubierto muchas graves inconsistencias acerca de la vida anterior de Ambrose Moran que abren el camino para cuestionar legítimamente la autenticidad y validez de sus afirmaciones. Consultamos el confiable testimonio de las autoridades religiosas (católicas y ortodoxas) y muchos documentos y las entrevistas disponibles en internet respecto a la vida y afirmaciones de William Moran.

En sus conclusiones, el R.P. Ortiz afirma:

1. ¿Recibió Moran las Ordenes válidas? Expusimos en la tercera parte de este estudio que todos los HECHOS PROBADOS tomados conjuntamente, nos llevan a concluir que todas las Ordenes recibidas por Moran fueron de manos de Obispos ortodoxos cismáticos, y nunca de un Obispo Católico.

CASA DE TOLERANCIA





Hace 28 años, Monseñor Lefebvre dejaba claramente explicitadas cuáles serían las condiciones que él pondría a los modernistas romanos, para llegar a entenderse con ellos:

«Suponiendo que de aquí a cierto tiempo Roma nos llame, quiera vernos otra vez y restablecer conversación, en ese momento soy yo el que pondré las condiciones. Ya no aceptaré quedarme en la situación en la que estábamos durante los coloquios. Plantearé la cuestión en el plano doctrinal: “¿Estáis de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los Papas que os han precedido? ¿Estáis de acuerdo con Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de Pío X, Quas Primas de Pío XI y Humani generis de Pío XII? ¿Estáis en comunión con estos Papas y con sus afirmaciones? ¿Aceptáis todavía el juramento antimodernista?¿Estáis a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Si no aceptáis la doctrina de nuestros predecesores, es inútil hablar. Mientras no aceptéis reformar el Concilio, considerando la doctrina de estos Papas que nos han precedido, no hay diálogo posible. Es inútil. De este modo, las posturas serán más clarasNo es poca cosa lo que nos opone. No basta decir: “Podéis decir la misa antigua pero hay que aceptar el Concilio”. No. No es la misa lo que nos opone, sino la doctrina». (Entrevista concedida a la revista Fideliter Nº 66, 1988).

Sin embargo, Mons. Fellay sostiene diálogo con las autoridades modernistas romanas, incluso afirma que el Papa Francisco está de lado de la FSSPX, y pone como única condición que Roma acepte a la FSSPX tal como es; por lo tanto, Francisco ha aceptado las otras condiciones especificadas por Mons. Lefebvre, ha aceptado la doctrina de los papas preconciliares y ha aceptado reformar el concilio.

En 1988 Mons. Lefebvre decía:

“Cuando se nos plantee la cuestión de saber cuándo habrá un acuerdo con Roma, mi respuesta es simple: cuando Roma vuelva a coronar a Nuestro Señor Jesucristo”. (Conferencia en Flavigny, diciembre de 1988).

Sin embargo, Mons. Fellay pone como única condición para el acuerdo que Roma acepte a la FSSPX “tal como es”; por lo tanto, ya ha coronado o está en vías de coronar nuevamente a Nuestro Señor Jesucristo.

En el año 2008, un antiguo profesor en el Seminario de La Reja, el P. Jesús Mestre, decía en la publicación oficial del Seminario:

“Mientras Roma no cambie, es inútil toda tratativa”.

Sin embargo, Mons. Fellay sostiene constantes, fructuosas y optimistas tratativas con Roma; por lo tanto, Roma ha cambiado.

En una conferencia a sus seminaristas en septiembre de 1988, decía Mons. Lefebvre:

“Muchos de los que nos han abandonado para unirse a Roma (conciliar) no comprendieron justamente lo que es el liberalismo y cómo las autoridades romanas, desde el concilio Vaticano II, están infestadas de estos errores. Si lo hubieran comprendido, hubieran huido, la hubieran evitado, se hubieran quedado con nosotros. Pero ellos no quieren creer en estos errores ¡Es grave! Porque al acercarse a estas autoridades, uno se contamina forzosamente”.

Sin embargo, Mons. Fellay y sus colaboradores se acercan y dialogan frecuentemente y cordialmente con las autoridades romanas sin temer contaminarse los errores; por lo tanto, estas autoridades de hoy ya no están infestadas de esos errores.

En la misma conferencia citada anteriormente, decía Mons. Lefebvre:

COMENTARIOS ELEISON - LEGADO DE MONSEÑOR - I




Número CDLIV (454)
26 de marzo de 2016

Legado de Monseñor – I

Mons. Williamson




Hace 25 años murió Mons. Lefebvre.
¿Sus sucesores le han sido fieles? No.

Ayer, 25 de marzo, fue el 25to aniversario de la muerte de un gran hombre de Dios, Monseñor Lefebvre, a quien tantos católicos que hoy mantienen la Fe le deben tanto. Cuando en los años 1960 los demonios Revolucionarios del mundo moderno lograron poner bajo su yugo a la masa de hombres de Iglesia católicos, sea durante o después del Concilio Vaticano Segundo (1962–1965), fue Monseñor quien, casi por sí solo, se mantuvo firme en esa Verdad Católica que la Autoridad Católica, enceguecida o acobardada, estaba abandonando. Porque, de hecho, para obedecer a esa Autoridad dedicada a los principios de la Revolución, los católicos tuvieron que abandonar la Verdad de la Tradición inmutable de la Iglesia. O si no, para permanecer fieles a esa Verdad, ellos debían entrar en “desobediencia” a las Autoridades de la Iglesia.

Por supuesto, ni Monseñor ni la Fraternidad San Pío X que él fundó en 1970 estaban en desobediencia real, ya que la Autoridad Católica es la sirviente indispensable de la Verdad Católica: indispensable porque la Verdad sin Autoridad se hace trizas en medio de las opiniones beligerantes de hombres falibles, pero sirviente porque la Autoridad es un medio y no un fin, el medio para proteger y preservar esa infalible Verdad de Cristo que por sí sola puede salvar almas. A esta inmutable Tradición de la Iglesia, Monseñor Lefebvre permaneció fiel hasta el final, aunque sin despreciar ni desafiar aquellas Autoridades de la Iglesia que lo condenaron al final. Por el contrario, él hizo todo lo que pudo, de hecho, en un momento dado según él mismo lo admitió, aún más de lo que debió haber hecho, para ayudarlos a ver a la Verdad y servirla, por el bien de toda Iglesia, pero en vano.

sábado, 26 de marzo de 2016

LA PALABRA “CRUZ”






Por Mons. Dr. Paul W. von Keppler


«Porque la palabra de la cruz, para los que se pierden es locura; mas para nosotros, los que nos salvamos, es virtud de Dios.»

Verbum enim crucis pereuntibus quidem stul- titia est: iis autem qui salvi fiunt, id est nobis, Dei virtus est.    (1 Cor. 1, 18.)


La pena y el dolor que lleva consigo el Viernes Santo, la esperanza y la gracia que promete, el recuerdo de tristes hechos y el mensaje de salud que trae, todo está sintetizado y como personificado en un emblema, en una señal: la señal de la Cruz.

Cuando allá en tierra de infieles, después de las pri­meras instrucciones, el misionero levanta en alto la cruz, causa esta señal profunda impresión en los que la ven por vez primera. La contemplan con temeroso respeto y sienten a su vista singular atracción y repul­sión al mismo tiempo.

Nosotros, acostumbrados a verla desde nuestra in­fancia, la llevamos impresa en la retina, y no podemos recordar cuándo ni dónde la vimos la primera vez.

Hallárnosla en todas partes, en casa, en la iglesia, en el campo, en los caminos; y se nos ofrece bajo todos aspectos, figuras y formas. Es ya para nosotros cosa tan cotidiana, que ninguna impresión especial nos produce.

Hoy es cabalmente el día en que debemos fijar bien nuestra mirada en esta cotidiana señal, para que con­mueva profundamente nuestro espíritu y nuestro co­razón. Fijad vuestra atención en la cruz. ¿Puede haber cosa más llana y sencilla que esas dos líneas que se cruzan, ese palo enhiesto con su travesaño en el centro? Figura simplicísima, exacta, regular, y sin embargo es la imagen de la más radical contrariedad y oposición; el símbolo más expresivo del dolor, de la pena, de la muerte; árbol seco, sin hojas ni ramas; con sus dos brazos cortados y escuetos: y así y todo es la cruz en su forma fuertemente trabada, la imagen de aspiracio­nes vigorosas, de tesón firmísimo; la imagen de la for­taleza y de la vida.

Como imagen del dolor y de la muerte, como ex­presión de fuerza y de vida, escogió Dios y señaló la cruz para que fuera el instrumento de la redención. Como señal de muerte y señal de vida también, hállase pre­dominando en la vida de Jesús, y debe también presidir y gobernar los actos de nuestra vida. Esto querría de­mostraros hoy; y así toda mi exhortación se encerrará en una sola palabra, en la palabra «Cruz», de la cual dice el Apóstol que es como una necedad a los ojos de los que se pierden; mas para los que se salvan, esto es, para nosotros, es la virtud y poder de Dios. Ojalá por la gracia del Crucificado y por la mediación de su Madre dolorosa, sea la cruz para todos nosotros ver­dadera virtud divina.

ANTE EL CRUCIFIJO





“Voy a decirle lo que hago cuando me encuentro un poco cansada. Miro el Crucifijo, y al ver cómo El se sacrificó por mí, me parece que lo menos que puedo hacer por El es gastar y quemar mi vida para devolverle algo de cuanto El me entregó”

Sor Isabel de la Trinidad, Epistolario, carta 136.


LA CRUZ





Loas a la Cruz


Cruz, descanso sabroso de mi vida,
Vos seáis la bienvenida.

iOh bandera, en cuyo amparo
El más flaco será fuerte!
iOh, vida de nuestra muerte,
Que bien la has resucitado!
Al león has amansado,
Pues por ti perdió la vida.
Vos seáis la bienvenida.

Quien no os ama está cautivo
Y ajeno de libertad;
Quien a vos quiere allegar
No tendrá en nada desvío.
iOh dichoso poderío
Donde el mal no halla cabida!
Vos seáis la bienvenida.

Vos fuisteis la libertad
De nuestro gran cautiverio;
Por vos se reparó mi mal
Con tan costoso remedio,
Para con Dios fuiste medio
De alegría conseguida.
Vos seáis la bienvenida                  


SANTA TERESA DE JESÚS


YO ¿CÓMO VINE AL MUNDO?





Yo ¿cómo vine al mundo? Condenado;
Dios ¿cómo me libró? Dando su vida;
Yo ¿cómo la perdí? Por un bocado,
Que fue del mundo todo el homicida.
Dios ¿qué me pide a mí? Lo que me ha dado;
Yo ¿qué le pido a él? La eterna vida;
Dios ¿para qué murió? Para librarme:
¿Yo para qué nací? Para salvarme.

De tierra soy, en tierra he de volverme;
Y a siete pies de tierra reducido,
Y una pobre mortaja en que envolverme,
Tendré del mundo el pago merecido;
No puedo deste paso defenderme,
Ni el César puede, ni el jayán temido;
¡Miseria general!, ¡caso terrible!
Que tengo de morir es infalible.

Allí de los amigos más amados,
Del alma tiernamente más queridos,
Los últimos abrazos regalados
Recibiré con llantos y gemidos
Allí seré el mayor de mis cuidados,
Los deleites y vicios cometidos,
Pues que puedo por ellos no salvarme
Dejar de ver a Dios y condenarme.

EL PODER DE LA SANTA CRUZ





"El poder de la santa Cruz contra Satanás y sus legiones es tal, que la podemos considerar un escudo invencible que nos hace invulnerables a sus flechas. La historia nos enseña que, más de una vez, los misterios paganos perdieron su fuerza a causa de la señal de la Cruz hecha por un cristiano, oculto entre la multitud".

Dom Próspero Guéranguer O.S.B


viernes, 25 de marzo de 2016

SERMÓN DE LAS SIETE PALABRAS. PRIMERA PALABRA DE CRISTO EN LA CRUZ





Por Mons. Dr. Paul W. von Keppler



«Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.»
Pater, dimitte illis, non enim sciunt quid faciunt.
(Luc. 23, 34.)

La imagen lastimera del Salvador crucificado, en la que fijan hoy su mirada todos fieles, fuéle mostrada en vaticinio al profeta Isaías, con toda claridad. Una circunstancia, entre todas, causóle profundísima im­presión: el silencio maravilloso de este divino Paciente, en medio de tan terribles tormentos y de tan horrenda injusticia. Este silencio llena de sagrado asombro al profeta, que maravillado exclama: «Ofrecióse al sacri­ficio voluntariamente, y no abrió su boca; será conducido al matadero, como la oveja, y, como cordero delante del que lo trasquila, enmudecerá y no abrirá su boca»—Oblatus est quia ipse voluit, et non aperuit os suum; sicut ovis ad occisionem ducetur, et quasi agnus coram tondente se obmutescet, et non aperiet os suum (Is. 53, 7).

De este silencio del Salvador maravillóse también Pilato (Matth. 27, 14), y se maravillan asimismo todas las almas nobles. Acumulan los judíos acusaciones y más acusaciones contra el Señor, mas él no se defiende, y calla. Herodes hace burla de él, y calla; los soldados desgarran sus carnes con dolores acerbos, que le arrancan algún gemido, pero calla; le hincan en la cabeza y en las sienes la corona de espinas, que le hace estremecer, por lo terrible de sus dolores, pero calla; cargan sobre sus llagados hombros el peso de la cruz, y lleva esta carga hasta que no puede más, hasta sucumbir debajo de ella; pero calla. Realmente no hay cosa que tanto nos descubra la grandeza de alma y la heroica pacien­cia del Varón de dolores, como este soberano silencio.

Mas con este su callar tan elocuente mezcló el Sal­vador en su Pasión, algunas veces, muy breves frases; y el largo y profundo silencio que guardó, estando en la cruz, lo interrumpió para decirnos, en aquellos pos­treros momentos, sus últimas siete palabras.

¡Sus últimas palabras! Las últimas expresiones de un moribundo suelen tenerse en grande estima, y los que le sobreviven las conservan como un legado testamentario.

Las últimas palabras del Salvador moribundo son palabras de un Redentor, reveladoras de su dignidad de Mesías; palabras que iluminan como relámpagos las tinieblas del Calvario, el misterio de la cruz; palabras que suenan, a la vez poderosas y terribles, como los siete truenos del Apocalipsis (Apoc. 10, 3), y dulces y suaves como las campanillas de plata del vestido del sumo sacerdote, cuando entraba en el Sancta Sancto­rum para ofrecer el sacrificio. La primera de estas siete palabras es el mensaje de salvación, que hoy no&-envía el Salvador desde la cruz. ¡Ojalá que todos los cora­zones se abran para recibirlo!

Los verdugos en el Calvario acaban de terminar su tarea sanguinaria: se ha extinguido ya el eco de los martillazos, con que han hecho penetrar los gruesos clavos por las delicadas carnes de las manos y pies del Salvador. Éste queda como víctima santa pendiente de la cruz entre el cielo y la tierra, desangrándose por muchas heridas, entre convulsiones y estremecimientos de dolor. Hasta la misma naturaleza universal parece suspender todo movimiento y rumor, presa de espanto y admiración; y ni los rayos del sol ni el aire de la primavera se atreven a tocar el sagrado cuerpo. De la muchedumbre misma del pueblo parece haberse apo­derado un terror insólito, que paraliza sus lenguas; y reina un silencio pavoroso. Sólo el odio de los sumos sacerdotes y de los fariseos se está cebando en los tor­mentos de su víctima, y con diabólica fruición comien­zan a burlarse del Salvador y a blasfemar de él. Entonces levanta el Señor su sagrada cabeza, echa una mirada sobre el pueblo, alza sus ojos al cielo, y abriendo sus labios exclama con voz clara y sonora: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.»

25° ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE MONS. MARCEL LEFEBVRE





“Esta jornada de hoy es la operación “supervivencia”. Y si hubiera hecho esa otra operación con Roma siguiendo los acuerdos que habíamos firmado y poniendo en práctica a continuación estos acuerdos, haría la operación “suicidio”
(Sermón en la consagración episcopal de los cuatro obispos, 30 de junio de 1988)


R.P. TRINCADO - SERMÓN DEL JUEVES SANTO





El Jueves Santo la Iglesia conmemora la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio. Cristo, al ascender a los Cielos, no nos ha abandonado. Él mismo, por medio de la Eucaristía, perpetuará su Sacrificio Redentor y será el alimento de nuestras almas para siempre, y, por medio de sus Sacerdotes, Él seguirá conduciéndonos al puerto de salvación hasta el final de los tiempos.

Ambas cosas son obras del amor infinito de Dios. “Dios es amor”, dice san Juan, y ese amor activo y expansivo en supremo grado “es un fuego devorador”, según palabras de San Pablo y del Deuteronomio.

En esta ocasión quiero referirme a la caridad y a la humildad de Nuestro Señor en el episodio narrado en el Evangelio de hoy, que dice: “Sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”.

“Hasta el fin” o “hasta el extremo”. Cristo nos amó hasta el extremo. Y esto nos enseña cómo debe ser el amor que debemos tener a Dios. Nadie puede amar demasiado o excesivamente a Dios y cualquier medida de amor con que correspondamos a su infinito amor, será poca cosa.

Hasta el extremo. Dios quiere corazones de fuego. “¡Fuego vine a lanzar sobre la tierra y cómo quiero que arda!”, nos dice Cristo. Pero nosotros no queremos que arda. “El Reino de los Cielos sufre violencia” y sólo “los violentos”, es decir, los resueltos, los de fuego; conquistan y “arrebatan el Cielo” porque antes se han dejado conquistar e incendiar por el fuego de Dios.

Nos amó hasta el extremo. Evitemos la caridad mediocre, también conocida como tibieza, porque no hemos sido creados para la mediocridad, sino para el heroísmo, para el amor heroico, no tibio sino ardiente. A eso hemos venido a la Resistencia, a la última trinchera anti liberal, y si no es para amar a Dios hasta el extremo, ¿a qué hemos venido?

jueves, 24 de marzo de 2016

JUEVES SANTO: INSTITUCIÓN DE LA EUCARISTÍA




La cena del Señor y el lavatorio de pies    

Entre todas las obras memorables que obró nuestro Salvador en este mundo, una de las más dignas de perpetua recordación es aquella postrera cena que cenó con sus discípulos. Donde no solamente se cenó aquel cordero figurativo que mandaba la ley, sino el mismo Cordero sin mancilla, que era figurado por la ley.

En el cual convite resplandece primeramente una maravillosa suavidad y dulzura de Cristo, en haber querido asentarse a una mesa con aquella pobre escuela, que es con aquellos pobres pescadores, y juntamente con el traidor que lo había de vender, y comer con ellos en un mismo plato. Resplandece también una espantosa humildad, cuando el Rey de la gloria se levantó de la mesa, y ceñido con un lienzo a manera de siervo, echó agua en un baño, y postrado en tierra, comenzó a lavar los pies de los discípulos, sin excluir de ellos al mismo Judas que lo había vendido. Y resplandece sobre todo esto una inmensa liberalidad y magnificencia de este Señor, cuando a aquellos primeros sacerdotes, y en aquellos a toda la Iglesia, dio su sacratísimo cuerpo en manjar, y su sangre en bebida: para que lo que había de ser el día siguiente sacrificio y precio inestimable del mundo, fuese nuestro perpetuo viático y mantenimiento, y también nuestro sacrificio cotidiano.

Mas ¿quién podrá explicar los efectos y virtudes de este nobilísimo sacramento? Porque con él por una manera maravillosa es unida el ánima con su esposo, con él se alumbra el entendimiento, avívase la memoria, enamórase la voluntad, deléitase el gusto interior, acreciéntase la devoción, derrítense las entrañas, ábrense las fuentes de las lágrimas, adorméscense las pasiones, despiértanse los buenos deseos, fortaléscese nuestra flaqueza, y toma con él aliento para caminar hasta el monte de Dios. Oh maravilloso sacramento, ¿qué diré de ti? ¿Con qué palabras te alabaré? Tú eres vida de nuestras ánimas, medicina de nuestras llagas, consuelo de nuestros trabajos, memorial de Jesucristo, testimonio de su amor, manda preciosísima de su testamento, compañía de nuestra peregrinación, alegría de nuestro destierro, brasas para encender el fuego del divino amor y prenda y tesoro de la vida cristiana.