miércoles, 22 de abril de 2015

¿POR QUÉ VAN A ROMA?




“La política de la FSSPX hacia Roma, hasta el Capítulo general del 2006 comprendido éste, fue esperar una conversión de Roma antes de buscar una estructura canónica. Pero esta política ha sido cambiada por Monseñor Fellay en 2011-2012 después de la oposición total revelada por nuestras discusiones con Roma.”

Carta de Mons. Tissier a Dom Tomás de Aquino, 11 marzo 2013.


“Yo no creo posible que una comunidad permanezca fiel a la fe y a la Tradición si los obispos no tienen esta fidelidad a la Tradición. Es imposible”.

Mons. Lefebvre, Fideliter N° 70, Julio-Agosto de 1989.


Insensatez

Escribe un lector un comentario, al pie de un “artículo” del blog oficialista de la Neo-FSSPX:

“Lo que hay en esta gente del "celo amargo" (resistentes y cerianistas) es una falta de fe en la Providencia y en la asistencia del Espíritu Santo ("estaré con ustedes hasta la consumación del mundo"). Tanto en cuanto a la Iglesia como institución divina como de cada prelado en particular (incluyendo a los Papas), los cuales pueden ser receptivos en algunos casos a los designios de la gracia. Pero no se contentan con ello - con el "Señor que perecemos" que ya es una falta de Fe- sino que además ellos mismos colaboran en fabricar agujeros en la Barca.”

Esto nos hace acordar a las vírgenes necias del Evangelio (Mt. 25, 1,13). Y también, claro está, la historia del capataz camandulero (Lc. 16,1-8). De esta última parábola enseña el Padre Castellani que “La segunda moraleja que saca Cristo es que debemos emplear tanta inteligencia en el negocio de nuestra salvación por lo menos como los mundanos en sus propios tratos, "in generatione sua" —dice Cristo; o sea, en su propio círculo y ámbito. Lo dice irónicamente: "que no se diga que los hijos de las tinieblas ven más que los hijos de la luz". No se debería poder decir; pero sin embargo, se puede decir bastante. Cristo se contenta con que procuremos igualarnos en prudencia y diligencia a los usureros, los comerciantes y los criadores de campeones Hereford”. (Domingueras prédicas. Ediciones Jauja, Mendoza, 1997).

Lo que vemos de continuo en la Neo-FSSPX es que ha sido invadida por la estulticia y la falta de prudencia, en nombre de la “confianza en los superiores” y la “esperanza en la divina Providencia” (o al revés, si quieren). Sin embargo, a lo largo del Evangelio que Cristo debió sortear permanentemente las trampas que le ponían los sacerdotes y escribas fariseos para hacerlo caer. Y se mostraba siempre –por supuesto- más hábil que sus enemigos para eludir sus  asechanzas y zancadillas dialécticas. ¿Le faltaba a Nuestro Señor “confianza en la Providencia”? ¿Desesperaba de su Padre? ¿Tenía “celo amargo”?

Una guerra entre dos religiones

Entre tantas enseñanzas, quizás la más olvidada sea la de que esta vida es un combate permanente contra el demonio y sus obras. Cuando Nuestro Señor puso su voz sobre aquellos que identificó como “hijos del Diablo”, fue cuando ya sus enemigos decidieron acabar con Él. Cristo no fue ambiguo. Nuestro Señor fue a la Sinagoga a enseñar la verdad, y fue también a expulsar a los mercaderes del templo. El pago de la Sinagoga fue su condena a muerte. No podía ser de otro modo. La mentira, obra del diablo, no tolera la verdad. Y donde está la verdad, no puede aceptarse la mentira. Si no se entiende esto no se entiende su Pasión. Porque su Sacrificio en la Cruz no sólo vino a salvar las almas, sino también la Religión verdadera, que había sido corrompida. De allí que el Santo Sacrificio de la Misa, o el rito tridentino, es la expresión de la verdadera y única religión de Dios, y por lo tanto no puede ser abordado como mera formalidad o esteticismo, como hacen los liberales de “sensibilidad tradicional”, que aceptan a la vez el Novus Ordo. Ni desvincularse de la defensa total de la fe, como hace la Neo-FSSPX. El mismo sacrificio de Cristo en la cruz es la repulsa de la falsa religión liberal y modernista. Es un acto de combate victorioso, es la batalla final que decide la guerra.

Todo esto viene a cuento porque es por haber olvidado el sentido del combate –olvidado o abandonado en muchos casos-, que la Neo-FSSPX ha entrado en el declive que la condena a perderse y desfigurarse (en una palabra: claudicar) a través del diálogo y la “reconciliación” con los enemigos. Pero es que ya no reconoce las trampas, ¿y cómo hacerlo donde no ve más a sus enemigos? ¿Y cómo va a verlos si contaminada por el espíritu liberal, ve que hoy todos son buenos, amables, cordiales, generosos, que no desean otra cosa sino ayudar a la Fraternidad? Claro, ayudan también a empujarlos hacia tal camino los que, desde el extremismo sectario y cismático, manifiestan la otra forma que tiene el diablo de tender sus trampas. Llamémosle los fariseos, por contraste con los saduceos. Estos últimos se enfocan en la política, los otros en la “pureza” ritual o formal. Ambos van detrás del poder. Y ambos han hecho caer a la Neo-FSSPX en sus lazos, para acabar con ella.

Se trata, pues, de seguir manteniendo el equilibrio, la sensatez, de actuar con prudencia, “mansos como palomas y prudentes como serpientes” ¡y no al revés! Aun Monseñor Lefebvre, sabiendo estas cosas, llegó a estar tan presionado que tuvo su caída (firma del protocolo de acuerdo) ante la astucia de los enemigos, no obstante lo cual se levantó, corrigió el rumbo y admitió que hizo todo lo que pudo pero que no podía arriesgar los principios buscando un favor de parte de sus enemigos. Reconoció finalmente –y bien que le costó y lo sufrió- que en Roma no tenía sino enemigos (ya el 4 de sept. de 1987 había dicho que “no estamos tratando con gente honesta”, Le Sel de la Terre N° 31), por los cuales desde luego no dejaba de rezar por su conversión. Pero finalmente quedó bien establecido que se trataba –se trata- de una guerra entre dos religiones distintas, dos religiones opuestas: la religión de Cristo y la religión del Anticristo. No puede haber transacción entre una y otra. Roma, a pesar de que pueda haber algunos que luchen por ser fieles a Cristo, está embarcada desde el Vaticano II en favorecer la segunda religión (“ellos no trabajan para la salvación de las almas”, dijo Mons. Lefebvre en la misma cita ant., y el 15 de junio de 1988: “Quisimos mantener contacto con Roma esperando que la Tradición reencontrara un día sus derechos. Pero fue tiempo perdido”). Por lo tanto, Roma trabaja en combatir la primera, la religión verdaderamente católica de la que Mons. Lefebvre fue uno de los más destacados combatientes.

Pero en la Neo-FSSPX todas estas cosas se han dejado de lado.

La traición


Recordemos estas palabras:

“Pretender esperar a que todo se arregle para llegar a lo que ustedes llaman un acuerdo práctico, no es realista”.
Mons. Fellay, Carta a los tres obispos, 14 abril 2012.

“Por supuesto que lo mejor sería que Roma renunciara a los errores conciliares, regresara a la Tradición y únicamente después, sobre esta base, la Fraternidad obtuviera automáticamente un estatus canónico regularizado en la Iglesia. Sin embargo, la realidad nos incita a no hacer depender un eventual acuerdo de una gran autocrítica de Roma, sino de una atribución de garantías reales que Roma, tal cual ella es, permitiera a la Fraternidad permanecer tal como es”.
Mons. de Galarreta, Entrevista dada en Polonia el 7 de abril de 2013.

Antes de realizar la larga serie de “conversaciones doctrinales” con Roma, Mons. Fellay ya sabía que iban a fracasar. Y sabía bien por qué:

“Creo que para la mayoría de la jerarquía (de Roma) estas conversaciones son necesarias pero no para la Iglesia sino para nosotros y nuestro “regreso a la plena comunión”, para que adoptemos las novedades”. (Entrevista en  Tradición Católica nº 223, octubre 2009).

Por lo tanto, si Mons. Fellay conocía las intenciones deshonestas de Roma, no sacó la debida lección del error de Mons. Lefebvre en 1988 cuando firmó el protocolo de acuerdo y luego se retractó. Por el contrario, contando con ese antecedente, y a pesar de que sabía que iba a crear la división de la congregación, decidió cambiar las resoluciones del Capítulo del 2006, como el mismo Mons. Tissier se encargó de confesar.

Ahora bien, ¿cómo se hizo para pasar del “no al acuerdo práctico hasta que Roma regrese a la Tradición” al “sí al acuerdo práctico aunque Roma no haya regresado a la Tradición”? Por supuesto que cuando se habla de un “acuerdo”, se está mencionando una estrategia a largo plazo, en etapas y con mucho disimulo. En eso consistió la estrategia exitosa de ambas partes. Pero, ¿por qué la mayoría aceptó este cambio sin resistencias? ¿Qué ocurrió en la FSSPX para que esta traición pudiera darse?

Somníferos para todos

Decía Fiodor Dostoyevski: “La mejor manera de evitar que un prisionero escape, es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión”.

Quizás podamos decir: “La mejor manera de evitar que un fiel de la FSSPX reaccione, es asegurarse de que nunca sepa que tiene que reaccionar”.

A esto han apuntado durante años los cerebros de Menzingen. A esto se ha dirigido la propaganda. Desinformación, censura, mala formación. Y, por razones “disciplinares”, censuras, persecuciones y expulsiones. Estas peligrosas actitudes de resistencia debían ser disfrazadas para el “público” como obras de gente desequilibrada, rebelde a la autoridad, desesperanzada, de forma que la generalidad de los fieles reaccionara emocionalmente ante estos hechos, en apoyo de sus autoridades. No había motivos para reaccionar, se daba a entender. El clima generado debía ser el de una gran confianza en la Fraternidad, que estaba creciendo, aumentando sus filas, siendo más reconocida, construyendo iglesias, etc., etc. El orgullo institucional funcionaba muy bien.

El lenguaraz de Mons. Fellay ha sabido aplicar en sus interminables conferencias, entrevistas y sermones la estrategia de adormecer a la feligresía, insistiendo en una serie de temas recurrentes envueltos en una atmósfera de “realismo de las circunstancias”, a los que podríamos llamar: “brote primaveral de invierno”, “tenemos amigos en Roma”, “hay una nueva situación en Roma y es imparable”,  “la juventud reemplazará a los conciliares”, “el papa nos quiere”, etc., etc.

Mientras tanto los medios de prensa de la congregación acostumbraban a los fieles a un lenguaje cada vez menos firme, cada vez más ambiguo, alambicado, temeroso, que mezclaba slogans de “combate” con “peros” o “sin embargo”. Las críticas a los modernistas romanos, se fueron apagando hasta cesar por completo. Las sonrisas invadieron las fotografías. La propaganda ocupó los editoriales.  La doctrina dejó paso al “pastelerismo”. Invocaciones a la confianza a los superiores, se repetían. “Ellos saben lo que hacen”.

Podemos ver un ejemplo de esto que decimos, respecto al intento –bastante exitoso- de adormecer a los fieles, de aquietarlos para poder ser arreados de mejor forma hacia Roma, en lo siguiente.

Si uno ingresa al sitio web de la FSSPX de Sudamérica, en la sección “Libros recomendados para la tercera Orden”, se encuentra un larguísimo listado de excelentes libros de espiritualidad, de liturgia, de vidas de santos y de historia de la Iglesia. También se pueden encontrar cinco obras de Mons. Lefebvre. Pero, no hay nada, no hay ninguna sección dedicada al liberalismo y el modernismo, nada relacionado con la masonería, ninguna selección de libros sobre la crisis de la Iglesia y el Vaticano II. Así, a excepción de la obra de Mons. Lefebvre donde se tocan esos temas, aunque no de manera sistemática salvo por un libro, no hay libros sobre aquello que la FSSPX dice combatir.



Si se va a la sección “Magisterio de la Iglesia”, se encuentra una sola encíclica de San Pío X (patrono de la Congregación), acerca del catecismo. No están allí ninguno de sus tres documentos condenatorios del modernismo: Lamentabili sane exitu, Pascendi dominici gregis y Praestantia Scripturae Sacrae. Tampoco figuran las encíclicas de Pío IX. En tanto que en la sección “Textos de Mons. Lefebvre”, si primero hay un texto combativo de Monseñor –aunque no directamente expuesto-, inmediatamente debajo y este sí a simple vista, colocan completo en la portada uno titulado “¿Por qué voy a Roma?”, del año 1979, conferencia dada a los seminaristas que por su contenido puede ser usado perfectamente con una intención acuerdista. Por lo que puede verse que para la Neo-FSSPX Mons. Lefebvre se murió en 1979. Y la inclusión de sólo dos textos seleccionados del fundador y casi ninguno del santo patrono, para un sitio web oficial, demuestra o un gran desinterés o una clara intención de no esclarecer a los fieles. De hecho sí abundan los sermones y cartas del actual Superior general.


Pero veamos el texto allí anclado de 1979 con otro posterior de Mons. Lefebvre. No es raro encontrar hipérboles en los sermones o conferencias, por lo tanto un estudio más exhaustivo de su posición requiere evaluar la evolución de su posición a través de los años, cosa que la Neo-FSSPX se niega a hacer, pues no le conviene. Veamos por ej. cómo el segundo texto de Mons. Lefebvre deshace el optimismo exagerado del primero; téngase en cuenta además que el primero va dirigido a seminaristas y en un contexto donde pudieran hacer pie entre ellos las ideas cismáticas, que por esos años buscaban escisiones dentro de los seminarios):




TEXTO INCLUIDO EN EL SITIO WEB DE LA FSSPX SUDAMÉRICA
Conferencia de Monseñor Marcel Lefebvre del 16 de enero de 1979 a los seminaristas de Ecône:

Queridos amigos, antes de seguir con las pocas explicaciones y conversaciones que pude tener ahí, en Roma, quisiera no obstante precisar un poco el porqué de las tratativas que estoy haciendo.
Temo que entre ustedes haya algunos que no lo comprendan bien, y que incluso no lo comprendan en absoluto. Lo lamento, porque —lo digo francamente— creo que es una tendencia al cisma. Los que creen que ya no debe tenerse ningún contacto más ni con Roma, ni con los obispos, ni con todo lo que se hace en la Iglesia, tienen una tendencia cismática. Ahora bien, yo no quiero deslizarme hacia el cisma. Quiero seguir siendo “hombre de Iglesia”, y si en la Iglesia se encuentran dificultades, peligros, pruebas, dolores, eso no da motivo para decir: “Yo ahora me voy, salgo, dejo. Que hagan lo que quieran. Yo me desvinculo de este grupo. Me voy”. Es una postura cismática. ¿A qué iglesia van? ¿A dónde? ¿A lo de quién? No importa. No hay más autoridad, no hay nada, nada, nada, nada.
No porque existan enfermos en torno de nosotros, en la Iglesia, porque la autoridad esté enferma, se debe decir que esta autoridad ya no exista. A pesar de que está enferma, precisamente por eso, hay que tratar de mostrarle el remedio, e intentar hacerle algún bien. Esta fue la actitud de los que, en la Iglesia, a lo largo de la historia, resistieron a Roma, al Papa, a los obispos, a las herejías que se sucedieron en la Iglesia, que se difundieron en la Iglesia, a través de la Iglesia.
Hacer eso es muy fácil, es demasiado simple, porque entonces ya no hay más combate. Diría que ya no hay más espíritu pastoral, no hay más espíritu sacerdotal. Se flaquea, se marcha, se abandona el combate, se va, y se deja a los demás para que luchen solos. Esto es pura y simple cobardía. Es abandonar el combate, abandonar el deseo de procurar el bien de los demás; porque aun cuando los otros estén enfermos, a pesar de que sean superiores, uno tiene el deber de advertirles —es lo que dice Santo Tomás— en forma respetuosa y firme respecto a los errores de los que son culpables. Si uno dice “Yo ya no reconozco a los superiores. Se acabó. No hay más superiores, no tengo más superiores. No tengo a nadie. Me voy, me quedo solo y hago lo que quiero, etc.” Pero, ¿por qué están aquí, ustedes, seminaristas que tienen esta actitud? Es mejor que se vayan, que no se queden aquí, no vale la pena. Si ustedes quieren o prefieren no tener superiores y vivir sin superiores, así no más, como en la naturaleza…
Es muy grave, muy grave, porque ustedes me plantean un problema de conciencia, porque me pregunto si puedo ordenar a seminaristas que tienen esas disposiciones. Es absolutamente necesario luchar contra este espíritu. Es un mal espíritu. Es un espíritu que no es cristiano, que no es un espíritu sacerdotal. Hay que tener cuidado con eso. Ya lo dije, lo repetí, lo digo nuevamente, pero algunos se encierran en su mentalidad y no quieren saber nada. Por eso digo que a mí se me plantea un problema de conciencia, para saber si debo o no ordenarlos. ¡Así es! ¿Qué quieren? Porque yo ordeno sacerdotes, ordeno misioneros, ordeno gente que quiere convertir al mundo entero, ordeno gente que quiere ir a través del mundo, para tomar contacto con cualquiera, con los comunistas, con los protestantes… para hablar con ellos, convertirlos, llevarlos a la gracia, a Nuestro Señor Jesucristo.
Es evidente que a veces se tienen que cerrar las puertas. Está claro que no se debe dar la comunión a los protestantes: eso es evidente. No se debe aceptar ni ordenar gente que no tiene fe: es evidente. Pero es distinto. Es distinto administrar las cosas sagradas a los que no tienen fe. Es otra cosa, no se trata de eso. Se trata de convertir la gente, de llevarlos a Jesucristo. Precisamente, es lo contrario del ecumenismo. Exactamente: de este falso ecumenismo. Es lo contrario. Somos misioneros. No somos ecumenistas. No queremos confundir todas las nociones y hacer un compromiso entre los protestantes, los católicos, y los otros… mezclar todo. No queremos eso. No lo queremos.
Queremos profesar nuestra fe. Queremos actuar de tal manera, que la gente se prepare para recibir la gracia del bautismo o de la abjuración de sus errores. Por eso voy a Roma. Voy a Roma, creo, como Santa Juana de Arco iba hacia los que la condenaban, al tribunal que la condenaba. No pretendo tener la fortaleza de Juana de Arco, ni su virtud; pero en definitiva, pienso que el Buen Dios me ayudará a hablar ante esta gente, ante los que me interrogan, para decirles la verdad. Si no la quieren, no la quieren. Es todo. No pasa nada. No me hace cambiar.
Es increíble. Es un espíritu destructor y muy desagradable, porque mata el espíritu misionero. Entonces se dice: “Monseñor no debería ir a Roma. No debería ir a Roma porque no son nada, y por lo tanto, no hay que visitarlos”. Pero, ¿qué es esto? “No son nada. Nada”. ¡Es inimaginable! No. En todo caso, no es el espíritu de esta casa. No es el espíritu de la Fraternidad. No quiero que éste sea el espíritu de la Fraternidad. Siempre dije a los que me preguntaron “¿Piensa Ud. que puedo ir a visitar a mi obispo?” Siempre contesté: “Sí. Si Ud. convierte a su obispo, si tiene la intención de convertirlo —por supuesto, no la intención de hacerse convertir por él a sus ideas, si él es liberal—”.
 “Pero, Monseñor, ¿visitarlo?”
 “Sí. Si Usted tiene la oportunidad, vaya a visitarlo”. Si ustedes tienen la oportunidad de visitar a su obispo —no digo que haya que buscarlo y estar permanentemente en la casa del obispo…—, y si su obispo les dice: “Me gustaría hablarle, verlo, encontrarme con Ud”. [Entonces, respondan:(1)“¡Con mucho gusto Monseñor!” [El obispo:] “¡Ud. no tendría que ir a Ecône! Ecône es cismático. Ecône es eso, y lo otro…” Entonces ustedes pueden discutir y decirle lo que es Ecône. Le pueden decir cuál es su fe, pueden hablar de la defensa de la fe católica. Pueden decir que en Ecône se hace lo que siempre se hizo. Por lo tanto, si Ecône es cismático, la Iglesia de dos mil años es cismática, y todo lo que se hizo antes está mal, y… ¡todo lo que él mismo hizo cuando era joven también está mal!
Así es. Se conversa con él. Y muchas veces, por el solo hecho de haberlos visto a ustedes, si ustedes mantuvieron una actitud respetuosa, deferente, pero a la vez firme en cuanto a los principios —una vez más, con deferencia—, aunque, aparentemente, cuando se vayan, tengan la impresión de que no ha comprendido nada, que está en contra de ustedes y que los condena totalmente: desengáñense.
Quizás piense, después, cuando reflexione: “Con todo, tengo que reconocer que este seminarista está bien formado. Además, es respetuoso, firme en sus principios”. ¡No les va a decir eso cara a cara! No. Pero tal vez lo piense después, en su interior. Entonces ustedes le pueden hacer algún bien. ¡Le pueden procurar algún bien! Por eso, no digamos: “¿Para qué visitó a ese obispo? ¡Es un hereje, un cismático, etc.!” ¿Qué quieren? ¡Hay que vivir con la gente con la que Dios nos hace vivir! El mundo de hoy es nuestro mundo. No vivimos en un mundo imaginario. Vivimos en el mundo real. Entonces, ¡hay que tener cuidado! (…) Todos los autores espirituales les hablan de este espíritu, que no es un espíritu de caridad. Un espíritu que pone la caridad donde no está. (2)

Notas:

1. Ahí, Monseñor Lefebvre imagina un diálogo entre el seminarista y el obispo que fue a visitar. Lo que está entre corchetes no es de Monseñor Lefebvre (Nota del Traductor).
2. Después, para ilustrar sus afirmaciones, Monseñor Lefebvre cita los libros de Don Marmión, Don Chautard (El Alma de todo apostolado), Garrigou-Lagrange y la primera encíclica de San Pío X, “E supremi apostolatus” (Nota del Traductor).


TEXTO NO INCLUIDO EN EL SITIO WEB DE LA FSSPX SUDAMÉTICA
De la conferencia de Mons. Marcel Lefebvre durante el retiro sacerdotal en Ecône, el 14 de septiembre de 1987:

“Lo que interesa a todos ustedes es conocer mis impresiones después de la entrevista con el cardenal Ratzinger el 14 de julio último. Lamentablemente debo decir que Roma ha perdido la fe, Roma está en la apostasía. Estas no son palabras en el aire. Es la verdad: Roma está en la apostasía. Uno no puede tener ya confianza con esa gente que abandona a la Iglesia. Esto es seguro.
No es fácil trazar rápidamente el cuadro de toda una situación. Pero, en pocas palabras, le he dicho al cardenal: ‘Vea eminencia: aun si usted nos acuerda un obispo, aun si usted nos consiente una cierta autonomía en relación a los obispos, aun si usted nos acuerda el uso de la liturgia de 1962 y el continuar con nuestros seminarios y con la Fraternidad, como lo estamos haciendo ahora, nosotros no podemos colaborar. Es imposible.
‘Para nosotros, Nuestro Señor Jesucristo es toda nuestra vida. La Iglesia es Nuestro Señor Jesucristo. Es su esposa mística. El sacerdote es otro Cristo y su misa es el sacrificio y el triunfo de Jesucristo por la cruz.
‘En Ecône y en nuestros otros seminarios aprendemos a amar a Cristo, a tender todos nuestros esfuerzos hacia el Reino de Nuestro Señor. Esto es lo que nosotros somos.
‘Ustedes hacen lo contrario. Usted acaba de decirme que la sociedad no debe ni puede ser cristiana, que está contra su naturaleza. Usted ha querido demostrarme que Nuestro Señor no debe ni puede reinar en las sociedades. Ha querido probarme que la conciencia humana es libre en relación a Nuestro Señor Jesucristo. Que hay que dejar en libertad a los hombres y, según su expresión, un espacio autónomo social. ¡Esto es la descristianización! Nosotros no podemos comprendernos. No estamos con la descristianización. Es todo’.
Esto es, en resumen, lo que le dije al cardenal. Y nos vemos obligados a comprobar que no podemos seguirlo. Porque esto es apostasía. Ellos ya no creen en la Divinidad de N.S.J.C. Nuestra concepción del reino de N.S.J.C. va contra la libertad religiosa y contra el ecumenismo. Si la sociedad es cristiana, si N.S.J.C. reina sobre ella ¿cómo vamos a poder estar bien con los judíos, protestantes, musulmanes, budistas? No se podrá continuar con el ecumenismo. Dar la libertad a la persona humana en esto es al mismo tiempo descristianizarla. Ella no es libre, ya que la persona debe creer. Si no, está condenada. Es Nuestro Señor Jesucristo quien lo ha dicho. ¿Es cierto o no es cierto?
‘La libertad de conciencia, el espacio social autónomo’ son sus grandes palabras. ¿Espacio social autónomo para todos los sentimientos religiosos y las ideas religiosas que el hombre pueda concebir en su conciencia? ‘Si el orden público no es perturbado los hombres son libres, la sociedad no tiene nada que ver’. Esto es lo que el cardenal Ratzinger me ha dicho el 14 de julio. Quiso probarme que el Estado no debería tener religión, y esto por su misma naturaleza.
‘Pero, eminencia, -le he dicho- hay quince siglos de Iglesia que se inscriben en contra de lo que usted dice. ¡Un período anormal que dura quince siglos! Nosotros nos aferramos al Evangelio. Porque es fácil decir: Esto es absolutamente falso; sin más; como si San Pablo no hubiera dicho “opportet illum regnare” ¡es necesario que El reine!
‘En estas condiciones ¿cómo querrían ustedes que pudiéramos entendernos con personas que razonan de esa forma?’
El cardenal Oddi me ha telefoneado diciéndome: ‘Espero que usted aceptará la proposición de la Santa Sede’. Me insistió mucho: ‘Acepte, acepte, hay que aceptar’. Ustedes lo conocen…él se expresa en forma clara. Es el mismo que me decía: ‘Pero, monseñor, firme, firme…Después usted hará lo que quiera’. Entonces, con un cardenal como éste ¿qué podemos esperar?
Pienso que estas personas que hoy ocupan Roma son Anticristos. He dicho Anticristos como lo describe San Juan en su Primera Carta: “Ya el Anticristo hace estragos en nuestro tiempo”. El Anticristo, los Anticristos; ellos lo son, es absolutamente cierto. Yo le dije al cardenal Ratzinger: ‘Nosotros estamos en todo por Cristo y ellos están contra Cristo. ¿Cómo quiere que podamos entendernos?’.
Recibí una carta de Mons. Mamie. Es muy caritativo, tiene buen corazón. Me ha escrito: ‘Monseñor: yo le renuevo la súplica que ya le hice hace diez años. Deje entonces todas sus obras en manos del Santo Padre. Esté también seguro que pienso en usted. Tendrá una villa a su disposición. Usted no tendrá apremios materiales hasta el fin de sus días…’ Fíjense, voy a abandonarlos a ustedes mañana y me voy. ¡Hasta el fin de mis días yo seré mantenido por Mons. Mamie!
En otros tiempos, cuando iba a Roma teníamos discusiones con personas honestas que querían el reino de Nuestro Señor, personas que trabajaban para la salvación de las almas. Ahora ellos no trabajan sino para la gloria humana de la Iglesia en el mundo. Esta reunión de todas las religiones, de todas las ideologías: el comunismo, los francmasones, los judíos…En estos días el Papa irá a encontrarse nuevamente con los judíos de New York. Esto es una gloria puramente humana, abominable, porque mezclar la Verdad con el error, la Virtud con el vicio, los enemigos de Nuestro Señor junto a los amigos del Señor. ¡Esto es una abominación! El Papa practica una pastoral que lleva a los pueblos hacia la apostasía, eso es claro y absolutamente cierto. Uno no puede imaginarse el mal que ha hecho Asís en las almas. Muchos no creen ya en la unicidad de la Religión. Ellos creen que todo el mundo puede salvarse por su religión, y esto por culpa del Papa. Se ha perdido en Roma la noción de la Verdad y de la Verdadera Religión.
Entonces es necesario rezar para que la Iglesia reencuentre su Tradición. No pedimos otra cosa para la gloria de Dios.
Contemos con Nuestra Señora de Fátima”.


Las deficiencias que notamos en Sudamérica se repiten en el Distrito de México. De igual modo en los países anglosajones. España, quizás por ser un rincón olvidado, conserva todavía en su página web muchos valiosos textos antiliberales, aunque sin estructurarlos críticamente con la situación actual de Roma y la Fraternidad.

La campaña masiva de adormecimiento de seminaristas y fieles por parte de la Neo-FSSPX, entonces, conjuga diversas acciones bien combinadas: el ocultamiento del verdadero pensamiento de Mons. Lefebvre, convirtiéndolo en un acuerdista al gusto de Mons. Fellay; la mala o nula formación de fieles y seminaristas en materia de antiliberalismo; la desinformación respecto de la propia vida interna de la congregación; el énfasis en el “sacramentalismo” en descuido del combate íntegro por la fe; el acercamiento a comunidades “Ecclesia Dei”, contaminadas de liberalismo; la distracción generada mediante actividades lúdicas o recreativas y la exteriorización de la religión en desmedro de la verdadera vida interior; la recepción de fieles que venían de la línea-media o el Novus Ordo, tras el motu proprio de Benedicto, con sus ideas confusas y apegados a la estructura de la Iglesia.

Los verdaderos fieles

Cabe destacar que la traición de la Neo-FSSPX tiene responsabilidades compartidas. En esto no pueden hacerse a un lado los fieles, excusándose. Recordemos algo que dijo Mons. Lefebvre: “Nuestros verdaderos fieles, aquellos que han comprendido el problema y que nos han ayudado a seguir la línea derecha y cerrada de la Tradición y de la fe, temían las gestiones que yo hacía con Roma. Ellos me dijeron que era muy peligroso y que perdía mi tiempo” (Fideliter N° 79).

Destaca allí Mons. Lefebvre algo muy importante: los verdaderos fieles son aquellos que han comprendido el problema (y lo han comprendido porque se han preocupado de estudiarlo) y han ayudado a los sacerdotes y obispos a seguir la línea derecha y cerrada de la Tradición y la fe (es decir que no se han contentado con una actitud pasiva de espectadores). Y además esos verdaderos fieles le dijeron que era peligroso y perdía su tiempo (es decir, no se quedaron callados, no fueron pusilánimes por temor de tener dificultades con algún sacerdote o perder alguna situación privilegiada).

Está claro que aquella estrategia a muy largo plazo de deformación, desinformación y ablandamiento por parte de Menzingen ha buscado –y conseguido, hablando en términos generales- que ya no hubieran “verdaderos fieles” capaces de la reacción, sino beatitos de cumplimiento estricto de lo establecido por la superioridad, con una espiritualidad pueril y sentimental, con una sonrisa perenne y sus mejores deseos arrastrados por unos liberales que ocuparon astutamente los puestos clave de la congregación para consumar la “operación suicidio”. Mientras el Titanic hacía agua, muchos pasajeros reían y danzaban, sin enterarse de nada.

Dejamos al lector, finalmente, dos breves citas del Arzobispo, que ayudan a completar el cuadro de la traición de Menzingen:

Los sacerdotes que quieren permanecer Católicos, tienen el deber estricto de separarse de la Iglesia Conciliar” (Mons. Lefebvre, Itinerario Espiritual, 1991)

Hoy la Neo-FSSPX con una sonrisa de su Superior general dice más o menos esto: “Los sacerdotes de la FSSPX, porque quieren seguir siendo católicos, necesitan el sello de reconocimiento de Roma, por eso hay que unirse a ella”.

Porque queremos permanecer católicos. Nosotros somos perseguidos porque queremos conservar la Misa católica, porque queremos conservar la fe católica, porque queremos conservar el sacerdocio católico. Somos perseguidos por esta causa (Mons. Lefebvre 4 de sep. de 1987, Le Sel de la terre N° 31).

Hoy quienes son perseguidos son los que están en la Resistencia, la Neo-FSSPX –si bien con restricciones y aún prohibiciones- encuentra cada vez más favores de parte de los romanos. De hecho ella misma se ha puesto en perseguidora de la Resistencia. “Si me han perseguido a Mí, también os han de perseguir a vosotros”, dijo Nuestro Señor (Jn. 15, 20). La FSSPX acaba de recibir un favor por mediación de Roma, a fin de que tenga menos dificultades en su obra en la Argentina. "Cuando la limosna es grande hasta el santo desconfía" dice el saber popular. O, para decirlo con Mons. Lefebvre, en el texto citado más arriba: “Uno no puede tener ya confianza con esa gente que abandona a la Iglesia”.