Por Maunoir
La consagración del 19 de marzo pasado no dejó a
nadie indiferente. Hemos tenido muchas reacciones apasionadas, rayando la
histeria. Gracias a Dios, al lado de todo esto, hubo también análisis bien
planteados y argumentados. Todas estas buenas reacciones (de Sean Johnson, de
Amicus, de Dom Tomás de Aquino y muchos otros católicos en el mundo),
inevitablemente plantearán un caso de conciencia a los que hasta hoy llamábamos
la “resistencia” interna.
En efecto, si éstos últimos siguen la «forma de
pensar» de Menzingen y afirman (tibiamente por cierto) como la casa general,
que esta consagración no era necesaria actualmente, están obligados por lo
tanto a criticarla o a desaprobarla ante los fieles que les planteen preguntas
a este respecto. Pero entonces, la trampa del acuerdo se cierra inevitablemente
sobre ellos pues: ¿cómo y cuándo podrán proclamar la necesidad de una
consagración? Pues Mons. Fellay se las ha arreglado muy bien desde hace más de
20 años para avanzar en sus negociaciones con Roma, sin firma pero por etapas
(jubileo del año 2000, Motu Proprio, levantamiento de las excomuniones,
capítulo de 2012, contactos in membris e in capite, juicios, centralización de
la FSSPX) de manera más o menos consensual e indolora. Sin contar con que la
casa general sabe eliminar y aislar poco a poco a los que resisten internamente
(sobretodo en el Distrito de Francia)… Menzingen le está dando los últimos
toques a su política.
Y al posicionarse de manera tan rápida contra la
consagración de Mons. Faure (¡la ceremonia apenas había terminado: los cirios
del altar aún humeaban!), Menzingen encontró numerosas ventajas: satisfacer a
sus nuevos amos (la Roma conciliar), continuar haciendo pasar a Mons.
Williamson por imprudente y extremista a los ojos de los fieles de la
Tradición, y sobre todo obligar a los sacerdotes menos favorables a la unión
con Roma a alinearse detrás de ellos.
No es difícil imaginar las nuevas reuniones del
distrito de Francia: ¿Cómo reaccionarán los priores de Caen, Lanvallay, Nantes
y otros priores dubitativos frente a la política de Menzingen, ante la cólera
real o simulada de sus superiores respecto a la consagración de Mons. Faure?
¿Tendrán la audacia de decir que este acto es bueno en sí y que no podrían
culpar a Mons. Williamson de repetir lo que Mons. Lefebvre hizo en 1988?
¿Tendrán finalmente este valor que los buenos fieles esperan de ellos?
¿Seguirán siendo mercenarios o se convertirán en buenos pastores que ya no
temen dar su vida sacerdotal (reputación) por su rebaño?
Tememos que un gran número seguirán, la muerte en
el alma, la vía del silencio… o de la negación (“yo no conozco a este obispo”…)
Última observación. El cielo todavía nos da signos
que un alma de Fe sabrá comprender para guiar su prudencia; ¿qué sucedió verdaderamente
este 19 de marzo? Tres acontecimientos, tres signos del cielo:
El primero sucedió en Bruselas, ciudad del
epicentro mundialista y masónico: Mons. Fellay inauguró la costosa y faraónica
reparación de la iglesia San José: figura parlante de la fachada mundana que
quieren dar los superiores de la neo-FSSPX al orden mundial. Agradar al mundo
que odia a Jesucristo, pero conservando una fachada tradicional.
El segundo sucedió en Aurenque: El P. de Cacqueray
tomó el hábito capuchino. Quien fuera la esperanza de una reacción francesa
ante la traición de Menzingen, desapareció en el silencio de la vida religiosa.
Aquél a quien tal vez la Providencia eligió para secundar la reacción
episcopal, se escapa de su función. Así desaparecía aquél que fue el símbolo de
la “resistencia” interna.
Tercer hecho: La consagración de Mons. Faure. El
Cielo finalmente pone fin a tres años de angustia para el mundo católico. Así
como esos tres días en la tumba, que hacían pensar a los apóstoles que esta
hermosa aventura con Nuestro Señor se había terminado, estos tres años probaron
la Fe y la Esperanza de numerosas almas en la Tradición.
¡Ojalá que a partir de ahora, el mayor número de
almas posible salga de la tumba de la diplomacia y retome las armas de la luz!