domingo, 31 de marzo de 2013

LA FE, MÁS IMPORTANTE QUE LOS TEMPLOS



“Que Dios os consuele. He sabido que no sólo os entristece mi exilio, sino sobre todo el hecho de que los otros, es decir los arrianos, se han apoderado de los templos por la violencia y entre tanto vosotros habéis sido expulsados de esos lugares. Ellos entonces poseen los templos. Vosotros en cambio la tradición de la Fe apostólica. Ellos, consolidados en esos lugares, están en realidad al margen de la verdadera Fe, en cambio vosotros, que estáis excluidos de los templos, permanecéis dentro de esa Fe. Confrontemos pues qué cosa sea más importante, el templo o la Fe, y resultará evidente desde luego, que es más importante la verdadera Fe. Por tanto, ¿quién ha perdido más, o quién posee más, el que retiene un lugar, o el que retiene la Fe? El lugar ciertamente es bueno, supuesto que a1lí se predique la Fe de los Apóstoles, es santo, si allí habita el Santo. Vosotros sois los dichosos que por la Fe permanecéis dentro de la Iglesia, descansáis en los fundamentos de la Fe, y gozáis de la totalidad de la Fe, que permanece inconfusa. Por tradición apostólica ha llegado hasta vosotros, y muy frecuentemente un odio nefasto ha querido desplazarla, pero no ha podido; al contrario, esos mismos contenidos de la Fe que ellos han querido desplazar, los han destruido a ellos. Es esto en efecto lo que significa afirmar: “Tú eres el Hijo de Dios vivo”. Por tanto, nadie prevalecerá jamás contra vuestra Fe, mis queridos hermanos, y si en algún momento Dios os devolviere los templos, será menester el mismo convencimiento: que la Fe es más importante que los templos.

Y precisamente una Fe tan viva suple para vosotros, por ahora, la devolución de los templos. No es que yo hable sin respaldo de la Escritura, por e1 contrario, os digo con énfasis que os conviene confrontar sus testimonios. Recordad precisamente que el templo era Jerusalén, y que el templo no estaba en el desierto cuando los enemigos lo invadieron. Los invasores venidos de Babilonia habían irrumpido como juicio de Dios, que probaba o que corregía y que, precisamente por medio de estos enemigos ávidos de sangre imponía castigo a los que lo ignoraban. Los extranjeros, pues, se posesionaron del lugar, pero éstos, en el lugar, negaban a Dios. Justamente porque no sólo no tenían respuestas adecuadas, ni las proferían, sino que estaban excluidos de la verdad.

Por tanto ahora también, ¿de qué les sirve tener los templos? Sí, efectivamente, los tienen, pero eso a los ojos de quienes se mantienen fieles a Dios indica que son culpables, porque han hecho cueva de ladrones y casas de negocios, o sitios de disputas vanas lo que antes era un lugar santo, de modo que ahora les pertenece a quienes antes no les era lícito entrar. Muy queridos, por haberlo oído de quienes han llegado hasta aquí, sé todo esto y muchas otras cosas peores; pero, repito, cuanto mayor es el empeño de éstos por dominar la Iglesia, tanto más están fuera de ella. Creen estar dentro de la verdad, aunque en realidad están excluidos de ella, prisioneros de otra cosa, mientras la Iglesia, desolada, sufre la devastación de estos supuestos benefactores”.

San Atanasio el Grande, Padre y Doctor mayor de la Iglesia, Carta del año 356,  Patrología Griega, tomo 26, col. 118/90.

DESAPARECE UNO DE LOS SÍMBOLOS DEL PAPADO: EL ANILLO DEL PESCADOR


STAT VERITAS




FELICES PASCUAS



Por el Padre Castellani

Ninguna otra cosa deseo a mis lectores como don pas­cual, sino la Sabiduría. Este don pascual no es una ópera, sino el regalo que en otro tiempo se hacían los amigos por Pascua. Por la Sabiduría hizo Dios los cielos y la tierra. La Sabiduría asistía al trono de Dios cuando hacía el mundo, y ella jugaba en su presencia con todas las cosas, los formidables juegos del cielo y del infierno, que son más serios aún que el terrible juego de la guerra, y el ardiente juego de la revolución. Dijo el rey Alfonso el Sabio que este mundo si no está mal hecho, por lo menos lo parece. En realidad ahora está mal hecho, está al revés; está desordenado por el Pecado, que es el receso de la Sabiduría. Por falta de Sapiencia el mundo está patas arriba y Dios se está divirtiendo en ponerlo de pie, cueste lo que cueste.
Dice Jules Romains en una de sus novelas (Verdún) esta blasfemia: “El dulce Cristo de los Evangelios ¿no tenía otro modo de enseñar religión al mundo que esta masacre?”. Pues, no señor, no tenía. Y uno de los culpables de eso es usted, judío pérfido...

¡Oh Sapiencia de Dios! ven aprisa ven,
mi nurse y mi novia veraz te he pedido
al Señor en la misa de la fiesta de Santo Tomás.

En tiempo de Santo Tomás había monjes que no hacían más que rezar, cantaban el breviario seis veces al día durante largas horas. Con ellos se educó Santo Tomás en Montecasino. Ahora también los hay, pero la gente cree que son una especie de Open Door, que hay que dejarlos solos, ya que les da por eso. “Déjen­los no más que hagan iglesias —pensaban nuestros padres los liberales— total cuando necesitemos plata les quitamos los conventos y chau”. Pero la gente antigua iba a estos conventos siempre abiertos: y miraba y oía cantar Vísperas y Maitines sin entender gran cosa: y aprendía una gran lección de Sabiduría, la lección de no hacer nada fuera de conocer a Dios. Veía intermi­nablemente esos hombres muertos, inmovilizados, auto­matizados, en cuerpo y alma dedicados a cantar la pala­bra de Dios, porque una palabra no es del todo inteli­gible mientras no se convierta en canto. Y entonces el pueblo que no es zonzo cuando le muestran cosas —aun­que lo es cuando lo emborrachan con palabras- entendía la lección de los Absortos en el Más Allá; que lo más importante de la vida es entender a Dios, mucho más que ganarse la vida; y que hay que cesar a ratos de ganarse la vida y reprimir el trajín de lo tem­poral, para ver si suena allá adentro la Voz antigua y nueva.
Ahora todo se acabó. El pueblo tiene la radio y oye la palabra de Dios, de Jesucristo y del “obispo de los obreros” por boca de Soiza Reilly a través de Radio Belgrano. Entonces, como Dios está de parte de la Sapiencia —que es su Hijo—, enseña la sapiencia a los pueblos como puede, con otro sistema que todos oyen incluso por radio, aunque tiene más de ruido que de canto. ¿Qué creen ustedes que saca Dios de la guerra? ¿Castigar los pecados? Desde luego. Pero ningún sabio castiga sin sacar algo del castigo, dice Santo Tomás de Aquino. Lo único que saca y puede sacar Dios de la guerra es sabiduría para los que queden. Es tan gran­de cosa la sabiduría, que juzga Dios bien empleados los miles de vidas jóvenes tronchadas en flor —¡y qué pérdida de mano de obra para la industria y el comer­cio!— con tal de que un solo joven acrezca un solo grado su conocimiento de lo divino. Para que un solo hombre lo conociese, hizo Dios todas las estrellas; y sería también capaz de deshacerlas, si fuera necesario.
Las admirables costumbres de los viejos pueblos europeos, ese equilibrio vivaz del italiano, esa sensatez recia del español, esos dichos, máximas, lenguajes, mo­dos, normas de vida, rituales, rutinas y hasta supersti­ciones henchidas de luz y de sentido que hoy vamos a desenterrar a las aldeas fueron hechas a fuerza de siglos de lucha, de paciencia, de riesgo, de infatigable enseñanza. Ahora todo eso acabó; no lo salvarán los “folkloristas”. “Et erunt docibiles Dei”. Serán enseñables a Dios. Sólo Dios puede enseñarnos de nuevo. Y para eso debe hacernos primero “docibiles”, es decir, dóciles. La letra con la sangre entra. ¡Cuán gran conciencia está entrando poco a poco en la humanidad de que todos los esfuerzos humanos, aun los mejor intenciona­dos, sin Dios no son más que Cartas del Atlántico!
El mundo está al revés. La Argentina está en el mundo. Por ejemplo, aquí en la Argentina hay maes­tros frívolos, y también escandalosos, que no pueden educar a ningún niño; antes al contrario. Esto es sabi­do desde que yo nací; y también lo saben en La Prensa y La Nación. Hay maestros de los que dijo el Divino Maestro: “Más les valiera que atada al cuello una rue­da molinera, los echaran al mar”. Si una madre adver­tida quiere defender a sus hijos del mal ejemplo, no puede: a causa de la “obligatoriedad escolar”. Para mejor, en la Provincia han suprimido hasta la precaria escapatoria de inscribir al niño, educarlo la madre y dar los exámenes como libre. Pues bien, todo eso: arrancar al niño pobre del hogar para entregarlo a la mala maestra es contra el derecho natural. ¿Han pro­testado alguna vez La Prensa y La Nación, esos “de­fensores de la persona humana”? Jamás. Viene el doc­tor Olmedo y pone en comisión al magisterio a ver si puede mejorarlo un poco; y estos hipócritas ponen el grito en las nubes, porque el doctor Olmedo ha come­tido un sacrilegio. Los 50.000 abribocas que todavía se zampan los editoriales de La Prensa empiezan a decir: “¡Miren lo que hizo Olmedo! ¡Miren lo que hizo Olmedo!” y la gente se conmueve ¡oh, por poco tiempo! A esto lo llamamos nosotros el mundo al revés.
Y así podíamos seguir con los ejemplos hasta la página del extracto de la lotería. Le cuesta a la gente convencerse de que estamos en tiempo no ordinario. Por eso esta semana santa no he hecho más que pedir a Dios la Sabiduría. Europa ha entrado en la prima­vera sangrienta, y la Argentina en el invierno crítico. No nos distraigamos demasiado. Son los deseos de Militis Militorum.

Leonardo Castellani, Cabildo, Buenos Aires, N° 544, 12 de abril de 1944.

CONFERENCIA SOBRE LA DECLARACIÓN DOCTRINAL DE LA FSSPX POR S.E.R. MONSEÑOR RICHARD WILLIAMSON.- EN ESPAÑOL


NON POSSUMUS




CONFIRMACIONES EL SABADO SANTO EN EL MONASTERIO DE LA SANTA CRUZ





sábado, 30 de marzo de 2013

CARTA ABIERTA A LOS SACERDOTES DE LA FRATERNIDAD SAN PIO X.- POR S.E.R. MONSEÑOR RICHARD WILLIAMSON


 Traducción nuestra en tanto que se publica la versión oficial en español.

NON POSSUMUS




28 Marzo 2013

Reverendos y estimados Padres:

La reciente publicación de la Declaración Doctrinal, enviada por el Consejo General de la FSSPX a las autoridades de la Iglesia en Roma el 15 de abril del año pasado, confirma nuestros peores temores. Esperamos casi un año para saber lo que contiene. Esto prueba de una vez por todas que el presente liderazgo de la FSSPX trata de alejarse de la dirección establecida por Monseñor Lefebvre, y hacia las ideas y los ideales del Concilio Vaticano II.

Sin embargo, estando ustedes tan ocupados por su ministerio diario, esto debe preocuparlos porque significa que las almas que están bajo su cuidado están, a través de ustedes, poniéndose bajo la intención del Superior para llevarlas a ellas, y a ustedes, hacia la gran apostasía de los tiempos modernos. Les recordamos que son los Superiores los que moldean a sus subordinados y no al contrario -¿no hemos observado cierta cantidad de buenos sacerdotes de la  Fraternidad, uno tras otro, rindiéndose de la batalla por la Fe como sabemos que Monseñor Lefebvre la realizó, y en su lugar dejarse llevar por la corriente, esa corriente fuerte y muy diferente que brota desde hace algunos años desde la cúpula de la Fraternidad hacia abajo?

Un análisis detallado confirmará el peligro de cada uno de los diez párrafos de la Declaración, como se subraya solo brevemente a continuación:

I La fidelidad prometida a la “Iglesia Católica” y al “Romano Pontífice”, puede ser mal conducida actualmente hacia la Iglesia Conciliar como tal, y a los Pontífices Conciliares. Se necesita hacer distinciones para evitar la confusión.

II Aceptación de las enseñanzas del Magisterio de acuerdo con Lumen Gentium N° 25 que puede ser fácilmente comprendida, especialmente en conjunción con la Declaración de Fe de 1989 de Roma, la cual es mencionada en una nota de pie de página de la Declaración, como que se requiere la aceptación de las doctrinas del Vaticano II.

III,1 Aceptación de la enseñanza del Vaticano II sobre el Colegio de Obispos como está contenida en Lumen Gentium, capítulo III es, a pesar de la “Nota Praevia”, un paso significativo hacia la aceptación de la colegialidad Conciliar y la democratización de la Iglesia.

III,2 El reconocimiento del Magisterio como el único intérprete auténtico de la Revelación, corre el grave peligro de someter la Tradición al Concilio, especialmente cuando la interpretación de cualquier ruptura entre ellos automáticamente es rechazada (cf. III,5 abajo)

III,3 La definición de Tradición como “la transmisión viva de la Revelación” es altamente ambigua, y su ambigüedad es confirmada por las palabras vagas acerca de la Iglesia y por la cita de la igualmente ambigua Dei Verbum #8 que le sigue.

III,4 La proposición de que el Vaticano II debe “iluminar” la Tradición “profundizándola” y “haciéndola más explícita”, es completamente Hegeliana (¿desde cuándo los contradictorios explican y no excluyen uno a otro?), y se corre el riesgo de falsificar la Tradición torciéndola para encajar en las múltiples falsedades del Concilio.

III,5 La declaración de que las novedades del Vaticano II deben ser interpretadas a la luz de la Tradición, pero que ninguna interpretación que implique cualquier ruptura entre los dos es aceptable, es una locura (Todas las camisas deben ser azules, pero cualquier camisa no azul debe ser tomada como azul). Esta locura no es otra cosa que la “Hermenéutica de la Continuidad” de Benedicto XVI.

III,6 Dar crédito a las novedades del Vaticano II como siendo material legítima de debate teológico, es subestimar gravemente su nocividad. Ellas solamente deben ser condenadas.

III,7 El juicio de que los nuevos Ritos sacramentales fueron promulgados legítimamente, es gravemente engañoso. El Nuevo Orden de la Misa es especialmente demasiado perjudicial para el bien común de la Iglesia como para ser una ley verdadera.

III,8 La “promesa de respetar” como ley de la Iglesia el Nuevo Código Canónico, es respetar el número de supuestas leyes que son contrarias a la doctrina de la Iglesia.

Reverendos Padres, quienquiera que estudie estos diez párrafos en su texto original, no puede más que concluir que su autor o sus autores han renunciado a la lucha de Monseñor Lefebvre por la Tradición y en sus mentes se han pasado al Vaticano II. ¿Ustedes desean para ustedes mismos y su rebaño ser moldeados por tales Superiores?

Ni que se diga que los primeros dos y los últimos tres párrafos están tomados esencialmente del Protocolo del propio Arzobispo del 5 de Mayo  de 1988, por lo que la Declaración es fiel a él. Es bien conocido que el 6 de mayo él repudió el Protocolo porque él mismo reconoció que había hecho demasiadas concesiones para que la Fraternidad pudiera continuar defendiendo a la Tradición.

Otro error es decir que el peligro terminó porque la Declaración ha sido “retirada” por el Superior General. La Declaración es el fruto envenenado de lo que se ha convertido en un modo de pensar liberal en la cúpula de la Fraternidad, y ese modo de pensar todavía no ha sido reconocido, mucho menos retractado.

Una tercera idea falsa es decir que ya que no se firmó un acuerdo con los apóstatas de Roma, entonces ya no hay problema. El problema es menos el acuerdo que el deseo de cualquier acuerdo que garantizará a la Fraternidad reconocimiento oficial, y ese deseo todavía está allí con mucho. Siguiendo el mundo moderno y a la Iglesia Conciliar, los líderes de la Fraternidad parecen haber perdido la comprensión de la primacía de la verdad, especialmente la Verdad Católica.

Reverendos Padres, “Lo que no puede ser curado debe ser aguantado”. Los líderes ciegos son un castigo de Dios. Sin embargo, lo menos que ustedes pueden hacer acerca de esta Declaración desastrosa es estudiarla por ustedes mismos con todo lo que condujo a ella, de otro modo ustedes perderán su Fraternidad sin ni siquiera darse cuenta, tal como la gran masa de Católicos perdió su Iglesia con el Vaticano II y no se dieron cuenta. Entonces, habiendo puesto en claro el desastre en su propia mente, deben decir la verdad a su rebaño de la Fraternidad, específicamente el peligro en el cual sus Superiores están poniendo su fe y con esto su salvación eterna.

Para todos nosotros en esta Fraternidad la cual Monseñor Lefebvre convirtió en una fortaleza mundial de la Fe, Nuestro Señor ahora está planteando la pregunta de Juan, VI, 67: ¿Ustedes también van a dejarme?

A todos ustedes les imparto gustosamente mi bendición episcopal, de su siervo en Cristo,


+Richard Williamson, Nova Friburgo, Jueves Santo, 2013




VIERNES SANTO EN EL MONASTERIO DE LA SANTA CRUZ, BRASIL

Católicos que resisten. El pueblo cristiano junto a sus Pastores fieles a Cristo, Pastores que no abandonan a sus ovejas y ovejas que saben escuchar la voz del buen pastor.
Los resistentes congregados en el Monasterio de la Santa Cruz, Nova Friburgo, Brasil, con la presencia de S.E.R. Monseñor Richard Williamson y los RRPP Jean-Michel Faure, Dom Tomás de Aquino, Ernesto Cardozo y René Trincado.

















viernes, 29 de marzo de 2013

COMENTARIO ELEISON: SÁBADO SANTO




Comentario Eleison Número CCXCVIII (298)
30 de Marzo de 2013

SÁBADO SANTO

Mons. Williamson


En la vida de Nuestro Señor, el Sábado Santo fue ese día entre su espantosa muerte en la Cruz y su gloriosa Resurrección, cuando su cuerpo humano sin vida, ya que separado de su alma humana, yació en la oscuridad de la tumba oculto al ojo humano. Los enemigos de Nuestro Señor parecían haberlo vencido tan exitosamente que el Dios Encarnado se encontraba en un eclipse total, y solamente la Fe de Nuestra Señora en su Divino Hijo permanecía inquebrantable. Ella tenía que sostener a todos los otros que lo habían seguido porque aún los más devotos de entre ellos estaban sumidos en el desánimo y se sentían, como nunca antes, perdidos.

Ahora bien, siendo el Cuerpo Místico de Cristo, la Iglesia Católica sigue paralelamente el curso de la vida de Su Cuerpo físico. A lo largo de sus 2000 años de historia, la Iglesia siempre ha sido perseguida por los enemigos de Cristo y, en muchas partes del mundo en varios tiempos, ella ha sido virtualmente borrada. Sin embargo, con seguridad, nunca se encontró en un eclipse completo como lo parece estar hoy día. Dios diseñó su Iglesia como una monarquía para ser mantenida en la unidad por el Papa, y ahora vemos un Papa que renuncia, sin duda en parte porque él mismo, magnetizado por el pensamiento moderno democrático, nunca creyó completamente en su propio cargo supremo. Quitando de su escudo de armas la tiara papal y firmando él mismo siempre como “Obispo de Roma”, cualesquiera fueran sus intenciones cuando renunció en febrero, humanamente hablando él ayudó seguramente a socavar la divina institución del Papado.

Ciertamente con la renuncia de Benedicto XVI y con el subsiguiente cónclave, los enemigos de Cristo habrán hecho todo lo posible de su parte para anular el Papado. Por un justo castigo de Dios a causa de la apostasía universal de nuestra época, estos enemigos han recibido de Él un gran poder sobre Su Iglesia. Desde hace siglos se esfuerzan para obtener un dominio completo del Vaticano y ahora están allí atrincherados. Con ninguna intención de ceder ni un ápice a una pequeña Fraternidad pía, ellos están, tal como lo vio en una visión hace 200 años Ana Catalina Emmerick, desmantelando la Iglesia piedra por piedra. Humanamente hablando los seguidores de hoy día de Nuestro Señor tienen tan poca aparente esperanza como tenían aquellos del Sábado Santo original.

Pero no más que Nuestro Señor El mismo, la Iglesia Católica no es simplemente un asunto humano. En 1846 Nuestra Señora de La Salette dijo acerca de nuestro propio tiempo: “Los justos sufrirán profundamente. Sus oraciones, penitencias y sus lágrimas se elevarán hasta el Cielo y todo el pueblo de Dios implorará perdón y misericordia y suplicará mi ayuda e intercesión. Y entonces Jesucristo en un acto de Su justicia y gran misericordia ordenará a Sus Angeles dar muerte a todos sus enemigos. Repentinamente los perseguidores de la Iglesia de Jesucristo y todos aquellos entregados al pecado, perecerán, y la tierra devendrá como un desierto. Y entonces vendrá la paz y el hombre se reconciliará con Dios; Jesucristo será servido, adorado y glorificado. La Caridad florecerá en todas partes...El Evangelio será predicado en todas partes...y el hombre vivirá en el temor de Dios”.

En otras palabras, con toda seguridad Dios resucitará a Su Iglesia de su actual angustia. Si su eclipse deviene aún más sombrío, como seguramente lo hará, mantengámonos más cerca que nunca de la Madre de Dios y tomemos ahora la resolución de no entristecerla con nuestra falta de Fe, como lo hicieron los Apóstoles y discípulos de Nuestro Señor en aquel primer Sábado Santo. Comprometámonos a regocijar su Inmaculado Corazón con nuestra inquebrantable Fe en su Divino Hijo y su única verdadera Iglesia.

Kyrie Eleison


STABAT MATER







María nos ama por ser fruto de su dolor
(San Alfonso María de Ligorio, Las glorias de María)

También somos hijos muy queridos de María porque le hemos costado  excesivos dolores. Las madres aman más a los hijos por los que más cuidados y sufrimientos ha tenido para conservarles la vida. Nosotros somos esos hijos por los cuales María, para obtenernos la vida de la gracia, ha tenido que sufrir el martirio de ofrecer la vida de su amado Jesús, aceptando, por nuestro amor, el verlo morir a fuerza de tormentos. Por esta sublime inmolación de María, nosotros hemos nacido a la vida de la gracia de Dios. Por eso somos los hijos muy queridos de su corazón, porque le hemos costado excesivos dolores. Así como del amor del eterno Padre hacia los hombres, al entregar a la muerte por nosotros a su mismo Hijo, está escrito: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su propio Hijo” (Jn 3, 16), así ahora –dice san Buenaventura- se puede decir de María. “Así nos amó María, que nos entregó a su propio Hijo”.
¿Cuándo nos lo dio? Nos lo dio, dice el P. Nieremberg, cuando le otorgó licencia para ir a la muerte. Nos lo dio cuando, abandonado por todos, por odio o por temor, podía ella sola defender muy bien ante los jueces la vida de su Hijo. Bien se puede pensar que las palabras de una madre tan sabia y tan amante de su hijo hubieran podido impresionar grandemente, al menos a Pilato, disuadiéndole de condenar a muerte a un hombre que conocía, y declaró que era inocente. Pero no; María no quiso decir una palabra a favor de su Hijo para no impedir la muerte, de la que dependía nuestra salvación. Nos lo dio mil y mil veces al pie de la cruz durante aquellas tres horas en que asistió a la muerte de su Hijo, ya que entonces, a cada instante, no hacía otra cosa que ofrecer el sacrificio de la vida de su Hijo con sumo dolor y sumo amor hacia nosotros, y con tanta constancia que, al decir de san Anselmo y san Antonino, que si hubieran faltado verdugos ella misma hubiera obedecido a la voluntad del Padre (si se lo exigía) para ofrecerlo al sacrificio exigido para nuestra salvación. Si Abrahán tuvo la fuerza de Dios para sacrificar a su hijo (cuando Él se lo ordenó), podemos pensar que, con mayor entereza, ciertamente, lo hubiera ofrecido al sacrificio María, siendo más santa y obediente que Abrahán.
Pero volviendo a nuestro tema, ¡qué agradecidos debemos vivir para con María por tanto amor! ¡Cuán reconocidos por el sacrificio de la vida de su Hijo que ella ofreció con tanto dolor suyo para conseguir a todos la salvación! ¡Qué espléndidamente recompensó el Señor a Abrahán el sacrificio que estuvo dispuesto a hacer de su hijo Isaac! Y nosotros, ¿cómo podemos agradecer a María por la vida que nos ha dado de su Jesús, hijo infinitamente más noble y más amado que el hijo de Abrahán? Este amor de María –al decir de san Buenaventura- nos obliga a quererla muchísimo, viendo que ella nos ha amado más que nadie al darnos a su Hijo único al que amaba más que a sí misma.




NO NOS ES LÍCITO AMARLE CON TIBIEZA




“Oigamos lo que dice San Agustín: “No os está permitido amar con amor menguado, pues debéis llevar grabado en vuestro corazón al que por nosotros murió clavado en la cruz”. A los que sabemos por la fe que un Dios murió por nosotros en la cruz, no nos es lícito amarle con tibieza, pues en nuestro corazón solo ha de estar grabado Aquél que por amor nuestro quiso morir crucificado”.

 San Alfonso María de Ligorio, “Reflexiones sobre la Pasión de Jesucristo”, Ed. Apostolado Mariano, 3ª edición, pág. 114.

STAT VERITAS blog

LA PASIÓN DE CRISTO, NUESTRO MODELO A SEGUIR





"En efecto, como dice San Agustín, la Pasión de Cristo basta para instruirnos completamente sobre la manera como debemos vivir. Porque si alguno quiere llevar una vida perfecta, no tiene que hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y desear lo que Cristo deseó.

Porque ningún ejemplo de virtud falta en la cruz. ¿Buscas un ejemplo de caridad? Nadie tiene mejor ejemplo de caridad que el que da la vida por sus amigos, dijo el mismo Jesús (Jo.15,13). Y esto fue lo que hizo Cristo en la cruz. Si, pues, dio su vida por nosotros, no deberá sernos gravoso soportar por Él cualquier mal. Decía el Salmista: ¿Cómo podré corresponder al Señor por las mercedes que me ha hecho? (Ps. 115, 12)

¿Buscas un ejemplo de paciencia? Lo encontrarás excelentísimo en la cruz. Porque la grandeza de la paciencia se manifiesta de dos maneras: o bien sufriendo pacientemente grandes males, o bien sufriendo algo que podría evitarse y no se evita.


Pues bien, Cristo sufrió grandes males en la cruz. Pudo aplicarse a Sí mismo las palabras de Jeremías en sus Lamentaciones (1, 12): Oh vosotros todos, que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor. Y esos grandes males Cristo los sufrió pacientemente, porque, cuando le atormentaban - dice S. Pedro -no prorrumpía en amenazas (1 Pe. 2, 23). Se comportó al decir de Isaías, como cordero llevado al matadero, y como oveja muda ante los trasquiladores (Is.53,7)


Asimismo, Cristo habría podido evitar esos sufrimientos, y no los evitó. Él mismo se lo dijo a Pedro cuando lo arrestaron en Getsemaní: ¿O piensas que  no puedo recurrir a mi Padre, y me enviaría enseguida más de doce legiones de ángeles? (Mt. 26, 53).


Grande fue, pues, la paciencia de Cristo en la cruz. Por eso dice la Escritura: Corramos con paciencia al combate que se nos ofrece, puestos los ojos en Jesús, autor y consumador de la fe, el cual, en vez del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz, despreciando la ignominia.( Hebr.12, 1-2).

¿Buscas un ejemplo de humildad? Mira el crucifijo. En efecto, Dios quiso ser juzgado bajo Poncio Pilatos y morir. Tu causa, Señor - podríamos decirle -ha sido juzgada como la de un impío (Job 36,17). Sí, verdaderamente como la de un impío, porque sus enemigos pudieron decirse unos a otros:Condenémosle a muerte afrentosa (Sab. 2, 20). El Señor quiso morir por su siervo, y el que es la vida de los ángeles aceptó morir por el hombre. Como escribe S. Pablo: Se hizo obediente hasta la muerte (Filip.2,8).

¿Buscas un ejemplo de obediencia? Síguelo a Él que se hizo obediente al Padre hasta la muerte. Dice el Apóstol: Como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno solo, muchos serán constituidos justos (Rom. 5,19).

¿Buscas un ejemplo de menosprecio de las cosas terrenas? Síguelo a Él, que es el Rey de los reyes y el Señor de los señores, en quien están todos los tesoros de la sabiduría, y que sin embargo en la cruz apareció desnudo, objeto de burla, fue escupido, golpeado, coronado de espinas, abrevado con hiel y vinagre, y luego murió. No te aficiones, pues, a los vestidos o a las riquezas, porque los soldados se repartieron mis vestidos (Ps. 21,19); ni te aficiones a los honores, porque a Mí me cubrieron de escarnios y de golpes; ni busques las dignidades, porque tejieron una corona de espinas y la pusieron sobre mi cabeza; ni las delicias, porque en mi sed me hicieron beber vinagre (Ps. 68,22)
       
Comentando aquellas palabras de la Epístola a los Hebreos: Cristo, en vez del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz, despreciando la ignominia (12,2), escribía S. Agustín: "Cristo Jesús despreció todos los bienes terrenos para enseñarnos que debemos despreciarlos".

Santo Tomás de Aquino, Catecismo Tomista, Gladius/Vórtice, Buenos Aires, 2011.-


jueves, 28 de marzo de 2013

DECLARACIÓN DEL PADRE PATRICK GIROUARD


NON POSSUMUS




DECLARACIÓN
A los miembros de la Fraternidad San Pío X
A las comunidades amigas y a los fieles de la Tradición


Jueves Santo, 28 de marzo de 2013

Muy estimados hermanos y hermanas en Cristo Rey,

En este día que la Santa Iglesia conmemora de manera grandiosa la Institución del Santo Sacrificio de la Misa y del sacramento del Orden, aprovecho la ocasión para hacerlos parte de mi decisión de colocarme fuera de la estructura oficial de la Fraternidad. Mi intención no es de abandonarla ni vilipendiarla. Ella en efecto es víctima de una empresa que tiene como objetivo ponerla bajo el poder de la Iglesia Conciliar a pesar de las advertencias repetidas de su fundador, S.E.R. Monseñor Marcel Lefebvre.

Después de mis sermones e intervenciones contra la adhesión a Roma, mi superior de distrito, el padre Jürgen Wegner, me transfirió del Priorato de Langley (cerca de Vancouver) a la sede de distrito (St. Césaire, cerca de Montreal), con la intención confesa de “vigilarme estrechamente”. También me declaró que yo no podría criticar a mis superiores. En su carta a los sacerdotes Canadienses respecto de esta decisión, atacó no solamente mis declaraciones públicas, sino también mis conversaciones y correos privados, intercambiados con los fieles. Por lo tanto está claro que se me ofrecía, a cambio de mi silencio en público y en privado, conservarme en el seno de la Fraternidad y por lo tanto asegurar mi seguridad material. Esto sería ni más ni menos una forma de prostitución espiritual. Pero no tengo más que un alma y quiero salvarla. Yo no puedo aceptar este trato porque como dice el proverbio: “El que calla, otorga”. Esto es, básicamente, el por qué me veo en la obligación moral de rehusarme a esta transferencia. Para mí es la única manera de continuar trabajando para cumplir el verdadero objetivo de la Fraternidad, el cual no es convertir a Roma modernista, sino de preservar y transmitir la verdadera Misa y el verdadero Sacerdocio. Por lo tanto me he puesto en las manos de la Providencia, convencido que Nuestro Señor sabrá cuidar a su sacerdote.

Mucho ha sido escrito ya acerca de un acuerdo “puramente práctico” con Roma. Me bastará decir que yo endoso plenamente las declaraciones y estudios de otros colegas que se han opuesto a esta nueva orientación de la Fraternidad. Por lo tanto, no lo repetiré aquí. Me permitiría, sin embargo, compartirles algunas reflexiones personales sobre tres aspectos de la crisis de la Fraternidad:

1.      Las autoridades de la Fraternidad quieren justificar el abandono de la resolución del Capítulo General de 2006 (no al acuerdo práctico sin la conversión de Roma) diciendo que la situación no es la misma actualmente. Quisieran hacernos creer que muchos de los nuevos obispos, sacerdotes y seminaristas ya no se interesan en el concilio Vaticano II y prefieren la Misa y la teología tradicionales. Pero son incapaces de producir un estudio serio e independiente que lo pruebe. Ahora nos piden aceptar nada menos que lo que Monseñor Lefebvre calificaba como “Operación Suicidio”. El Capítulo General de 2012, lejos de corregir la situación, no hizo sino envolver de “condiciones” cosméticas este cambio de rumbo. La única condición que importaba, la conversión de Roma, ha sido abandonada. Además, este Capítulo fue la ocasión de una inversión de la relación de fuerza entre los obispos: Del 7 de abril cuando teníamos, por un lado, tres obispos contra un acuerdo “práctico” y del otro, un Monseñor Fellay aislado, nos encontramos, el siguiente 14 de julio, con tres obispos a favor de un tal acuerdo, contra un Monseñor Williamson confinado, el cual fue excluido también de ese Capítulo. La declaración final respecto a la unidad reencontrada señaló de hecho el fin de la recreación para todos “los refractarios”. Ahora, a partir del 15 de julio de 2012, toda oposición vis-a-vis de un acuerdo puramente práctico, cualquier crítica a las autoridades de la Fraternidad a este respecto, se convirtió en un crimen contra la misma Fraternidad. Fue instituida la ley del silencio. Conocemos lo que siguió. Esta ley del silencio es tan fuerte que Menzingen no se toma la molestia de responder a los argumentos y a las acusaciones; se contentan con satanizar a sus oponentes como si fueran vulgares rebeldes subversivos. ¡Sacaron a S.E.R. Monseñor Williamson y una buena veintena de sacerdotes!

2.    Los documentos secretos de Monseñor Fellay (carta del 14 de abril de 2012 a los 3 obispos, el Preámbulo del día siguiente), que han sido publicados a pesar de él, nos han permitido comprender hasta qué punto las relaciones frecuentes con la Roma actual son peligrosas. Si de tales contactos se pudo cambiar, incluso antes de la firma de un acuerdo, al Superior General, a sus Asistentes y por rebote a los otros Superiores Mayores, ¿qué sucederá con los simples sacerdotes y fieles una vez que estén oficialmente, legalmente, permanentemente, bajo las autoridades romanas? No hay más que ver hasta qué punto Menzingen persigue ya a los que se oponen a esta nueva orientación cuando todavía gozamos de una cierta independencia respecto de Roma, para comprender hasta dónde irá una vez que se esté bajo la autoridad de esta Iglesia conciliar!

3.    Recientemente, han querido hacernos aceptar la teoría según la cual la expresión “Iglesia Conciliar” no significa una institución distinta de la Iglesia Católica, sino más bien una “tendencia” en el seno de esta (Ver DICI, estudio del padre Gleize). La consecuencia lógica de esta teoría sería entonces que el movimiento tradicionalista debe regresar a la estructura oficial de la Iglesia a fin de combatir, desde el interior, la “tendencia” conciliar y de esta manera hacer triunfar a la Tradición. Es por eso que escuchamos frecuentemente de las autoridades de la Fraternidad, que hay que “ayudar a la Iglesia Católica a reapropiarse de su Tradición”. Ahora, por un lado, la Iglesia Católica sin su Tradición no podría existir, ya no sería la Iglesia Católica. Y por otra parte, no se puede hablar de “tendencia”, cuando las ideas liberales y masónicas se encuentran “institucionalizadas” por reformas que cubren todos los aspectos de la vida de la Iglesia: Liturgia, Catecismo, Ritual, Biblia, Tribunales eclesiásticos, Enseñanza Superior, Magisterio y, sobre todo, el Derecho Canónico. Por lo tanto nos enfrentamos a una estructura, a una institución, diferente de la Iglesia Católica. Si ese no fuera el caso, ¡seríamos sus miembros! No somos nosotros los que han abandonado la Iglesia Católica, son ellos, incluso si han logrado tomar el mando de la estructura oficial. En lo que concierne al lugar del Papa en todo esto, hay que convenir que hay un misterio, un misterio de iniquidad. Esto no quita que estemos en presencia de dos instituciones distintas: La Iglesia Católica, fundada por Nuestro Señor, y la Iglesia conciliar, cuyo instigador fue, sin duda alguna, Lucifer.

Estas no son más que tres pequeñas reflexiones, pero creo que ellas pueden aclarar un poco ciertas facetas del debate. Ahora que estoy completamente libre para hablar, pueden contar, queridos hermanos y hermanas en Cristo Rey, con mi contribución regular a los sitios de internet del movimiento creciente de oposición a la adhesión a Roma, movimiento que bien merece, yo pienso, el nombre de Resistencia Católica.

Recen por su servidor, como yo rezo por ustedes.

Abbé Patrick Girouard, FSSPX



MISA CRISMAL CELEBRADA HOY JUEVES SANTO POR S.E.R. MONS. WILLIAMSON EN EL MONASTERIO DE LA SANTA CRUZ, BRASIL.






DE LOS QUE CALLAN CUANDO DEBEN HABLAR


Fragmento de un artículo reciente de Antonio Caponnetto en respuesta al Padre Iraburu, texto que puede ser dirigido no sólo a los sacerdotes en que piensa el Prof. Caponnetto, sino a todos aquellos de la Tradición en la Fraternidad San Pío X que enmudecen la voz o el pensamiento, y de a poco se vuelven indiferentes o pusilánimes por temor a perder lo que tienen, esto es, una situación, y no el alma, lo único que en verdad cuenta. Nos unimos a la caritativa y respetuosa exhortación de Caponnetto. Es tiempo de vencer los temores y hablar claro, o, en todo caso, buscar la verdad si no se está seguro de ella, pues sin la verdad el católico no tiene razón de ser en este mundo y es como un grano de sal que ya no sala y no sirve para nada. El texto completo de su artículo puede leerse  aquí.




“Una aclaración postrimera me queda en el tintero y he de hacerla. No me causa ninguna gracia andar de desencuentro en desencuentro con curas,  obispos, y Pontífices. No he sido educado para tener que rebelarme contra  las autoridades de la Iglesia, sino para arrodillarme frente a la Jerarquía, orgulloso de mi vasallaje, y ofrecerle mis servicios. Me lastima hasta la fibra más honda del alma constatar que, en líneas generales, nuestros pastores y clérigos son medrosos, ambiguos, heresiarcas y hasta poco viriles, como diría Santa Catalina de Siena. Tal situación me provoca una desazón y un tormento que, repito, sólo Dios conoce, y sólo Él sabrá porqué lo permite. Pero no debo callar. En mi nombre, en el de los tantos y tantos que padecen conmigo similar dolor, en el de mis maestros mártires y en el de mis discípulos. No debo callar, porque la esperanza está puesta en el triunfo de la Verdad Crucificada, oportuna e inoportunamente testimoniada. No debo callar ni retroceder, porque a pesar de la jerarquía prevaricadora y de sus inesperados obsecuentes, alguien tiene que decir la Verdad”.

He perdido muchas cosas por dedicarme a lo que me dedico. Vivo orgullosamente con lo puesto. Pero siempre me preocupó perder algo más: la vida eterna. Y la vida eterna la perderé si enmudezco como un pusilánime, si disimulo como un oportunista o si miento como un patán. Sepan, pues, los nuevos pendolistas anónimos, pseudónimos o encubiertos; sépanlo los calumniadores ociosos y los que, por ser ladrones, creen que todos son de su condición. Seguiré en batalla, hasta que el Señor me llame. Y sépanlo asimismo aquellos que bien me quieren –me consta– pero me aconsejan prudencias que no van con las urgidas perentoriedades, postergaciones que terminan siendo renuncias y subterfugios impropios del testigo. En esto al menos, procuro hacerle caso a Borges:

“Entre las cosas hay una
de la que no se arrepiente
nadie en la tierra. Esa cosa
es haber sido valiente”.

(…) Pero hay una clase especialísima de esas cartas a las que quiero dedicar un párrafo aparte. Son las de aquellos sacerdotes que no pueden hablar porque es mucho o es todo lo que perderían si así lo hicieran. En privado me felicitan, me apoyan, me sostienen, me alientan a decirlo todo, me aportan elementos de juicio, y a veces me enmiendan con caridad y ciencia. Entiendo las razones de su silencio. No les formulo el más mínimo reproche. No quisiera herirlos con una línea siquiera que pudiera rozar sus nobles decisiones. Les pido perdón sinceramente y de antemano si estos renglones pudieran embretarlos. Pero ellos saben más que yo. Es cierto. Han estudiado disciplinas arduas cuya plena posesión me es ajena. Harían un bien inmenso si salieran a hablar con sus rostros y voces y nombres y títulos, a plena luz del día, desde los tejados. Harían un bien inmenso incluso, si ante estocadas arteras como ésta que me toca hoy responder, dijeran en público lo que me dicen en privado: que tengo razón.

 A ellos, pues, a estos sacerdotes a quienes tanto admiro y debo, sólo quiero formularles unas preguntas, cuyas respuestas ignoro: ¿Cuál es el límite de ese silencio? ¿Cuál es el borde de la fingida conformidad? ¿Cuándo habrá que quemar las naves? ¿Cuándo es el día del viaje desasido, sin regreso, sin orillas amigas que nos esperen, sin lechos familiares en que reposar seguros las osamentas? Sólo el desierto, el páramo, el peregrinaje arduo y combatiente. ¿Cuál es el día para decir ¡basta! y gritar desde los tejados? ¿No sería menos desolada la soledad, menos apenada la pena, menos desangelado nuestro Ángel, si ellos hablaran de consuno, con la facundia y la sabiduría que el Señor les ha prodigado?

Me uno a ellos con afecto entrañable en vísperas de este nuevo Viernes de Pasión en que termino mi escrito. Me aferro como amigo y penitente  a sus manos que saben bendecir y perdonar. Me permito pedirles un sitio en el Via Crucis, para decirles que, tal vez por nuestro mutismo o indiferencia, Jesús se está cayendo por cuarta vez:

La tarde huele a sangre y a gemido,
arriba espera el monte abovedado,
más hondo que la huella del arado,
más seco que el ahogo de un latido.

Ya estaba terminado el recorrido,
pronto estaría todo consumado
pero advertiste el rostro de un pecado
venidero y final como un crujido.

La Nave quiebra un mástil, se te aparta,
¡Navega hacia alta mar!, le gritas mudo
y caíste la vez número cuarta.

Mañana sonarán repiqueteos
pero hoy, tu viernes desolado y rudo,
Aquí estamos, Señor, tus cireneos.

Antonio Caponnetto