Cuando Satanás sueña
despierto
El «famoso» sueño masónico (1934)
En el séptimo volumen de la serie Los Hombres de buena voluntad, el
novelista Jules Romains se detiene en la masonería con una evidente
complacencia. La obra se titula A la búsqueda de una iglesia [1].
Para neutralizar las críticas, primero la masonería
es presentada de manera satírica: uno de los personajes de la novela, antiguo
masón, pone en ridículo los ritos de su logia. Pero la presentación positiva
viene más tarde. Un verdadero masón, muy simpático, devela su ideal: La construcción
del Templo, es decir, de la nueva humanidad, unida finalmente en la justicia,
la paz y la fraternidad.
A esta construcción, la misma Iglesia católica es
llamada a colaborar, siempre que renuncie a su feroz intransigencia. Y la
eminencia masónica enuncia el “famoso sueño” de su secta:
Será
necesario que en uno u otro momento, la cuestión se arregle entre la Iglesia y
nosotros… Yo no desespero por una alianza tarde o temprano… una alianza más o
menos oculta… Nosotros somos, ellos y nosotros, los únicos soldados del
Universal y también del Espiritual… ¿Por qué su Dios no podría tolerar nuestro
joven arquitecto? Solo debe dejarle a él este mundo y conservar para sí el otro
mundo… ¿No lo cree usted?-Lo que usted le ofrece ¿es una situación de Dios en
exilio? -Tal vez, pero con grandes honores […] Bien, veremos… ¿Conoce
usted el famoso sueño del papa, que, un día, será uno de los nuestros?
El alto iniciado concluye alegremente:
« ¡Nosotros ya tenemos obispos masones!” (pág. 303-304).
Versión judía (1951)
Este sueño masónico tiene también su versión judía. En 1951 un novelista
judío (Abraham Moses Klein) describió los diferentes ideales que entusiasmaron
sucesivamente a sus correligionarios durante la primera mitad del siglo 20. El
héroe de la novela, Melech Davison, pasa del estudio asiduo del Talmud al
entusiasmo comunista, antes de mudar a militante sionista. De cuando en cuando,
es brevemente atraído por el cristianismo. Él resiste a la tentación, pero su
sobrino, que lo ignora, está embargado de angustia con la idea de esta
conversión: “Tío Melech ¿habrá dado el paso impensable?” Para vencer su miedo,
se abandona al sueño: tío Melech se ha convertido no solo en cristiano, sino en
papa; y él emplea su autoridad para transformar la Iglesia, unificando el judaísmo,
el cristianismo y el islam en una nueva “trinidad”:
Vi
entonces a Su Santidad Melech sentado sobre el trono papal, su origen judío
permanecía en él como una fuerza activa aunque secreta. Yo lo vi cumplir
completamente el ciclo anual de las ceremonias religiosas y, reinando sobre
todos los reinos espirituales, ejercer su influencia y dar su sanción a las
cosas temporales. […] Ahora, investido de los plenos poderes de su
infalibilidad, tío Melech proclamó a la humanidad: la abolición de todos los dogmas,
a excepción del mandamiento divino de la fe; la reunión de las religiones: el
cristianismo, el judaísmo, el mahometismo, trinidad hecha una. Mientras que los
períodos latinos de la encíclica rodaban en mi imaginación, el mundo parecía
recreado de nuevo, y su labor, como la creación inicial, se calmaba en la
armonía del universo, en el sabbat de la paz universal [2].
Los precedentes
VERSIÓN CARBONARIA (1824) –Nada de nuevo,
dirán aquí los lectores de Sel de la terre. La “revolución en
tiara y capa” y el “papa según nuestras necesidades” fueron evocadas desde 1820
por la Alta Venta de los Carbonarios.
Los papeles incautados por la policía vaticana de
Gregorio XVI (y publicados en 1859 por orden de Pío IX), son muy claros.
Notablemente en una carta escrita el 3 de abril de 1824 por uno de los jefes de
la organización secreta:
Nosotros
debemos hacer la educación inmoral de la Iglesia y llegar, por pequeños medios
bien graduados aunque bastante mal definidos, al triunfo de la idea
revolucionaria por un papa. En este proyecto, que siempre me ha parecido de un
cálculo sobrehumano, todavía caminamos tanteando [3] (…)
VERSIÓN OCULTISTA (1862) -Eliphas Lévi (seudónimo
del diácono apóstata Alphonse-Louis Constant, 1810-1875), inventor del término
“ocultismo” y autor de un Ritual de Alta Magia (que él practicaba
asiduamente), anunciaba en una carta del 21 de enero de 1862:
Un
día vendrá en que el papa, inspirado del Espíritu Santo, declarará que todas
las excomuniones están levantadas, que todos los anatemas están retractados,
que todos los cristianos están unidos a la Iglesia, que los judíos y musulmanes
son bendecidos y recordados por ella; que, conservando la unidad e
inviolabilidad de su dogma, ella permite a todos los cultos acercarse a ella de
grado, abrazando a todos los hombres en la comunión de su amor y de sus
oraciones. Entonces ya no podrán existir los protestantes: ¿Contra qué
protestarán ellos? [4]
VERSIÓN NOAQUIDA (1884) -Sueño análogo en el rabino
cabalista Élie Benamozegh (1822-1900), quien describe el plan “noáquida” en su
obra Israel y la humanidad (1884 -reeditada en 1914 con un
prefacio de un sacerdote modernista secularizado Hyacinthe Loyson). Según el
plan de Benamozegh, el catolicismo no debe ser destruido sino “metamorfoseado”,
transformado desde el interior en religión humanitaria [5].
VERSIÓN SATANISTA (1889) -Igualmente, el canónigo
apóstata Roca (1830-1893), excomulgado por sus enseñanzas abiertamente
satanistas, anuncia en 1889 una “nueva Iglesia” que ya no conservará nada de la
antigua, pero que sin embargo, “recibirá de Roma la ordenación y la
jurisdicción canónica”. Ella será establecida por un papa que “consagrará la
civilización moderna; la proclamará hija del Evangelio”. Enseguida, este
pontífice no tendrá más que disolver el papado:
Pronunciando
su propia decadencia, el papado romano declarará urbi et orbi que,
habiendo terminado su misión y su papel de iniciador, éste se disuelve
libremente en su vieja forma, para dejar el campo libre a las operaciones
superiores del nuevo pontificado de la nueva Iglesia y del nuevo sacerdocio que
él mismo instituirá canónicamente antes de exhalar su último suspiro [6].
VERSIÓN MODERNISTA (1907) -Esta espera de un papa
revolucionario que se abrirá finalmente al mundo moderno y renunciará
definitivamente a condenar los errores, anima igualmente a la corriente
modernista a principios del siglo 20.
En su novela Il Santo, Fogazarro
presenta las reuniones secretas de un grupo de eclesiásticos y de laicos que se
preparan a “reformar” la Iglesia a su manera. “La doctrina católica es un viejo
manto usado y destinado a desaparecer”, declara uno de los conjurados, Dom
Clemente. Y agrega: “El viejo hábito será rechazado por la misma autoridad
eclesiástica”.
De hecho, el héroe de la novela, Piero Maironi
(apodado “Benedetto”) llega hasta el papa y le expone su plan de reforma: hay
que curar a la Iglesia del espíritu de mentira, de dominación, de avaricia y (in
cauda venenum) ¡del espíritu de inmovilidad! El dogma debe evolucionar con
el siglo.
Poco después, un folleto inglés publicado en
Londres en mayo de 1908, Pope Pacificus, reviste el mismo
programa. Anuncia un papa que comprenderá finalmente que el cristianismo es
acción y vida antes de ser dogma. Se abrirá a todos aquellos que se reclamen de
Cristo, e impondrá la tolerancia de todas las opiniones y la colaboración
fraternal de todos aquellos que quieren mejorar la sociedad. Entonces, bajo su
régimen, se realizará la promesa de Cristo: no habrá más que un solo rebaño, la
Iglesia de la caridad.
La condenación de Pío IX
(1864)
Vemos que no hay nada de nuevo. El plan del demonio
no cambia. Pero las novelas de Jules Romains y de Abraham Moses Klein tienen el
mérito de subrayar la notoriedad del proyecto. Es un sueño “famoso”: célebre,
renombrado, bien conocido del gran público liberal a quien se dirige Jules
Romains. Un sueño tan representativo del mundo moderno que incluso aquellos que
no lo conocen explícitamente se reconocen en él inmediatamente.
¡Un papa que, finalmente, asimilará la Iglesia a su
siglo! Sueño tan famoso que se le creyó realizado desde 1846:
apenas elegido, el papa Pío IX (1846-1878) fue aclamado por toda la masonería
europea. En Italia, fue el delirio [7]. Ovaciones públicas, conciertos de alabanzas, salves
de aplausos: nada fue escatimado para indicarle al nuevo papa el camino que
debía tomar. Un camino bordeado de flores, que descendía dulcemente, por
etapas, hacia el mundo moderno. Pero se desencantaron rápidamente. El papa no
se dejó hacer.
En 1864, Pío IX inmortalizó su rechazo publicando
el Syllabus. El documento terminaba fieramente con la condenación
de la siguiente proposición:
El soberano pontífice puede
y debe reconciliarse con el progreso, con el
liberalismo y con el mundo moderno.
Detrás de estos tres seudónimos, no es difícil
reconocer a la secta masónica.
1864-1964
Un siglo más tarde, un nuevo papa tomaba la mano
tendida por la masonería. En 1964, el barón masón, Yves Marsaudon, da
testimonio en una entrevista sobre Juan XXIII:
Pregunta: ¿Conoció bien al papa Juan?
Marsaudon: Yo estuve muy ligado a Mons. Roncallli (futuro
Juan XXIII), nuncio apostólico en París. Él me recibió varias veces en la
nunciatura y en diversas ocasiones, vino a mi domicilio de Bellevue, en
Seine-et-Oise. Cuando yo fui nombrado ministro de la Orden de Malta, yo
manifesté al nuncio mis perplejidades a causa de mi pertenencia a la masonería.
Mons. Roncallli me alentó formalmente a permanecer dentro de la masonería.
Pregunta: ¿Lo volvió a ver usted después de su elevación a la
tiara?
Marsaudon: Sí, él me recibió en Castelgandolfo en mi calidad
de ministro emérito del Orden de Malta, y me dio su bendición renovándome su
aliento por una obra de acercamiento entre las Iglesias, como también entre la
Iglesia y la masonería de tradición [8].
Exactamente un siglo después del Syllabus, un
concilio atípico -primero de su género, y único hasta hoy- inauguró una nueva
pastoral: reemplazando la condenación del error por el diálogo, el Vaticano II
se pretende, según la expresión del Cardenal Ratzinger, un contra-Syllabus.
¿Esto no es indicar claramente un contra-magisterio?
Más de un siglo de
advertencias
Si la empresa masónica se hubiera logrado un siglo
más temprano sin que hubiéramos estado provistos del Syllabus, ni
de Humanum Genus de León XIII, ni de Pascendi de
San Pío X, podríamos imaginar que las puertas del infierno hubieran prevalecido
contra la Iglesia. Pero este no es el caso. Los mismos papas han proveído, con
más de un siglo de anterioridad, toda la luz necesaria para atravesar el túnel.
Pío IX quiso que los católicos fueran puestos en guardia contra el sueño
carbonario de una “revolución en tiara y capa”. Y condenó solemnemente este
proyecto en su Syllabus. (1864).
La víspera de su muerte, cincuenta años más tarde
(1914), San Pío X puso en guardia contra la “sociedad secreta” de los
modernistas instalada desde entonces en el seno mismo de la
Iglesia [9].
Cuando, cincuenta años después, Vaticano II viene a
tomar el contrapié del Syllabus, todo debía ser claro: el viejo
sueño masónico es demasiado “famoso” para poder ser negado; y su condenación
por todo un siglo de magisterio papal es evidente.
Para quien quiere ver, la luz brilla hasta en las
tinieblas.
[1] Jules
ROMAINS (1885-1972), A la Recherche d’une église, Paris,
Flammarion, 1934. —Notar la minúscula de la palabra « iglesia », que
indica su desacralización. Para el autor, toda sociedad dotada de un ideal,
incluso ateo, es una « iglesia ». El socialismo de Jaurés es una
“iglesia”. El comunismo es una “iglesia”. Y la masonería también.
[2] Abraham
Moses KLEIN (1909-1972), The Second Scroll, 1951 – El
segundo rollo, traducción de Charlotte y Robert Melançon, Montréal,
Boréal, 1990, p. 65.
[3] Las
instrucciones de la Alta Venta, publicadas en 1859 por Crétineau-Joly (con un
breve aprobatorio de Pio IX) son reproducidas por Mons. Delassus en anexo de
su Conjuración anticristiana. Encontrarán extractos abundantes
citados por Mons. Tissier de Mallerais en Le Sel de la terre 85,
pág. 7 y 9.
[4] Éliphas
LÉVI, Cours de philosophie occulte, Lettres au baron Spédalieri, de la
Kabbale et de la science des nombres, Guy Trédaniel, ed. de la Maisnie,
1988, p. 49-50. — Ver un extracto más largo enLe Sel de la terre 34,
p. 263.
[6] ROCA, Glorieux
centenaire, Monde nouveau, nouveaux cieux, nouvelle terre, Paris, A. Ghio,
1889, p. 466. — Ver un extracto más largo en Le Sel de la terre 23,
p. 202-203.
[7] El
jesuita A. BRESCIANI ha reconstituído muy bien ésta época en sus novelas
históricas, notablemente en Le Juif de Vérone.
[8] — Entrevista
a Yves MARSAUDON en Le Juvénal, 25 septiembre 1964. Citado por
Carlo Alberto AGNOLI, La Maçonnerie à la conquête de l’Église,
Versailles, publicaciones del « Courrier de Rome », 2001, p. 43. Disponible en
DPF, 89190 Chiré-en-Montreuil. El baron MARSAUDON es el autor deL’Œcuménisme
vu par un franc-maçon de tradition, Paris, Vitiano, 1964. Sobre las
relaciones de Juna XXIII con la masonería, ver Le Sel de la terre 34,
p. 233-237.
[9] La
expresión “sociedad secreta” (clandestinum fœdus) es del mismo papa.
Tres años después de la condenación del modernismo (Pascendi, 1907), san
Pío X explicó, el 1° de septiembre de 1910, en un motu proprio, que los
modernistas “continúan buscando y agrupando en una sociedad secreta,
nuevos adeptos”.