Monseñor
Fellay dice del nuevo papa modernista Francisco (Cor Unum 104): “Debemos
conservar la más grande prudencia antes de emitir un juicio, y mientras que no
lo veamos a la obra”. “¿Qué nos
reservará el nuevo sucesor de Pedro?” y un poco más adelante: “El Papa Francisco, ¿restaurará la Iglesia
luchando eficazmente contra la corrupción moral, o la hundirá más buscando la
aplicación de las reformas del Vaticano II?” y añade: “Estas dos hipótesis no son excluyentes una de la otra” (ver las
reflexiones de La Sapiniere sobre “La
palabra del Superior general”).
Claro que, también, “numerosos elementos nos llevan a un cierto
pesimismo, la alegría de los progresistas y de los modernistas bastan
ampliamente para alimentar nuestra inquietud”. Mons. Fellay tiene “cierto
pesimismo”, un pesimismo moderado que apareció ahora, tras su optimismo
primaveral con el Papa del Vaticano II Benedicto XVI. ¿Cómo, y los amigos
tradicionalistas que tenía en Roma, han
desaparecido?
Monseñor Fellay se inquieta por lo
que dicen alrededor de Francisco, no por lo que éste en sí hace o deja de
hacer.
Lejos de la inmensa pena, de la
estupefacción y el recibimiento catastrófico de la noticia del cardenal
Bergoglio electo Papa, que casi todos los católicos de la Tradición han
manifestado, Monseñor Fellay apenas tiene una inquietud.
Sin embargo, no duda en motejar
como “desestabilizador” a un obispo de la Tradición católica, a un obispo
anitiliberal, como Monseñor Williamson.
Curioso: si Monseñor Fellay se deja
impresionar por la “alegría de los progresistas y de los modernistas” ante el
nuevo Papa, debería haberse impresionado cuando éstos festejaron con alegría la
expulsión de Monseñor Williamson de la Fraternidad, que él mismo decretó. Pero
ahí esas repercusiones no lo inquietaron. A veces sí y a veces no: depende de
su conveniencia política.
Lo cierto es que la culpa siempre
la tiene “el entorno”. Excepto cuando se trata de Monseñor Williamson: a él
puede atacarlo. Claro: no es un Papa, no es un cardenal, no es judío. Apenas es
un obispo desplazado y perseguido por todo el mundo. El “malo de la película”.
El Bin Laden de la Tradición, planeando desde algún remoto escondrijo nuevos
ataques contra Su Autoridad.
Monseñor Fellay tiene palabras
suaves, “prudentes”, “cautas”, para con los modernistas que destruyen la
Iglesia.
Monseñor Fellay tiene palabras
duras, condenatorias, seguras, para con los verdaderos tradicionalistas.
Monseñor Fellay sabe a quién tiene
que condenar y a quién no.
No son desestabilizadores ni
subversivos los que destruyen a la Iglesia ocupando Roma. No lo son los
liberales del Vaticano II.
Son subversivos, son sus enemigos
los que se mantienen fieles al legado de Monseñor Lefebvre, a las enseñanzas de
San Pío X, los que aman la verdad y por eso condenan el error y denuncian a sus
autores, quienes fueren.
Dice Monseñor Fellay, en calidad de
víctima inocente, que “se buscará con
lupa todo lo que podría comprenderse al revés para, en un increíble juicio de
intención, desacreditar a la autoridad y hacerla pasar por mentirosa y astuta.
Es una real empresa de subversión que siembra la desconfianza entre los
sacerdotes y fieles y desestabiliza el gobierno de nuestra sociedad para
debilitarla o abatirla”.
Nada más sencillo, para deshacer
esta “real empresa de subversión” que refutar los argumentos usados en su
contra, si éstos son falsos, contradictorios o sólo subjetivos juicios de
intención. Pero Monseñor Fellay no se ha dado a esta tarea. Tal vez porque sus
“verdades” no pueden impugnar tales argumentos y juicios. Y del mismo modo que
los liberales del Vaticano II nunca han podido refutar los estudios críticos
condenatorios de los documentos del Concilio realizados por la Fraternidad de
Monseñor Lefebvre, procediendo a condenar la persona del gran Arzobispo (lo han
llamado rebelde, subversivo, cismático, excomulgado, etc.), de igual modo hace hoy Monseñor Fellay, que por no usar una
lupa, mira las cosas desde la altura de un avión sin condescender a los
“detalles”, a esas minucias que no merecen su consideración.
Otra cosa que dice Monseñor Fellay–otra
vez y van…- es que “nuestras relaciones
con Roma están de nuevo congeladas”. Otras veces ha dicho para referirse a
estas relaciones: “están bloqueadas”, “volvieron a 1974”, “están en punto cero”,
y cosas parecidas. Esos términos con los que una y otra vez insiste, “congelado”,
“bloqueado”, “paralizado”, tan cargados de negatividad y expresivos de un
estado de cosas lamentable, ¿no manifiestan acaso la frustración de Monseñor
Fellay ante el fracaso de sus planes para lograr un acuerdo práctico con Roma?
¿No mostró su desilusión cuando el Papa Benedicto renunció sin haber tenido con
él ese gesto tan esperado? El constante empleo que hace el Superior General de
esos términos, ¿acaso no manifiesta la persistencia del adúltero deseo de
unirse en contubernio con la Roma apóstata? A Dios gracias que esto no ocurrió,
porque si Roma no hubiese elevado sus exigencias imprevistamente y a última
hora (como reveló Mons. Tissier) ahora estaríamos siendo deglutidos en el
estómago de la bestia modernista.
“Desde los inicios de la Fraternidad –dice también el Superior
general-, Monseñor Lefebvre tuvo que
intervenir a causa de dialécticas parecidas portadoras de división y
esterilidad”.
Pero es el mismo Monseñor Fellay
quien ha introducido, a partir de sus diálogos con la Roma modernista, en busca
de un acuerdo a toda costa, una dialéctica que causó división y esterilidad.
Él mismo confesó que sería el causante
de esa división. Y no le importó.
Él mismo llevó a la actual
GREC-FSSPX a la esterilidad, como fácilmente puede comprobarse en su falta de
argumentos; en sus conferencias plagadas de leit-motivs, ambigüedades y chimentos
de los pasillos vaticanos; en los sitios web y publicaciones de la GREC-FSSPX
carentes de estudios de interés, con artículos insulsos, buscadamente naifs,
nada imaginativos, redundantes; en los sermones anodinos, pasteleros y vacíos
de los sacerdotes que lo siguen, desconectados por completo de lo que está
ocurriendo aquí y ahora, como si viviéramos en los años ’50 y la Iglesia
estuviera por conquistar el mundo.
Por el contrario, si algo
caracteriza a la verdadera FSSPX hoy fuera de sus estructuras oficiales, es la
abundancia de material exegético y ensayístico, de estudios bien elaborados, de
razonamientos equilibrados, de fundamentos que sostienen sermones certeros,
combativos y caritativos; de blogs y sitios web que con originalidad
desarrollan y difunden estas palabras y hechos contra los cuales la esterilidad
de los liberales acuerdistas nada tienen para decir, por eso muchos sacerdotes de
la Fraternidad de Mons. Fellay se niegan a tomar contacto con estas palabras,
atemorizados porque de ese modo estarían atentando contra la unidad de la
congregación y el Superior General. ¡He allí toda su fertilidad, toda la
fecundidad intelectual de la GREC-FSSPX! ¡Cambiar la verdad que es difícil, por
la obediencia que es fácil! ¡La lucha que es incómoda por el Priorato que es
cómodo! ¡La primogenitura por un plato de lentejas!
Concluye su mensaje Monseñor Fellay
con hermosas referencias a la magnanimidad, a la victoria sobre este mundo, a
la caridad misionera. Palabras que no son más que palabras desencarnadas, porque
“quien no amare al prójimo no os ama, Señor mío”, como dijo Santa Teresa. Y
visto y considerando el trato injusto dispensado a un obispo, a sacerdotes y a
fieles, visto el desdén hacia la verdad y la tolerancia hacia el error, este
palabrerío bonito esconde algo que el Superior General se empeña en negar que
sea visto por aquellos a quienes les dice “Videbimus”.
Pero nosotros nos empeñamos, y
pedimos a Dios, a la Sma. Virgen y al Patriarca San José la gracia de ver.
“Dios mío, dame fuerzas para poder mirar el fariseísmo sin demasiado
miedo y sin demasiado asco. Pero dame también gracia como Tú para mirarlo de
frente”. (R. P. Castellani)