NON POSSUMUS
La « nota
sobre la declaración doctrinal del 15 de abril de 2012 » fue
compuesta por el mismo Monseñor Fellay, así como él lo anuncia en “la palabra
del superior general” al principio del Cor Unum de marzo de
2013:“En lo que concierne al texto de la declaración doctrinal que tanto
agitó los espíritus el año pasado, los dejo remitirse al texto introductorio
que redacté con el fin de colocarlo en su contexto”.
Nos remitimos entonces a esta introducción para
subrayar ciertos puntos, sin analizar la declaración misma. (1)
En vista de que Monseñor Fellay parece muy
apegado al contexto, destaquemos por principio el contexto de la publicación de
esta declaración, un año después. Menzingen indudablemente no se hubiera dispensado
tan de buena gana si este texto no hubiera sido puesto en internet en marzo
(2). En la odiosa “carta circular”
del 7 de marzo el padre Thouvenot anunció su publicación
oficial proclamando: “Cada uno sabrá diferenciar entre la información y
la intoxicación”. Siendo exactamente el mismo texto en los dos casos,
esto parece significar: la declaración por sí misma, es de intoxicación; la
declaración con el par de anteojos rosas proporcionados por Menzingen, es la
información. ¡Que comprenda el que pueda!
Las explicaciones de Monseñor Fellay sobre el
contexto de la declaración son un poco embarazosas. Tratan de ahogar al
pescado, pero el pescado es grande, es enorme. La publicación de esta
declaración confirma nuestros peores temores, escribió Monseñor
Williamson. Monseñor Fellay pretende que “incluso si el documento de abril
hubiera sido aceptado, esto no hubiera sido suficiente para la conclusión de
una normalización canónica”. ¿Está tan seguro? En todo caso las cosas
hubieran avanzado mucho en ese sentido.
“Uno de los puntos capitales de estas
condiciones sine qua non fue y sigue siendo el libre ataque y la
denuncia de los errores en la Iglesia”. Del ataque y denuncia de los errores, seguimos con hambre
desde hace bastante tiempo. La casa general ha observado en el pasado un tal
silencio a propósito, por ejemplo, de la “beatificación” de Juan Pablo II y de
la abominación de Asís, la casa general observa en el presente un tal silencio
respecto a los escándalos ya numerosos del nuevo papa, que se puede temer un
silencio todavía peor en el futuro en el caso del reconocimiento oficial. “Así
como aceptamos ser injustamente condenados por nuestra fidelidad a la tradición
bimilenaria, no aceptamos ser acusados de una ruptura con Roma, lo que nuestro
fundador siempre rechazó”.
Nuestro fundador aceptó de buen grado, al
ordenar sacerdotes el 29 de junio de 1976, y sobre todo consagrando los obispos
el 30 de junio de 1988, ser acusado –injustamente- de una ruptura con Roma.
Pero él tuvo cuidado de distinguir la Roma católica de la
Roma neo-modernista y neo-protestante. El hubiera escrito más bien: “Así
como aceptamos ser injustamente condenados por nuestra fidelidad a la tradición
bimilenaria, así aceptamos ser acusados injustamente de una ruptura con Roma,
estando bien seguros que nosotros nunca jamás hemos roto con la Roma católica,
sino solamente con la Roma conciliar.” Ya hace más de cuarenta años
que se nos acusa de no estar con Roma, Monseñor Fellay debería reflexionar
antes de decir que no lo aceptamos. Nosotros lo aceptamos como Nuestro Señor
aceptó las falsas acusaciones durante su Pasión. “Este contexto
muestra que la declaración doctrinal no pretendió ser la expresión exhaustiva
de nuestro pensamiento sobre el Concilio y el magisterio actual”.
Por lo tanto Monseñor Fellay fue a Roma el 13 de
junio para firmar sobre la base de esta declaración. ¿Fue prudente sostenerla “sobre
un punto particular: la acusación de cisma”? Además la carta del 15 de
abril fue una respuesta a la carta del 16 de marzo del cardenal Levada: “En
el caso que usted quisiera reconsiderar vuestra posición en vista de una plena
reintegración en la comunión de la Iglesia universal, le ruego quiera usted
hacerlo saber de aquí al segundo domingo de Pascua(15 de abril de 2012)”.
Entonces había que presentar a Roma “la expresión exhaustiva de nuestro
pensamiento”, por lo menos, no conformarse con un texto “minimalista” (Cor
Unum, verano de 2012) y tan ambiguo. Es verdad que Monseñor Fellay pensó,
cuando lo escribió, “que estaba suficientemente claro” (Ecône,
7 de septiembre); estimóhaber “logrado de manera suficiente evitar las
ambigüedades” (pero cuando se dice claramente la verdad, el problema
no es lograr, de manera suficiente o no, evitar las ambigüedades). Monseñor
Fellay se atrevió a reafirmar aquí que “toda ambigüedad quedó descartada”,
pero constata que su pensamiento “no fue comprendido en este sentido
por varios miembros eminentes de la Fraternidad, quienes vieron una ambigüedad”.
Entonces, ¿ambigüedad o no ambigüedad? ¿Qué pensarán ahora esos
miembros eminentes”?
Enseguida Monseñor Fellay compara los textos del
15 de abril y del 13 de junio, y da como ejemplo de “lo que fue
desplazado y modificado” por Roma fue la cuestión de la misa: en
donde nosotros reconocemos la validez del NOM en sí y la legitimidad o
legalidad de la promulgación (como Monseñor Lefebvre en 1988), encontramos en
el texto del 13 de junio el reconocimiento de la validez y de la licitud del
NOM y de los sacramentos desde Paulo VI y Juan Pablo II…” Cualesquiera
que sean las intenciones de Monseñor Fellay, las cuales no juzgaremos, hay
objetivamente en esta frase una mentira: Monseñor Lefebvre, en el texto del 88,
no reconoció la validez de la nueva misa, ni su legitimidad (ni la legitimidad
de promulgación).
Nosotros siempre hemos considerado el nuevo rito
y su promulgación como ilegítimos. El texto de Monseñor Fellay del 15 de abril
reproduce el de Monseñor Lefebvre del 5 de mayo de 1988 con la diferencia
-¡pero de qué tamaño!- de que Monseñor Fellay adjunta el adverbio legítimamente
(promulgados). En cuanto al texto revisado por Roma (13 de junio), difiera
sin duda del texto del 15 de abril, pero sustancialmente se parece mucho más al
de Monseñor Fellay que al de Monseñor Lefebvre, por el hecho de esta noción de
legitimidad.
Monseñor Fellay difumina las pistas con la
expresión “en sí”, mientras que el cardenal Levada, en la nota
preliminar del preámbulo doctrinal del 14 de septiembre de 2011,
precisó bien: “el preámbulo doctrinal hace referencia a los ritos en tanto
tales, y presupone la distinción clara entre los ritos indicados en los libros
promulgados… y los abusos y errores doctrinales en las diversas formas de
realización de la reforma litúrgica”.
Monseñor Fellay subrayó otras modificaciones de
su texto por Roma, pero su propio texto es gravemente insuficiente. Monseñor
Fellay escribe: “cuya formulación es difícilmente conciliable”,
“las expresiones o formulaciones no parecen
conciliables”; Roma corrige: “cuya formulación podría parecer
a algunos difícilmente conciliable…”. Monseñor Lefebvre escribió: “Ciertos puntos que
parecen difícilmente conciliables”; esto era más fuerte que la declaración
del 15 de abril de 2012, pero sin embargo, le pareció insuficiente y
rápidamente se arrepintió de este protocolo del 5 de mayo del 88. Si vemos la
vida de Monseñor Lefebvre por Monseñor Tissier de Mallerais (pág. 584), se
comprenderá mejor por qué no se puede poner en paralelo la declaración de
Monseñor Fellay del 15 de abril de 2012 y la propuesta por Monseñor Lefebvre el
15 de abril de 1988, como lo hace el Cor Unum: “declaración doctrinal a
semejanza de la que entregó Monseñor Lefebvre”
Finalmente Monseñor Fellay explicó que informó a
Monseñor Di Noia que él “retiró” este texto del 15 de abril “el
cual en lo sucesivo ya no podría servir como base de trabajo”. Encontramos
el mismo término empleado en Ecône el 7 de septiembre: Monseñor Fellay “retira”
su declaración. No se arrepiente de ella (ni siquiera con una contrición
imperfecta); no la retracta, no reniega de ella, no la reprueba. No reconoce
las ambigüedades, los errores, el peligro. El texto ha sido echado al cesto (¿o
en los archivos?) pero no la orientación que él expresa.
Nosotros mantenemos firmemente nuestra
resistencia a esta nueva orientación. Nosotros no reconocemos ni la legitimidad
de la declaración del 15 de abril de 2012, ni la legitimidad de su promulgación
un año más tarde.
(1) Ver
principalmente el análisis de Monseñor Williamson.
(2) Publicado por La
Sapinière el 9 de marzo de 2013.