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Eleison Número CCCVI (306)
25
de Mayo de 2013
¿CONDENACION ETERNA? – II
Mons.
Williamson
Es
en vano pretender que cualquiera de nosotros, seres humanos, puede sondear el
misterio de la condenación de una única alma, menos aún la de la mayoría de los
seres humanos que viven y mueren. Pero hay ciertas cosas que pueden decirse y
que facilitan el aceptar que hay un misterio más allá de nuestra posibilidad
humana de conocer.
La
clave del misterio es seguramente la infinita grandeza, o el sin límite, de
Dios. Si El es infinito, entonces ofenderlo es cometer una ofensa que de alguna
manera es ilimitada. Pero el único camino para que un ser humano finito sufra
infinitamente es por medio del sufrimiento que no tenga límite o fin en el
tiempo. Por consiguiente hay una cierta proporción entre cualquier ofensa grave
cometida contra Dios y el castigo eterno.
En
cuanto a la infinidad o el sin límite de Dios, no es muy difícil para nuestra razón
asirlo en abstracto. Existen todo alrededor nuestro, efectos que requieren una
causa. Pero, una cadena de causas no puede continuar por siempre, así como una
serie sin fin de eslabones en una cadena no se puede colgar sin un gancho en el
techo. Entonces debe existir una Causa Primera, que llamamos Dios. Pero si esta
Causa Primera fuera compuesta, o fuera formada de partes puestas juntas,
entonces el que sea o lo que sea que las puso juntas tendría que haber sido
anterior a la Causa Primera – imposible. Por consiguiente, de ninguna manera
Dios es compuesto; El no puede ser otro que simple y pura Existencia. Pero la
existencia no es por sí misma, como tal, limitada. Cualquier límite en el Ser
de Dios tendría que haber sido puesto en El por un limitador anterior, de nuevo
imposible. Por consiguiente, la Causa Primera no tiene límite para su Ser; Dios
es Existencia Infinita.
En
lo concreto, sin embargo, no es fácil para nuestras mentes concebir la
infinidad de Dios. Nuestras mentes humanas están trabajando a lo largo de todo
el día con, y a partir de, criaturas limitadas o finitas. Solamente cuando
volvemos nuestros corazones y nuestras mentes a Dios, estamos pensando en lo
infinito. De allí la dificultad común en la oración, porque solamente podemos
pensar en lo que es bondad ilimitada pensando en alguna bondad limitada
alrededor nuestro y luego pensar más allá de sus límites. Por ejemplo, Dios es
tan hermoso como una puesta de sol, solo que infinitamente más hermoso aún.
Se
sigue que, más nos permitimos a nosotros mismos estar inmersos en la vida
diaria, menos posibilidades tienen nuestras mentes y nuestros corazones de asir
quién o qué es el Dios presente detrás de todos los seres limitados que hacen
nuestra vida diaria. Al contrario, más volvemos nuestras mentes y nuestros
corazones al conocimiento y al amor de la Bondad Ilimitada, necesariamente
presente detrás de todas las cosas buenas limitadas en nuestras vidas diarias,
mejor el acceso que tendremos al misterio de la infinita Bondad de Dios y al correspondiente
misterio de la ingratitud de tantas de sus criaturas humanas.
Por
consiguiente, para disminuir – sin remotamente sondear -- el misterio de la
condenación eterna de las almas, yo necesito seguir el ejemplo de Santo
Domingo, y rezar. Eso no significa engañarme a mí mismo fingiendo que Dios esté
correcto cuando en realidad esté equivocado. Significa yo hallando la verdad,
es decir que El está correcto y que yo --¡estoy equivocado!
Los
Ejercicios Espirituales de San Ignacio ayudan sumamente a volver el corazón y
la mente a Dios. Un Santo rezaba en este sentido: “Oh, Amor, Tu no eréis amado.
Fueseis Tu amado. Solo dadme amarte a Ti como Tu necesitáis ser amado y
entonces haz conmigo lo que Tu quisiereis”.
Kyrie
eleison.