Syllabus:
Mientras los periódicos más importantes y de mayor tirada callaban, el diario
al extremo de la izquierda muestra su preocupación por lo que ocurre en Francia.
La habitual diatriba busca caratular a los manifestantes como ultras o neonazis
(los mayores insultos de nuestro tiempo) como así también “xenófobos y
homófobos”, presentándolos como violentos y peligrosos. Por supuesto que la
nota incluye varias burradas, como llamar “Fraternidad sacerdotal de Pío XI” a
la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (mejor para Mons. Fellay). Aquí la nota.
Los destacados son nuestros.
SOCIEDAD
› TOMARON LA CALLE CON EL PRETEXTO DE SU REPULSION AL MATRIMONIO GAY, PERO VAN
MAS ALLA
Marcha homófoba
del anti Mayo francés
En
París, la masiva marcha contra el matrimonio gay no es más que la
representación de un movimiento de derechas que adopta los símbolos del Mayo
del ’68 para vaciarlos de sentido y llenarlos con ideales propios.
Por
Eduardo Febbro
Desde
París
Una
última manifestación contra la ley sobre el matrimonio entre personas del mismo
sexo promulgada a mediados de mayo vuelve a poner en escena al movimiento reaccionario francés que
nació a la par de la ley. Divididos en varios grupos compuestos por católicos integristas, conservadores radicales,
neonazis, miembros de la ultraderecha francesa, descontentos con el socialismo
en el poder y defensores de la familia, los opositores a la ley han logrado
sacar a la calle a centenas de miles de
personas: su blanco central no es
sólo la ley en sí sino, sobre todo, los valores que inundaron la sociedad
francesa desde el ’68. A su manera ideológicamente contraria pero con los
mismos métodos, los adversarios del matrimonio gay impugnan la herencia de
valores y costumbres derivada de las protestas estudiantiles de Mayo del ‘68.
Para ellos, la legalización del casamiento
entre personas de un mismo sexo es el eslabón más inaceptable de lo que
consideran como la “cadena de permisividad” que hace 45 años, el mayo francés
difundió en la sociedad. Con el argumento inmediato de la ley pero con Mayo
del ’68 como modelo por destruir han conseguido asentar un movimiento que suele
tener picos violentos con espantosas golpizas a los homosexuales, destrucción
de locales gay, hostigamiento a los diputados que defienden la ley y
ocupaciones no menos violentas de calles y avenidas. El domingo 26 de mayo, el
Bloque Identitario, uno de los grupúsculos de la extrema derecha que componen
el arco XH, o sea, xenófobos y homófobos, alcanzó a ocupar la sede del Partido
Socialista francés y desplegar una banderola pidiendo la renuncia del
presidente socialista François Hollande. Como
en otras ocasiones, los anti matrimonio igualitario reunieron en París entre
150.000 y un millón de personas. La disparidad de las cifras depende de
quien las enuncia: la policía o los organizadores de la convocatoria.
"Las calles de París fueron tomadas por los
ultraderechistas", dicen los portavoces del anticristianismo. No es casual la imagen elegida para ilustrar el artículo: ellos, los terroristas acusan a quienes se defienden del mal que ellos promueven desde sus pasquines.
Hay hoy una
contrarrevolución conservadora. Guillaume Peltier,
vicepresidente del partido conservador UMP (fundado por el ex presidente
Nicolas Sarkozy), no duda en pronosticar: “45 años después asistimos a un Mayo
del ’68 de derecha”. Lo primero que resalta es la metodología de la acción. Los
integristas copian el estilo de los slogans del ’68 y los dan vuelta para
usarlos en contra. Ocupación de lugares de forma esporádica, carteles con
tipografía, dibujos o humor similares, frases parecidas pero envueltas en otro
sentido muestran cómo la revolución marrón se apodera de los símbolos para
reactualizarlos con su mensaje. Lo mismo hicieron con el enunciado central de
la ley, que se llama “el matrimonio para todos”. El grupo más importante de
oposición al texto se puso como nombre “La Manifestación para todos” (La Manif
pour tous). La carga es un espejo al revés. Alain Scada, presidente del
instituto Civitas, dice: “el acto homosexual es un pecado, el matrimonio
homosexual, una parodia”. Civitas es una
asociación católica integrista, de extrema derecha, cercana a la Fraternidad
Sacerdotal de Pío XI (SIC). También es uno de los núcleos más duros y el
protagonista de acciones en la calle como las misas celebradas en la puerta de
la Asamblea Nacional. Con el correr de los meses muchos de los movimientos en
torno a los cuales se plasmó la armadura de esta contra revolución se fueron
radicalizando y ampliando sus ambiciones. Así surgió la rama más radical, “La
primavera francesa “. La portavoz de esta mezcla de todo lo que hay de extremo,
Béatriz Bourges, reconoce que “estamos más a favor de acciones transgresivas”.
Estos reaccionarios contemporáneos
imitan con rigurosa pulcritud los comunicados de los grupos o líderes
revolucionarios. El Che Guevara se restregaría los ojos si leyera frases como
“hasta la victoria”, o “al alba del combate” emitidas por un movimiento ultra
reaccionario. Pero es así. La radicalización y las amenazas proferidas por este
grupúsculo es tal que el ministro francés de Interior, Manuel Vals, quiere
prohibirlo. Las manifestaciones con máscaras graciosas y ropa extravagante
perdieron protagonismo detrás de la violencia. La barrera de lo tolerable empezó
temblar a tal punto que un diputado de la derechista UMP, Hervé Maritón,
advirtió: “A partir de cierto momento, la intensidad de las reivindicaciones
puede sobrepasar las reglas del juego democrático y nuestra capacidad a
contener el debate”.
Debate,
de hecho, ya no hay más. La ley promovida por la ministra de Justicia
Christiane Taubira ya entró en vigor pero sus adversarios prosiguen la
guerrilla social y sin límites. En estos días apareció una cuenta en Twitter
que se llama “un mundo sin gays” y cuya lectura es un balcón de primera clase
con vista a la selva del odio y la homofobia. El casamiento gay es el objeto
visible de un cuestionamiento más profundo y de un ataque frontal contra Mayo
del ’68 ya iniciado por el ex presidente Nicolas Sarkozy hace 6 años atrás.
Respaldada por la Iglesia y los curas que fomentan la revuelta entre telones,
la rama radical opuesta al matrimonio gay se propone lo mismo que el Mayo
francés, pero al revés. La historiadora Ludivine Bantigny destaca al respeto:
“hoy, quienes intentan reiterar la ocupación de la Sorbona recuperan lo
simbólico pero rechazan el origen político”. Para ellos, Mayo del ’68 significa relativismo, hedonismo, súper
consumo, nihilismo, perversión de la familia y, por sobre todas las cosas, el
fin de la civilización occidental, o sea, el término de la dominación
cultural del “blanco y el comienzo de sociedades contaminadas por la
diversidad”.
La
líder del movimiento La manifestación para todos, Frigide Barjot (su nombre es
un juego de palabras que significa frígida y piantada), postuló la ambición
global de las protestas: “invertimos el libertarismo de 1968 para decirle no al
ultraliberalismo aplicado a los seres humanos”. La misma Frigide Barjot sufrió
las consecuencias de la contra reacción. Ella, que lideró la protesta, tuvo que
retirarse a último momento por las amenazas de muerte que recibió por haber
defendido una opción más suave de la unión entre gays.
Mayo
del ’68 está en todos los labios como entidad referente que es preciso a la vez
imitar, citar y destruir. El cóctel final es lo que el historiador François
Cusset llama “el antiprogresismo”.
El mismo constata que el éxito del movimiento reaccionario no es en nada ajeno
al abandono de la calle por parte de la izquierda y a la actitud global de una
izquierda de gobierno “más preocupada por la austeridad presupuestaria y el
rigor de la seguridad que la más liberal de las derechas”.
La
filósofa e historiadora de las ideas Chantal Delsol escribió en un artículo
publicado por el vespertino Le Monde que “esta corriente es portadora de
futuro”. Tal vez porque en ella no hay únicamente fachos o católicos integristas sino también un montón de gente
venida de horizontes más neutros que encontraron en este movimiento un canal
para expresar el repudio al poder actual, a la desilusión que suscitó y a la
carga corrupta de que está compuesta la sociedad contemporánea. La bronca se concentra principalmente en el
Ejecutivo y los periodistas, acusados de servir los intereses del poder. Un
mundo al revés. Las escenas vistas este 26 de mayo en París ofrecían la misma
sucesión de imágenes que las manifestaciones convocadas antaño por la izquierda
contra el liberalismo: vidrios rotos, columnas de humo, miles de policías
movilizados, gases lacrimógenos, enfrentamientos duros con las fuerzas del
orden. Sólo cambiaron los protagonistas: ya no son obreros, sindicalistas,
indignados o militantes de movimientos progresistas y alternativos. Eran las
fuerzas de la reacción las que hicieron temblar los adoquines del Mayo francés
del siglo XXI.