miércoles, 29 de mayo de 2013

ENTREVISTA "DESAPARECIDA" DE MONSEÑOR FELLAY POR EL PADRE CÉLIER.-



Hace siete años, Monseñor Fellay hizo las siguientes declaraciones a la Revista Fideliter de mayo/junio de 2006, en una entrevista concedida al padre Célier.
Esta entrevista desapareció de internet y solamente pudo ser encontrada en el caché del sitio oficial de la Fraternidad de Gran Bretaña, en el boletín del Distrito de fecha julio de 2006.
Como nuestros lectores se darán cuenta, por su propia boca Monseñor Fellay se condena a sí mismo.
En esta entrevista Monseñor Fellay habla sobre las etapas a seguir para el reconocimiento de la FSSPX por parte de Roma. Se han traducido solamente las partes más relevantes de la entrevista.




CELIER: ¿Aludió usted a un procedimiento en tres etapas?

Monseñor Fellay: Así es. Tenemos contempladas tres etapas para llegar a una solución de la crisis: prerrequisitos, discusiones y acuerdos. Para tener una idea clara de la situación, es necesario comprender la naturaleza y el objetivo de estas tres etapas. La idea detrás de los prerrequisitos es la siguiente. La Fraternidad, y por lo tanto todo lo que es un poco conservador o tradicional de la Iglesia, ha sido estigmatizada por medio de las supuestas excomuniones. Los fieles y los sacerdotes que se unen a Ecclesia Dei pueden decir lo que quieran, ellos pueden distanciarse tanto como quieran de nosotros, pero ellos sufren las consecuencias de este estigma. Por lo tanto solicitamos que en primer lugar  Roma deje  este juego negativo y haga una restauración a favor de lo que es tradicional en la Iglesia. Esta es la razón detrás de la tan cacareada solicitud para el levantamiento del decreto de excomunión. También es la razón de la solicitud del reconocimiento público de que la Misa tradicional nunca ha sido prohibida y que cada sacerdote puede celebrarla libremente. Es una cuestión de cambiar un poco el clima anti-tradicional, que se ha apoderado de la Iglesia de hoy.
A este respecto hablamos de crear un nuevo clima, uno favorable hacia la Tradición dentro de la Iglesia. No es simplemente una cuestión de sentimiento o publicidad positiva, consiste más bien en acciones muy reales que harían posible una vez más la vida conforme a la Tradición, teológica, litúrgica y espiritualmente.

CELIER: ¿Pero si Roma aceptara estos prerrequisitos?

Monseñor Fellay: En este nuevo ambiente (y es importante no subestimar la apertura que el otorgamiento franco y sincero de los prerrequisitos crearía en la Iglesia), sería posible pasar a la segunda etapa, es decir, las discusiones. Aquí la gran dificultad estaría en llegar a los propios principios de esta crisis, y no sólo lamentarse de las desastrosas consecuencias de estos mismos principios. Mientras que los principios se mantengan intactos, las consecuencias continuarán inevitablemente. Debo decir que en la actualidad Roma no parece en absoluto dispuesta a mirar hacia los principios, si se considera, por ejemplo, el discurso de Benedicto XVI del 22 de diciembre 2005 en el que trató de rescatar el Concilio de naufragio.

Esta etapa de las discusiones sería difícil, ardua y probablemente bastante larga. ¿De cuánto tiempo estamos hablando? No lo sé, está en las manos del Buen Dios quien puede hacer que las cosas vayan rápido o despacio, pero humanamente hablando, estamos muy lejos del final. En cualquier caso, es imposible e inconcebible pasar a la tercera etapa antes de que estas discusiones hayan conseguido exponer y corregir los principios en la raíz de la crisis.

CELIER: ¿Esto significa que la crisis deberá resolverse completamente antes de firmar un acuerdo?

Monseñor Fellay: No. No pretendemos esperar hasta que todo se resuelva en un nivel práctico y humano, hasta la última consecuencia de la crisis, en todas partes y para todos. Eso no sería razonable.

Sin embargo, es obvio que no firmaremos ningún acuerdo hasta que las cosas se resuelvan en el nivel de los principios. Es por eso que necesitamos tener discusiones profundas; no podemos permitir ambigüedades. El problema de querer hacer acuerdos rápidos es que estarían basados necesariamente en nociones vagas, y tan pronto sea firmado, la crisis reaparecería de nuevo con renovado vigor.

Entonces, para resolver el problema, las autoridades Romanas tendrían que manifestar claramente y sin ambigüedad, para que todo el mundo lo vea, que solamente hay un camino para salir de la crisis, el que la Iglesia redescubra completamente su propia Tradición bimilenaria. El día que esta convicción sea clara para las autoridades Romanas, incluso si las cosas en otras partes queden sin resolverse, será el tiempo cuando los acuerdos pueden ser hechos fácilmente.