Veritas,
a quocumque dicitur, a Deo est
Brasero intacto el seno de María,
por el alba del Angel junto al ruego,
era un crujir de azahares y en el pliego
de su manto una llama amanecía.
La flama abrasadora se encendía
de amor divino, humano y andariego:
He venido a la tierra a traer fuego,
no la tibieza que el ardor enfría.
Crepitan cirios en antiguos templos,
la cruz es arrebato para el mundo
y el caliz ígnea sangre cada tarde.
De los santos nos llegan los ejemplos,
abrasadora sed de mar profundo.
La Iglesia que ilumina es la que arde.
ANTONIO CAPONNETTO