En estos días, los Sacerdotes debemos leer, en el
Breviario, los libros de los Macabeos, que relatan ciertos hechos sucedidos en
Israel unos 150 años antes del nacimiento de Nuestro Señor, y que contienen
grandes lecciones para nuestras vidas, especialmente en estos tiempos terribles
de apostasía y de combate por la fe.
Sucedió primero -dice la Escritura (1 Mac 1 - 2)- que
“surgieron en Israel unos rebeldes que
sedujeron a muchos diciendo: «Vamos, hagamos
acuerdos con los pueblos que nos rodean -como el Vaticano II, acuerdo entre la Iglesia y los enemigos
de Dios; como el intento de acuerdo
de Mons. Fellay- porque desde que nos
separamos de ellos, nos han sobrevenido muchos males.» Y obtuvieron
autorización para vivir según las costumbres de los gentiles”. Dios castigó
esta traición con las calamidades que siguieron: el rey Antíoco, de Siria, “envió un ejército que cayó de repente
sobre Jerusalén, matando a muchos. Saqueó la ciudad, la incendió y arrasó sus
casas y la muralla que la rodeaba y sus soldados llevaron cautivos a mujeres y
niños. Después reconstruyeron la Ciudad de David -este era un recinto contiguo
al templo- con una muralla grande y
fuerte, con torres poderosas, y la hicieron su fortificación. Establecieron
allí una raza perversa de rebeldes, que se atrincheraron en ella”. Los
modernistas que se apoderaron de Roma y no pueden ser expulsados. “Fue un peligroso lazo que se convirtió en
asechanza contra el santuario, en adversario maléfico para Israel en todo
tiempo. Derramaron sangre inocente en torno al santuario y lo profanaron. Desde
los puestos de poder, los modernistas usurpadores hacen caer en el libertinaje
y en la apostasía a los católicos de todo el mundo. “Quedó su santuario desolado como un desierto, sus fiestas convertidas
en duelo, sus sábados en burla, su honor en desprecio”. La obra destructora
del modernismo en la Iglesia. “Y el rey -el
Anticristo- publicó un edicto ordenando
que en su reino todos formaran un único pueblo y abandonara cada uno sus
costumbres propias. Todos los gentiles acataron el edicto real y muchos
israelitas aceptaron su culto, sacrificaron a los ídolos y profanaron el
sábado. Debían suprimir en el santuario holocaustos, sacrificios y libaciones;
profanar sábados y fiestas; ultrajar el santuario y lo santo -es lo que
vemos todos los días- levantar altares,
recintos sagrados y templos idolátricos; sacrificar puercos y animales impuros;
dejar a sus hijos incircuncisos; volver abominables sus almas con toda clase de
impurezas y profanaciones, de modo que olvidasen la Ley -la fe- y cambiasen todas sus costumbres. Puso el
rey sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación”. La estatua
de un ídolo, como esa estatua de Buda puesta sobre un altar de Asís en 1986. “Al
que descubrían cumpliendo los preceptos de la Ley, le condenaban a muerte. Pero
muchos en Israel se mantuvieron firmes y
se resistieron a comer cosa impura. Prefirieron morir antes que contaminarse
con aquella comida y profanar la alianza santa; y murieron. Inmensa fue la
Cólera que se descargó sobre Israel”.
“Por
aquel tiempo, un sacerdote llamado Matatías dejó Jerusalén y fue a vivir a
Modín”. Mons. Lefebvre que se separa de la
“iglesia conciliar”. “Al ver las
impiedades que se cometían exclamó: «¡Ay de mí! ¿He nacido para ver la destrucción
de mi pueblo y la ruina de la ciudad santa?” La Iglesia. “El templo ha quedado como hombre sin honor
-la revolución litúrgica- , los
objetos que eran su gloria, llevados como botín -recodemos que Pablo VI, gran
demoledor de la Iglesia, hizo subastar la Tiara Pontificia, objeto de
inconmensurable significación y valor espiritual, luego de haber hecho solemne
deposición de la misma- muertos en las
plazas sus niños, y sus jóvenes por espada enemiga”. El pecado mortal y los
frutos amargos del concilio. Las almas vencidas por el diablo, autor del
Vaticano II. “Todos sus adornos le han sido arrancados y de libre que era, ha pasado
a ser esclava. Mirad nuestro santuario, nuestra hermosura y nuestra gloria,
convertido en desierto, miradlo profanado por los gentiles. ¿Para qué vivir
más?».
“Cierto
día los comisionados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la
ciudad de Modín para obligar a ofrecer sacrificios y quemar incienso a los
ídolos y abandonar la Ley de Dios. Muchos del pueblo consintieron y se les
unieron, pero Matatías y sus hijos se mantuvieron intransigentes. Los enviados
del rey dijeron a Matatías: «Tú eres jefe ilustre y poderoso en esta ciudad.
Acércate, pues, primero y cumple la orden del rey, como la han cumplido todas
las naciones, los notables de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Entonces
tú y tus hijos seréis contados entre los amigos del rey, y os veréis honrados
con plata, oro y muchos regalos.» Pero Matatías contestó con fuerte voz: «Aunque todas las naciones que forman el
imperio del rey le obedezcan hasta abandonar cada uno el culto de sus padres y
acaten sus órdenes, yo, mis hijos y mis hermanos obedeceremos la Ley de
nuestros padres. El Cielo nos guarde de abandonar la Ley y los preceptos de
Dios. No obedeceremos las órdenes del rey». Apenas había terminado de decir
estas palabras, cuando un judío se adelantó, a la vista de todos, para
sacrificar conforme al decreto real. Al
verle Matatías, se inflamó en celo y se estremecieron sus entrañas. Encendido
en justa cólera, corrió y lo degolló sobre el altar. Al punto mató también al
enviado del rey que obligaba a sacrificar y destruyó el altar. Luego, con fuerte voz, gritó Matatías
por la ciudad: «Todo aquel que sienta
celo por la Ley y quiera mantenerse firme en la alianza del Señor, que me
siga.» Y dejando en la ciudad cuanto poseían, huyeron él y sus hijos a las
montañas. Formaron un ejército y se
arrojaron sobre los prevaricadores de la ley y los hombres malvados. Y cuando
estaba para morir, dijo a sus hijos: «Ahora
reina la insolencia y es el tiempo del castigo, de la destrucción y del furor e
indignación. Por eso mismo mostrad ahora, hijos, vuestro celo por la Ley; dad
vuestra vida por la alianza de nuestros padres. No temáis las amenazas del
hombre pecador: su gloria terminará en estiércol y gusanos. ¡Hijos, sed valientes
y manteneos firmes en la defensa de la Ley!”.
Estimados fieles: durante siglos los sacerdotes han
leído estos santos ejemplos en el Breviario y en el Martirologio, pero
finalmente la Iglesia cayó en la trampa diabólica del Vaticano II y su acuerdo de paz con el mundo; y
finalmente la FSSPX está cayendo hoy en la trampa diabólica del acuerdo de paz con los herejes modernistas.
Dijo el gran santo Matatías: “no temáis
las amenazas de hombre pecador”, pero Mons. Tissier ha revelado
recientemente que Mons. Fellay presentó
a Roma modernista su traidora “Declaración Doctrinal” de abril del año pasado «para
evitar a la Fraternidad la excomunión con que la amenazaba el Cardenal» Levada (carta de Mons. Tissier de 29-3-13).
¿Qué tiene que ver esta actitud cobarde con la fortaleza heroica de los
mártires y de los santos? Pues absolutamente nada. Nunca es lícito hacer el mal
para conseguir el bien. No se puede cometer un pecado, por mínimo que sea, para
evitar ser excomulgados, ni para salvar la propia vida, ni para salvar un alma,
ni siquiera para salvar a todas las almas. Pero la FSSPX ha cambiado y actualmente
son otras las prioridades, como lo prueba este otro escándalo increíble: la
congregación ha abierto un colegio en Australia en cuya página de internet se
dice lo siguiente: «El programa y la enseñanza del Colegio Santo Tomás
de Aquino, apoya y promueve los
principios y práctica de la democracia Australiana, incluyendo un compromiso con: El gobierno electo. El Estado de
Derecho. La igualdad de derechos de todos ante la ley. La libertad de religión. La Libertad de expresión y de asociación. Los valores de apertura y tolerancia.» La
congregación fundada por Mons. Lefebvre “apoyando y promoviendo” las “libertades
modernas”, ¡masónicas!, ¡satánicas!, condenadas por el Magisterio de la
Iglesia! ¡Dios nos libre!