Fellay y Rivadavia
“Jefe de una república
naciente, en la cual el amor propio era tanto más susceptible, cuanto los
hombres eran menos esclarecidos”. Esto decía el cónsul
general de Francia en Bs.As., M. de Mendeville, en 1829, acerca del liberal Bernardino
Rivadavia y los hombres que habían posibilitado su ascenso al poder. Palabras
que podrían aplicarse en estos tiempos para con otro liberal entreguista, Mons.
Fellay, y aquellos hombres –especialmente algunos sacerdotes- de la Nueva
Fraternidad que son tanto más susceptibles cuanto menos esclarecidos respecto a
lo que verdaderamente está sucediendo. Desgraciadamente, ya no hay más hombres
como Rosas en el horizonte, o si lo hay no somos capaces de verlo.
La pequeña grey
“Reúnanse conmigo los
que te temen,
y los que conocen tus
testimonios.”
Salmo
118, 79.
Comenta
Mons. Straubinger: “Es la “pequeña grey” que ansía reunirse para hablar de
Dios”.
Eso
es algo que prácticamente ya no existe en los prioratos de la Nueva
Fraternidad; hace tiempo que se ha ido perdiendo, disminuida la sencillez del
amor evangélico por el amor de las cosas “más importantes” como la política o
el apremio de los lazos de los intereses sociales, las reuniones mundanas o el
“déjenme vivir mi propia vida”.
Decía
Santa Teresita que ella prefería hablar con Dios más que hablar de Dios. Pero
acá no podemos decir que esta “pequeña grey” prefiera ausentarse para “hablar
con Dios”. Estamos demasiado seguros de nuestras “opiniones” y ya no meditamos
la Palabra Divina. Por eso el parentesco espiritual lo pisoteamos, y nos
olvidamos de la caridad fraterna. Si no amamos al prójimo, al que vemos, ¿cómo
amar a Dios, a quien no vemos? Y si no cultivamos la vida interior, ¿cómo amar
al prójimo? Y si perdemos el tiempo en nuestros “intereses” sociales, nuestras
pequeñas e inútiles pasiones, las distracciones y comodidades que entibian
nuestro caracter, ¿no estamos diluyendo la fe que creemos tener?
Estas
cosas pueden verse también –debe decirse- en los sacerdotes, y tal vez haya que
ver allí una de las causas de la contaminación liberal, de la desidia y el
desinterés de los fieles. ¡Oh, el avance atroz del liberalismo, tan tenue, tan
sutil y tan mortíferamente adormecedor! ¡Esa grisura que de a poco, como diría NGD,
nos va llevando del blanco al negro! ¿Tiene que ver la formación que reciben?
¿Se debe a la influencia del mundo moderno en los jóvenes de hoy? ¿Inexperiencia? ¿Falta de sufrimiento? ¿Falta de imaginación y de empatía? Hay sacerdotes de la Nueva Fraternidad para
quienes los fieles son apenas caras, gente con la que se cruzan y por la que no
sienten el menor interés o curiosidad, no hablan con ellos, no conocen sus
problemas, sus historias, sus necesidades, no los acompañan en sus
tribulaciones. No se interesan por sus vidas. Y después dan sermones “piadosos”
y “edificantes”…con la frialdad de un radiólogo, de un especialista en
farmacología que hace una recomendación puramente práctica, incapaz de encender
el fuego del amor en los corazones que atribulados por el mundo y adormilados por su propia flojera necesitan
ser sacudidos por ese fuego que Cristo vino a traer a este mundo. El fuego de
su amor que es como una espada de verdad dispuesta a combatir y a compartir ese
amor y esa lucha con esa pequeña grey que cada vez menos habla de Dios, y cada
vez más se refugia en la mediocre aceptación de los hechos del mundo, sin
conocer o recordar el privilegio que le ha sido dado.
Así
es como llega a falsificarse una religión. Es decir, así se vuelve artificial y
mecánica lo que es una relación, la relación de amor entre Dios y cada uno de
nosotros, y entre nosotros y nuestros hermanos.
Esta
es una forma de falsificar la Tradición, es decir, la religión verdadera.
La
otra es la que el Diablo está llevando a cabo en la iglesia conciliar, con su
absoluto subjetivismo, su afecto remilgado y falso, sus abrazos francisquistas
y sus palabras vacías que hablan de paz y amor mientras niegan la Verdad de
Dios. El pastoralismo pastelero que busca las “periferias existenciales”.
Un
gran modelo deberían ver los hombres de Iglesia en San Pablo, apóstol
incansable por el ardor de su caridad que vence sus dificultades de todo tipo,
y que no duda en mostrarse familiar en sus epístolas con sus queridos fieles, a
quienes se dirige como un padre con la sencillez, el consuelo y a veces la
dureza que edifican a los cristianos en un amor que no es de palabra ni de branding. “Ahora bien, si somos
atribulados, lo somos para vuestro consuelo y vuestra salud; si somos
consolados es para vuestro consuelo; si estimulamos, es para vuestro aliento y
vuestro remedio. Con esto aprendéis la paciencia para soportar las mismas
tribulaciones que nosotros sufrimos” (II Cor. I, 6).
Católicos de chocolate
Francisco
tiene 76 años, una edad en que los hombres ya han comenzado a despedirse o
saben que el gran combate es de los otros. Sin embargo, Bergoglio, como en
general aquellos embanderados en las filas de quienes contribuyen al derrumbe
de la Iglesia y la sociedad cristiana, goza de un entusiasmo juvenil para hacer
lo que hace con todo empeño. Nosotros, en cambio, quienes deseamos servir a Cristo
Rey y no al mundo, o por lo menos quienes creemos eso, no nos decidimos nunca y
nos debatimos permanentemente, y discutimos entre nosotros, y finalmente
dejamos hacer al enemigo, que por nuestra inacción, nuestra falta de decisión y
nuestra falta de valentía, avanza sin detenerse nunca. ¿Por qué no recordar una
vez más las palabras del Papa León XIII? “Retirarse
ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante
clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de
hombres inseguros de la verdad que profesan. La cobardía y la duda son
contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del Bien Común, y
provechosas únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía
de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la
lucha”.
No
seamos, como vemos que se empeña en fabricar la Nueva FSSPX, “católicos de
chocolate”. Seamos soldados de la Inmaculada, vencedora de todas las herejías y
auxilio de los cristianos.
“No hago nada”, Padre
Leonardo castellani
Corazón, tente en pie
sin doblegarte
de la injusta opresión
a la insolencia;
aunque estoy loco,
tengo yo mi arte:
"Nam furor saepe fit laesa patientia".
Luchando sin más armas
que mi triste
corazón contra el mal
peor que existe
¿no hago yo nada?
Lucho,
sangro y no caigo al
suelo. No hago mucho,
pero hago más de lo que
puedo...
Centinela aterido,
no dejo sospechar que
estoy herido,
ni dejo conocer que
tengo miedo...
Herido, helado, aguanto
la bandera;
no deserto la inhóspita
trinchera.
Y aunque sé que la
muerte me ha podido,
estoy de pie y estoy
ante ella erguido,
marcando el SOS de la
brega
a un auxilio que no me
llegará
sino un momento tarde,
si es que llega,
y que muerto de pie me
encontrará...
La otra mitad la hará
sobre mi tumba
otro infeliz, después
que yo sucumba...
¡Corazón!, ¡tu mitad se
ha hecho ya!
No te avergüences de la
verdad
Hijo, ten cuenta del
tiempo,
Y huye del mal.
No te avergüences de
decir la verdad,
Pues se trata de tu
alma.
(Ecles.
4, 23-24)