jueves, 31 de octubre de 2013

APUNTES DESDE LA TRINCHERA





Fellay y Rivadavia

“Jefe de una república naciente, en la cual el amor propio era tanto más susceptible, cuanto los hombres eran menos esclarecidos”. Esto decía el cónsul general de Francia en Bs.As., M. de Mendeville, en 1829, acerca del liberal Bernardino Rivadavia y los hombres que habían posibilitado su ascenso al poder. Palabras que podrían aplicarse en estos tiempos para con otro liberal entreguista, Mons. Fellay, y aquellos hombres –especialmente algunos sacerdotes- de la Nueva Fraternidad que son tanto más susceptibles cuanto menos esclarecidos respecto a lo que verdaderamente está sucediendo. Desgraciadamente, ya no hay más hombres como Rosas en el horizonte, o si lo hay no somos capaces de verlo.

La pequeña grey

“Reúnanse conmigo los que te temen,
y los que conocen tus testimonios.”
Salmo 118, 79.
Comenta Mons. Straubinger: “Es la “pequeña grey” que ansía reunirse para hablar de Dios”.
Eso es algo que prácticamente ya no existe en los prioratos de la Nueva Fraternidad; hace tiempo que se ha ido perdiendo, disminuida la sencillez del amor evangélico por el amor de las cosas “más importantes” como la política o el apremio de los lazos de los intereses sociales, las reuniones mundanas o el “déjenme vivir mi propia vida”.
Decía Santa Teresita que ella prefería hablar con Dios más que hablar de Dios. Pero acá no podemos decir que esta “pequeña grey” prefiera ausentarse para “hablar con Dios”. Estamos demasiado seguros de nuestras “opiniones” y ya no meditamos la Palabra Divina. Por eso el parentesco espiritual lo pisoteamos, y nos olvidamos de la caridad fraterna. Si no amamos al prójimo, al que vemos, ¿cómo amar a Dios, a quien no vemos? Y si no cultivamos la vida interior, ¿cómo amar al prójimo? Y si perdemos el tiempo en nuestros “intereses” sociales, nuestras pequeñas e inútiles pasiones, las distracciones y comodidades que entibian nuestro caracter, ¿no estamos diluyendo la fe que creemos tener?
Estas cosas pueden verse también –debe decirse- en los sacerdotes, y tal vez haya que ver allí una de las causas de la contaminación liberal, de la desidia y el desinterés de los fieles. ¡Oh, el avance atroz del liberalismo, tan tenue, tan sutil y tan mortíferamente adormecedor! ¡Esa grisura que de a poco, como diría NGD, nos va llevando del blanco al negro! ¿Tiene que ver la formación que reciben? ¿Se debe a la influencia del mundo moderno en los jóvenes de hoy? ¿Inexperiencia? ¿Falta de sufrimiento? ¿Falta de imaginación y de empatía? Hay  sacerdotes de la Nueva Fraternidad para quienes los fieles son apenas caras, gente con la que se cruzan y por la que no sienten el menor interés o curiosidad, no hablan con ellos, no conocen sus problemas, sus historias, sus necesidades, no los acompañan en sus tribulaciones. No se interesan por sus vidas. Y después dan sermones “piadosos” y “edificantes”…con la frialdad de un radiólogo, de un especialista en farmacología que hace una recomendación puramente práctica, incapaz de encender el fuego del amor en los corazones que atribulados por el mundo  y adormilados por su propia flojera necesitan ser sacudidos por ese fuego que Cristo vino a traer a este mundo. El fuego de su amor que es como una espada de verdad dispuesta a combatir y a compartir ese amor y esa lucha con esa pequeña grey que cada vez menos habla de Dios, y cada vez más se refugia en la mediocre aceptación de los hechos del mundo, sin conocer o recordar el privilegio que le ha sido dado.
Así es como llega a falsificarse una religión. Es decir, así se vuelve artificial y mecánica lo que es una relación, la relación de amor entre Dios y cada uno de nosotros, y entre nosotros y nuestros hermanos.
Esta es una forma de falsificar la Tradición, es decir, la religión verdadera.
La otra es la que el Diablo está llevando a cabo en la iglesia conciliar, con su absoluto subjetivismo, su afecto remilgado y falso, sus abrazos francisquistas y sus palabras vacías que hablan de paz y amor mientras niegan la Verdad de Dios. El pastoralismo pastelero que busca las “periferias existenciales”.
Un gran modelo deberían ver los hombres de Iglesia en San Pablo, apóstol incansable por el ardor de su caridad que vence sus dificultades de todo tipo, y que no duda en mostrarse familiar en sus epístolas con sus queridos fieles, a quienes se dirige como un padre con la sencillez, el consuelo y a veces la dureza que edifican a los cristianos en un amor que no es de palabra ni de branding. “Ahora bien, si somos atribulados, lo somos para vuestro consuelo y vuestra salud; si somos consolados es para vuestro consuelo; si estimulamos, es para vuestro aliento y vuestro remedio. Con esto aprendéis la paciencia para soportar las mismas tribulaciones que nosotros sufrimos” (II Cor. I, 6).

Católicos de chocolate

Francisco tiene 76 años, una edad en que los hombres ya han comenzado a despedirse o saben que el gran combate es de los otros. Sin embargo, Bergoglio, como en general aquellos embanderados en las filas de quienes contribuyen al derrumbe de la Iglesia y la sociedad cristiana, goza de un entusiasmo juvenil para hacer lo que hace con todo empeño. Nosotros, en cambio, quienes deseamos servir a Cristo Rey y no al mundo, o por lo menos quienes creemos eso, no nos decidimos nunca y nos debatimos permanentemente, y discutimos entre nosotros, y finalmente dejamos hacer al enemigo, que por nuestra inacción, nuestra falta de decisión y nuestra falta de valentía, avanza sin detenerse nunca. ¿Por qué no recordar una vez más las palabras del Papa León XIII? “Retirarse ante el enemigo o callar cuando por todas partes se levanta un incesante clamoreo para oprimir la verdad, es actitud propia o de hombres cobardes o de hombres inseguros de la verdad que profesan. La cobardía y la duda son contrarias a la salvación del individuo y a la seguridad del Bien Común, y provechosas únicamente para los enemigos del cristianismo, porque la cobardía de los buenos fomenta la audacia de los malos. El cristiano ha nacido para la lucha”.
No seamos, como vemos que se empeña en fabricar la Nueva FSSPX, “católicos de chocolate”. Seamos soldados de la Inmaculada, vencedora de todas las herejías y auxilio de los cristianos.

“No hago nada”, Padre Leonardo castellani

Corazón, tente en pie sin doblegarte
de la injusta opresión a la insolencia;
aunque estoy loco, tengo yo mi arte:
"Nam furor saepe fit laesa patientia".
Luchando sin más armas que mi triste
corazón contra el mal peor que existe
¿no hago yo nada? Lucho,
sangro y no caigo al suelo. No hago mucho,
pero hago más de lo que puedo...
Centinela aterido,
no dejo sospechar que estoy herido,
ni dejo conocer que tengo miedo...
Herido, helado, aguanto la bandera;
no deserto la inhóspita trinchera.
Y aunque sé que la muerte me ha podido,
estoy de pie y estoy ante ella erguido,
marcando el SOS de la brega
a un auxilio que no me llegará
sino un momento tarde, si es que llega,
y que muerto de pie me encontrará...
La otra mitad la hará sobre mi tumba
otro infeliz, después que yo sucumba...
¡Corazón!, ¡tu mitad se ha hecho ya!

No te avergüences de la verdad

Hijo, ten cuenta del tiempo,
Y huye del mal.
No te avergüences de decir la verdad,
Pues se trata de tu alma.
(Ecles. 4, 23-24)