Sobre Benedicto XVI
Uno de los puntos por los que Monseñor Williamson es atacado, es por su
manera de pensar sobre Benedicto XVI. Se le ha llegado a acusar –pergeñando una teoría conspirativa verdaderamente desopilante
que incluiría la entrevista a la TV que dio la vuelta al mundo como parte del
plan- de ser un agente que reúne a los católicos de la Resistencia para
llevarlos, después de la traición de Monseñor Fellay, al acuerdo con Roma.
También, algunos exaltados han
intentado chicanearlo con aparatosa soberbia por el hecho de que “no hablaba de
Francisco”, o, más bien, no decía las cosas que ellos querían y como ellos
querían, intentando levantar entonces un absurdo manto de sospecha sobre Mons.
Williamson, ¡como si estuviera de acuerdo con Francisco! Cosa distinta de lo
que se ha planteado desde la Resistencia con respecto a Mons. Fellay y su
silencio: ya que este último nunca ha declarado querer cortar amarras con la
posibilidad de reintegrarse a esta Roma modernista, y por lo tanto su constante
silencio sigue perjudicando a la congregación que fundó Mons. Lefebvre. En
cambio, Mons. Williamson ha sido siempre claro con su rechazo a esta
posibilidad, y sus duras y bien fundadas críticas a Benedicto XVI son
incontestables y jamás han sido compartidas por Mons. Fellay. De manera tal que
venir hoy a querer crear una sospecha sobre Mons. Williamson con respecto a su
posición frente a Francisco es una insensatez o una canallada, pues es de todos
conocida su oposición al modernismo de la iglesia conciliar.
Para entender la postura de Monseñor, les presentamos algunas citas que
explican perfectamente su modo de pensar, el cual no es diferente a lo que
Monseñor Lefebvre y la Fraternidad sostuvieron.
En este comentario que data del 2002, Monseñor Williamson analiza los
ataques de una revista sedevacantista que atacaba a Monseñor Lefebvre y a la
Fraternidad. Comentaba al final:
“Evidentemente hay un error común en los
sedevacantistas, y evidentemente es este: ellos yerran generalmente en
distinguir entre lo abstracto y lo concreto, entre principios abstractos y
personas concretas, entre errores abstractos y las personas que yerran.
San Agustín dijo: “Destruye
los errores pero ama a los que yerran” (es más claro en latín: "Interficite
errores, diligite errantes").
Por el contrario, los
liberales aman los errores y aman a los que yerran, mientras que los
sedevacantistas destruyen a los que yerran junto a sus errores. La blandura de
los liberales con las personas se extiende a la blandura de los principios; la
dureza de los sedevacantistas con los principios los hace duros con las
personas. Solamente el Católico tras las huellas de San Agustín mantiene su
balance siendo firme en los principios mientras trata bien (no blandamente) a
las personas.
Que CR (la revista
sedevacantista) vuelva sobre las palabras
y los hechos del Arzobispo y de la Fraternidad. CR se autoriza a juzgar que uno
u otra se desviaron en la delicada tarea de discernir entre el error y los que
yerran, pero no pueden acusar que la política de destruir el error mientras se
ama al que yerra es contradictoria. Es la misma política del Sagrado Corazón,
afortunadamente para nosotros.
En 1993, nos hablaba así del Cardenal Ratzinger, analizando un artículo de
Sí, sí, no, no:
Joseph Ratzinger, de
acuerdo a sus escritos en 1968, ya no tenía la Fe Católica, no tenía ni la más
remota idea de la Fe verdadera.
Pero ¿el Padre
Ratzinger, el teólogo de 1968, ha sido renegado por el Cardenal Ratzinger que
ha sido renombrado en 1991 por el Papa Juan Pablo II como Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe? Desgraciadamente, no, absolutamente no.
Sus trabajos anteriores están siendo reimpresos continuamente, y el Prefecto
continúa escribiendo para “Communio”, la revista de la “Nueva Teología” fundada
por Ratzinger, de Lubac y von Baltasar… Roma está atestada de “nuevos
teólogos”.
Por lo tanto, concluye
Si, si, No, no, la idea de que el Cardenal Ratzinger restaurará la Iglesia es
un mito. Cierto es que puede, como von Baltasar y el Papa Paulo VI, hacer
declaraciones aparentemente conservadoras porque no le gusta el exceso de
modernismo, pero él aprueba la “nueva teología” mientras que reniega de la
Tradición y el Magisterio. Así que él sostiene falsos principios y luego
repudia sus consecuencias lógicas. Al error salvaje le opone simplemente un
error moderado, y así su respuesta a los abusos no es una respuesta en
absoluto. Queridos amigos, salvo una conversión milagrosa, no se puede esperar
el rescate de la Iglesia por el Cardenal Ratzinger, por más agradable,
encantador y bien intencionado que sea. Lo que importan son las ideas, y
juzgando por las ideas que expresa en sus palabras y hechos, ¡él es un Prefecto
para la Fe sin la Fe!
Y en 1999 explicaba de manera detallada quién era el Cardenal Ratzinger
al analizar su libro autobiográfico “Mi Vida” escrito en 1997:
¿Se puede confiar en
el Cardenal Ratzinger? Los Católicos conservadores tienden a pensarlo.
Católicos Tradicionales “agradables” quisieran pensarlo. Tradicionalistas
“desagradables” piensan que no. ¿Quién tiene razón?
Esta pregunta se
planteó de manera agonizante en 1988 cuando Monseñor Lefebvre estaba negociando,
principalmente con el Cardenal, la obtención de obispos para la Tradición
Católica. Los conservadores lo acusaron entonces (y todavía lo hacen) por no
haber confiando finalmente en Roma.
A continuación analiza las palabras del Cardenal en un encuentro en Roma
con las comunidades Ecclesia Dei y nos dice:
Así el Cardenal
Ratzinger sugiere que Roma está ponderando otra reforma litúrgica que nos daría
una Misa ni tan nueva ni tan completamente antigua, y parece pedir a los
amantes de la Liturgia Tradicional que esperen pacientemente esta reforma de la
reforma y que confíen en Roma mientras tanto. Ahora el Cardenal parece ser un
hombre “agradable”, y pocos Cardenales en Roma dicen tantas cosas favorables
acerca de la Liturgia antigua como él lo hace. ¿Puede Roma, aunque sea como él
la representa, ser confiable en materia de liturgia?
Desgraciadamente, la
respuesta debe ser no ¿Por qué?
Porque mientras el corazón del Cardenal puede estar abierto a la Misa Tridentina, su mente está bloqueada, y en un hombre de su calibre, la mente dirige el corazón. Su simpatía por la Misa antigua es relativamente superficial, su oposición a ella es profunda. Lo podemos ver claramente en sus memorias autobiográficas de los primeros 50 años de su vida, 1927-1957, las cuales publicó hace dos años en un pequeño libro titulado “Mi Vida”.
Porque mientras el corazón del Cardenal puede estar abierto a la Misa Tridentina, su mente está bloqueada, y en un hombre de su calibre, la mente dirige el corazón. Su simpatía por la Misa antigua es relativamente superficial, su oposición a ella es profunda. Lo podemos ver claramente en sus memorias autobiográficas de los primeros 50 años de su vida, 1927-1957, las cuales publicó hace dos años en un pequeño libro titulado “Mi Vida”.
Esto es de interés
para todos los Católicos porque muestra cuán lisiados están incluso los que
parecen los mejores entre los Romanos cuando se trata de defender la Fe. A
pesar de su aparente benevolencia, no pueden defender lo que ya no entienden.
Monseñor cuenta la biografía del Cardenal, desde su infancia, basándose
en su libro, y señalando cómo se fue convirtiendo en un peligroso modernista. Dice Monseñor al final:
Sin embargo, al mismo
tiempo que el Cardenal en su corazón realmente aprecia la santidad incomparable
y el misterio de la liturgia Antigua (págs. 18-20, 146-149), desgraciadamente
esa liturgia nunca se ancló en su cabeza, por lo que no puede gobernar su forma
de pensar o sus acciones. A menos o hasta que cambie de manera de pensar, esto
es, de doctrina, la Misa Tridentina está condenada a permanecer, para él, en el
terreno sentimental. En otras palabras, antes del concilio Josef Ratzinger era
el cabecilla de los cincuentistas o Católicos Bing-Crosby. Quizá su corazón
estaba “soñando con una blanca Navidad”, pero su cabeza estaba repleta del
veneno homocentrista del Vaticano II.
Eminencia, si las
ideas no importaran, usted sería un buen católico, pero como la virtud de la Fe
debe estar anclada en la cabeza y no en el corazón, entonces, mientras su
cabeza se balancee entre la Tradición y la modernidad, usted es, en su posición
de Guardián de la Fe, un terrible enemigo de la Iglesia Católica.
Desearíamos confiar en usted, pero no podemos.
Desearíamos confiar en usted, pero no podemos.
En marzo de 2002:
Los hombres de la
Neo-iglesia son, objetivamente, Judas, por más sinceros o bien intencionados
que sean.
Y en el 2010:
FSSPX, ¡cuídense de
esa "sinceridad" que hace que el error se sienta bien! ¡La Verdad
ante todo, sin mentiras ni ambigüedades, aún cuando nuestro mundo enfermo caiga
encima de ustedes como una tonelada de ladrillos!
Esta manera de pensar sobre Benedicto XVI tiene entonces su fundamento en que no somos sedevacantistas. Dice Monseñor en el 2010:
Estos "sedevacantistas",
como usualmente se les llaman, argumentan que cualquiera que camine como
hereje, hable como hereje y, como dicen los Norteamericanos, grazne como
hereje, entonces ES un hereje. Pero un hereje se excluye a sí mismo de la
Iglesia. Por lo tanto estos Papas se han excluido a sí mismos de la Iglesia y
no pudieron haber sido su Cabeza - ¿cómo puede alguien que no es ni siquiera
miembro, ser la cabeza?
La verdadera
respuesta, creo yo, es que la herejía que automáticamente expulsa de la única
Arca de Salvación es tan grave que para cometerla, esa persona debe de saber
claramente y querer plenamente lo que está haciendo. Debe de darse cuenta de
que está negando la verdad católica que ha sido definida con la propia
autoridad de Dios a través de la Iglesia de Dios, en otras palabras que está
desafiando a Dios. Sin darse cuenta de esto, llamado "pertinacia" por
la Iglesia, él puede estar negando verdades divinas, pero no está aún
desafiando a Dios ni lanzándose a sí mismo fuera de la Iglesia.
…
Ahora, los "sedevacantistas"
encuentran ridícula la idea de que los Papas, con una profunda educación en la
enseñanza de la Iglesia, no saben lo que hacen cuando pronuncian tales
enormidades como lo hace Benedicto XVI, para tomar sólo un ejemplo entre muchos
otros, sobre la actual validez del Antiguo Testamento. En los tiempos de antes, para hacer que
un hereje plenamente se dé cuenta de lo que está haciendo, cuando la Iglesia
estaba sana, la Inquisición Papal (o el Santo Oficio) lo convocaría, lo
confrontaría autoritariamente con su error y lo instaría a renunciar al
mismo. Si se negaba, luego entonces su pertinacia estaba clara para
todos y el lobo era arrojado fuera del rebaño. Pero dicha confrontación
requiere de autoridad, tanto para convocar al hereje como para declarar su
error. ¿Qué sucede entonces si desde el Vaticano II, es la autoridad más
alta de la Iglesia la que ya no discierne más la verdad Católica?
…
Sin embargo el
Arzobispo Lefebvre escogió un tercer camino, uno entre los dos extremos de la
Verdad sin Autoridad o de la Autoridad sin Verdad. Su camino, en donde ha sido
seguido por la FSSPX, fue el de aferrarse a la Verdad Católica, pero sin caer
en la falta de respeto hacia la Autoridad Católica ni en una incredulidad
generalizada en la validez de sus dirigentes. Es un equilibrio ciertamente no
siempre fácil de mantener, pero ha dado frutos católicos alrededor del mundo y
ha sostenido un remanente fiel de Católicos con la doctrina verdadera y los
verdaderos sacramentos durante los 40 años que hasta el momento hemos pasado en
el desierto Conciliar.
Sabemos que los ataques a Monseñor Williamson continuarán, pero como
dijo Su Excelencia citando a Chesterton: “¡Si me atacan por todos lados,
entonces no puedo estar tan equivocado!”.