viernes, 25 de octubre de 2013

POR QUÉ APOYAMOS A MONSEÑOR WILLIAMSON II





Sobre Benedicto XVI

Uno de los puntos por los que Monseñor Williamson es atacado, es por su manera de pensar sobre Benedicto XVI. Se le ha llegado a acusar –pergeñando una teoría conspirativa verdaderamente desopilante que incluiría la entrevista a la TV que dio la vuelta al mundo como parte del plan- de ser un agente que reúne a los católicos de la Resistencia para llevarlos, después de la traición de Monseñor Fellay, al acuerdo con Roma.

También, algunos exaltados han intentado chicanearlo con aparatosa soberbia por el hecho de que “no hablaba de Francisco”, o, más bien, no decía las cosas que ellos querían y como ellos querían, intentando levantar entonces un absurdo manto de sospecha sobre Mons. Williamson, ¡como si estuviera de acuerdo con Francisco! Cosa distinta de lo que se ha planteado desde la Resistencia con respecto a Mons. Fellay y su silencio: ya que este último nunca ha declarado querer cortar amarras con la posibilidad de reintegrarse a esta Roma modernista, y por lo tanto su constante silencio sigue perjudicando a la congregación que fundó Mons. Lefebvre. En cambio, Mons. Williamson ha sido siempre claro con su rechazo a esta posibilidad, y sus duras y bien fundadas críticas a Benedicto XVI son incontestables y jamás han sido compartidas por Mons. Fellay. De manera tal que venir hoy a querer crear una sospecha sobre Mons. Williamson con respecto a su posición frente a Francisco es una insensatez o una canallada, pues es de todos conocida su oposición al modernismo de la iglesia conciliar. 

Para entender la postura de Monseñor, les presentamos algunas citas que explican perfectamente su modo de pensar, el cual no es diferente a lo que Monseñor Lefebvre y la Fraternidad sostuvieron.

En este comentario que data del 2002, Monseñor Williamson analiza los ataques de una revista sedevacantista que atacaba a Monseñor Lefebvre y a la Fraternidad. Comentaba al final:

 “Evidentemente hay un error común en los sedevacantistas, y evidentemente es este: ellos yerran generalmente en distinguir entre lo abstracto y lo concreto, entre principios abstractos y personas concretas, entre errores abstractos y las personas que yerran.

San Agustín dijo: “Destruye los errores pero ama a los que yerran” (es más claro en latín: "Interficite errores, diligite errantes").

Por el contrario, los liberales aman los errores y aman a los que yerran, mientras que los sedevacantistas destruyen a los que yerran junto a sus errores. La blandura de los liberales con las personas se extiende a la blandura de los principios; la dureza de los sedevacantistas con los principios los hace duros con las personas. Solamente el Católico tras las huellas de San Agustín mantiene su balance siendo firme en los principios mientras trata bien (no blandamente) a las personas.

Que CR (la revista sedevacantista) vuelva sobre las palabras y los hechos del Arzobispo y de la Fraternidad. CR se autoriza a juzgar que uno u otra se desviaron en la delicada tarea de discernir entre el error y los que yerran, pero no pueden acusar que la política de destruir el error mientras se ama al que yerra es contradictoria. Es la misma política del Sagrado Corazón, afortunadamente para nosotros.

En 1993, nos hablaba así del Cardenal Ratzinger, analizando un artículo de Sí, sí, no, no:

Joseph Ratzinger, de acuerdo a sus escritos en 1968, ya no tenía la Fe Católica, no tenía ni la más remota idea de la Fe verdadera.

Pero ¿el Padre Ratzinger, el teólogo de 1968, ha sido renegado por el Cardenal Ratzinger que ha sido renombrado en 1991 por el Papa Juan Pablo II como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe? Desgraciadamente, no, absolutamente no. Sus trabajos anteriores están siendo reimpresos continuamente, y el Prefecto continúa escribiendo para “Communio”, la revista de la “Nueva Teología” fundada por Ratzinger, de Lubac y von Baltasar… Roma está atestada de “nuevos teólogos”.

Por lo tanto, concluye Si, si, No, no, la idea de que el Cardenal Ratzinger restaurará la Iglesia es un mito. Cierto es que puede, como von Baltasar y el Papa Paulo VI, hacer declaraciones aparentemente conservadoras porque no le gusta el exceso de modernismo, pero él aprueba la “nueva teología” mientras que reniega de la Tradición y el Magisterio. Así que él sostiene falsos principios y luego repudia sus consecuencias lógicas. Al error salvaje le opone simplemente un error moderado, y así su respuesta a los abusos no es una respuesta en absoluto. Queridos amigos, salvo una conversión milagrosa, no se puede esperar el rescate de la Iglesia por el Cardenal Ratzinger, por más agradable, encantador y bien intencionado que sea. Lo que importan son las ideas, y juzgando por las ideas que expresa en sus palabras y hechos, ¡él es un Prefecto para la Fe sin la Fe!

Y en 1999 explicaba de manera detallada quién era el Cardenal Ratzinger al analizar su libro autobiográfico “Mi Vida” escrito en 1997:

¿Se puede confiar en el Cardenal Ratzinger? Los Católicos conservadores tienden a pensarlo. Católicos Tradicionales “agradables” quisieran pensarlo. Tradicionalistas “desagradables” piensan que no. ¿Quién tiene razón?

Esta pregunta se planteó de manera agonizante en 1988 cuando Monseñor Lefebvre estaba negociando, principalmente con el Cardenal, la obtención de obispos para la Tradición Católica. Los conservadores lo acusaron entonces (y todavía lo hacen) por no haber confiando finalmente en Roma.

A continuación analiza las palabras del Cardenal en un encuentro en Roma con las comunidades Ecclesia Dei y nos dice:

Así el Cardenal Ratzinger sugiere que Roma está ponderando otra reforma litúrgica que nos daría una Misa ni tan nueva ni tan completamente antigua, y parece pedir a los amantes de la Liturgia Tradicional que esperen pacientemente esta reforma de la reforma y que confíen en Roma mientras tanto. Ahora el Cardenal parece ser un hombre “agradable”, y pocos Cardenales en Roma dicen tantas cosas favorables acerca de la Liturgia antigua como él lo hace. ¿Puede Roma, aunque sea como él la representa, ser confiable en materia de liturgia?

Desgraciadamente, la respuesta debe ser no ¿Por qué?

Porque mientras el corazón del Cardenal puede estar abierto a la Misa Tridentina, su mente está bloqueada, y en un hombre de su calibre, la mente dirige el corazón. Su simpatía por la Misa antigua es relativamente superficial, su oposición a ella es profunda. Lo podemos ver claramente en sus memorias autobiográficas de los primeros 50 años de su vida, 1927-1957, las cuales publicó hace dos años en un pequeño libro titulado “Mi Vida”.

Esto es de interés para todos los Católicos porque muestra cuán lisiados están incluso los que parecen los mejores entre los Romanos cuando se trata de defender la Fe. A pesar de su aparente benevolencia, no pueden defender lo que ya no entienden.

Monseñor cuenta la biografía del Cardenal, desde su infancia, basándose en su libro, y señalando cómo se fue convirtiendo en un peligroso modernista. Dice Monseñor al final:

Sin embargo, al mismo tiempo que el Cardenal en su corazón realmente aprecia la santidad incomparable y el misterio de la liturgia Antigua (págs. 18-20, 146-149), desgraciadamente esa liturgia nunca se ancló en su cabeza, por lo que no puede gobernar su forma de pensar o sus acciones. A menos o hasta que cambie de manera de pensar, esto es, de doctrina, la Misa Tridentina está condenada a permanecer, para él, en el terreno sentimental. En otras palabras, antes del concilio Josef Ratzinger era el cabecilla de los cincuentistas o Católicos Bing-Crosby. Quizá su corazón estaba “soñando con una blanca Navidad”, pero su cabeza estaba repleta del veneno homocentrista del Vaticano II.

Eminencia, si las ideas no importaran, usted sería un buen católico, pero como la virtud de la Fe debe estar anclada en la cabeza y no en el corazón, entonces, mientras su cabeza se balancee entre la Tradición y la modernidad, usted es, en su posición de Guardián de la Fe, un terrible enemigo de la Iglesia Católica.

Desearíamos confiar en usted, pero no podemos.

En marzo de 2002:

Los hombres de la Neo-iglesia son, objetivamente, Judas, por más sinceros o bien intencionados que sean.

Y en el 2010:

FSSPX, ¡cuídense de esa "sinceridad" que hace que el error se sienta bien! ¡La Verdad ante todo, sin mentiras ni ambigüedades, aún cuando nuestro mundo enfermo caiga encima de ustedes como una tonelada de ladrillos!

Esta manera de pensar sobre Benedicto XVI tiene entonces su fundamento en que no somos sedevacantistas. Dice Monseñor en el 2010:

Estos "sedevacantistas", como usualmente se les llaman, argumentan que cualquiera que camine como hereje, hable como hereje y, como dicen los Norteamericanos, grazne como hereje, entonces ES un hereje. Pero un hereje se excluye a sí mismo de la Iglesia. Por lo tanto estos Papas se han excluido a sí mismos de la Iglesia y no pudieron haber sido su Cabeza - ¿cómo puede alguien que no es ni siquiera miembro, ser la cabeza?

La verdadera respuesta, creo yo, es que la herejía que automáticamente expulsa de la única Arca de Salvación es tan grave que para cometerla, esa persona debe de saber claramente y querer plenamente lo que está haciendo. Debe de darse cuenta de que está negando la verdad católica que ha sido definida con la propia autoridad de Dios a través de la Iglesia de Dios, en otras palabras que está desafiando a Dios. Sin darse cuenta de esto, llamado "pertinacia" por la Iglesia, él puede estar negando verdades divinas, pero no está aún desafiando a Dios ni lanzándose a sí mismo fuera de la Iglesia.


Ahora, los "sedevacantistas" encuentran ridícula la idea de que los Papas, con una profunda educación en la enseñanza de la Iglesia, no saben lo que hacen cuando pronuncian tales enormidades como lo hace Benedicto XVI, para tomar sólo un ejemplo entre muchos otros, sobre la actual validez del Antiguo Testamento. En los tiempos de antes, para hacer que un hereje plenamente se dé cuenta de lo que está haciendo, cuando la Iglesia estaba sana, la Inquisición Papal (o el Santo Oficio) lo convocaría, lo confrontaría autoritariamente con su error y lo instaría a renunciar al mismo. Si se negaba, luego entonces su pertinacia estaba clara para todos y el lobo era arrojado fuera del rebaño. Pero dicha confrontación requiere de autoridad, tanto para convocar al hereje como para declarar su error. ¿Qué sucede entonces si desde el Vaticano II, es la autoridad más alta de la Iglesia la que ya no discierne más la verdad Católica?


Sin embargo el Arzobispo Lefebvre escogió un tercer camino, uno entre los dos extremos de la Verdad sin Autoridad o de la Autoridad sin Verdad. Su camino, en donde ha sido seguido por la FSSPX, fue el de aferrarse a la Verdad Católica, pero sin caer en la falta de respeto hacia la Autoridad Católica ni en una incredulidad generalizada en la validez de sus dirigentes. Es un equilibrio ciertamente no siempre fácil de mantener, pero ha dado frutos católicos alrededor del mundo y ha sostenido un remanente fiel de Católicos con la doctrina verdadera y los verdaderos sacramentos durante los 40 años que hasta el momento hemos pasado en el desierto Conciliar.

Sabemos que los ataques a Monseñor Williamson continuarán, pero como dijo Su Excelencia citando a Chesterton: “¡Si me atacan por todos lados, entonces no puedo estar tan equivocado!”.