lunes, 14 de octubre de 2013

PENSAMIENTOS DE NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA




Se acostumbra pregonar derechos para poder violar deberes.


Más que una proposición impersonal, la verdad es una manera de pensar y de sentir.


La norma del cristianismo es el cristianismo mismo. Ser cristiano es no aplicarle al cristianismo como norma uno de nuestros prejuicios.


Nada que se pueda sumar tiene fin que colme. Lo importante es inconmensurable plenitud.


El que no duda del valor de su causa no necesita que su causa gane. El valor de la causa es su triunfo.


Abundan los que se creen enemigos de Dios y sólo alcanzan a serlo del sacristán.


El hombre común vive entre fantasmas, tan sólo el solitario circula entre realidades.


Para detestar las revoluciones el hombre inteligente no espera que comiencen las matanzas.


Los dos polos son el individuo y Dios: los dos antagonistas son Dios y el Hombre.


Ningún político puede decir la verdad donde un electorado escucha atento.


La verdad nunca es conquista definitiva. Siempre es posición que toca defender.


Nada podemos edificar sobre la bondad del hombre, pero sólo podemos edificar con ella.


En el estado moderno las clases con intereses opuestos no son tanto la burguesía y el proletariado como la clase que paga impuestos y la clase que de ellos vive.


Lo incomprensible aumenta con el crecimiento de la inteligencia.


Hacer lo que debemos hacer es el contenido de la Tradición.


En un momento dado, el lugar más importante de la tierra puede ser  palacio, pocilga o celda.


El interlocutor del solitario es el pasado entero.


No viviría ni una fracción de segundo si dejara de sentir el amparo de la existencia de Dios.


El hombre prefiere disculparse con la culpa ajena que con la inocencia propia.


El amor a la pobreza es cristiano, pero la adulación al pobre es mera técnica de reclutamiento electoral.


Muchos aman al hombre sólo para olvidar a Dios con la conciencia tranquila.


La moda, aún más que la técnica, es causa de la uniformidad del mundo moderno.


Nadie se rebela contra la autoridad, sino contra quienes la usurpan.


Hombre decente es el que se hace a sí mismo exigencias que las circunstancias no le hacen.


La sabiduría no consiste en moderarse por horror al exceso, sino por amor al límite.


Mientras las diversiones sean suficientemente vulgares nadie protesta.


Burguesía es todo conjunto de individuos inconformes con lo que tienen y satisfechos de lo que son.


Después de toda revolución, el revolucionario enseña que la revolución verdadera será la revolución de mañana.


Los mediocres nos salvamos cuando somos tan mediocres que logramos verlo.


Los tontos se indignan tan sólo contra las consecuencias.


Los marxistas confían tanto en Marx que usualmente se abstienen de leerlo.


Quien acepte el léxico del enemigo se rinde sin saberlo.


Mientras más importante sea una cosa, el número de sus defensores importa menos.
Para defender a una nación se necesita un ejército, pero basta un solo hombre para defender una idea.


La cantidad sola basta para despertar la admiración del moderno.


Para escandalizar a cualquiera basta hoy proponerle que renuncie a algo.


EL cristianismo de una sociedad es directamente proporcional al número de abadías que funda.


Vivamos la milicia del cristianismo con buen humor de guerrillero, no con hosquedad de guarnición sitiada.


Hombre culto es aquel para quien nada carece de interés y casi todo de importancia.


La democracia es el régimen político donde el ciudadano confía los intereses públicos a quienes no confiaría jamás sus intereses privados.


Dios no nace de la experiencia de nuestros límites, pero muere de su olvido.


La crisis actual del cristianismo no ha sido provocada por la ciencia, o por la historia, sino por los nuevos medios de comunicación. El progresismo religioso es el empeño de adaptar las doctrinas cristianas a las opiniones patrocinadas por las agencias de noticias y los agentes de publicidad.


Es reaccionario quienquiera no esté listo a comprar su victoria a cualquier precio.


Toda verdad nace entre un buey y un asno.



El gobernante en mangas de camisa primero entusiasma al pueblo, después hasta al populacho asquea.


EL desdén con que miramos al fariseo es un fariseísmo de segundo grado.


Nadar contra la corriente no es necedad si las aguas corren hacia cataratas.


Noble no es el que cree tener inferiores, sino el que sabe tener superiores.