“Se
dice también que mi obra desaparecerá conmigo porque no habrá obispos que me
reemplacen. Estoy seguro de lo contrario: sobre esto no tengo ninguna
inquietud. Puedo morir mañana y el buen Dios tiene todas las soluciones. Sé que
en el mundo se encontrarán suficientes obispos para ordenar a nuestros
seminaristas. Aun cuando hoy uno u otro de los obispos permanezca callado,
recibirá del Espíritu Santo el coraje para manifestarse a su vez. Si mi obra es
de Dios, El sabrá conservarla y hacerla servir para bien de la Iglesia. Nuestro
Señor nos lo prometió: las puertas del infierno no prevalecerán contra ella»
Por
eso me obstino, y si se quiere conocer el motivo profundo de esta obstinación,
es éste: En la hora de mi muerte, cuando Nuestro Señor me pregunte, ‘‘¿qué has
hecho de tu episcopado, qué has hecho de tu gracia episcopal y sacerdotal?’’,
no quiero oír de su boca estas terribles palabras: “Has contribuido a destruir
mi Iglesia con los demás''.
MONS.
LEFEBVRE: CARTA ABIERTA A LOS CATOLICOS PERPLEJOS, Emecé Editores, Buenos
Aires, 1986, pág. 222.