martes, 22 de octubre de 2013

EL APOCALIPSIS, HOY – ESCRIBE EL PADRE CASTELLANI





Un grupo de universitarios de La Plata, que han hecho un circulito de estudios fiel, pobre y un poco perseguido, me pidió que les diera algu­nas clases sobre ¡el Apocalipsis!... Les pedí la razón que tenían para querer saber o leer el Apocalipsis. Me dijeron que la misma que para cualquier otro libro de la Escritura Divina. Me parece buena.
Podrían añadir que actualmente el librito de San Juan (el Apóstol) está siendo sumamente leído, comentado, aludido, e incluso imitado y... falsificado. (Me refiero en esta última frase a la llamada «literatura de pesadilla», y a la tan cultivada novelística que llaman «fantaciencia».) Los más grandes escritores religiosos actuales (por supuesto que no cuento entre ellos a Fulton Sheen) son «apocalípticos» en el sen­tido de que se preocupan del Fin de la humanidad, del fin incluso en el sentido de «término». Uno de los autores más renombrados y más irreligiosos que existen, Emmanuel Kant, publicó en 1794 un artículo titulado «Das Ende aller Dinge»; o sea en cristiano, el fin de todas las cosas.
Solamente entre los autores católicos (los protestantes son innume­rables) recuerdo ahora:
En España: Lacunza, Donoso Cortés, Aparisi Guijarro, Rovira S. j. (Enciclopedia Espasa), Alcañiz...
Italia: San Pío X, Benedicto XV, Papini.
Francia: León Bloy, Maritain joven, y muchos actuales, como Madeleine Chasles, Aran, Frank-Duquesne.
Alemania: Holzhauser, Hamann, Goerres, Erik Pettersen, Hans Preuss, Stauffer, Joseph Pieper.
Inglaterra: Cardenal Newman, Robert Hugh Benson y su padre Edward White Benson.
Dinamarca: Soeren Kierkegaard.
Rusia: Solovief, Dostoiewsky...
Otra cosa que hay que notar acerca deste último de los profetas es que su libro en nuestros días ha dejado de ser «imposible» o de ser un «laberinto de enigmas», como le pareció a San Jerónimo en el siglo V. Quiero decir que muchas de las extraordinarias visiones de Juan el Presbítero (o sea, el Anciano) que resultaban imposibles o bien in­comprensibles a los primeros Santos Padres de la Iglesia, se han vuelto ahora cosas que andan en los diarios; como la Guerra de los Conti­nentes, por ejemplo, o la bomba atómica. Los antiguos intérpretes del librito de las veinte visiones (que es de todos los libros del mundo el que ha tenido más comentadores) decían con frecuencia: «Bueno, esto no puede ser literal, habrá que buscarle un sentido simbólico, inter­pretarlo alegóricamente...» de cosas que nosotros tenemos que decir: «Bien puede ser».
A las dos citadas arriba como posibles ahora, agregaré:
• La creación de un Imperio mundial.
• La destrucción de un tercio de la población del orbe.
     • La falsificación de la religión por obra del Falso Profeta o Se­gunda Bestia.
En la librería Quartier Latin he visto anteayer cuatro tomos de las obras completas del P. Teilhard de Chardin S. J., editadas por un Comité formado ad hoc por figurones universitarios, y algunos muy sonados en Francia. Estas obras representan una falsificación sutil de la religión de Cristo, y pertenecen a la herejía llamada «modernismo» por San Pío X, que la describió y condenó. Por supuesto que yo no digo que el pobre Chardin sea la «Bestia de la Tierra»; lo recuerdo pa­ra hacer ver que la Bestia Segunda, que según Pieper representa «la propaganda sacerdotal» en pro del Anticristo, tiene precursores, y ya vemos hoy día cómo podría realizarse, pues de hecho estamos viendo un principio de la realización.
Otro ejemplo podría ser el alsaciano o suizo Albert Schweitzer, también llevado en palmas por la propaganda liberal, atea o judaica, hoy en día como «el más grande de los cristianos» (ver la biografía de J. Feschone, publicada en «Comet Book» de Londres) cuando es uno de los peores enemigos de Cristo que hoy existen.
Cuando estudié en París en 1932 era vecino de cuarto de Teilhard de Chardin, que comenzaba a distinguirse como paleontólogo, o sea, buscahuesos; descubrió los restos mortales del Homo Pekinensis, que después resultó no era uno sino varios hombres... o monos. Cuando estuve en Roma en 1947 estábamos juntos otra vez (aunque en muy diferentes casas), los dos llamados por el General S. J. para dar nuestra autorrazón: o sea, tipos sospechosos. La sentencia del General fue la siguiente: al pobre argentino, que no era hereje, lo condenó y lo man­dó al destierro; al sabio francés, que era hereje, lo devolvió a París con honores y prerrogativas, para que continuase su obra, la cual acabó mal. El juicio «invertido» del Generalísimo Jannssennss es también al­go apocalíptico; y si lo recuerdo aquí no es por nada sino porque es un hecho histórico (de la historia religiosa de nuestro tiempo) de lo más curioso que se puede imaginar. Yo a Jannssennss hace mucho ya que le he perdonado, si algo había que perdonar; y el hecho, saliéndose de mi corazón, ha pasado a mi contemplación.
Hay algunos que se empaquetan con sus desgracias, decía el tío Fé­lix. Nosotros no semos desos, como dijo Felipe de Hesse cuando Lutero le dijo que los ricos podían tener dos mujeres. Pero el hecho está allí, como le dijo al director del Clarión el Cardenal Cayetano.
Días pasados recibí de Rosario una hoja protestante titulada Sobre algunas profecías en que —tras de hablar de la Guerra de los Conti­nentes notando que el descomunal ejército de doscientos millones del cap. IX no es ya imposible— dice: «La Ramera que está sentada sobre el Dragón es la Iglesia Católica; según creen entre otros el Dante Alighieri, Mons. Straubinger y... ¡Castellani!». Me embromó. Menos mal que estoy bien acompañado. Si yo hubiera escrito o dicho eso, te­nía razón Jannssennss en condenarme. Por suerte nunca lo he escrito ni lo escribiré porque no lo creo así ni lo creeré.
Lo que creo es que la Ramera Roja representa la religión falsificada de los últimos tiempos, de los cuales dijo Cristo: «¿Cuando volviere el Hijo del Hombre crees que encontrará la fe sobre la tierra?». Qué forma tomará esa universal apostasía que suscitará con sus portentos el Falso Profeta, y quién será ese Falso Profeta, si ustedes lo saben, digamén. Yo no lo sé. Sé que no puede ser la Iglesia Católica, pues sería contra las expresas promesas de Cristo.
También recibí del mismo amigo rosarino dos libros protestantes sobre el Apocalipsis, que me dicen son los más leídos de los feligreses protestantes de aquí. Uno dellos, Comentario sobre (sic) el Apocalipsis, de Charles L. Neal, no vale nada y no hay en él nada aprovechable. Es un pobre gil, muy ignorante, temerario y macaneador. El otro de George L. Murray, “La segunda Venida de Nuestro Señor Jesucristo, una búsqueda de la Verdad”, es aprovechable, para mí al menos. Su autor es docto y educado; pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana Unida de Boston, Massachusetts. El libro es una refutación bastante seria y completa del «milenarismo», que él llama «Dispensación», el cual pa­rece estar muy difundido en Estados Unidos, en virtud principal­mente de una difundidísima Biblia con notas milenaristas, The Scofield Reference Bible. A saber, refutación del milenarismo carnal, al cual el autor no distingue muy bien del milenismo espiritual, que es otra cosa. Pero él se va a otro extremo, al alegorismo, que llama con barba­rie «amilenarismo».
Los dos libros, editados en El Paso (Texas) y horrorosamente mal traducidos. Dije «aprovechable para mí», porque para el público en general creo que no lo es. «Milenismo» o «miliarismo» (como dice San Agustín, y sería mejor decir) significa la interpretación literal del ca­pítulo XX del Apocalipsis; «alegorismo» es la escuela que lo interpreta alegóricamente, y prohíbe la otra interpretación. Milenismo «carnal» o «craso» es una herejía inventada en el siglo V por el judío Kerintos, que deturpó la primitiva interpretación literal de los primeros Santos Padres, conviniéndola, como noté, en otra cosa.
Finalmente, otro amigo me mandó un recorte sin fecha del diario La Mañana (¿Santa Fe?) con un artículo del famoso en otros tiempos «filósofo» Antonio Zozaya (algo así como un Ingenieros español), titulado «Jesús no vuelve», donde dice entre otras cosas:
«No volverá Jesús porque su labor ha sido cumplida, y toca no a los dioses sino a otros hombres continuarla».
«Su reinado no era de este mundo: no volverá».
«Quieren que vuelva a redimirnos. Ellos dicen que Jesús vino a redimirnos y no nos redimió. Nosotros afirmamos que ese ser su­blime nos enseñó que no hay redentores, que cada cual debe redi­mirse a sí mismo».
«Claro es que Jesús ha fracasado, y que si vuelve tornará a fraca­sar»...

* * *

Bien. Todo esto podría ser una introducción a mis clases exegéticas si las doy. He copiado estos datos concretos simplemente para mostrar que el último libro de la Biblia es muy actual; y como decía León Bloy: «Cuando quiero saber las últimas noticias... leo el Apocalipsis», lo cual es verdadero en solfa y en serio. Naturalmente las últimas noti­cias, las noticias de las «ésjata» o últimas cosas (de donde el adjetivo «esjato lógico») están en el Apocalipsis; pero también resulta que van estando en él las últimas noticias de los diarios.


“Pluma en ristre”, págs. 208 a 212.