martes, 1 de octubre de 2013

ENTREVISTA AL PAPA PÍO X





De forma absolutamente clara, en su acostumbrado lenguaje católico, Su Santidad Pío X responde a estas preguntas de absoluta actualidad. Sin necesidad de nombrarlo se refiere a Jorge Mario Bergoglio o Francisco. La entrevista completa en este enlace.


Preg. — ¿Dónde están hoy los fautores del error? ¿Son enemigos declarados?

Resp. — “Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilaciones el silencio, es la circunstancia de que al presente no es menester ir a buscar a los fabricadores de errores entre los enemigos declarados; se ocultan y esto es precisamente objeto de grandísima ansiedad y angustia, en el seno mismo y dentro del corazón de la Iglesia. Enemigos a la verdad tanto más perjudiciales cuanto no se declaran como tales”.

Preg.  — Santísimo Padre, esos enemigos ocultos que causan angustia a vuestro paternal corazón ¿se cuentan entre los católicos? ¿Se los descubre entre los sacerdotes?

Resp. — “Sí. Hablamos, Venerables Hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en Filosofía y Teología, e impregnados por el contrario, hasta la médula de los huesos de venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del Catolicismo, se jactan, a despecho de todo sentimiento de modestia, de restauradores de la Iglesia”.

Preg. — Pero, ¿tales hombres se extrañarán de verse colocados por Vuestra Santidad entre los enemigos de la Santa Iglesia?

Resp. —“Tales hombres podrán extrañarse de verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia, pero no habrá fundamento para tal extrañeza en ninguno de aquéllos que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozcan sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de la verdadera doctrina quien dijera que ésta no ha tenido peores”.

Preg.  — ¿Por qué decís que son los peores enemigos de la Iglesia?

Resp. — “Porque, en efecto, como ya se notó, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera sino desde dentro; en nuestros días el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas, y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia”.

Preg. — ¿Por qué decís también que son los peores enemigos de la Iglesia?

Resp. — “Añádase que han aplicado la segur, no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos sino a la raíz misma, esto es, a la fe y a sus fibras más profundas”.

Preg.  — ¿Se contentan con arrancar la raíz de la vida?

Resp. — “Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal pasan a hacer circular el virus por todo el árbol, y en tales proporciones, que no hay parte alguna de la verdad católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper”.

Preg. — ¿Por qué medios persiguen su objetivo? ¿Cuál es su táctica?

Resp. — “Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida: amalgamando en sus personas al racionalista y al católico lo hacen con una habilidad tan refinada que engañan fácilmente a los incautos”.

Preg. — Pero ¿las consecuencias de su doctrina deben espantar y hacer retroceder a esos católicos y a esos sacerdotes?

Resp. — “Consumados en temeridad, no hay clase de consecuencias que los haga retroceder, o, más bien, que no sostengan con obstinación y firmeza”.

Preg. — ¿Por qué esos enemigos de la Iglesia son particularmente peligrosos y tienen más poder para seducir las inteligencias?

Resp. — “Juntan con esto y es lo más a propósito para engañar, una vida llena de actividad, asiduidad y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres con frecuencia intachables”.

Preg. — ¿Puede haber alguna esperanza de remedio?

Resp. — “Esto parece quitar toda esperanza de remedio; sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte, que han venido a ser despreciadores de toda autoridad, impacientes de todo freno, y, atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la obcecación y del orgullo”.

Preg. — ¿Es pues tiempo de hablar?

Resp. — “Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad”.

Preg. — ¿Qué nombre hay que dar a estos nuevos enemigos de Cristo y de la Santa Iglesia?

Resp. — “Modernistas: así se los llama vulgarmente y con mucha razón”.



Del “Catecismo sobre el Modernismo según la Encíclica ‘Pascendi’ de San Pío X” por J.B. Lemius.