Un último recordatorio acerca de la revista “The
Recusant” en papel, la cual le pedí al señor Pearce tener siempre unas copias
aquí, en la Capilla, para que después de Misa todos ustedes puedan llevarse una
copia, regresarla la semana siguiente y llevarse el siguiente número. Es
muy importante que continuemos estudiando los problemas de la Fraternidad y
no pensar “bien, ahora tenemos nuestra capilla, hemos hecho todos los estudios
que el Padre nos pidió, ya no es necesario seguir estudiando”. Sí, sí
necesitamos, porque de otro modo, si nos “sentamos en nuestros laureles”, si
nos sentimos muy orgullosos de nosotros mismos, terminaremos igual que la
Fraternidad. No veremos los nuevos problemas que suceden y volveremos a caer en
el liberalismo. ¡Todos somos liberales! Hemos sido tocados por este problema
del liberalismo, pero una buena forma de luchar contra él es estudiar todas las
semanas estos problemas.
En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo. Amén.
Del Evangelio de hoy, tenemos algunos elementos que
debemos recordar, como una lección para nosotros para dirigir nuestra vida. El
primero es el dar gracias. El segundo es el sacrificio y el tercer elemento es
el de la compañía a mantener o evitar, lo que no sería tan evidente en el mismo
Evangelio, pero les explicaré.
Primero que todo tenemos el deber de agradecer a
Dios, porque aquí lo que representan los leprosos son las personas que estaban
esclavizadas en el pecado, pecadores que fueron curados por Nuestro Señor. San
Agustín dice que la lepra, que es una enfermedad que corrompe el cuerpo, es una
imagen de la lepra del pecado que corrompe el alma.
Entonces la lepra es para el cuerpo lo que el
pecado es para el alma, y así explica el Evangelio de hoy San Agustín. Y por lo
tanto, todos somos pecadores. Solamente la Santísima Virgen María fue
preservada del pecado y no pecó jamás. Todos nacen con el pecado. Todos nacen
con lepra. Y sí, con el bautismo, la mancha del pecado original es lavada y
quitada, pero las consecuencias para el alma permanecen, es lo que llamamos las
heridas del pecado original. Y esas heridas nos han debilitado. Nos han
debilitado nuestro intelecto, nuestra voluntad. Y es por eso que estamos tan
inclinados a cometer pecados, lo que llamamos pecados personales.
Y es por eso que Nuestro Señor, sabiendo esto,
instituyó el Sacramento de Penitencia. Porque El sabía que seríamos débiles, Él
sabía que caeríamos, y Él sabía que necesitaríamos más que el bautismo. Y Él
instituyó, en Su gran misericordia y Su gran amor –no tenía que hacerlo- pero
instituyó este sacramento, y este sacramento opera por la aplicación de los
méritos de Su Sacrificio en la Cruz. Nuestros pecados personales y también el
que se nos quitó en el Bautismo, son lavados por la Sangre, por la efusión de
la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor. Esto es lo que tenemos que recordar:
Cada vez que vayamos a la confesión, cada vez que recordemos la gran gracia de
haber sido bautizados, todo esto es el resultado de la efusión de la Sangre de
Nuestro Señor en la Cruz.
Y este es el por qué, porque hemos sido redimidos a
tan alto costo, que necesitamos estar mucho más agradecidos por eso. Hubiera
sido más fácil para Nuestro Señor, porque Él es Hombre y Dios, salvarnos
simplemente con una oración. Pudo habernos redimido con una oración, con
cualquiera de las buenas acciones que realizó, porque era la acción del
Hombre/Dios, Él podía habernos redimido. Pero para mostrarnos la gravedad del
pecado, decidió someterse a Su Pasión. Y lo hizo de manera total, no escatimó
nada. Y Sus últimas palabras fueron “Todo está consumado” “Consumatum est”,
el sacrificio ha sido consumado. Esto es: completamente, como los holocaustos
del Antiguo Testamento eran colocados en el altar y tenían que ser consumidos
completamente por el fuego. Y así fue el holocausto de Nuestro Señor. Y Él
derramó completamente Su Sangre, y Él fue sometido a todas las terribles
torturas de la flagelación, la coronación de espinas, el cargar con la Cruz, y
todo lo demás. Se consumió a Sí Mismo hasta el final. Por eso tenemos que ser
agradecidos, tenemos que recordar estas enormes gracias que hemos recibido.
Cada día debemos agradecer a Dios todas estas gracias. Es el deber de dar
gracias.
La segunda cosa para recordar es que este deber de
dar gracias por purificarnos del pecado, por habernos salvado, tiene que
expresarse no solamente con emociones y sentimientos píos y dulces palabras; la
mejor manera de agradecer a Dios es uniendo nuestro propio sacrificio a Su
Sacrificio. Para que en nosotros haya tal amor hacia Nuestro Señor, hay que
meditar sobre Su Pasión y Su Bondad para todos nosotros, y a cambio queremos
hacer algo también. Queremos ayudar a salvar almas. Pero no podemos salvar
almas sino con el sacrificio. Él pudo haber hablado con Su Padre y habernos
salvado, pero NO, Él quiso mostrarnos que las almas necesitan sacrificio.
Necesitamos más que palabras. Necesitamos más que oraciones. Las oraciones son
muy necesarias pero necesitamos más. Necesitamos el espíritu de sacrificio. Hay
muchos sacrificios que podemos hacer diariamente, cientos de pequeños
sacrificios. Si estamos en gracia, tienen un valor muy grande.
La tercera lección del Evangelio de hoy que les
dije que no estaba tan clara al comienzo: Debemos aprender de estos leprosos,
no solamente a agradecer, no solamente el espíritu de sacrificio, sino también
que debemos huir de las malas compañías. La sociedad, y también el mandato de
Dios en el Antiguo Testamento, ordenaban que los leprosos ya no podían vivir
con sus familias. Ya no podían vivir en sus ciudades o pueblos, debían vivir
fuera de éstos. Tenían que vivir en su pequeño pueblo juntos para no extender
la enfermedad a su alrededor. Entonces lo que Dios pidió, lo que hizo la
sociedad para proteger la vida física de las personas en buena salud, tenemos
que hacerlo nosotros para proteger la vida de nuestras almas. Y por lo tanto,
tenemos que separarnos de los pecadores. En otras palabras… (algunas veces, por
supuesto, es imposible, porque trabajamos con ellos, o son vecinos o esa clase
de cosas, y tenemos que ser caritativos con ellos y ayudarlos en lo posible,
etc.)… No debemos tener amistad con ellos.
¿Cómo podemos ser amigos de personas que no aman a
Nuestro Señor? Es imposible. Si somos verdaderos católicos, si verdaderamente
entendemos el precio de nuestra salvación, si estamos realmente agradecidos con
Dios por todo lo que Él hizo por nosotros, nuestro deseo debe ser el tratar de
llevar a las personas a nuestro alrededor hacia Él; pero si ellos se niegan, y
si están obstinados en su malicia, en sus pecados, no podemos tener amistad con
ellos. Porque la amistad, por definición significa comunidad de intereses.
Significa que compartimos lo que es más importante para nosotros, lo
compartimos con alguien que tiene la misma opinión, la misma Fe. Esa es la
definición de amistad. No podemos ser amigos de gente que crucifica a Nuestro
Señor voluntariamente. Si ellos no lo saben, debemos entonces de decirles,
debemos instruirlos. Esa es caridad. No debemos odiar al pecador, debemos odiar
el pecado. Pero si el pecador no quiere cambiar, si al pecador no le interesa,
entonces ya no puede haber amistad. No se puede. De lo contrario estaremos
traicionando a Nuestro Señor.
Ahora ustedes dirán: “El Padre Girouard se levantó
con el pie izquierdo esta mañana, está un poco loco, tiene una teoría que yo
jamás había escuchado”. Bueno, para que no tengan duda, les leeré algunas citas
de la Biblia que dicen exactamente lo que he dicho:
Primero una cita del libro del Eclesiástico
(6,17): “Quien teme a Dios, logrará igualmente tener buenos amigos;
pues como él así es su amigo”. Entonces su amigo debe ser como
ustedes. Ustedes temen a Dios, pues entonces su amigo, si es su amigo, debe ser
como ustedes y tiene que temer al Señor.
Del libro de los Proverbios (13,20): “Quien
camine con el sabio, debe ser sabio”. Este es uno de los motivos del
por qué debemos tener buenas compañías, porque nos lleva al bien. Nos da más
incentivos.
“Procede con cuanta cautela
puedas con tu prójimo y aconséjate con los sabios y prudentes. Sean tus
convidados varones justos (Sean tus convidados SOLO varones
justos) y tu gloria consista en temer a Dios. Eclesiástico 9, 21-22).
Ahora, un ejemplo sobre lo que sucede a aquellos
que tienen malas compañías. Un ejemplo tomado del Rey Josafat en el Antiguo
Testamento, el cual ayudó y fue amigo del Rey de Israel, quien en ese tiempo
era malo. Un profeta vino a el: (2 Crónicas 19,2) “A cuyo encuentro
vino Jehú, profeta, hijo de Hanani y le dijo: “Tú das socorro a un impío y te
estrechas en amistad con gente que aborrece al Señor; por tanto, merecías
experimentar la ira del Señor”. Y fue abatido en una gran batalla.
Otra cita tomada del Eclesiástico (13,
21-22): “Cuando el lobo trabe amistad con el cordero, entonces la
tendrá el pecador con el justo”. Entonces el justo será siempre el que
pagará su amistad con el pecador.
“Guárdate de contraer jamás
amistad con los habitantes de aquella tierra, lo que ocasionaría tu ruina”. Este es el Libro del
Éxodo 34,12. Es cuando Dios los envió a la Tierra Prometida. Él les advirtió no
tener amistad con aquella gente.
“Quien anda con sabios, sabio
será; el amigo de los necios se asemejará a ellos”. Del Libro de los Proverbios
13,20.
Ahora, en el Eclesiástico 27,14: “La
conversación de los pecadores es insoportable, porque ellos hacen gala de las
delicias del pecado”. Es lo que buscan los pecadores. Eso es lo
que aman. Eso es lo que los hace felices.
Salmo 25, 4-5: “Nunca he ido a sentarme
en las reuniones de la gente vana, ni conversé jamás con los que obran la
iniquidad. Aborrezco la sociedad de los malvados y evitaré siempre la
comunicación con los impíos”. Fuertes palabras, una vez más. “Aborrezco
la sociedad de los malvados y evitaré siempre la comunicación con los impíos”
Ahora el Salmo 140,4: “No permitas que
se deslice mi corazón a palabras maliciosas para pretextar excusa en los
pecados como hacen los hombres malvados: en sus delicias no quiero tener
parte”. No me comunicaré con aquellos que obran la maldad, que obran la
iniquidad.
“Pon tu pan y tu vino sobre la
sepultura del justo, y no comas ni bebas de ello con los pecadores”. Tobías 4, 18.
Del Libro de los Proverbios (4, 14-15): “No
te aficiones a los caminos de los impíos, ni te agrade la senda de los
malvados: húyela, (¡HUYELA!) no pongas el pie en ella;
desvíate y abandónala.
“Apártate del hombre perverso,
y estarás lejos de obrar el mal”. Del Libro del Eclesiástico (7, 2).
Y del mismo libro (22, 14-16): “Con el
necio no hables mucho, y no te acompañes con el insensato. Guárdate de él para
no tener inquietudes, a fin de que no te manche su pecado. Desvíate de él y
tendrás sosiego, y no recibirás tedio por su necedad”
Ahora en el Nuevo Testamento. La Primera Epístola
de San Pablo a los Corintios (5: 9, 11,13) “Os tengo escrito en una
Carta que no tuvieses trato con los fornicarios. Mas lo que ahora os escribo es
que no tengáis trato con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, o
avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho o ladrón; con ese tal ni siquiera
toméis bocado. A los que son de afuera los juzgará Dios: “Quitad al malvado de
en medio de vosotros”. ¡Este es San Pablo!
Y en la Segunda Carta a los Corintios (6, 14-17) él
dice: “No os juntéis bajo el yugo desigual con los que no creen.
Pues ¿qué tienen de común la justicia y la iniquidad? ¿O en qué coinciden la
luz y las tinieblas? ¿Qué concordia entre Cristo y Belial? ¿O qué comunión
puede tener el que cree con el que no cree? (¡Está claro!) ¿Y
qué transacción entre el Templo de Dios y los ídolos? Pues Templo del Dios vivo
somos nosotros, según aquello que dijo Dios: “Habitaré en ellos y andaré en
medio de ellos; y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Por lo cual salid de
en medio de ellos, y apartáos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y Yo os
acogeré.
Y en su Segunda Epístola a los Tesalonicenses
(3,6): “Os mandamos, hermanos, en nombre de Nuestro Señor
Jesucristo, que os retiréis de todo hermano que viva desordenadamente y no
según las enseñanzas que recibió de nosotros”.
Y lo siguiente es una advertencia, no solamente
de no tener compañía con ellos, sino que sea con el
deseo de ayudarles a convertirse: “Si alguno no obedece lo que
ordenamos en esta Epístola, a ese señaladle para no juntaros con él, a fin de
que se avergüence. (El primer paso para la conversión es que el
hombre debe avergonzarse, para hacerlo sentir culpable). Mas no le miréis
como enemigo, antes bien amonestadle como a hermano (2da a los
Tesalonicenses 3, 14-15). Como dije al principio, queremos la salvación de los
pecadores, pero a veces el primer paso es hacerlos sentir culpables, y
decirles: “Yo no, no puedo tener compañía con usted, porque usted no se quiere
convertir”.
Todo lo que dije, todo lo que leí aquí (y hay muchas
más citas) no es solamente para nuestra vida personal, sino que todas estas
citas pueden ser utilizadas en la presente crisis de la Fraternidad. Todas
estas citas de la Biblia nos advierten de huir, de separarnos de los que obran
maldad, y de aquellos que abandonan la Fe. Y por lo tanto, no podemos regresar
a Roma, y mucho menos estar sometidos a su autoridad, a menos que se
conviertan. Debemos ponerlos en vergüenza. Debemos permanecer separados de
ellos y decir: “No puedo volver porque ustedes están traicionando a Cristo y a
Su Iglesia. Y no regresaré, no firmaré ningún acuerdo, no trataré de
agradarlos, porque la mejor manera para ayudarlos a convertirse, es permanecer
afuera y continuar predicando y continuar diciéndoles: “Ustedes están equivocados,
están en el camino del infierno. Ustedes necesitan convertirse, regresar a la
Tradición. Necesitan convertirse en verdaderos Católicos otra vez. ¡Y no tendré
parte con su nueva iglesia! ¡Deben volver a la doctrina Católica!”.
Entonces estas citas son muy buenas para la
presente crisis en la Fraternidad, y también para nuestra vida personal.
¡Y eso está en la Biblia, la Palabra de Dios
Altísimo! Por lo tanto, recemos, queridos amigos, que obtengamos, de Dios, el
valor de obedecer Sus palabras.
En el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu
Santo. ¡Amén!
NOTA BENE: Como dije en mi sermón,
hay otras muchas citas de la Biblia que dicen que debemos evitar las malas
compañías y apegarnos a las personas religiosas. Porque el tiempo apremia,
solamente usé una fracción de las citas disponibles y creo que fueron
suficientes para probar lo que dije. Sin embargo, les daré unas cuantas citas
más que pueden ser útiles:
Salmo 100, 3-7: “… He aborrecido
a los transgresores de la Ley. Conmigo no han tenido cabida hombres de corazón
depravado; ni he querido conocer al que con su proceder maligno se desviaba de
mí. No admitía en mi mesa hombres de ojos altaneros y de corazón insaciable… No
morará en mi casa el que obra con soberbia, ni hallará gracia en mis ojos aquél
que habla iniquidades”.
Proverbios 24, 1: “No envidies a los
hombres malos, ni desees estar en su compañía”.
Romanos,
16, 17 : Os
exhorto, hermanos, que observéis a los que están causando las disensiones y los
escándalos, contrarios a la enseñanza que habéis aprendido y que os apartéis de
ellos.
2
Pedro 3; 3, 4, 8, 10: Sabiendo
ante todo que en los últimos días vendrán impostores burlones que, mientras
viven según sus propias concupiscencias, dirán: ¿Dónde está la promesa de su
Parusía? Pues desde que los padres se durmieron todo permanece lo mismo que
desde el principio de la creación… A vosotros, empero, carísimos, no se os
escape una cosa, a saber, que para el Señor un día es como mil años y mil años
son como un día… Pero el día del Señor vendrá como ladrón… Vosotros, pues,
carísimos, que lo sabéis de antemano, estad en guardia, no sea que aquellos
impíos os arrastren consigo por sus errores y caigáis del sólido fundamento en
que estáis…
2 Juan, 1; 10-11: Si viene alguno a
vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis. Porque
quien le saluda participa en sus malas obras.