Por
Federico Ibarguren
Y
aquí va —por último— mi mensaje de esperanza, destinado a los jóvenes
argentinos de la nueva generación.
Vivimos
tiempos trágicos y en el mundo ustedes —muchachos nuestros de 20 y 30 años
cumplidos o por cumplir— movilícense también pronto (es urgente) en defensa de
nuestra Fe, dando insobornable testimonio de todos los terrenos del quehacer
nacional, en procura de una profunda restauración espiritual —y por añadidura
política en orden al Bien Común católico— en la Argentina de los próximos
lustros. Porque la Masonería no se duerme. Y la Izquierda marxista tampoco.
Triunfaréis,
es cierto, muchachos tradicionalistas de la nueva generación, si estáis unidos;
pero sin acomodos equívocos ni complejos de inferioridad frente al inicuo mundo
moderno, que niega la Verdad Revelada e, incluso —a veces— la verdad a secas.
Nadando, sí, contra la corriente turbia del escepticismo criollo; del “no te
metás” famoso; del materialismo ateo contemporáneo —no únicamente del
comunista— y de la frivolidad que corrompe tantas conciencias jóvenes con
promesas de una ganancia crematística fácil.
¡Basta
ya de componendas narcisistas; de sexualismos freudianos fomentados
artificialmente mediante la droga o el alcohol! ¡Basta ya de adorar ídolos de
barro promovidos por una propaganda masiva que adormece las almas! ¡Basta de
mentiras demagógicas y de pacifismo liberal! “Sursum Corda”.
No
se dejen robar ingenuamente, compatriotas de la novel generación, los frutos
del trabajo nacional con el viejo cuento de la “eficiencia” y “competencia”
económicas. ¡Cuidado con los lobos rapaces “tecnocráticos” disfrazados de
inocentes corderitos! ¡A proteger, pues, el patrimonio comunitario nuestro,
toda vez que la verdadera caridad empieza por casa!
Evitad
caer a toda costa en las redes de la “sociedad de consumo” que nos animaliza a
todos. “La juventud ha sido hecha no para el placer sino para el heroísmo”.
Hagamos de esa bella consigna de Claudel, nuestra invicta bandera de guerra.
Preparemos desde ya el espíritu de nuestros nietos. Ahora mismo, con presteza.
Pero atención: no equivoquen otra vez el rumbo con utopías de cualquier tipo,
los inmaduros púberes argentinos de la nueva generación. Sepan por anticipado,
que en todos los tiempos: “Milicia es la vida del hombre contra la malicia del
hombre”, al decir de Gracián.
¡Ya
basta de cobardías disfrazadas! Bien está que sean tolerantes con el prójimo
equivocado, pero férreamente intransigentes con el error. Nunca pierdan de
vista la realidad que nos rodea, muchachos argentinos, pero sin bajar la
guardia ni resignarse ante los embates del enemigo poderoso: aunque les cueste
la vida a algunos en la demanda. Y aunque, en definitiva —Dios no lo quiera—
tengan acaso que defender (solos y acorralados) el honor de Cristo Rey en
nuestra patria: desde una catacumba o desde una trinchera.
¡Sin
jamás renunciar a la lucha!