Pretendiendo
hacer leña de lo que él cree un árbol caído, a raíz de la reciente condena
judicial a Mons. Williamson en el caso por “negacionismo” del “Holocausto”, el
publicista oficioso más imprudente y a la vez más torpe de los pocos que se
animan a decir algo desde la FSSPX Conciliar, muestra nuevamente –con la
brutalidad propia de quien no es consciente de lo que está cometiendo- ser un hipócrita, un mentiroso, y un imbécil.
¿Palabras duras? Palabras que deben golpear en el costillar de aquel que usa de
las palabras irresponsablemente para sumarse al acto de condena de los enemigos
de Cristo hacia un obispo católico tradicionalista, y aprovechar para “patear
al caído”, a la vez que defiende el error con la vehemencia de un fanático.
Hipócrita,
porque dice lamentarse de la malaventura de alguien a quien contribuye a
difamar con sus escritos injuriosos y falaces, invitando luego a rezar por
aquel a quien azota impiadosamente.
Mentiroso,
porque sus difamaciones para con Mons. Williamson y los católicos resistentes
no las sostiene con pruebas, hechos o documentos, los cuales en cambio sí
abundan sobremanera para probar la traición de Mons. Fellay y sus colaboradores
a la causa de la Tradición y Mons. Lefebvre. Este bloggero irresponsable jamás ha buscado ni podido rebatir nada de
lo que lo empece, limitándose a copiar y pegar, con un breve comentario
subjetivo y en mayúsculas -más producto de la emoción que de la reflexión- a la
cabeza de los artículos que copia y pega (a veces sin ni siquiera una decente
traducción). A pesar de que, según parece, el magín no le da para escudriñar en
profundidad los diversos aspectos de la actual crisis de la FSSPX, no obstante
saca conclusiones fáciles, las más de las veces absurdas o que sólo sirven para
confirmar sus preconceptos. ¿Hay acaso una producción intelectual por parte de
los sacerdotes y miembros de la Nueva FSSPX con las cuales refutar y demostrar
las mentiras que supuestamente dirían los “traidores” de la Resistencia? Nada
en absoluto. Terreno yermo. Una tierra baldía cubierta del brulote y la voz
patoteril. Ningún debate serio. Nada. Imagen por demás elocuente de lo que es
hoy la Nueva FSSPX.
Imbécil,
porque desarmado intelectualmente sale a lancear y a querer poner los puntos
sobre las íes en defensa de su agrupación, resultando de su acción todo lo
contrario: el demérito de la Nueva FSSPX y la involuntaria confesión de que el
fanatismo ha ocupado el lugar de la sensatez y la discreción.
El
escriba, con una viciosa industriosidad lancinante,
pretende descalificar a alguien como el Padre Faure tildándolo de “amanuense de
Mons. Lefebvre”: dice esto precisamente un simple “amanuense” por no decir
vasallo de Mons. Fellay, ¿no es verdaderamente penoso? Bueno, tal vez lo sea
sólo del Padre Bouchacourt…lo mismo da.
El
pobre llevado de su furor, razona del siguiente modo: por haberse ido y no
haber sido consecuente con la causa de la FSSPX, ahora Mons. Williamson paga
siendo condenado por el mundo. ¿Qué tal? “Hoy el mundo le paga su
inconsecuencia”, berrea este tradi-liberal. Lo que implícitamente viene a
querer decir: “Si hubieses permanecido callado…como muy bien ha sabido hacer
nuestro Superior general…”. Pues vamos a decirlo claramente: una condena del
mundo es una condecoración para el cristiano, para el verdadero católico. Una
medalla que honra. San Pablo se tenía por basura para el mundo, y era un timbre
de honor ser maltratado por el enemigo de Cristo, por ese mundo que aplaude a
los herejes modernistas. Ese mundo que ensalza noche y día a Francisco, que
nunca lleva a juicio a los destructores de la Iglesia, a los negadores de la
moral y los derechos divinos. Pero estos imbéciles liberales de hoy, cruzados
de café que piden temblorosos no ser “excomulgados” o “discriminados” cuando
viene la marea de la impiedad para acusarlos, prefieren entonces recurrir a la ambigüedad
y la diplomacia, como su jefe supremo Mons. Fellay, que por miedo a ser “excomulgado”
por lo modernistas (confesión de Mons. Tissier, aunque lo del miedo no lo dice,
lo decimos nosotros), envía a Roma una declaración doctrinal acomodada a los
gustos modernistas de los enemigos de Cristo, renegando de todo aquello por lo
que se había luchado durante años.
Diremos
también, y aquí reside la principal justificación de nuestro correctivo, que un
lector del mencionado blog hace un comentario que sirve para descubrir los
prejuicios y temores que les son inoculados. Con todo respeto nos dirigimos a
quien esperamos sea capaz de recordar que, como decía Chesterton en su época,
al entrar a la iglesia el católico debe quitarse el sombrero, no la cabeza. Hoy
podemos decir otro tanto al entrar a un sitio o blog de Internet: el católico
debe estar avisado, tener discernimiento, deseos de la verdad y, en definitiva,
pensar con la cabeza propia. Los prejuicios que se la han transmitido al señor
lector le hacen decir, por ejemplo: “Y
justamente porque son incapaces de someterse a cualquier autoridad, salvo la
propia razón (esto es bien revolucionario!!!), fue que no pudieron armar su
propia fuerza, y están en riña constante. No frecuento esos sitios que tienen,
porque lo considero simplemente pecaminoso, pero por ahí me entero que están a
los sopapos”, etc.
Tres
cosas le diremos al comentador:
Primero,
es tan malo no querer someterse a una autoridad como el someterse
indebidamente. La autonomía absoluta y la obediencia ciega e idiota son ambas
nocivas y llevan de hecho a la perdición. Y ambos extremos son los que están
haciendo mella en quienes parecen ser opuestos: la Nueva FSSPX con su
obediencia absoluta; y el grupo de Radio Cristiandad y otros sectarios menos
ruidosos, con su autonomía irreductible. Pero es parte de la confusión que desde
la FSSPX Conciliar se sostiene, al poner en la misma bolsa a todos los que
están fuera de la Nueva FSSPX, sin ningún tipo de discriminación.
Segundo,
dice cosas que no conoce y habla de oído. Él mismo confiesa que no frecuenta
tales sitios. Entonces no conoce nada acerca de la organización o no
organización ni de las razones que van con ello, pero su primera conclusión es
que todo se debe al afán de autonomía. Dice también que hay riñas, cuando desde
el blog donde comenta no se deja de reñir contra diversos sitios y blogs (de
una manera estúpida y, para peor, facilitando los enlaces de los sitios y blogs
que recomienda no visitar: contrasentido propiamente liberal). Si se trata de
combatir los errores, entonces habrá siempre disputas. ¿Qué piensa que ha sido
la historia de la Iglesia, hasta que llegó el fatídico Concilio (del cual Mons.
Fellay adhiere un 95%)? Lea por ejemplo las vidas de San Atanasio o San
Agustín, o vaya nomás a Mons. Lefebvre, y verá que no fueron vidas tranquilas y
sin controversias y disputas. Claro que si se va a seguir el modelo propuesto
por Mons. Fellay para la Nueva FSSPX Inc., entonces debe esperarse una
tranquila y cómoda siesta sin controversias de ningún tipo. ¡Los años ’50
fueron tan lindos!
Tercero,
no sabemos qué mandamiento se viola al ingresar en uno de los sitios de la
resistencia católica (no podemos conocer los pensamientos del lector), pero lo
que sí sabemos es que nuestro blog tiene las puertas abiertas para que
investigue seriamente, y, en caso de que encuentre mentiras, errores o juicios
infundados, nos lo haga saber, para poder discutir como se debe. Si el lector
se anima a entrar en nuestras páginas, encontrará infinidad de análisis
exhaustivos –discutibles quizá, pero serios- sobre los hechos, palabras y relaciones
de lo que en los últimos tiempos ha venido aconteciendo en la FSSPX. También
encontrará la justificación para entender por qué la Fraternidad es llamada de
diversos modos debido al cambio que se ha operado en ella.
En
definitiva, y recordando a San Pablo, “examinad los espíritus para ver si son
de Dios”, “escudriñad las Escrituras”, para ver si coinciden con las enseñanzas
que recibimos. De igual modo se debe examinar con responsabilidad y sin temor
todo este tema de la FSSPX. Recordemos esta frase del Papa San Félix III: “El
error al cual no se resiste, queda aprobado; y la verdad que no está defendida,
está oprimida”. Si señalamos un error debemos explicar en qué consiste, y por
qué y de qué manera se difunde. No basta con señalar con el dedo. Hay que
-insistimos- explicar con buenas armas cuál es el error y, en consecuencia,
cuál es la verdad. Para ello se debe estar dispuesto, muchas veces, a ir contra
la mayoría, aún contra lo que uno mismo pensaba que sabía. He allí el mayor
desafío: afrontar la propia humillación ante la verdad. Pero sólo así seremos
libres. De lo contrario, seremos ciertamente negacionistas: negacionistas de la
realidad.