Todo parece indicar
–según la información surgida de Buenos Aires- que así como el gobierno de la
Argentina (un gobierno infame que entre otras cosas tuvo el baldón de expulsar
del país a Monseñor Williamson) ha buscado a su enemigo no entre las filas de
quienes detentan el poder de la usura y las finanzas, sino en la prensa que por
determinados intereses da a conocer algunas cosas malas de ese gobierno, impulsándolo
a crear una llamada “Ley de Medios” para tapar esas voces disidentes, de la
misma manera parece ser que ahora la Fraternidad de Monseñor Fellay -que
también coincide con el gobierno de la Argentina en haber expulsado a Monseñor
Williamson- ha encontrado en la prensa
independiente en Internet al gran enemigo contra quien combatir.
El pasado domingo,
durante las misas y previo al sermón, un comunicado leído por los sacerdotes
señaló concretamente al sitio NON POSSUMUS como nocivo para los fieles,
supuestamente por sus mentiras, rumores y calumnias. Más allá de que el mentado
blog puede dar gracias por la publicidad gratuita que le fue dispensada, el mismo podría ser quien acuse y diga que se
lo infama y calumnia, pues en el citado comunicado no se indica cuáles
mentiras, calumnias o errores se incluyen en el blog NON POSSUMUS. Desde luego
que el espacio del sermón no es el indicado para tales aclaraciones, ¿pero lo
es para generar una polémica a la que sólo se deja por la mitad? ¿No es
impropio de un cristiano acusar a alguien de error sin decirle cuál es ese
error? ¿No es indigno decirle a alguien que miente pero no en qué miente?
¿Acaso en la famosa Carta de los 37 sacerdotes que dicen sería de sólo 3
sacerdotes? ¿Y dónde están las pruebas? ¿Y si sólo son 3 sacerdotes, por qué
tanto alboroto? ¿Y si NON POSSUMUS subió ese artículo desde un sitio francés,
eso lo convierte en indecente y peligroso al punto de tener que mencionarlo? ¿Y
si toda esta acusación no es otra cosa que nubes de humo para evitar tener
que discutir el contenido de dicha Carta de los 37 sacerdotes franceses? Si
su contenido es errado y mentiroso, ¿por qué no se lo desmiente, pudiendo
hacerlo fácilmente y contando con los medios para ello? ¿Por qué se hace
hincapié en el anonimato de la carta y no en lo que dice? ¿Acaso si
fuera firmada sí se discutiría su contenido, o simplemente ocurriría con esos
sacerdotes como pasó con otros, que fueron sancionados sin aceptar la más
mínima discusión? ¿Y acaso el principio de autoridad se impone sobre la verdad
o es la verdad la que legitima el principio de autoridad, que sólo existe para
la verdad y no para el error? ¿Y no fue una afrenta contra las autoridades de
la Fraternidad la carta de Monseñor Di Noia enviada a los sacerdotes y
distribuida masivamente, y sin embargo ningún comunicado de repudio se leyó en
las capillas de la Fraternidad? Y finalmente, ¿puede pedirle la Fraternidad a
sus fieles que, ante todo lo que está pasando, se conformen con la información
inexistente de su sitio oficial del Distrito, que se renueva cada tantos meses
con noticias sociales o comunicados que llegan tarde? Si hasta los mismos fans de la Fraternidad lo critican… Si
la Fraternidad juzgase que sus fieles deben estar informados de lo que para
ella es la verdad de lo que sucede en esta crisis, ¿acaso no instrumentaría los
medios necesarios para cumplir con tal fin? ¿O será que no dice nada porque no
tiene nada que decir o porque no es capaz de rebatir aquello de que se acusa a
sus autoridades?
Mientras las
autoridades de la Fraternidad no refuten aquellas acusaciones que se les hacen
razonable y documentadamente, mientras no demuestren que a quienes acusan de
error están en el error, mientras se limiten a difamar, a silenciar, a evadir
la discusión franca y abierta, su autoridad se seguirá cayendo a pedazos, por
más lujosas iglesias y seminarios que edifiquen con toda la pompa y
circunstancia. Porque “Si Dios no edifica la casa, en vano trabajan los que la
construyen”.