Comentario Eleison
Número CCXCVI (296)
16 de Marzo de 2013
INDIGNA DIGNIDAD
Monseñor Williamson
Una lectora presentó argumentos a favor de la
enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa. Aun cuando el tema ha
sido varias veces enfocado en los “Comentarios Eleison”, sus razones merecen
seguramente ser consideradas porque es vital para los católicos de hoy asir
exhaustivamente la falsedad de esta enseñanza. Lo que el Concilio enseñó en el
párrafo 2 de su Declaración sobre la Libertad Religiosa (Dignitatis Humanae) es
que todos los hombres, cuando se trata de actuar en privado o en público según
sus creencias, deben estar libres de toda coacción ejercida por cualesquiera
otros hombres o grupos de hombres. Más aún todo Estado humano debe hacer de
este derecho humano un derecho constitucional o civil.
Por el contrario, a lo largo de toda la historia
de la Iglesia antes del Concilio Vaticano II, la Iglesia católica ha enseñado
sistemáticamente que todo Estado, en tanto que él encarna la autoridad civil de
Dios sobre las criaturas humanas de Dios, está obligado como tal de utilizar
esta autoridad para proteger y favorecer la única verdadera Iglesia de Dios, la
Iglesia católica del Dios Encarnado, Nuestro Señor Jesucristo. Evidentemente,
los Estados no-católicos serán condenados más por su falta de Fe que por no
haber dado protección civil a esta Fe. Igualmente los Estados católicos pueden
abstenerse de prohibir la práctica pública de las falsas religiones ahí donde
tal prohibición provocaría más daño que bien para la salvación eterna de los
ciudadanos. Sin embargo el principio permanece intacto: los Estados de Dios
deben proteger la verdadera religión de Dios.
De hecho, la enseñanza Conciliar implica o
bien que los Estados no son de Dios, o bien que no existe una verdadera
religión de Dios. En los dos casos, esta enseñanza al Estado le libera implícitamente
de Dios y por este mismo hecho coloca la libertad del hombre por encima de los
derechos de Dios o, más simplemente, al hombre por encima de Dios. Es la razón
por la cual Mons. Lefebvre decía que la enseñanza Conciliar constituye una
blasfemia. Y no nos digan que los otros párrafos de DH contienen una buena
enseñanza católica. Una sola rajadura provocada por el témpano fue suficiente
para hacer zozobrar al Titanic. DH #2 por sí solo basta para hacer zozobrar la
doctrina católica. Pero veamos los argumentos que pretenden defender la
enseñanza del Concilio.
1 DH es parte del Magisterio Ordinario, el
cual debe ser tomado muy en serio.
DH proviene de los que tienen el deber de
enseñar dentro de la Iglesia, es cierto, pero no proviene del Magisterio ordinario
infalible, ya que DH contradice la enseñanza tradicional de la Iglesia, como
acabamos de demostrarlo arriba.
2 DH no hace más que manifestar derechos
humanos que están garantizados por la ley natural.
La ley natural coloca los derechos del hombre abajo
y no por encima, de los derechos de Dios.
3 DH no reniega del modelo católico en las
relaciones Iglesia-Estado.
¡Pero por supuesto que sí lo hace! El párrafo
#2 libera al Estado de su obligación esencial para con la única verdadera
Iglesia.
4 DH está escrita en el contexto del mundo
moderno donde todo el mundo cree en los derechos del hombre.
Y, ¿desde cuándo la Iglesia debe adaptarse al
mundo y no el mundo a la Iglesia?
5 DH no enseña que el hombre tiene un derecho
al error.
Si el Estado de Dios debe garantizar un
derecho civil a practicar en público religiones falsas, entonces se deduce que
uno obliga a Dios a otorgar un derecho al error.
6 DH es una llamada a los gobiernos modernos
para que garanticen la mitad de una rebanada de pan, lo que es mejor que nada
de pan.
La verdadera doctrina católica es tan lógica y
tan coherente que al abandonar una parte, se la abandona enteramente. Y, ¿qué
oveja se salvó ofreciéndose ella misma al lobo?
7 Los católicos no deben retirarse del mundo
moderno encerrándose en un ghetto doctrinal.
Los católicos deben hacer lo que tienen que
hacer, ir a cualquier lugar donde deben ir, para que no abandonen los derechos
de Dios ni comprometan Su honor. Si esto significa el martirio, ¡que así sea!
Kyrie eleison.