Marcelito Figueroa y
el acariciante Francisco.
EL APÓSTATA MARCELO FIGUEROA
Este
sujeto cobró notoriedad por conducir un programa de televisión por el canal 21
de la Arquidócesis de Buenos Aires, intitulado “Biblia, diálogo vigente”, donde
eran protagonistas el Cardenal Bergoglio y el Rabino Skorka, dos luminarias del
diálogo interreligioso porteño. Sobre el programa, quizás pueda decirse que era
algo así como una especie de Polémica en el bar
civilizado, sin improperios, ni peleas ni sifones de soda, pero con su
correspondiente sanata y su correspondiente judío, condimentados con un poco de
lunfardo y algún que otro chiste, generalmente por parte de Bergoglio. La
Biblia era la excusa, el Macguffin
para justificar el transcurrir de los interminables minutos, al final de los
cuales quedaba claro que, a pesar de la religión “todos somos amigos”.
Tras
muchos años de estudiar, Marcelito obtuvo el título de Contador público. Parece
que tardó demasiado porque en sus ratos libres solía tocar la guitarra y escribir
poemas. La indecisión lo turbaría un poco.
De familia radical, él también se afilió a la Unión Cívica
Radical (como buen guitarrero). Este partido era (dicen que todavía respira) la
Socialdemocracia que fracasó en cuanto gobierno ocupó merced al malparido sufragio
universal. Antes de llegar al término de sus mandatos, crisis hiperinflacionarias o militares sublevados mandaban a sus casas a los prohombres radicales que hoy son
considerados próceres en las marmolerías y en las efemérides políticas. No
obstante, Figueroa asegura que su pensamiento es socialista, y se declara
admirador de los socialistas Alfredo Bravo (además masón) y Estévez Boero. Esto
parecería suficiente para justipreciar la catadura intelectual del muchacho.
Pero esto no es lo más grave de su caso.
Este amigo de Francisco
fue bautizado como católico cinco años antes del fatídico superconcilio
Vaticano 2do. Llegó inclusive a tomar la primera comunión. En esto no desdice de una mayoría de
argentinos, que hasta ahí llegan y después se alejan de la práctica sacramental,
por falta de verdaderos pastores de la grey y de progenitores que tengan
verdadera fe. Además y para colmo, el papá de Marcelito era dirigente radical,
y los radicales siempre se han tenido por hombres ejemplares, intachables,
dechados de corrección. ¿Para qué iban a ir a arrodillarse a una iglesia si
podían ir a sentarse al comité? Marcelito era lo que se dice “católico no
practicante”, o sea, “buen protestante”. Así resultó que quizás sin proponerse
completar el adagio, llegó a hacerlo. Porque atravesando alguna crisis –no sabemos
si tenía puesta la boina blanca de los radicales cuando esto le sucedió, pero
probablemente sería una mediocre crisis, seguramente una crisis radical, ¡oh,
los radicales siempre con sus crisis tan pavotas!-, siendo ya más grandote, su hermana que era protestante le dio una
Biblia protestante, y Marcelito empezó a protestantear, convirtiéndose en
protestante (o “evangélico” como dicen algunos impropiamente). Para ser más
exactos, pasó a pertenecer a la secta presbiteriana, fundada por el calvinista
John Knox en Escocia en 1643. Pero la cosa ahí no paró, y, entusiasmado, el
radical y socialista Figueroa llegó hasta ser presidente de la Sociedad Bíblica
Argentina y miembro de la junta mundial de Sociedades Bíblicas. Luego, el libre
interpretador bíblico tocó “el cielo con las manos” cuando llegó a compartir
pantalla con quien iba a ser conocido mundialmente como “Francisco”, “un viento
fresco de Dios”, según el sabio radicha.
Según
sus sabias palabras, reproducidas por personas enteradas
de lo que sucede en el Vaticano, el ecumenismo “es un viaje de ida. Es entender que Dios es mucho más grande que mi
pertenencia de fe confesional. Es comprender que yo nunca puedo considerarme
poseedor de una verdad.Y es aprender del otro la forma que vive y piensa la fe,
diferente a la mía, porque me enriquece. Yo
soy mejor protestante desde que estoy con los católicos, y soy mejor cristiano
desde que me encuentro con hermanos judíos”. Por supuesto, Marcelito
nunca en su vida (salvo quizás en su Bautismo, pero de eso no se acuerda) ha
estado con católicos, sino que ha frecuentado a herejes modernistas, como el
caso de Bergoglio. De ahí que mejorara su performance protestante tras cada
“diálogo vigente”. Ni que decir que el mismo efecto le hacía el estar con sus
“hermanos judíos”, como Skorka.
No
resistimos reproducir fragmentos de una entrevista que el famoso diario
de la cornetita le realizara a fines del año 2013:
-Hace diez años
conociste a Bergoglio. ¿Dónde y cómo fue?
-En el arzobispado.
Yo pedí una audiencia para acercarle protocolarmente la tarea nuestra, que desde luego conocía.
Estábamos en una sala, y él vino de otra y me saludó como si nos conociéramos
de toda la vida. Después nos fuimos
encontrando cada vez más en iglesias de algún culto ecuménico. Y así, de
una relación protocolar distendida fuimos
contruyemdo una relación de hermandad genuina, y después de amistad. Hasta el
2010, cuando me invita a trabajar con el canal.
-¿Alguna frase
habitual en Bergoglio que te quedó titilando (sic)?
-Dos cosas. Una, que
él siempre ponía un ejemplo de algo que le había pasado, y decía “Esto viene de
Dios para que no me la crea”. Y otra es
el tema del ecumenismo: “Mirá Marcelo, nosotros caminemos juntos, después dejá
que los teólogos se las arreglen con los líos que hacemos”.
-Decís que su papado
es una primavera espiritual (sic).
-Que Bergoglio sea Francisco papa es una caricia, un viento fresco de Dios. De unidad, de
humildad, de estilo de liderazgo, de acercamiento, de diálogo. Debemos ser todos sabios de entender esta
ventana, esta primavera que se está abriendo. Y aprovecharla. Los protestantes no
tenemos Papa pero yo tengo que reconocer, humildemente, que el hombre elegido
por Dios para esta época es Francisco.
El
humilde biblista Marcelito Figueroa persiste en su fe protestante, enriquecida
cada vez más por el aporte de las otras expresiones religiosas que no creen en
Dios, sino en el hombre. Por eso cada aporte enriquece la “unidad en la
diversidad” y como él mismo dice a los enterados vaticanistas, “el verdadero mal de las religiones que es la
ideología o el dogma por encima por la fe”. El eminente teólogo
presbiteriano-radical quizás haya tenido también un diálogo vigente con otro
hombre de fe probada y enriquecedora como Ramón Palito Ortega. De él
habrá aprendido quizás a sostener una fe con dogmas un tanto maleables. ¿Quizás
sigue sumergido en la influencia de Giuseppe Ingegnieri?
Como
él bien dice, los protestantes no tienen Papa. Pero tienen ahora un líder que
se llama Francisco. Y aprovechan la ventana abierta para meterse donde esperan encontrar una acariciante primavera. ¡Oh, Marcelito, avivate! Francisco va a terminar rajando como Alfonsín, ¿te acordás?, en medio de un caos apoteósico. Apechugá, Marcelito, porque tu amigo te va a hacer caer también en la volteada. Y ni siquiera te van a hacer estatuas con que perpetuarte.