"Sor Lucía, la
vidente de Fátima, dice un día al Card, Caffarra: “Padre, vendrá un momento en
el que la batalla decisiva de Satanás con Cristo será el matrimonio y la
familia”. Henos aquí. Si es el tiempo del “obispo vestido de blanco” serán
dolores para todos (¿recuerdan la visión de la ciudad en ruinas?)"
Después de 2000 años el
divorcio es impuesto en la iglesia. Y el cisma se hace más inminente
Por Antonio
Socci
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“Newsweek” ha puesto en portada a Bergoglio y este título: “¿El papa es católico?”. Subtítulo: “Naturalmente que sí. Pero no lo dirías de acuerdo con lo que se lee en la prensa”.
“Newsweek” ha puesto en portada a Bergoglio y este título: “¿El papa es católico?”. Subtítulo: “Naturalmente que sí. Pero no lo dirías de acuerdo con lo que se lee en la prensa”.
En efecto es lícita la
pregunta, visto que el papa argentino va a rezar a la mezquita y declara en
entrevista a Scalfari: “no existe un Dios católico”.
Al interior de la Iglesia
la preocupación se ha agigantado después del 8 de septiembre pasado. De hecho
con los dos Motu Proprio sobre la nulidad matrimonial, tenemos un acto oficial
del magisterio de Bergoglio donde –según opiniones acreditadas – se sale de las
vías instituyendo una suerte de “divorcio católico”.
Algo que significaría la
negación del mandamiento de Cristo sobre la indisolubilidad del matrimonio y la
anulación de dos mil años de magisterio de la Iglesia.
Para entender la gravedad
del asunto baste decir que la Iglesia ha sufrido un cisma gravísimo en el siglo
XVI, perdiendo a la Inglaterra entera, el cisma anglicano, sólo porque el papa
no reconoció un sólo divorcio, aquel de Enrique VIII, basado en una infundada
razón de nulidad del primer matrimonio.
¿El Motu proprio
bergogliano podría provocar un nuevo cisma?
Puede ser. Por lo demás si
el mismo Cardenal Müller, jefe del ex Santo Oficio, en años pasados, ha hablado
de un cisma posible en referencia al Sínodo, con mayor razón es de temerse
después del 8 de septiembre.
Ya han sido señaladas, en
los días pasados, disputas muy ruidosas en Santa Marta con algún importante
cardenal. Y el Sínodo se anuncia explosivo.
Bergoglio, en desafío a la
Colegiata que proclama en palabras, ha decidido todo antes del Sinodo convocado
precisamente bajo este argumento.
Y no por dar efecto a
cuanto pedido de los obispos en octubre de 2014, porque la Comisión que ha
elaborado el Motu proprio ha sido instituída por él, con aquel mandato, apenas
dos meses antes, el 27 de agosto de 2014.
¿En la práctica porque el
Motu proprio desde el punto de vista católico será impugnado?
Ante todo – explica el
profesor De Mattei – el conjunto de las reformas (aparentemente de facilitación
y agilización) van en el sentido opuesto a aquel siempre recorrido por la
Iglesia. Es un total vuelco de perspectiva: no más la defensa del sacramento
antes que todo (por la salvación de las almas), sino ante todo la facilidad y
la velocidad de la obtención de la nulidad.
Baste pensar en la
abolición de la doble sentencia. Escribe De Mattei: “el Cardenal Burke ha
recordado cómo existe a propósito de ésto una catastrófica experiencia. En los
Estados Unidos, de julio de 1971 a noviembre de 1983, entraron en vigor las así
llamadas ‘Provisional Norms’ (Normas Provisionales) que eliminaron de facto la
obligatoriedad de la doble sentencia conforme. El resultado fue que la
Conferencia Episcopal no negó una sóla petición de dispensa entre los cientos
de miles recibidas y en la percepción común el proceso comenzó a ser llamado
‘el divorcio católico’.”
Por otra parte cualquiera
que sea el objetivo de esta reforma lo ha proclamado abiertamente Mons. Pinto,
decano de la Rota romana y presidente de la Comisión que ha dado a luz al Motu
proprio. Ha escrito en el Osservatore romano que el papa Bergoglio pide “a los
obispos una verdadera y propia ‘conversión’, un cambio de mentalidad que los
convenza a seguir la invitación de Cristo”.
Según Mons. Pinto “la
invitación de Cristo, presente en su hermano, el obispo de Roma”, sería aquella
de “pasar del restringido número de pocos miles de nulidades a aquel
desmesurado de infelices que podrían tener la declaración de nulidad”.
Con Bergoglio se vuelca
todo y son atacados por la razón opuesta: se quiere hacer una fábrica de
anulaciones en masa.
Tiene razón pues la H.
Alessandra Moretti cuando afirma triunfante que “la reforma epocal” del papa
“sigue la ley del Divorcio breve (exprés) que me ha tenido como ponente en la
Cámara”
Con este Motu proprio se
preveen – sin alguna base magisterial ni teológica – nueve razones de nulidad
que podrían voltear de facto el mismo rol de la Iglesia: ya no sería más quien
debe verificar la nulidad original del matrimonio sacramental a los ojos de
Dios, sino que corre el riesgo de convertirse en una ‘entidad’ que de facto
‘desata’ matrimonios, sacramentalmente válidos por razones inventadas hoy.
De hecho en el Motu
proprio, escribe De Mattei,
“la
afirmación teórica de la indisolubilidad del matrimonio se acompaña en la
regla, al derecho a la declaración de la nulidad de todo vínculo fallido. Bastará,
en consciencia, creer como inválido el propio matrimonio para hacerlo reconocer
como nulo por la Iglesia”.
La carga explosiva se
encuentra especialmente en el artículo 14 de las “Reglas procesales” donde se
evoca la “falta de fe” de los contrayentes como posible causa de simulación o
error en el consentimiento y por consiguiente de nulidad del matrimonio.
Hasta ahora la falta de fe
como causa de invalidez del matrimonio es siempre excluída por la Iglesia, la
cual se limita a elevar a sacramento el matrimonio natural.
Explicaba Benedicto XVI:
“el pacto indisoluble entre hombre y mujer, no requiere, para fines de la
sacramentalidad, la fe personal de los contrayentes; aquello que sí requiere,
como condición mínima necesaria, es la intención de hacer aquello que hace la
Iglesia”. Es decir la intención de casarse. Tanto es verdad que la Iglesia
reconoce como sacramental también los matrimonios mixtos, con un cónyuge ateo o
de otra religión: basta querer el matrimonio natural.
Ahora todo se voltea. Y,
según el estilo bergogliano, se emplea una forma ambigua para hacer creer al
mundo católico que la doctrina no cambia.
Así el 9 de septiembre, en
“Avvenire”, el canonista Paolo Moneta sostenía que “la falta de fe no era causa
de nulidad antes y no lo es tampoco hoy”.
Sin embargo, al mismo
tiempo, Mons. Pinto, presentando el Motu proprio, ha exaltado “la novedad del
pontificado de Francisco” y ha hablado del “sacramento celebrado sin fe” que
llevará a un “desmesurado” número de nulidades “por la evidente ausencia de fe
como puente hacia el conocimiento y por ende a la libre voluntad de dar el
consentimiento sacramental”. Es algo que abre en verdad el camino a millones de
anulaciones. ¡Millones!
¿Pero de cuándo a acá para
casarse válidamente hace falta ser santos o titularse en teología en la
(Pontificia Universidad) Gregoriana?
La Iglesia, para reconocer
un matrimonio sacramental, siempre ha solicitado sólo la libre decisión de
casarse, según las características del matrimonio natural.
Y siempre ha enseñado que
la disposición espiritual de los esposos (su santidad) incide sobre los frutos
del sacramento, y no sobre su validez.
Ahora todo cambia. Y entre
las circunstancias que abren la posibilidad del divorcio superveloz está “la
brevedad de la convivencia conyugal” o el hecho de que dos novios se hayan
casado “por el embarazo imprevisto de la mujer”. ¿Y qué tiene que ver con la validez
del consentimiento?
La increíble lista se
concluye además con un “etcétera”. ¿Quiere decir que puede ampliarse a libre
albedrío? ¿Pero qué jusrisprudencia es?
Serán las partes más
débiles (las mujeres y los niños) las que pagarán los costos de esta revolución
que desestabilizará a las familias, ya sobre pesado ataque de la cultura
mundana.
Sor Lucía, la vidente de
Fátima, dice un día al Card, Caffarra: “Padre, vendrá un momento en el que la
batalla decisiva de Satanás con Cristo será el matrimonio y la familia”.
Henos aquí. Si es el tiempo
del “obispo vestido de blanco” serán dolores para todos (¿recuerdan la visión
de la ciudad en ruinas?).
Antonio
Socci (*)
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(*): Información sobre él acá.