viernes, 24 de mayo de 2013

EL ACERTIJO



¿No queda clara, acaso, con ese gran signo de pregunta en la tapa de la última "Iesus Christus", la falta de respuestas o la imposibilidad de dar una afirmación por parte de la Neo-Fraternidad, acerca del nuevo Papado? ¿Cómo es posible que ante la elección del Cardenal Bergoglio, conocido como pocos por su ultramodernismo, ecumenismo, etc., pueda decirse que el Papa tanto puede restaurar la Iglesia como hundirla todavía más, como dice Mons. Fellay en el Cor Unum de marzo? ¿Es que Mons. Fellay no es capaz de arriesgar un diagnóstico –nada dificultoso, por cierto- teniendo en cuenta los antecedentes del Cardenal Bergoglio, ahora Francisco, por todos conocido? ¿O no quiere hacerlo para no ser “estigmatizado” por Roma, ahora que le han quitado la mancha de la “excomunión”?

Si no son capaces de aventurar las líneas generales que guiarán a este Papa modernista, ¿cómo podría esperarse luego que estas autoridades de la neo-Fraternidad sean capaces de leer los signos de los tiempos? ¿Puede brindarse a los lectores de esta revista un análisis tan pobre y nada arriesgado acerca de los tiempos que vivimos?

Como no queremos cerrar también nosotros con un signo de interrogación, diciendo que Mons. Fellay puede tanto hacer naufragar el barco de la Fraternidad como revitalizar la Tradición y hacerla triunfar en Roma, decimos que, como Francesco Schettino, el negligente capitán del hundido crucero Costa Concordia, Mons. Fellay sigue sus pasos, con las consecuencias desastrosas para el resto del pasaje y la tripulación que no es necesario describir.

Decididamente, la diplomacia no domeña al mar.