Vaticano: El Papa Francisco
extiende la facultad de confesar de los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X
más allá del Año de la Misericordia
21-11-2016
El 21 de noviembre 2016, la Santa Sede publicó la
Carta Apostólica del Papa Francisco Misericordia et misera, firmada
el 20 de noviembre. En el n° 12 de este documento, el Santo Padre extiende más
allá del Año de la Misericordia la facultad de confesar concedida el 1 de
septiembre de 2015 a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X:
“En el Año del Jubileo había concedido a los
fieles, que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los
sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, la posibilidad de recibir válida y
lícitamente la absolución sacramental de sus pecados (Cf. Carta con la que
se concede la indulgencia con ocasión del Jubileo Extraordinario de la
Misericordia, 1 septiembre 2015). Por el bien pastoral de estos fieles, y
confiando en la buena voluntad de sus sacerdotes, para que se pueda recuperar
con la ayuda de Dios, la plena comunión con la Iglesia Católica, establezco por
decisión personal que esta facultad se extienda más allá del período jubilar,
hasta nueva disposición, de modo que a nadie le falte el signo sacramental de
la reconciliación a través del perdón de la Iglesia”.
En este 21 de noviembre, aniversario de la declaración
que Mons. Marcel Lefebvre hizo en 1974, no podemos más que recordar la
profesión de fe del fundador de la Fraternidad San Pío X: “Con la gracia
de Dios, el auxilio de la Virgen María, de San José y de San Pío X, estamos
convencidos de seguir siendo fieles a la Iglesia católica y romana, a todos los
sucesores de Pedro, y de ser los «fideles dispensatores mysteriorum Domini
Nostri Iesu Christi in Spiritu Sancto»”. [Comentario
de NP: Ménzingen ha seleccionado una ínfima parte de la declaración de 1974.
Dado que, por causa de alguna oportuna "amnesia selectiva", sólo
eso es lo que la FSSPX "no puede más que recordar"; ponemos abajo, a
modo de ayuda memoria, el texto íntegro de esa declaración.]
El 1 de septiembre de 2015, la Casa General había
publicado el comunicado siguiente, que conserva toda su actualidad:
“La Fraternidad San Pío X toma conocimiento, por la
prensa, de las disposiciones que el Papa Francisco ha establecido con ocasión
del próximo Año Santo. En el último párrafo de su carta dirigida, el 1° de
septiembre de 2015, a Mons. Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo
para la Promoción de la Nueva Evangelización, el Santo Padre escribe: «Por una
disposición mía establezco que quienes durante el Año Santo de la Misericordia
se acerquen a los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X para celebrar el
Sacramento de la Reconciliación, recibirán válida y lícitamente la absolución
de sus pecados».
La Fraternidad San Pío X expresa su agradecimiento
al Soberano Pontífice por este gesto paternal. En el ministerio del sacramento
de la penitencia, ella siempre se ha apoyado, con absoluta certeza, en la
jurisdicción extraordinaria que confieren las Normae generales del
Código de Derecho Canónico. Con ocasión de este Año Santo, el Papa Francisco quiere
que todos los fieles que desean confesarse con los sacerdotes de la Fraternidad
San Pío X puedan hacerlo sin ser importunados.
En
este año de conversión, los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X procurarán
ejercer con renovada generosidad su ministerio en el confesionario, siguiendo
el ejemplo de dedicación infatigable que el santo Cura de Ars dio a todos los
sacerdotes”.
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DECLARACIÓN DE
MONSEÑOR LEFEBVRE DE 21-11-1974
Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma, a la Roma católica
guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias al mantenimiento de
esa fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad.
Por el contrario, nos negamos y nos hemos negado siempre a seguir la
Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en
el Concilio Vaticano II y después del Concilio en todas las reformas que de
éste salieron.
Todas esas reformas, en efecto, contribuyeron y contribuyen todavía a la
demolición de la Iglesia, a la ruina del Sacerdocio, al aniquilamiento del
Sacrificio y de los Sacramentos, a la desaparición de la vida religiosa, a una
enseñanza naturalista y teilhardiana en las universidades, los seminarios, la
catequesis, enseñanza nacida del liberalismo y del protestantismo, condenada
repetidas veces por el magisterio solemne de la Iglesia.
Ninguna autoridad, ni siquiera la más elevada en la Jerarquía, puede
constreñirnos a abandonar o a disminuir nuestra fe católica claramente
expresada y profesada por el magisterio de la Iglesia desde hace diecinueve
siglos.
'Si llegara a suceder, dice san Pablo, que nosotros mismos o un ángel
venido del cielo os enseñara otra cosa distinta de lo que yo os he enseñado,
que sea anatema' (Gál. 1, 8). ¿No es esto acaso lo que nos repite el Santo
Padre hoy?
Y si una cierta contradicción se manifestara en sus palabras y en sus
actos así como en los actos de los dicasterios, entonces elegimos lo que
siempre ha sido enseñado y hacemos oídos sordos a las novedades destructoras de
la Iglesia.
No es posible modificar profundamente la “lex orando” sin modificar la
“lex credendi”. A la misa nueva corresponde catecismo nuevo, sacerdocio nuevo,
seminarios nuevos, universidades nuevas, Iglesia carismática, pentecostal,
todas cosas opuestas a la ortodoxia y al magisterio de siempre. Habiendo esta
Reforma nacido del liberalismo, del modernismo, está totalmente envenenada;
sale de la herejía y desemboca en la herejía, incluso si todos sus actos no son
formalmente heréticos.
Es pues imposible a todo católico consciente y fiel adoptar esta Reforma
y someterse a ella de cualquier manera que sea. La única actitud de
fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, para nuestra salvación, es el
rechazo categórico a aceptar la Reforma.
Es por ello que sin ninguna rebelión, ninguna amargura, ningún
resentimiento, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal bajo la
estrella del magisterio de siempre, persuadidos de que no podemos prestar un
servicio más grande a la Santa Iglesia Católica, al Soberano Pontífice y a las
generaciones futuras.
Es por ello que nos atenemos firmemente a todo lo que ha sido creído y
practicado respecto a la fe, las costumbres, el culto, la enseñanza del
catecismo, la formación del sacerdote, la institución de la Iglesia, por la
Iglesia de siempre y codificado en los libros aparecidos antes de la influencia
modernista del Concilio, esperando que la verdadera luz de la Tradición disipe
las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma eterna.
Y haciendo esto, con la gracia de Dios, el auxilio de la Virgen María,
de San José, de San Pío X, estamos convencidos de mantenernos fieles a la
Iglesia Católica y Romana, a todos los sucesores de Pedro, y de ser los
“fideles dispensatores mysteriorum Domini Nostri Jesu Christi in Spiritu
Sancto”.
Amén.