EDITORIAL DE
“THE RECUSANT” n°7, MAYO/JUNIO DE 2013.-
Estimado lector:
Uno o dos de ustedes se declaran algo
desconcertados por el editorial del mes pasado. Y tienen toda la razón. La
situación es espantosa, por lo que es normal que ustedes estén un poco
sobresaltados.
Sin embargo, si la escritura, la
impresión y la circulación de este boletín de noticias sirven de algo, debe ser
que no tiene el miedo de lidiar aún con las consecuencias más horribles de la
realidad que ahora afrontamos.
Solo por admitir una situación podemos
empezar a lidiar con ella de manera inteligente y honesta. Y aunque la realidad
es dura, y el panorama parece sombrío, realmente deberíamos estar agradecidos
al Señor por habernos puesto en esta época, ya que es realmente un
honor tener tan grande oportunidad para mostrarle cuán fieles y firmes
podemos estar a su servicio, y la firmeza con que nos aferramos a su enseñanza,
no importa quién la pone en peligro o la contradice.
Puede estar tranquilo, The Recusant no
modifica su posición en base a lo que la gente quiere oír – lo que nos haría
mejores para Monseñor Fellay y su "Nueva y Mejorada-Fraternidad San Pío
X". No, lo que importa es el mensaje, no el mensajero.
El punto del editorial del mes pasado
es que no podemos permitirnos ser sentimentales sobre
una mera organización. No sabemos cuándo y cómo podremos encontrarnos
desheredados una vez más, pero pasará tarde o temprano y por lo tanto, nosotros
deberíamos comenzar a prepararnos para ello ahora, al menos psicológicamente si
no materialmente también. El mensaje de la editorial del mes pasado, el
cual repito ahora, es que debemos intentar no estar demasiado apegados
a lo que es humano (la organización llamada FSSPX) bajo el riesgo
de perder lo que es verdaderamente más valioso (la Fe católica completa e
inalterada). Eso sería como tirar la plata de la familia para apreciar
mejor la caja de madera que la contenía.
¡Nosotros no somos leales a la FSSPX
sino a la Tradición!
Anteriormente, cuando las dos eran
sinónimos, la distinción pudo ser olvidada momentáneamente. Pero lo olvidamos
bajo nuestro propio riesgo, y ahora que la brecha se ha abierto entre las dos,
es el momento de recordar lo que el punto central de este combate espiritual y
terrenal se supone que es.
Con demasiada frecuencia en los últimos
tiempos, eminentes de la Fraternidad San Pío X han tratado a la Sociedad como
un fin en sí misma. Recuerdo a Monseñor Fellay –para poner un ejemplo- quien
después de la ceremonia de ordenaciones, se jactó de cuántos sacerdotes tiene
ahora la Fraternidad. Y más o menos al mismo tiempo, el sitio web de la
Fraternidad en Alemania subió un artículo con toda suerte de gráficas con el
número de sacerdotes, seminaristas, etc. comparando a la FSSPX con otras
órdenes religiosas en la Iglesia (por ejemplo “La FSSPX es más grande que la
Sociedad de Misiones Extrajeras de París pero más pequeña que los Jesuitas,
etc.) todo lo cual revela una mentalidad muy alarmante.
Es esta misma mentalidad la que llevó
al sitio web de la Fraternidad en Estados Unidos a decir que los laicos no
tienen derecho de saber sobre los asuntos internos de la FSSPX, ya que la FSSPX
es una orden religiosa a la cual nosotros los laicos no pertenecemos. Cualquier
líder de la Fraternidad que hace esta declaración, está admitiendo
implícitamente que ellos ven a la Fraternidad no diferentemente que los
Jesuitas modernos, los Dominicos o la Congregación Benedictina Inglesa.
El Padre Pfeiffer dio, como siempre, en
el clavo al describir el orgullo institucional de la Fraternidad San Pío X como
si fuera el burro en el Domingo de Ramos, que, en un poema divertido de
GK Chesterton, cree que las multitudes de personas están poniendo las palmas y
gritando "Hosanna" por él ("Si tan sólo pudiera quitarme este
peso molesto de mi espalda!") Si hay una cosa por lo que la Fraternidad
San Pío X no debería estar orgullosa, es su historial como organización humana
–a veces ha sido mal gestionada e ineficiente, y en los mejores tiempos siempre
se tuvo una sensación como de “hecho en casa”. Y porque poseyó, practicó y
defendió la Fe Católica completa y la Tradición, Dios la bendijo, a pesar de
sus debilidades humanas.
Lo que ahora está sucediendo es que los
dirigentes están abandonando lo que importa (la defensa a ultranza de la
Tradición), debido a una visión exultante de la parte que no importa (la
institución humana). Prueba de ello puede verse en la oficiosidad
excesiva con que la pequeña casa en Suiza trata a sus sacerdotes:
"Declaraciones oficiales" "aclaraciones" "comunicados
de prensa", etc. abundan, cada boletín oficial tiene que pasar la censura,
sólo a DICI se le permite decir algo sobre Roma, etc. Desafiamos a cualquiera a
mostrar la más diminuta de las pruebas de que tal comportamiento oficioso,
egocéntrico o el orgullo administrativo estaban institucionalizados en los días
de Monseñor Lefebvre o en la FSSPX de los años 1980.
El nuevo seminario en Virginia, cuya
construcción ya ha comenzado, es probablemente el ejemplo más obvio de su
orgullo institucional. Su costo proyectado es cuando menos de 25
millones de dólares y está siendo construido desde cero en el lado
opuesto de Estados Unidos desde Winona. El sitio web del seminario admite
abiertamente que han gastado dinero en "campañas de recaudación de fondos
profesionales", que incluyen un video promocional que debe ser visto para
ser creído: más de ocho minutos de duración, y sin embargo, ni una sola
mención de Monseñor Lefebvre, del Concilio Vaticano II, de la Nueva Misa, de la
crisis en la Iglesia, de la Tradición y del tradicionalismo –realmente,
nada lo distingue de la Fraternidad San Pedro o incluso de un seminario
conciliar conservador. Solo mucho hablar sobre “espiritualidad y silencio”,
etc. Cuando Monseñor Fellay estuvo allí recientemente para la colocación de la
primera piedra, le dijo a los presentes que la razón para construir ese
seminario gigante era que 200 obispos diocesanos le prometieron que cuando la
FSSPX estuviera regularizada por Roma, le enviarían sus seminaristas para ser
entrenados por la FSSPX. Difícilmente sabemos si reír o llorar. ¿Será
posible que Monseñor Fellay crea esto? ¿Quiénes son esos 200 obispos
diocesanos, cuáles son sus nombres, de cuáles diócesis? Si realmente hicieron
ese compromiso, ¿por qué no lo dicen públicamente?, o en ese caso, ¿por qué no
los están enviando ya al seminario de la Fraternidad San Pedro en América? Se
le encuentre o no un buen uso al final, el nuevo seminario de la FSSPX en
Virginia será un monumento perdurable, literalmente en piedra, del
orgullo y locura de los “tradicionalistas” que perdieron su camino porque
pusieron su confianza en los hombres y no en Dios.
Un aspecto final y bastante más infeliz
del orgullo de nuestra "institución" es el número de incidentes
escandalosos donde los sacerdotes de la FSSPX se sienten justificados para
negar la comunión a aquellos con quienes no están de acuerdo.
Ya no es una rareza única, los ejemplos
más recientes provienen de Australia, donde a un grupo de personas se les dijo
que se les negaría la comunión por el "delito" de asistir a una misa
celebrada por el padre Pfeiffer en su viaje través de ese país a finales del
mes de abril. ¿Cuál es la justificación para tal iniquidad? Bien, al menos en
una ocasión, la razón alegada fue “desobediencia”. Es increíble que esto pueda
pasar por la mente de un sacerdote quien es desobediente, y cuyo apostolado se
funda en la desobediencia (justificable) al ordinario local. Y, sin embargo,
por el delito de "desobediencia" a la FSSPX, los fieles pueden ahora
esperar consecuencias adversas. Una vez más, la institución se ha
convertido en un fin en sí misma y la fe católica ya no es primordial.
Siendo este el caso, la FSSPX como
institución ya no merece, en mi opinión, nuestro apoyo. Sacerdotes
individuales desde luego merecen nuestro apoyo, pero ellos lo merecen de tal
manera que en realidad les ayudemos a lograr su fin verdadero (esto es,
enseñar la verdad, corregir el error, advertir al rebaño del peligro del
compromiso). Por otro lado, el “apoyo” permitirá al sacerdote permanecer
confortablemente sin decidirse en esta hora de crisis, o dejará de tomar las
decisiones difíciles, por lo que esta es una forma equivocada de apoyo. Él
no se los agradecerá en el día de su juicio.
¿Y su sacerdote local, estimado lector?
¿Está de acuerdo con Monseñor Fellay de que la misa nueva fue promulgada “legítimamente”?
Si no, ¿cómo lo sabe: él lo ha dicho, y si no, por qué no? ¿Qué piensa hacer él
al respecto? ¿Desea permanecer indefinidamente en obediencia al hombre cuya
doctrina contradice lo que él cree? Si él no ha dicho nada hasta ahora sobre el
tema, y no se ha declarado públicamente de una u otra manera, quizás a él le
gustaría explicarle ¿cómo puede merecer su apoyo continuo, cuando él evita
hacer la cosa misma que usted lo apoya para que haga? No queremos
sacerdotes que solamente están en contra del Vaticano II y la nueva misa en
secreto. ¡No es suficiente! De ellos hay bastantes en las diócesis, en
las comunidades Ecclesia Dei, en los monasterios. Lo que se necesita son
sacerdotes que estén abiertamente en contra. Sacerdotes que condenen
abiertamente la nueva misa como ilegítima, el nuevo Código de derecho canónico
como veneno y el “magisterio” de los últimos 50 años como irreconciliable con
la Tradición. Lo que se necesita son pastores que adviertan al rebaño sobre los
peligros de la nueva forma de pensar de Menzingen y su nueva dirección. Ellos
son los que merecen nuestro apoyo.
Tal vez este es el momento adecuado
para recordar cuál es exactamente el problema, y por qué aquellos de nosotros
que queríamos ser el más leal de los católicos tradicionales de la Fraternidad
San Pío X, estamos ahora etiquetados por la misma Fraternidad San Pío X como
orgullosos y rebeldes pecaminosos.
El problema no es con los revoltosos,
rebeldes, descontentos, buenos para nada, sedevacantistas escondidos, sedevacantistas
abiertos, continentales vs anglosajones, los choques de personalidad entre los
laicos o la "mala influencia" de Obispo Williamson.
El problema no es un "peligro de
una división", y tampoco es que Roma no haya sido franca en su trato con
Monseñor Fellay. El problema ni siquiera es “una pérdida de confianza en la
autoridad (“en mí”) como dijo Monseñor Fellay hace no mucho tiempo, aunque es
verdad que la confianza en la autoridad se ha perdido. El problema es lo que
causó la pérdida. ¿Y qué la causó? Monseñor Fellay y su entorno se han
alejado de la Tradición.Y como él es el Superior general, si no
decimos nada y no hacemos nada, estaríamos permitiendo que nos apartara de la
Tradición para ingresar al Conciliarismo. Es el mismo viejo problema
de tener que ser desobedientes para permanecer en la verdad.
La crisis en la Iglesia está reflejada
en miniatura por la crisis en la Fraternidad. Creo que estamos ahora en la
etapa equivalente de alrededor de 1971. La revolución es por ahora un
hecho innegable y está firmemente e inamoviblemente afianzada, pero la opinión
del campo de oposición está dividido sobre la cuestión de cómo responder.
Hay unos pocos sacerdotes resistiendo abiertamente la revolución, celebrando
Misas “ilegales” en garajes, salones, etc., predicando claramente en sermones
intensos y viajando muchas millas con celo misionero.
Muchos fieles atienden estas Misas
cuando tienen la oportunidad, a pesar de las amenazas que mencionan palabras
como “desobediencia”, “cisma”, etc. Muchos otros sacerdotes que están en contra
de la revolución, ni siquiera consideran dejar su capilla (donde han estado por
muchos años) para unirse a los sacerdotes “mal portados”.
Las justificaciones dadas para esto son
varias y a menudo 'prudenciales', pero en última instancia, una sospecha de
motivos menos dignos de su parte (apatía, temor por el futuro, el apego a la
comodidad material, etc) persiste. Por supuesto, estos sacerdotes siguen
diciendo la Misa antigua, todavía creen y enseñan la misma doctrina,
simplemente tienen que ser un poco cuidadosos de ya no meterse en problemas con
su obispo, que es algo así como un modernista.
Las cosas no son tan fáciles y francas
como cuando fueron ordenados; en estos días deben tener cuidado con lo que
dicen.
Pues bien, querido lector, nosotros
sabemos cómo termina la historia, desgraciadamente. Los mal portados,
los de mala reputación, los que están un poco locos y son despreciados por sus
compañeros más "respetables" en última instancia son los únicos en
perseverar. Todos aquellos cuya posición es intermedia habrán
desaparecidodentro de una generación, al igual que los Sacerdotes Marianos
o los llamados "Church papists” en la Inglaterra isabelina. Ellos
desaprobaron a los Jesuitas en ese tiempo, cuya predicación clara, firme y
“desobediente” y sus centros de Misas ilegales fue todo lo que quedó.
Los otros fueron forzados a sucumbir, parafraseando a Monseñor Lefebvre, por
la lógica inevitable de las cosas, y destruidos.
¡Que no seamos nosotros!