Este Mensaje está sacado de las
comunicaciones que Sor Josefa Menéndez
recibió en varias veces, durante los últimos meses de los años 1922 y 1923.
Quiero que las almas crean en mi Misericordia,
que lo esperen todo de mi
Bondad, que no duden nunca de mi Perdón.
Yo soy el amor. Mi Corazón no puede
contener la llama que constantemente le devora.
Yo amo a las almas hasta tal punto, que
he dado la vida por ellas.
Por su amor he querido quedarme
prisionero en el Sagrario, y hace veinte siglos que permanezco allí noche y
día, oculto bajo las especies de pan, escondido en la hostia, soportando, por
amor, el olvido, la soledad, los desprecios, blasfemias, ultrajes y
sacrilegios.
El amor a las almas me impulsó a
dejarles el sacramento de la Penitencia, para perdonarles, no una vez ni dos,
sino cuantas veces necesiten recobrar la gracia. Allí las estoy esperando; allí
deseo que vengan a lavarse de sus culpas, no con agua sino con mi propia
Sangre.
En el transcurso de los siglos, he
revelado de diferentes modos mi amor a los hombres y el deseo que me consume de
su salvación. Les he dado conocer mi propio Corazón. Esta devoción ha sido como
una luz que ha iluminado al mundo y hoy es el medio de que se valen para mover
los corazones la mayor parte de los que trabajan por extender mi Reino.
* * *
Ahora quiero algo más; sí, en retorno
del amor que tengo a las almas, les pido que ellas me devuelvan amor; pero no
es éste mi único deseo; quiero que crean en mi misericordia, que lo esperen todo
de mi bondad, que no duden nunca de mi perdón.
Soy Dios, pero Dios de Amor. Soy Padre,
pero Padre que ama con ternura, no con severidad. Mi Corazón es infinitamente
santo, pero también infinitamente sabio; conoce la fragilidad y miseria humana,
y se inclina hacia los pobres pecadores con misericordia infinita.
Sí, amo a las almas después que han
cometido el primer pecado si vienen a pedirme humildemente perdón... Las amo después
de llorar el segundo pecado, ¡y si esto se repite no un millar de veces, sino
un millón de millares, las amo, las perdono, y lavo con mi misma Sangre el
último pecado como el primero!
No me canso de las almas y mi Corazón
está siempre esperando que vengan a refugiarse en Mí. Tanto más cuanto más miserables
sean.
¿Acaso no tiene un padre más cuidado del
hijo enfermo que de los que gozan de buena salud? ¿No es verdad que para aquél es
mucho mayor su ternura y solicitud? De la misma manera, mi Corazón derrama con
más largueza su ternura y compasión sobre los pecadores que sobre los justos.
Esto es lo que quiero explicar a las
almas; Yo enseñaré a los pecadores que la misericordia de mi Corazón es
inagotable; a las almas frías e indiferentes, que mi Corazón es fuego y fuego
que desea abrasarlas porque las ama; a las almas piadosas y buenas, que mi
Corazón es el camino para avanzar en la perfección y por él llegarán con
seguridad al término de la bienaventuranza. Por último, a las almas que me
están consagradas, a los sacerdotes, a los religiosos, mis almas escogidas y
preferidas, les pediré una vez más, que me den su amor y no duden nunca del
mío; pero, sobre todo, que me den su confianza y no duden de mi misericordia.
¡Es tan fácil esperarlo todo de mi Corazón!
Yo daré a conocer que mi obra se funda
sobre la nada y la miseria; éste es el primer eslabón de la cadena de amor que preparo
a las almas desde toda la eternidad.
Haré que las almas conozcan hasta qué
punto las ama y perdona mi Corazón. Penetro el fondo de las almas, sus deseos
de darme gusto, de consolarme y de glorificarme: y el acto de humildad que sus
faltas les obligan a hacer, viéndose tan débiles, es precisamente lo que
consuela y glorifica mi Corazón. No importa
que las almas sean débiles, Yo suplo lo
que les falta.
Les daré a conocer cómo su misma
debilidad puede servirme para dar vida a muchas almas que la han perdido. Daré
a conocer que la medida de mi amor y de mi misericordia para con las almas
caídas, no tiene límites... Deseo perdonar... Descanso perdonando... Siempre
estoy esperándolas con amor...
* * *
¡Que no se desanimen!... ¡Que vengan!...
¡Que se echen sin temor en mis brazos!... ¡Soy su Padre!... Muchas almas no
comprenden cuánto pueden hacer para atraer a mi Corazón a las otras almas que
están sumidas en un abismo de ignorancia y no saben cómo deseo que se acerquen
a Mí para darles vida... La verdadera vida.
Yo te enseñaré mis secretos de amor y tú
serás ejemplo vivo de mi misericordia, pues si por ti, que eres miseria y nada,
tengo tanta predilección y te amo tanto, ¿que haré por otras almas mucho más
generosas que tú?
Como no eres nada, ven..., entra en mi
Corazón...; a la nada le es fácil entrar y perderse en este abismo de amor...
Así iré consumiendo tu pequeñez y tu miseria... Yo obraré en ti... Hablaré por
ti... Me haré conocer por ti...
¡Cuántas almas encontrarán la vida en
mis palabras! ¡Cuántas cobrarán ánimo al ver el fruto de sus trabajos! Un
actito de generosidad, de paciencia, de pobreza, puede ser un tesoro que gane para
mi Corazón gran número de almas. Yo no miro la acción, miro la intención. El
acto más pequeño hecho por amor, ¡adquiere tanto mérito y puede darme tanto
consuelo!... Mi Corazón da valor divino a esas cosas tan pequeñas. Lo que Yo
quiero es amor. No busco más que amor. No pido más que amor. El alma que sabe
hacer de su vida una continua unión con la mía, me glorifica mucho y trabaja útilmente
en bien de las almas. Está por ejemplo, ejecutando una acción que en sí misma
no vale mucho, pero la empapa en mi Sangre o la une a aquella acción hecha por
Mí durante mi vida
mortal, el fruto que logra para las
almas es tan grande o mayor quizá que si hubiera predicado al universo entero,
y esto, sea que estudie o que hable, que escriba, ore, barra, cosa o descanse;
con tal que la acción reúna dos condiciones: primera, que esté ordenada por la
obediencia o por el deber no por el capricho;
segunda, que se haga en íntima unión
conmigo, cubriéndola con mi Sangre y con gran pureza de intención.
¡Cuánto deseo que las almas comprendan
esto! ¡Que no es la acción lo que tiene en sí valor, sino la intención y el
grado de unión con que se hace! Barriendo y trabajando en el taller de Nazaret,
di tanta gloria a mi Eterno Padre como cuando prediqué durante mi vida pública.
Hay muchas almas que a los ojos del
mundo tienen un cargo elevado, y en él dan grande gloria a mi Corazón, es
cierto, pero tengo muchas otras que, escondidas y en humildes trabajos, son obreras
muy útiles a mi viña, porque es el amor el que las mueve y saben envolver en
oro sobrenatural las acciones más pequeñas, empapándolas en mi Sangre.
Si desde por la mañana se unen a Mí y
ofrecen el día con ardiente deseo de que mi Corazón se sirva de sus acciones
para provecho de las almas, y van, hora por hora y momento por momento,
cumpliendo por amor con su deber, ¡qué tesoros adquieren en un día!... ¡Yo les
iré descubriendo más y más mi amor!... ¡Es inagotable!... ¡Y es tan fácil al
alma que ama dejarse guiar por el amor!