R.
P. Leonardo Castellani
(Tomado
de su libro "El Evangelio de Jesucristo ", fragmento)
Cosa
increíble: hay una tormenta tal en el Mar de Tiberíades que las olas invaden la
cubierta de la barca de los Pescadores; y Jesucristo duerme. ¿Se hace el
dormido, como dicen algunos, para ‘probar a sus discípulos’? No: duerme, con la
cabeza apoyada en un banco. Esa manera de probar a la gente con cosas fingidas
es una chiquilinada inventada por un mal maestro de novicios: lo único que
prueba de veras es la vida, la verdad, la realidad; no las ficciones. Tampoco
es verdad que Dios le haya prohibido a Eva el Fruto del Árbol del Malsaber para
probarla; se lo prohibió porque simplemente ese fruto no le convenía ni a ella
ni a nadie. Dios no hace pavadas, pero hay gente que tiene inclinación a
atribuirle las pavadas propias. Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza;
pero el hombre se lo ha devuelto; porque ¡cuántas veces no ha rehecho el hombre
a Dios a imagen y semejanza suya!
Jesucristo
es notable: duerme de día en medio de una tormenta; y de noche deja la cama y
se sube a una colina para orar hasta la madrugada. No lo despiertan el bramar
del viento, el golpe del agua, los gritos de los marinos, y lo despierta un
gemido en la noche o una mujer hemorroísa que le toca el vestido. Mi abuela
Doña Magdalena decía: "Jesucristo es bueno, yo no digo nada; pero ¿quién
lo entiende, dígame un poco?".
Sólo
un niño o un animal pueden dormir en esas condiciones en que los tres
Evangelistas dicen que Cristo realmente "dormía"; y también un hombre
que esté tan cansado corno un animal y tenga una naturaleza tan sana como la de
un niño.
(…)
Bueno,
el caso es que Cristo dormía, y los discípulos lo despertaron diciéndole algo
que está diferentemente en los tres Evangelistas; pero en realidad le deben
haber gritado no tres sino unas doce cosas diferentes por lo menos; que se
resumen en ésta: «¡Sonamos!» ¿No te importa nada que nosotros «sonemos»? que
trae San Lucas como resumen de toda la gritería. Lo que dijo San Mateo, que
estaba allí, fue esto: "Señor, ayúdanos, que perecemos". Cada uno
dijo lo mejor que supo, y eso es todo.
Lo
que les dijo Cristo -en esto concuerdan los tres relatores- fue
"cobardes”. La Vulgata latina traduce "Modicae fidei ", o sea
"hombres de poca fe"; pero Cristo, en griego o en arameo, les dijo “cobardes”.
Un hombre que grita cuando hace agua su lancha en una tempestad del Mar de
Galilea, que son breves pero violentas; suponiendo incluso que haya gritado un
poco de más, ¿es cobarde? Para mí, no es cobarde. Pero para Jesucristo es
cobarde. A Jesucristo no le gustan los cobardes.
La
Iglesia ("la barquilla de Pedro", que le dicen) ha tenido muchas
tempestades y ha de tener todavía otra que está profetizada, en la cual las
olas invadirán el bordo, y parecerá realmente que los pocos que están dentro
suenan. Cristo parece haber conservado su costumbre juvenil de dormir en esos
casos; y también su idiosincracia de no amar la cobardía.
¿La
cobardía es pecado? Sí; y en algunos casos muy grande. Los Apóstoles tenían una
manera de predicar que yo no usaría otra si me dejaran predicar: la cual es
hacer una lista de pecados grandes, recitarla y después decir: "Ninguno de
éstos entrará en el Reino de los Cielos. Basta". Así San Pablo dice:
"No os engañéis, hermanos; que ni los idólatras, ni los ladrones, ni los
divorciados, ni los avaros, ni los perros [o sea, los maricones] ni... y así
sigue un rato- entrarán en el Reino de los Cielos". Hoy en día habría que
predicar así, sencillamente... es opinión nuestra.
Pues
bien, San Juan en el Apokalypsis, que es una profecía acerca de los últimos
tiempos, añade a la lista de pecados otros dos que no están en San Pablo:
"los mentirosos y los cobardes". Lo cual parece indicar que en los
últimos tiempos habrá un gran esfuerzo de mentira y de cobardía. Dios nos pille
confesados.
La
cobardía en un cristiano es un pecado serio, porque es señal de poca fe en
Cristo (“cobardes y hombres de poca fe”) que ha dado sus pruebas de que es un
hombre "a quien el mar y los vientos obedecen "-dice el Evangelio de
hoy- con lo cual por lo tanto, el miedo no es cosa bonita; ni lícita siquiera.
Julio César, en una ocasión parecida, no permitió a sus compañeros que se
asustaran. "¿Qué teméis? Lleváis a César a su buena estrella", les
dijo. Mucho más Jesucristo, creador de las estrellas.
Lo
que gobierna el mundo son las Ideas y las Mujeres, dijo uno. Las Ideas, lo dudo
mucho. Las Mujeres, habría que hacer la prueba. ¿Qué sucedería si en la
Argentina saliese una especie de Teresa de Jesús, que persuadiese a todas las
mujeres de este propósito: "¡No me casaré con ningún hombre que sea un
cobarde!" Yo creo que se vendría abajo la tiranía de turno, y no subiría
más ningún otro tirano.
En
otros tiempos, los argentinos no eran ni adulones ni cobardes. Ahora parecería,
según algunos que leen los diarios, que se están volviendo adulones y cobardes.
Que Dios nos salve por lo menos de las mujeres.
Comentario SYLLABUS:
Bien,
y sencillamente ¿cómo se pueden aplicar estas palabras a la actual crisis que
padece la FSSPX, ocupada por los liberales? Hay una forma peor aún de cobardía,
que la aquí señalada por el Padre Castellani –o en realidad por Cristo-. Y que
es no la de ver la tempestad y gritar asustados y al borde de la desesperación;
sino taparse los ojos para no ver la tempestad y hacer callar al que dice que
la hay. O, en vez de esperar que Nuestro Señor calme la tormenta cuando su Eterna
Sabiduría lo disponga, lanzarse a soluciones estúpidas y riesgosas para el alma,
como buscar acuerdos con quienes no sólo no ven la solución a la tempestad,
sino que ni siquiera entienden que están atravesando una tempestad, o ven la
tempestad pero no se dan cuenta que están llevando la nave precisamente hacia
lo peor de ella en vez de saber alejarse del mayor peligro.
Es
una terrible cobardía acusar al que se mantiene firme con la esperanza en
Cristo –pero sin cruzarse de brazos sino obrando la salvación de la mayor cantidad
de almas-, de estar fuera de la realidad o carecer de esperanza cuando la
esperanza que se han inventado ellos no tiene fundamento en la realidad sino en
sus sueños o sus cobardes deseos de que la tempestad no los azote, por lo menos
a ellos; son éstos los que, temiendo abrir la boca para reprobar a los que conducen
la nave pésima e infielmente, callan y en cambio se agitan contra los que dicen
“No queremos seguir ese rumbo que conduce al naufragio, no queremos ser
cómplices de los que hacen todo para perder a las almas que se nos han
encomendado”.
Es
una triste forma de la cobardía el acusar de desobediencia a quien osa decir la
verdad porque esa verdad es malsonante a los oídos de los enemigos que hacen
todo lo posible para hundir la barca de Cristo. Es cobardía callar cuando los
enemigos de Cristo horadan el casco de la nave o suben a ésta a los que desean
verla en el fondo del océano.
Es
cierto lo que indica de alguna forma Castellani: los hombres hoy no llevan los
pantalones, y por eso Dios no nos envió una Santa Teresa sino el castigo –en la
Argentina- de una Mala Tiranuela, y, en la Fraternidad, de unos Liberales, como
castigo por la cobardía de sacerdotes y fieles que ya no se animaron a llamar a
las cosas por su nombre, y cerraron los ojos para no ver que estaban
atravesando la peor de las tormentas. Ay de los que duermen porque se han
vuelto cobardes. Que Dios no nos deje olvidar que Él sigue con nosotros y que
nosotros debemos luchar por la Nave y contra los que destruyen su Nave.