Comentario
Syllabus:
Venía faltando, cómo no,
la opinión “autorizada” de Rafael Braun, capitoste del modernismo argentino,
acerca del pontificado de Francisco. La Academia Nacional de
Periodismo presenta del siguiente modo a este señor:
“Sacerdote
de la Iglesia Católica, nacido en Buenos Aires en 1935, es doctor en Filosofía
por la Universidad de Lovaina (Bélgica) y licenciado en teología por la
Universidad Católica Argentina.
Director de la revista
Criterio entre 1978 y 1993, y miembro de su Consejo de Redacción durante 40
años, es hoy miembro de su Consejo Asesor. Es colaborador de La Nación y
Clarín y ha tenido importante actuación en el medio radiofónico. Hoy es
Rector de la Iglesia Santa Catalina de Siena y también miembro del Consejo
Directivo de la Fundación Banco de Alimentos. Recibió, entre otras
distinciones, en 1991 el Laurel de Plata otorgado por el Rotary Club de
Buenos Aires y en 1996 el Premio Derechos Humanos B’nai B’rith Argentina
y el Diploma al Mérito en la Disciplina Etica, concedido por la Fundación Konex”.
Este cura al que
raramente se lo ve con clergyman, mentor “espiritual” de Máxima Zorreguieta,
típica representante de la tilinguería de “gente bien” que son católicos pero
aman el mundo, los lujos y el poder, actualmente Reina de Holanda (ese país
corrupto como pocos, ultra-progresista, en el sentido más holandés de esa mala
palabra, parafraseando a Borges), este prestigioso Raffy (como lo llama
Magdalena Ruiz Guiñazú, periodista acomodaticia como pocas y con quien hicieron
un libro juntos) y que tuvo participación en la boda de la Máxima apóstata,
sabe hacerle honor a su apellido heredero de las afeitadoras y demás electrodomésticos,
pues siguiendo el ejemplo del guarango y lunfardo tango que dice “Y la chiva
hasta a Cristo se la han afeitao...”, pues bien, Braun se ha dedicado a afeitar
cuanto podía la verdadera Religión de Cristo y ahora viene a dar su apoyo
–junto con el de la B’Naith B’Rith y otros- al Papa Francisco, como no podía
ser de otro modo. Debajo la entrevista con La Nación diario.
El sacerdote e
intelectual cree que la elección de Francisco como papa limita el poder de la
curia, renueva sus estructuras y abre espacio a los laicos
Por Agustina Lanusse | Para LA NACION
Domingo 12 de mayo de
2013 | Publicado en edición impresa
Para el sacerdote y
reconocido intelectual Rafael Braun, pensador autónomo y crítico que desde las
páginas de la revista Criterio, cuya dirección ejerció durante largos años, ha
tenido una vasta influencia en el pensamiento católico argentino, la elección
de Bergoglio como papa, hace dos meses, no significa sólo un cambio de mando,
sino una verdadera revolución dentro de la Iglesia.
"Hay mucho pecado
en la Iglesia", ha denunciado en varias oportunidades Braun, doctor en
Filosofía por la Universidad de Lovaina (Bélgica), licenciado en Teología, ex
investigador del Conicet, ex rector del Centro Santa Catalina y miembro del
Consejo Consultivo de Criterio. Siempre se demostró más amigo de la verdad que
de las modas intelectuales o sociales de cada momento, y no temió ser severo en
sus análisis, convencido de que la libertad de pensamiento es premisa del
ejercicio intelectual.
Esperanzado, hoy compara
la renuncia de Benedicto XVI y la elección de Francisco con el proceso
independentista que vivió América latina en el siglo XIX. "Por fin
libres del imperio europeo, independientes", subraya. Cree que el papado
ya no será más una monarquía. Que no habrá un papa monarca y una corte, sino un
servidor. Que el clericalismo deberá terminar, y que la Iglesia podrá dejar de
estar encerrada en sí misma para salir al mundo con espíritu misionero. Braun
conoce muy bien a Bergoglio y siente una enorme gratitud por la amistad y la
confianza que siempre le brindó.
-¿Cómo evalúa la renuncia de
Benedicto XVI?
-Fue algo maravilloso
y revolucionario, que no me sorprendió. Él había escrito en 2010 en su
libro Luz del mundo que estaría dispuesto a renunciar si se encontrara en la
situación en que luego estuvo. Esta renuncia marca el fin de la gerontocracia.
El inicio de un nuevo milenio. Y como él, habrá otros papas que se animarán a
asumir con 76 años, confiados en que podrán dejar su cargo cuando sientan que
ya no están aptos para ejercerlo.
-¿Qué implicó para la
Iglesia?
-Fue necesario por dos
motivos: uno, porque en la Iglesia no se ha tenido en cuenta el cambio
generacional que se da hoy, ya que la gente se muere 20 años más tarde. En ese
sentido, el final tan largo de Juan Pablo II ha sido un mal ejemplo, pues si
bien tuvo un fuerte coraje para luchar hasta el fin, el gobierno quedó más en
las manos de la curia que en las propias. El otro motivo es de sentido común.
Si los obispos están obligados a renunciar a los 75 años y los cardenales luego
de los 80 no pueden votar en el cónclave, ¿por qué el Papa, que es obispo y
cardenal, puede seguir? Lo que dijo el secretario de Juan Pablo II en su
momento, que el Papa no debía renunciar pues eso implicaba bajarse de la cruz,
es un error. Es considerarlo como un monarca que no puede abdicar.
-¿Por qué cree que se eligió
a Francisco?
-Porque, además de que
los candidatos más nombrados se neutralizaron, creo que Bergoglio comenzó a
tener una proyección fuerte en el plano internacional a partir del Sínodo de
los Obispos de Roma en 2001. Fue nombrado, y se desempeñó, como relator general
adjunto, al reemplazar al obispo de Nueva York, que debió regresar a los
Estados Unidos luego del atentado contra las Torres Gemelas. No hay que olvidar
que en el cónclave que eligió a Joseph Ratzinger, en 2005, él llegó segundo. En
2007 presidió la Comisión de Redacción del Documento de Aparecida en la V
Conferencia General del Episcopado de América latina y el Caribe. Y, por
último, su intervención en las asambleas anteriores a este último cónclave tuvo
una repercusión enorme. Allí habló de la necesidad de la Iglesia de salir de
sí, de ir a la periferia existencial con espíritu misionero, y se preguntó
sobre cuántas veces la jerarquía queda atrapada en un narcisismo teológico, en
una mundanidad espiritual al vivir para darse gloria los unos a los otros.
Fueron palabras muy fuertes que calaron hondo.
-¿Por qué su designación
conmovió tanto en la Argentina y en el mundo?
-Creo que en nuestro
continente hay una enorme alegría porque lo que estamos viviendo se
equipara, análogamente, a las revoluciones de la independencia, dos siglos
atrás. Nuestros pueblos vivieron tres siglos como colonias de un imperio
ibérico que incluso tenía derecho al patronato. Ahora hemos vivido dos siglos
de república, pero la Iglesia en América latina, a mi juicio, fue tratada como
una colonia eclesial. El símbolo más claro de esto fueron los últimos años del
pontificado de Juan Pablo II, donde crecieron en la curia romana las peores
conductas típicas de las cortes monárquicas. Y muchos han sufrido las
interferencias de los nuncios y las trabas a las conferencias episcopales. Con
Francisco nos hemos independizado de la curia. Él descomprime, da libertad y
alegría a la Iglesia concebida como pueblo de Dios, como la expresó el Concilio
Vaticano II. Se trata de un cambio de profesores a pastores. El habla de
pastoreo, servicio, colegialidad y comunión.
-¿Cuál será la tarea
principal de Francisco? ¿Qué cambios debe afrontar de manera prioritaria?
-El primer cambio ya
lo hizo: se presentó a sí mismo como obispo de Roma y no como papa. No se
tituló como un monarca. Es primus inter pares. Tiene legitimidad de origen
y fue reconocido como líder por sus pares para servir al pueblo. Otro gesto
novedoso fue la elección de un Consejo Pastoral de ocho obispos de distintas
partes del mundo para conducir con él. Su tarea principal será descentralizar
el servicio de la Iglesia de Roma y trabajar para la comunión de los
cristianos. Y lo hará diciendo la verdad y permitiendo que todos digan la
verdad. Por eso hay tanta alegría.
-Pero, ¿no encontrará
demasiadas resistencias para impulsar estos cambios?
-La tarea del Papa es
doble. Por un lado, es el soberano del Estado de la ciudad del Vaticano, y
tiene un governatorato en el cual trabajan 2000 personas; por otra parte, es el
líder espiritual universal. La curia es, además, una gran burocracia de 842
personas que gobiernan 57 organismos al servicio de la misión religiosa. Pienso
que las estructuras van a comenzar a caer de a poco, pero no lo hará él solo,
sino junto al consejo de asesores. Me imagino un organigrama nuevo, descentralizado,
con amplia participación de los laicos. Él conducirá con el ejemplo,
permitiendo que la verdad salga a la luz. Lo oscuro y corrupto caerá por sí
mismo.
-¿Su papado provacará cambios
políticos en la Argentina?
-Su conducción no va a
ser en contra de nadie, sino a favor. En la carta que le envió al
presidente de la Corte Suprema dice que "administrar justicia es una de
las más insignes tareas que el hombre puede ejercer". No se inmiscuye con
la reforma judicial específicamente. Creo que su poder moral va a influir en la
sociedad civil, y por ende tocará la esfera política, como la empresarial y
tantas otras. El foco estará puesto en la sociedad y no en la política. Y la
influencia positiva se dará de abajo hacia arriba. Ya lo estamos viendo: la
gente está yendo a confesarse o a asistir a misa como hacía años no ocurría.
Vuelven con amor a la Iglesia Católica. Y esto es una gran noticia.
De otra entrevista
realizada por el mismo matutino (Domingo 21 de marzo de 1999 – “La religión
crece en popularidad”):
-¿Qué pueden aprender de
la religión los no creyentes?
-No se puede entender el
mundo occidental si no se conoce el cristianismo. En esos tests de ingreso a
las universidades nadie pregunta sobre la Biblia, que sin embargo es la raíz de
nuestra cultura. No se trata de que todos debamos ser cristianos. Nadie va a
imponer ninguna verdad, porque eso sería fundamentalismo. Si yo viviera en
un país islámico tendría que conocer el Corán. Y si uno quiere entender al
pueblo argentino tiene que entender a la Virgen de Luján. .